el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 27 de junio de 2013

27/ 06: LENA Y LAS TRES MUJERES

Hace ya varios años, cuando terminé de leer El Largo Viaje de Lena, de los maestros Pierre Christin y André Juillard, no me imaginé ni por puta que acababa de terminar el primer tomo de una serie. Era una historia redondísima, bella y cautivante por donde se la mirase, con muchos de los elementos que Christin ya había empleado en Las Falanges del Orden Negro y Partida de Caza, dos de sus grandes álbumes autoconclusivos junto al inmenso Enki Bilal. Imaginate mi sorpresa cuando encuentro en la comiquería de mi barrio un segundo tomo de Lena, firmado por los grossos en 2009. Adentro, de una. Y a ver qué pasa cuando un excelente tomo unitario pega el salto y se convierte en serie.
Lo que más me llamó la atención es cómo se esfuerza Christin por sostener el verosímil. El primer tomo terminó con un final muy feliz para Lena y de pronto necesitamos que se vuelva a sumergir en la fosa séptica del espionaje internacional, para infiltrarse en una peligrosa célula islámica. ¿Cómo la convencemos? En un comic yanki, aparecería un personaje hiper-carismático experto en psicopateadas, tipo Amanda Waller, Nick Fury o Paul Crocker y con un par de one-liners la tiene envuelta para regalo preguntando qué modelo de coche-bomba tiene que manejar. Acá la cosa es más realista y así es como la historia tarda 10 largas páginas en encauzarse hacia una nueva aventura al límite de esta super-agente que comparte sólo la profesión con la Black Widow de Marvel (a la que casualmente vamos a visitar mañana). A Lena no le causa mucha gracia andar calzada, no le gusta correr ni revolear patadas, ni mucho menos usar ropa ajustada que resalte sus atributos físicos. Porque, claro, es un personaje de comic francés.
Quizás porque trabaja con un dibujante decidamente frío como Juillard, Christin hace esfuerzos extremos por desenfatizar la tensión que crea con su propio guión. Desde que Lena llega a París, el clima de la obra se hace cada vez más denso, más exasperante, al punto que sentís el tic-tac de una bomba que está por explotar. Y sin embargo, guión y dibujo se confabulan para disimular esa urgencia, para que la historia conserve ese ritmo parsimonioso, como si no se estuviera por ir todo a la mierda. Los autores no apelan a ninguno de los típicos recursos para crear tensión: no hay dibujos repetidos, no hay acercamientos de cámara, no aparecen de golpe las grillas de 700.000 cuadritos para comprimir el tempo narrativo, ni la ametralladora de frases cortitas en los bloques de texto... El argumento, el propio devenir de los acontecimientos, es el único que se hace cargo de que estamos sobre una cornisa muy, muy finita.
Por supuesto, cuando llega la acción, es casi imperceptible. A Juillard ni se le ocurre plantear una página con poquitos cuadros para darle más envergadura a la única escena realmente impactante del libro y el final definitivo de “los malos” llega en un flashback de una sóla viñeta, en la última página. ¿Se dieron cuenta tarde de que la historia se terminaba en la página 54, o es todo un ejercicio de estilo, para diferenciarse aún más de las típicas historietas de espías? No me juego por ninguna de las dos respuestas.
Sí voy al frente como un tailibán duro de merca para afirmar con toda la contundencia que haga falta que el guión es MUY bueno, MUY atrapante, con un nivel de investigación y de observación por parte de Christin realmente impresionante y con un subtexto que trasciende ampliamente a los cheap thrills del género y que tiene que ver con el choque de culturas entre Europa y Medio Oriente. El creador de Valérian exprime a full ese contrapunto, con maravillosos resultados. Y el dibujo de Juillard... bueno, si no te molesta el virtuosismo pecho frío, hay que sacarse el sombrero. En las expresiones faciales, Juillard es limitado: sólo maneja las más leves, las más sutiles, un repertorio de mohínes casi imperceptibles, más allá de la gravedad de la situación. En todo lo demás, es devastador: paisajes, decorados, vehículos, armas, vestimenta, lenguaje corporal... todo es demasiado perfecto para ser real, y por si faltara algo, el propio Juillard lo realza con un color hermoso, tan propio del maestro como su grafismo. El dibujante de Pluma al Viento se mata como nadie en cada viñeta, y encima pocas páginas bajan de las 7 u 8 viñetas. Es frío, es distante, casi no usa primeros planos, no le gusta dibujar acción, pero es un monstruo, no hay con qué darle...
Si nunca leíste El Largo Viaje de Lena, te lo recontra-recomiendo, porque es una maravilla. Y una vez que leas eso, va a ser casi imposible que te resistas a esta secuela, porque seguro te vas a hacer fan de esta atípica y logradísima creación de Christin y Juillard, dos nombres a esta altura fundamentales en la historia del comic francés. Cuando salga el tercer tomo, cuentan conmigo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

lo estoy descargando pibe despues te comento