el blog de reseñas de Andrés Accorsi

miércoles, 18 de octubre de 2023

GRAN HOTEL ABISMO

Tengo un sólo libro leído, pero no quiero dejar la reseña para cuando vuelva de mi viaje, porque falta mucho y no me voy a acordar un carajo. Prefiero dejar hoy un texto más breve que los habituales y chau, me voy estando al día entre lo que tengo leído y lo que tengo reseñado en este espacio. Gran Hotel Abismo es un libro de 2016, al que le tenía ganas hace mucho, pero recién ahora pude leer. El guion le pertenece a Marcos Prior, un autor que antiguamente firmaba como "Kosinski" y trabajaba en dupla con Artur Laperla. Y el dibujo y el color son obra del siempre impactante David Rubín, gallego de Galicia consagrado a nivel global. No tenía mucha idea de con qué me iba a encontrar, porque durante años esquivé a propósito las críticas y reseñas, precisamente para que el comic me sorprendiera cuando finalmente lo tuviera en mis manos. Lo primero que me sorprendió es lo bien que funciona esta historia en el formato apaisado. Yo no soy fan de ese formato, prefiero mil veces el vertical, entre otras cosas porque las bibliotecas no están pensadas para guardar libros apaisados. Pero me cuesta imaginarme Gran Hotel Abismo en formato vertical. Así como está planeado, tenemos un relato que fluye de modo muy natural, y que deja mucho espacio para el lucimiento de la pirotecnia gráfica de Rubín que es -por sí sola- motivo más que suficiente para gastarse los mangos que te pidan por el libro. En seguida volveremos sobre la faz visual de la obra, pero me parece que lo más importante es establecer de qué se trata. Gran Hotel Abismo es un comic que nos invita a pensar en lo que pasa cuando la gente se harta de un sistema que la exprime y la excluye. ¿Te acordás de lo que pasó en Chile hace cuatro años? Bueno, en la obra de Prior y Rubín pasa algo parecido, pero tres años antes. El famoso "se viene el estallido", contado en forma de ficción apenitas futurística. Por momentos te puede parecer que los niveles de violencia son excesivos, pero después estudiás un poco lo que fue la represión policial frente al levantamiento popular que se vivió en Santiago de Chile en 2019, y te queda claro que los autores de este comic se quedaron cortos. Es que cuando el experimento se pasa de rosca, cuando se aprieta demasiado (o durante demasiado tiempo) el cogote de la gente de a pie, la violencia resulta inevitable. Esa es la línea que baja Prior a lo largo de estas páginas: déjense de joder, porque esto termina mal. Y en el caso de Gran Hotel Abismo el final es -de alguna manera- esperanzador, pero para llegar hasta ahí, Marcos y David nos llevan a través de una hecatombe en la que la vida, la libertad, la democracia y varios de los derechos humanos más básicos son pulverizados. Prior arriesga fuerte al desarrollar poco y nada a lo que vendría a ser el protagonista de la obra. En realidad, más que un protagonista es un catalizador. No sé si para despegarlo un poco del protagonista de V for Vendetta (otro comic que explora una temática similar) o simplemente para que esto se lea menos como una aventura épica y más como lo que es: la crónica anunciada de una revolución. Y en un comic con claro mensaje revolucionario, el dibujo no se puede quedar atrás. Rubín sala al vacío mil veces con la puesta en página, con las paletas que elige para colorear sus dibujos, con la iluminación, con las angulaciones. Esto es una locura, hipnótica e incandescente, y a la vez es una narración clara, no clásica, pero fácil de comprender. Así como en El Héroe abundaban las referencias y los homenajes a la obra de Jack Kirby, esta vez Rubín recupera el juego de las pantallitas de TV del Dark Knight de Frank Miller, mientras cita a Lynn Varley como su principal influencia a la hora de plantear la impronta cromática de Gran Hotel Abismo. La era de la posverdad, de la abundancia mal repartida, del estado de bienestar que se retiró en silencio, del imperio de un capitalismo salvaje y un mercado inhumano que se imponen frente a la sociedad solo de la mano de la represión, acá se hace añicos ante nuestros ojos en un despliegue de creatividad y talento por parte de dos grandes autores españoles. A pocos días de un nuevo proceso electoral en Argentina, es imposible no conectar los puntitos y pensar cuánto más nos pueden sacar sin que explotemos. Pasó en 2001 y fue heavy. Hoy está todo dado para que sea mucho peor. Por eso es importante que no lleguen al poder los que prometen el exterminio de los pocos vestigios que quedan de esa sociedad solidaria, de esos vínculos comunitarios, fraternos, igualitarios. La ley de la selva beneficia a muy pocos. Y cuando los que se quedan sin nada son muchos, sutilezas como "el equilibrio de poder" o "el respeto por las instituciones" dejan de importar y se va todo a la mierda. Gran Hotel Abismo nos invita a reflexionar sobre estos temas desde un país donde se da por sobreentendido que lo que imaginan Prior y Rubín no va a pasar nunca. Leído en Latinoamérica, el comic cobra otra dimensión, otro espesor dramático. Porque acá esto ya lo vivimos, y nadie nos garantiza que no lo vamos a volver a vivir. Recomiendo mucho esta obra, por su belleza estética, por su intensidad narrativa, por los riesgos que asume, pero sobre todo por los debates que abre. Ahora sí, vamos a la pausa y nos reencontramos a fines de Noviembre, acá en el blog.

