Retomo otra serie de Vertigo que tenía colgada desde los albores de este blog y que –como Unknown Soldier- sufrió inmerecidamente las bajas ventas y la prematura cancelación.
Guarda al hilo: sin ser choto ni mucho menos, este tomo no está al nivel del Vol.1 de esta serie ni del Vol.2 de Unknown Soldier. El primer tomo de Madame Xanadu dejó el listón muy arriba y era obvio que buena parte de sus logros tenían que ver con la forma en que Matt Wagner nos narró el pasado de este personaje que, antes de que él le metiera mano, era puro misterio, pura conjetura, a milímetros de la tábula rasa, de la nada misma. Y el origen no se puede contar en todos los tomos, por ende, ese impacto del Vol.1 lógicamente no se iba a repetir esta vez.
Aún así, Wagner se las ingenia para narrar en paralelo dos historias: un misterio sobrenatural bastante jodido que Nimue (que así se llama Madame Xanadu) debe resolver en 1940, y un drama, una tragedia sin nada parecido a un final feliz que le tocó vivir a nuestra mística favorita a fines del Siglo XV, en la España de la Sagrada Inquisición. Como Arturo Pérez-Reverte en la novela del Capitán Alatriste que vimos convertida en comic hace unas semanitas, Wagner encuentra en Torquemada y sus sicarios a un villano perfecto, incuestionable, al que le saca muy buen jugo. Las vivencias de Nimue en esa España oscurantista, en la que la fe religiosa justificaba algo que si no fue un genocidio pegó en el palo, mezclan el romance prohibido (Nimue, a la que hasta ahora habíamos visto revolcarse sólo con varones, se pone de novia con una joven y hermosa aldeana) con la denuncia social, un profundo cuestionamiento a las instituciones y, al final, con un desenlace devastador, cuyos ecos resuenan en nuestra heroína incluso en 1940.
Por el otro lado, la historia que transcurre en New York a mediados del siglo pasado también tiene sus atractivos. Principalmente el hecho de que nadie te condena a la hoguera por bruja, entonces Madame Xanadu pela hechizos a full para vencer a una amenaza muy truculenta. Este arco tenía que resistir al exigente escrutinio de los hardcore fans de Wagner y de Vertigo, porque parte de la gracia era que Nimue interactuaba con Wesley Dodds, el Sandman clásico, el del Midnight Theatre. Y si bien la interacción es poca, la aparición de Sandman suma bastante a la trama, no es un capricho ni un truco de marketing. Lo único medio traído de los pelos es cómo Wagner trata de conectar esta historia con la que transcurre en la España de la Inquisición. Hay una explicación (que intenta, de paso, explicar al villano de la historia de 1940) pero a mí no me resultó muy convincente.
El otro atractivo grosso de este arco era el dibujante: Michael Wm. Kaluta, nada menos que el creador de Madame Xanadu, un tipo muy conocido y muy respetado, pero que dibuja muy poca historieta, supongo que porque como ilustrador le pagan mejor. Y acá me voy a ganar un par de enemigos (saquen número y esperen su turno) pero la verdad es que a Kaluta lo prefiero mil veces como portadista que como historietista. Ese estilo barroco, sobrecargado, con coqueteos permanentes con la estética de Alphonse Mucha y los ilustradores de fines del Siglo XIX, se disfruta más en dosis más pequeñas. Una portada está bien. 120 páginas de historieta, es mucho. Dan demasiadas oportunidades para que el dibujante muestre la hilacha. Las portadas de estos episodios nos muestran a un Kaluta glorioso, inspiradísimo. En las historietas lo vemos jugarse en la narrativa, tratar de pilotear con dignidad el hecho de que su estilo atrasa 40 años y por momentos lo consigue. Ahí parece Charles Vess, que es como un Kaluta más dotado para la historieta. O Guy Davis, que es otro que se ceba mal con los detalles en las historietas de época, pero igual la rompe. Cuando no parece ni Vess ni Davis, Kaluta derrapa hacia una onda aburrida, solemne, con dibujos muy estáticos y algunas pifias notorias en las caras. La narrativa –repito- no tiene mayores fallas y eso ya es mucho decir. Por eso no lo puedo putear. Y porque obviamente estamos hablando de un virtuoso del plumín. No es un trabajo que me emocione, pero tampoco me da vergüenza ajena.
Espero ansioso el momento de entrarle al tercer tomo, a ver si vuelve Amy Reeder Hadley, la dibujante que la descosió en el primer arco de la serie.
miércoles, 8 de febrero de 2012
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2 comentarios:
Una cagada la muerte del Flaco Spinetta!!!
Es un bajón tremendo. Se fue un grande que dio todo y más.
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