el blog de reseñas de Andrés Accorsi

viernes, 14 de junio de 2013

14/ 06: BEOWULF

Durante la segunda mitad de los ´80, la editorial First lanzó desde su base en Chicago varias novelas gráficas de altísimo nivel, varias de ellas firmadas por próceres como Howard Chaykin, Steve Rude, Tim Truman o John Ostrander. Su primera incursión en ese formato fue esta adaptación de Beowulf, publicada en 1984, muchos años antes de que la editorial apostara fuerte por las adaptaciones con su recordada colección de Classics illustrated, de la cual vimos un par de títulos en el primer año del blog.
Beowulf es un antiquísimo poema épico de autor anónimo (escrito en algún momento entre los siglos VIII y XI), quizás el más antiguo de los textos escritos en lengua anglosajona que hayan llegado hasta nuestros días. Sobre este texto trabajó Jerry Bingham (por entonces un dibujante menor, con cierta presencia en el mainstream de Marvel y algún laburito más fino publicado en Heavy Metal) para dar a luz a una historieta de 46 páginas, bastante ambiciosa para los parámetros de 1984. Beowulf resultaba irresistible para ser adaptada al comic por un motivo fundamental: es una historia violenta, sangrienta, de machaca entre monstruos y chabones musculosos, en la que nadie se escandalizaría si apareciera Conan repartiendo hachazos o espadazos. La fantasía épica en su vertiente de “espada y brujería” había demostrado su afinidad con el público del mainstream yanki ya desde pincipios de los ´70, y un formato más lujoso y sin censura podría ser un gran vehículo para impactar a los lectores que se abrazaban a ese género.
Y ahí fue Bingham, con un trabajo fino, atractivo, basado en un gran criterio a la hora de planificar las páginas, con un estilo que combina a Barry Windsor-Smith (referencia ineludible cuando hay bárbaros y monstruos de por medio) con Harold Foster, aunque la línea no trata de acercarse a la del gran dibujante de Prince Valiant. Su parentesco con Foster viene más bien por el lado de la elegancia y la sobriedad, por la incorporación del texto (que no aparece en forma de globos de diálogo), y en la composición de las páginas, sobre todo en las secuencias tranqui. Cuando estalla la machaca, el dibujo se va mucho más para el lado de Smith, con ese plumín finito abocado a describir texturas imposibles en piedras, metales y escamas de dragón.
Claro, hay que aclarar que Bingham (a quien muchos ubicarán por su Batman: Son of the Demon) no es tan buen dibujante como Smith o Foster. Es un dibujante correcto dentro del estilo clásico, con muy buena base de anatomía, mucho huevo para los fondos, narrativa linda, dinámica, con búsquedas interesantes, pero no es un genio. Tiene un problema fundamental: las caras. TODOS sus personajes tienen la misma cara, son todo hermanos gemelos, o clones. El único personaje que se distingue de inmediato es el Rey Hrothgar porque, al ser viejo, tiene el cabello y la barba grises. Si no, también sería idéntico a Beowulf y a todos los demás guerreros que lo secundan. Le pegué una repasadita veloz a Son of the Demon, y ahí esta falencia se nota bastante menos, por suerte.
Y el argumento... bueno, es el mismo del poema clásico. Acá todavía no existía esa vuelta de tuerca brillante que incorporó el largometraje animado de 2007 y que levanta enormemente a la historia. Aquel guión (en el que metió mucha mano Neil Gaiman) le da a la saga de Beowulf la cohesión que la original no tenía, y que tampoco tiene la adapatción de Bingham, que se lee como una sucesión de peleas contra bichos jodidos sin mucho más sustento que el de los “cheap thrills”. De todos modos, es loable la labor de la adaptación. Yo me acuerdo que en la secundaria, cuando estudiábamos Literatura Inglesa, la profe intentó hacerme leer Beowulf (en una edición que traía dos versiones del poema, una en inglés antiguo y una en inglés moderno) y yo me aburrí como un infeliz. La versión de Bingham no aburre en lo más mínimo, y eso que por un lado respeta muchísimo los textos originales, y por el otro lucha contra la restricción de tener que meter toda esa epopeya en sólo 46 páginas de historieta.
Hoy, esto no debe ser fácil de conseguir, pero te la recomiendo si sos fan de Jerry Bingham (alejado hace décadas del Noveno Arte), del Conan de Barry Windsor-Smith, si te comprás cualquier cosa con el loguito de First (conozco a un par de limados), o si sos fan de la serie Classics Illustrated, de la cual esta novela gráfica podría considerarse un número 0, un primer escarceo a ver qué onda. Ah, y si te gusta ese inconfundible olorcito que tenían las novelas gráficas yankis de los ´80, a esta te la vas a llevar a dormir con vos varias noches.

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