martes, 17 de octubre de 2023

MARTES DE AVENTURAS

Como de costumbre, tengo muy poco tiempo para escribir reseñas, pero no me quiero ir a ver el partido de Argentina con mis amigos sin postear en el blog. Arranco en Italia, año 1979, cuando se publican dos aventuras de Ken Parker luego reunidas por Panini en el Vol.13 de su colección dedicada al carismático personaje de Giancarlo Berardi e Ivo Milazzo. El libro trae dos aventuras de 96 páginas, y unos cuantos textos bastante interesantes. Lo mejor, lejos, es la primera historieta: Lily e il Cacciatore (Lily y el cazador). Si bien está un poquito estirada (esa secuencia onírica de 17 páginas se podría omitir, o resumir bastante), es una historia emotiva, impredecible, muy al límite, sobre la amistad entre un hombre (Ken Parker) y una perrita. En el medio, indios mal llevados, un invierno de una crueldad inusitada, peligros y condiciones extremas en las que el protagonista sobrevive casi de milagro, en buena medida gracias al heroísmo y la lealtad de Lily, la perrita con más ovarios de la Norteamérica de fines del Siglo XIX. La historia está tan bien escrita que, con mínimos retoques, podría reescribirse para que el protagonista no sea Ken Parker sino Juan Carlos Nadie, y que tenga total sentido como novela gráfica autoconclusiva, por fuera de esta magnifica serie que nos dio el comic italiano. La segunda historia, Pellerossa (Piel roja), en cambio, es mucho más trillada: esta vez "los buenos" deben sobrevivir a una serie de ataques de los aborígenes (podridos de que los blancos incumplan los pactos que firmaron con ellos), hasta que al final Ken consigue dialogar con el capo de la indiada y apaciguar los ánimos. Lo bueno es que la solución aparece por el lado del acuerdo, por coincidir en esas cosas que nos hacen humanos a todos más allá del color de nuestra piel. Pero es una historia larga al pedo, y acá Berardi aporta sólo el argumento, mientras que el guion corre por cuenta de Maurizio Mantero. Incluso de las 96 páginas, Milazzo dibuja sólo las últimas 26: las otras sirven para demostrarnos que Carlo Ambrosini no está ni cerca del nivel del dibujante titular de la serie. En esas 26 páginas de Pellerossa y en las 96 de Lily e il Cacciatore, tenemos a un Ivo Milazzo tocado con la varita mágica. Ya hablé maravillas de este monstruo las veces que me tocó reseñar otros libros de Ken Parker, y no me quiero repetir. Pero realmente Milazzo es una bestia, un narrador quintaesencial, con cosas de Oswal, de Enrique Breccia, de Jorge Zaffino (al que dudo que conociera en 1979, cuando dibujó estas historias), algún que otro "momento Moebius", cosas de Hugo Pratt y Dino Battaglia... Un infierno de felicidad gráfica, un trazo potente, vital, expresivo, casi mágico, que te hipnotiza de principio a fin. Nunca es tarde para descubrir a Ken Parker y subirse a este tren de aventuras con un toque reflexivo, algo de humor y algo de bajada de línea política. Un auténtico clásico.
