viernes, 28 de febrero de 2025
FINAL PARA FEBRERO
Cerramos un Febrero record, con 12 posteos en 28 días. Una locura... pero bueno, fui a ver dos películas basadas en comics y eso abultó la cantidad de reseñas. Veamos qué fue lo último que leí este mes.
Qué necesario era un libro como Los Enigmas del PAMI (y otras historietas en esa línea), que reuniera en un único tomo todo el material de Enrique Breccia dibujado en su estilo más humorístico. Resultó que se podía meter TODO en un libro de 136 páginas (cifra inflada por carátulas innecesarias, páginas en blanco y demás relleno del que suele encarecer los libros sin aportarle absolutamente nada al lector), lo cual hace menos verosímil que hayamos tenido que esperar hasta 2024 para que exista una cosa así. La tarea de reunir todo el material de Enrique en esta línea (breves trabajos con y sin guiones de Carlos Trillo) fue encarado por Mariano Buscaglia (sobrino de Enrique, nieto de Alberto, hijo de Cristina, etc.) con un criterio amplio y exhaustivo, y así es como el libro incluye historietas que la mayoría de los fans del maestro no conocíamos. Hay algunas que ya teníamos en otros libros, de otras editoriales, pero la posibilidad de reunir TODO en un solo tomo es irresistible.
Ya solo que se incluya El Reino Azul (a mi juicio, la mejor historia corta que escribió Trillo en toda su carrera) justifica comprar el libro, aunque todo el resto sea una garcha. Nunca me voy a poder olvidar de ese día en que tuve en mis manos los ocho originales de El Reino Azul, fue uno de los mayores nerdgasmos de mi vida como fan de los comics... y ahora la tengo en un libro cheto, la puedo releer sin ir a buscarla a la pila de números viejos de Fierro que se te hacen mierda cada vez que los abrís...
Nada, es muy difícil opinar objetivamente sobre este material, porque es parte de mi educación sentimental, de mi formación como lector de comics. Por fuera de El Reino Azul, no hay otros guiones demasiado geniales. Casi todo lo que ofrece el libro es producto del capricho, de las ganas de joder y de divertirse que tenían Enrique y Carlos. Las adaptaciones de Enrique son exquisitas, no solo porque se te tiene que ocurrir la idea de ponerle dibujos al tango Fea, o a La Leyenda del Mojón, sino por cómo resuelve el dibujo y la puesta en página. Es todo juego, es todo disfrute, pero también es todo originalidad y vuelo. Breccia juega entre lo grotesco y lo poético y hasta el rotulado es parte de ese juego, hipnótico y genial.
Probablemente la historieta que menos me gustó haya sido la última del libro, Espanto, un trabajo a color en el que el estilo de Enrique no se luce... al punto que parece una historieta de Alberto, su papá. La narrativa está bárbara, pero es básicamente un chiste largo.
Más allá de ese experimento, el promedio del libro es increíble, el trabajo que tiene cada página es increíble, el nivel de libertad y de desparpajo que tienen las historias es increíble... Seguramente cuando se habla del trabajo en conjunto entre Breccia y Trillo llama más la atención la larguísima epopeya de Alvar Mayor o la aventura fantástica de El Peregrino de las Estrellas, pero acá hay gemas tan raras como fundamentales en la carrera de ambos maestros, todas realizadas en esos primeros años ´80, en los que la dupla era una máquina de producir hitazos. 93 páginas de historieta en un libro de 136 para mi gusto es poco, aún cuando se las disfruta a pleno. Y esa es la única crítica que tengo para hacerle a una edición preciosa, muy cuidada, que le hace justicia al talento descomunal de dos genios como Enrique y Carlos.
Me voy a España, fines de los ´80, a leer un recopilatorio de historias muy cortitas (dos páginas cada una) de Johnny Roqueta, una serie que Rafael Vaquer y TP Bigart (pseudónimo de Joan Tharrats) realizaron durante unos cuantos años para el semanario El Jueves. Son historietas cortas (o chistes largos) de 10 ó 12 viñetas, que tienen como principal atractivo los majestuosos dibujos de TP Bigart, en los que predominan los personajes por sobre los (casi inexistentes) fondos. El foco está puesto en la expresividad de rostros y cuerpos, y en darle vértigo e intensidad incluso a las historias donde lo único que vemos son personajes que hablan entre ellos. Las composiciones de Bigart son tremendas, con un equilibrio perfecto entre espacios blancos, manchas negras y grises aplicados con tramas mecánicas. Imaginate una mezcla muy zarpada entre Frank Margerin, Oswal y Pasqual Ferry, y más o menos te vas a acercar a lo que hace Bigart en estas páginas.
Vaquer incursiona en el subgénero "jóvenes a la deriva", y cierra aún más el espectro para concentrarse en un grupete de varones de veintipocos, fans del rockabilly y las motos, que sobreviven como pueden en una gran ciudad de España de la segunda mitad de los ´80. La mirada del guionista es ambigua: a veces los muestra como unos piolas bárbaros, y otras (la mayoría) como una manga de inútiles, pajeros, borrachines, desubicados o ridículos que desperdician su vida tocando (para el orto) la guitarra y cuya única motivación es conseguir guita para los puchos y la birra. Dentro de este esquema, hay guiones mejores y peores, pero ninguno que te haga decir "Ah, esto es genial"... aunque me imagino que para aquellos lectores de El Jueves que en esa época tenían la misma edad de Johnny y sus amigos, esto debe haber funcionado como un espejo (deforme pero divertido) en el que verse reflejados.
Creo que a mí lo que más gracia me causó fue ver a Vaquer fracasar estrepitosamente en su intento de tener un personaje argentino que hable con nuestros modismos e informalismos. En vez de citar a Ronald Reagan, Héctor habla de Jorge Videla y hace chistes de golpes de estado... pero usa palabras que ningún argentino usaría jamás, como decirle "la primitiva" a la lotería, "cojones" a los huevos, "el carro" al auto, "trempera" a la erección, o "ahorita nomás". Todo esto potenciado por el abuso sistemático de "macanudo", "che", "pìbe" y "boludo"... en unas frases que por ahí a los españoles les causaban gracia, pero a nosotros nos hacen un ruido horrible porque el guionista muy rara vez acierta una.
Johnny Roqueta es una comedia light, muy anclada en su época, apoyada en el carisma de los protagonistas, que se deja leer pero no te cambia la vida. Si alguna vez encontrás los libritos a buen precio, dale una oportunidad, sobre todo por los dibujos de esa bestia llamada TP Bigart.
Y nada más. Nos reencontramos el mes que viene, con nuevas reseñas (no sé si tantas como en Febrero) acá en el blog. Gracias y hasta pronto.
Etiquetas:
Carlos Trillo,
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