el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 18 de junio de 2013

18/ 06: EL CUADERNO ROJO

Hora de visitar al glorioso Teddy Kristiansen, el más internacional de los maestros del comic danés, de quien –injusta e inexplicablemente- nunca había reseñado ninguna obra en los tres años y medio que lleva el blog. El título está mal traducido: debería llamarse El Diario Rojo, o a lo sumo La Agenda Roja. Digo, tomando como punto de partida el título con el que se conoció la obra en Francia, que fue el primer país donde se editó. No es un error grosero, y menos en comparación con el manoseo que sufrió esta historieta cuando la publicó Image en EEUU.
El Cuaderno Rojo se parece poquísimo a los trabajos que hizo Kristiansen para las editoriales yankis. Sólo en su número de Solo (valga la redundancia) hay historietas con estos climas, este ritmo y esta narrativa. Una de las historietas de aquel Solo (la que se titula Love Story) tiene tanto en común con El Cuaderno Rojo que –con mínimas modificaciones- hasta podría ser un capítulo de este libro. Por suerte, la que hoy nos ocupa no es una historia de amor. O sí, pero de amor al arte. Kristiansen nos presenta a William Ackroyd, un escritor viudo, que se pone a investigar la vida de William Miller, un poeta inglés de principios del Siglo XX. Sin embargo, termina por interesarse más por un amigo (y cuñado) del poeta, el enigmático Philip Marnham, un muchacho con talento para las artes plásticas que en 1910 se va a probar suerte a París. Ackroyd (y Kristiansen) reconstruyen la trágica vida de Marnham a través de cartas, dibujos, pinturas y sobre todo de diarios íntimos en los que el artista documentaba su vida cotidiana.
El ritmo de la obra es sumamente parsimonioso, avanza con la lentitud con la que avanzaban las cosas hace 100 años, y está muy contaminado de melancolía. El pobre Marnham no la pasa bien en París y la cosa definitivamente empeora cuando se le ocurre enrolarse en el ejército para pelear contra los alemanes en la Primera Guerra Mundial. Los tramos en los que el protagonismo recae en Acrkoyd también tienen ese tono crepuscular, triste, esa cosa tanguera del “todo tiempo pasado fue mejor”. Eso es lo único que tengo para criticarle a Kristiansen, la falta de onda, de alegría, de una rendijita por la que filtrar aunque sea cinco centavos de esperanza. No esperaba un canto a la vida, repleto de optimismo y felicidad, pero tampoco un clima tan bajonero, sostenido durante tantas páginas. Incluso el epílogo, sumamente depresivo, podría no estar, como para que la historia no terminara tan para el orto.
El resto es una maravilla. Los bloques de textos son brillantes (y eso que Kristiansen suele trabajar con guionistas), los saltos de una época a la otra están muy bien planificados, todo tiene un vuelo poético muy alto, muy borgeano. Por momentos, uno sufre en carne propia las desgracias que narra el desdichado Marnham, cagado de frío en una trinchera espantosa, superpoblada de ratas y cadáveres en descomposición. De a poco, el autor nos da la información que necesitamos para completar el cuadro, para deducir por qué Philip abandona su carrera como pintor para sumergirse en el infierno de la guerra, todo de modo bien dosificado y coherente, aunque no predecible.
Como sucede a menudo, nada de lo dicho anteriormente importa, porque el atractivo principal de esta obra es, sin dudas, el dibujo de Teddy Kristiansen. Y cuando dibuja el Gran Danés, el guión puede ser la última de las giladas, que igual la hinchada va a delirar. Si sos fan de Teddy, esto te masacra. Nunca viste en este tamaño grandote páginas del ídolo a color directo y con tan pocos cuadros (nunca más de seis, muchas veces tres o dos). Acá se luce como nunca el trazo de Kristiansen, su línea tipo Egon Schiele, su personalísimo tratamiento del color (un poquito más cerca de Edvard Munch o Van Gogh), esa impronta rara, etérea, que se ve en los paisajes (hay muchos, algunos muy desoladores), su habilidad para la síntesis... Todo eso en viñetas grandes, muchas de ellas compuestas como si fueran a exponerse por sí solas en un museo, en las que se aprecian con claridad las texturas, los detalles, las sutilezas de este genio del dibujo. La narrativa tenía todo para fracasar (pocas viñetas muy laburadas, muchos bloques de texto de gran vuelo poético, etc.) y sin embargo funciona. Repito: le falta un poco de ritmo, pero aún así hay secuencias de gran intensidad, que subrayan con categoría las emociones que Kristiansen le hace vivir a Philip en el pasado y a Acrkoyd en el presente.
El Cuaderno Rojo es anti-pochoclo desde que empieza hasta mucho después de que termina. Es una historia de misterio, es cierto, a la que el Gran Danés atraviesa con el tema del amor al arte, la curiosidad de un escritor que siente que su tiempo se termina, y -sobre todo- con un crudo retrato de los horrores de la guerra. El resultado es una obra triste, que te deja con una profunda desazón, en grosero contrapunto con el infinito placer estético que provocan los textos y las imágenes que te obsequia un Teddy Kristiansen inspiradísimo. Belleza bajonera, pero belleza al fin.

1 comentario:

Berliac dijo...

Una de mis mayores influencias.