el blog de reseñas de Andrés Accorsi

miércoles, 22 de abril de 2020

ENESIMO MIERCOLES DE ENCIERRO

La concha de la lora, qué largo se hace el encierro… Hace poco más de cuatro años, cuando me operé de la columna, también me comí casi 50 días sin salir de mi casa, pero por lo menos me podían venir a visitar mis amigos, mis hermanos… Esto ya es un embole cósmico que no tiene fin. Y uno encima se porta bien y cumple.
Vamos con las lecturas y arranco con un rescate de mesa de saldos, un librito prestige llamado Hugo Moro, de 2002, gracias al cual me reeencontré con Oriol Roca, un autor español del que conocía una sóla obra (Cupido), que me había gustado mucho.
Hugo Moro protagoniza (por lo menos en este tomito) dos historietas de 22 páginas, probablemente pensadas para aparecer en comic-books que nunca se materializaron. Son dos historias autoconclusivas (una de 1999 y una de 2000), ambientadas en un período histórico muy interesante, que es la Edad Media, justo después de las Cruzadas, en pleno apogeo de la Inquisición. El protagonista es un sacerdote reclutado por el Papa para integrarse a una orden religiosa que investiga “asuntos que escapan al entendimiento de los hombres", una especie de X-Files del medioevo.
Las dos tramas son atractivas, las dos están narradas a buen ritmo, las dos brindan excusas más que válidas para que Hugo Moro pele la espada y reparta duro y parejo, en las dos hay una bajada de línea muy certera, muy linda. La idea de meterle elementos fantásticos a esta época de oscurantismo es, sin dudas, lo más interesante. Acá nos encontramos vírgenes que quedan embarazadas y chanchos que aparecen muertos y sin sangre, pero a eso Oriol Roca le encuentra una explicación. Lo que no puede explicar es la barbarie, la intolerancia, el odio al distinto, los excesos de quienes sienten que tienen el poder suficiente para no darle explicaciones a nadie.
El dibujo de Roca es potente, expresivo, basado en un claroscuro muy logrado, por momentos bastante extremo, como si Santiago Sequeiros o Mike Mignola se pusieran a entintar páginas de Fernando De Felipe. La puesta en página es dinámica, con muchas variantes bien exploradas (el widescreen, la grilla de 9 cuadros, la de tres viñetas verticales…) y quizás lo único que no me gustó haya sido el rotulado.
Si te cruzás con Hugo Moro en un eventual paseo por las librerías de saldo, no lo dejes ahí, que –sin ser la Octava Maravilla del Mundo- se merece un lugarcito en tu biblioteca de historieta española.
Tomo 12 de Oyasumi Punpun, a poquísimas páginas del final del inclasificable manga de Inio Asano, y esta vez sí, el que puso esa sobrecubierta básicamente negra la embocó. Estamos en el momento decididamente dark de la serie, cuando ese lento y paulatino proceso de maduración de Punpun pegó un volantazo para el lado del carajo y los lectores presenciamos atónitos el descenso del protagonista hacia las fosas de la abyección moral. ¿Creíste que el romance con la chica a la que amó toda su vida podía llevar a Punpun hacia el final feliz que en algún momento se mereció? Pindonga. El enésimo capricho de Asano hace que esta relación que pudo haber sido hermosa, idílica, perfecta, forme parte del enrosque más jodido que leí alguna vez en un manga. Oyasumi Punpun sigue siendo una obra acerca de los vínculos, pero ahora son vínculos espantosos, morbosos, heavies, retorcidos, asfixiantes. Por un lado, esto que pasa en el Vol.12 me angustió tanto, que sentí alivio al pensar que el próximo tomo es el último. Por el otro, tanta oscuridad tan cerca del final no hace más que prometer que Punpun va a terminar MUY para el orto.
Por detrás de la trama central, muy eclipsada por la misma, sigue avanzando la historia del gurú de las buenas vibras y su elenco de personajes secundarios, y de nuevo, tengo mis serias dudas de que Asano logre cerrar convincentemente esta punta del argumento, o integrarlo un poco más al tronco de la saga, que pasa (obvio) por Punpun. Y en este tomo, Asano vuelve a hacer crecer y a darle mucha chapa al personaje de Sachi, a esta altura lo más parecido a una heroína que le quedó a la serie. Sachi incluso interactúa en una escena con el otro gran personaje poco aprovechado de este manga, que es el querido tío Yuichi. Y como la chica que siempre quiso ser mangaka está haciendo las cosas bien, confío en que su arco confluya con el de Punpun en las pocas páginas que quedan antes del final.
El dibujo, realmente en este tomo pasa muy a segundo plano. Hay tanto paisaje, tanta contemplación, tanta toma “de lejos” que lo que más se luce es la habilidad de Asano para retocar fotos. Y esa secuencia muda con Aiko en la playa, a la que es imposible no imaginar con música y movimiento. A sólo 200 páginas del final, el ídolo no se relaja, no afloja nunca en su intento de recordarnos EN TODAS LAS PUTAS VIÑETAS que esto es el mundo real. Que Punpun no tiene cara de pibe humano porque él (Asano) es un excéntrico, un caprichoso, un vanguardista, pero que TODO es real.
Casi me tienta la idea de entrarle a otros mangas antes de leer el último tomo de Oyasumi Punpun, como para flagelarme un poco a mí mismo, pero no, ni en pedo. Antes de fin de mes seguro lo leo y lo comentamos por acá.
Y bueno, nada más, por hoy. A seguir esperando el milagro de que se cierre este paréntesis eterno en la vida social y el laburo. Será hasta pronto.


2 comentarios:

Damian dijo...

Te quedan mas de 200 páginas para el final, xq el ultimo tomo es casi doble.

Andrés Accorsi dijo...

Uh, buena noticia! No me había dado cuenta cuando lo compré...