Mientras se me reconstruye
lentamente el culo después de la goleada que se comió ayer la Academia, avanzo
con las reseñas de un par de libritos que leí en estos días.
Tenía colgada la serie
central de Fables desde un lejano 06/11/16, cuando me tocó reseñar el Vol.19.
Ahora, por fin, le entré al Vol.20, que me deja ahí, a un TPB y monedas del
final de esta complejísima epopeya diseñada por Bill Willingham. El Vol.20 es
un tomo voluminoso, con 10 episodios de la serie regular. No precisamente los
mejores, pero bueno, tampoco es que acá Fables se va a la B o rifa la tremenda
chapa acumulada en los años previos.
El TPB arranca con un
episodio autoconclusivo muy menor, centrado en la familia de humanoides creados
por Geppetto con la madera mágica, que ahora viven una vida absolutamente normal
en una Fabletown que se reconstruye de a poco. Esto está dibujado con sobriedad
por el siempre efectivo Barry Kitson. En el tramo final del libro, otro
unitario (esta vez centrado en el mismísimo Geppetto, con algunas pistas de
para dónde puede llegar a agarrar uno de los personajes más impredecibles de la
serie) y un arquito de dos episodios, protagonizado por el Gato con Botas y los
chicos de la banda de Boy Blue. Acá dibuja como puede Steve Leialoha (después
de tanto entintar a Mark Buckingham ya casi le clona el estilo) y es una
aventura sumamente estirada, pero que plantea algo que –supongo- Willingham va
a utilizar para darle un final muy lógico a Fables.
Y el núcleo del libro, o
sea, los seis episodios restantes, son un gigantesco epílogo a lo que sucedió
en el tomo anterior. La reconstrucción de Fables, la resurrección de un
personaje al que vimos morir, los intentos de los magos por revivir a otro al
que vimos… convertirse en algo inerte (perdón por no especificar), y en el
medio, un nuevo plan disparatado de Rose Red, que puede terminar en una nueva
era de gloria o en otra catástrofe. Willingham aprovecha este “tomo de
pretemporada” para hacer hablar mucho a los personajes, para que se replanteen
un montón de cosas, para que aprendan y crezcan. Para esta altura, el autor ya
tiene clarísimo cómo sacarle el mejor provecho al tema de la serie periódica
sin límite de episodios y se da lujos muy notables en el timing del relato y en
la cantidad de escenas que le dedica a la introspección o las charlas entre los
personajes.
Por supuesto el mejor
episodio es un interludio en el arco de Rose Red, que consiste en el encuentro
entre tres personajes muertos, que se juntan en una especie de limbo,
simplemente a conversar. Acá están los mejores diálogos del tomo, las
secuencias más emotivas y las páginas mejor dibujadas por un Mark Buckingham
notable. Y como siempre, por atrás y por los costados de historias largas y
unitarios cortitos, avanzan unas cuantas runflas espesas, premoniciones
ominosas, facturas impagas que se acumulan y personajes menores que esperan
agazapados su momento para copar la parada y brillar. No tengo los dos tomos
que me faltan para completar Fables (acepto donaciones), así que no sé cuándo
podré leer y reseñar el final de esta increíble serie del sello Vertigo, al que
todos los dioses tendrán en la gloria ahora que no existe más.
No me quiero ir sin
recomendar Tirapia, un librito publicado este año por Ediciones de la Flor que
reúne más de 180 tiras cómicas realizadas por J.J. Rovella y aparecidas
originalmente en las redes sociales del autor.
Acá Rovella trabaja con
total libertad para abordar los temas más diversos, sin tener que centrarse en
personajes puntuales (aunque en varias tiras aparecen el Oficial Yuta,
Brunella, Zebita, Don Pictórico y hasta Dante Elefante), con la posibilidad de
jugar con el absurdo, con el humor negro, de tirar referencias a la cultura
pop, de buscarle vueltas ingeniosas al lenguaje icónico de la historieta y hasta
de clavar comentarios políticos que no tienen nada que envidiarle a los que
leemos todos los días en Alegría. El resultado es muy satisfactorio, con unas
cuantas tiras que me hicieron reir en voz alta, otras que me dejaron pensando,
otras donde el dibujo brilla más que la idea que motoriza al “chiste”… Creo que
las tiras más flojas son esas en las que Rovella juega al humor verbal, a tomar
una frase y darla vuelta para tratar de generar un efecto cómico. Me divierte
mucho más cuando el efecto cómico llega de la mano del dibujo, o del armado de
la secuencia, o de una ingeniosa subversión de las normas que normalmente se
aplican a la lectura de historietas o chistes gráficos. Obviamente quiero más
libritos con tiras cómicas de este animalito que no deja recurso sin utilizar a
la hora de arrancarnos una sonrisa, o de bajar una línea clara, potente y hasta
urgente.
Nada más, por hoy. Ni bien
tenga más material leído, se viene un nuevo post, acá en el blog.
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