Me vengo a Argentina, año 2023, cuando las editoriales Loco Rabia e Historieteca publican la obra que resultara ganadora del Primer Premio Latinoamericano de Historieta: Náufrago Morris, la novela gráfica escrita por Pablo Franco y dibujada por Lautaro Fiszman. La historia está narrada en primera persona por Isaac Morris, con textos muy breves, en un estilo sintético y adusto a la vez. Me imagino lo que hubiera hecho Robin Wood con esta historia: en vez de 96 páginas serían 96 episodios de 14 páginas, repletos de textos poéticos, con descripciones apasionantes... Pero no, acá Franco opta por meter poco texto y dejar que el peso narrativo recaiga sobre el dibujo de su compañero. Y la verdad que eligieron una historia tan potente, tan inverosímil (pese a ser 100% verídica) que sobran los motivos para estremecer al lector, incluso cuando los textos son escuetos y lo que sabemos del protagonista es poquísimo. Es muy difícil agarrar este libro y soltarlo antes de llegar a la última página: por la agilidad que le imprimen Franco y Fiszman al relato y por lo atrapante de lo que nos cuentan. De nuevo, hace no mucho hablamos acá de Lautaro Fiszman (ver entrada del 13/09/23) y no quiero repetir los mismos elogios que se llevó con Nuda Vida. Acá hay mucha más narrativa secuencial que en ese trabajo, mucho menos texto, muchas más oportunidades para que el dibujo de Lautaro nos cuente la historia. Aflora, entonces, la capacidad del autor para ponerse el relato al hombro, y el enorme talento requerido para que su estilo (más pictórico que gráfico) no sea un obstáculo a la hora de narrar. Y acá está todo: la belleza descarnada, bestial, casi salvaje del pincel de Fiszman, y la solidez de un gran narrador gráfico. A lo alucinante del dibujo, a lo cautivante de los climas, a lo impactante del manejo del color (que se pierde un poco al estar impreso en un papel opaco, poco idóneo para un trabajo como este), Fiszman lo pone al servicio de la historia. Todas esas "bellas artes" de su trazo empujan hacia adelante la trama y trabajan horas extras para enganchar y conmover al lector con cada una de las peripecias de Morris y sus compañeros. Visualmente, Náufrago Morris marca la consagración definitiva de un Fiszman que hoy ostenta un nivel descomunal. Una pena que la impresión del libro conspire contra el lucimiento de su paleta vibrante y extrema. De todos modos, lo importante, que es la conjunción de palabras e imágenes para contar una historia, está y está muy bien. Si te animás a una aventura distinta, tremenda, real y por momentos desgarradora, Náufrago Morris te garantiza una lectura excelente, con el plus de estar dibujada/ ilustrada por un monstruo como es Lautaro Fiszman. Y nada más. El jueves temprano arranco rumbo a Europa, y si bien no descarto volver a postear mañana, tampoco lo quiero prometer, porque tengo chotocientas cosas pendientes, a resolver sí o sí antes del viaje. Ojalá haya posteo, y si no, nos reencontramos en Noviembre, a la vuelta, acá en el blog.

viernes, 13 de octubre de 2023

NOCHE DE VIERNES

Hoy aproveché un par de viajes largos (a lo de uno de los dealers que me provee comics) para avanzar con las lecturas, así que tengo un par de libritos más para reseñar. Del Mismo Barro es un recopilatorio de algunas de las historietas que escribió Osvaldo Lamborghini a principios de los ´70, antes de convertirse (de manera efímera, porque murió joven) en un referente de la literatura argentina. Como consecuencia casi lógica de la gran fama de Lamborghini entre los fans de la literatura, la edición de esta antología corrió por cuenta de un sello que suele editar literatura, no historieta, y por ahí pasa lo peor que tengo para decir del libro. Esto está muy mal editado. Salvo el excelente prólogo de Federico Reggiani, el resto es una sucesión de malas decisiones. El tamaño, el espacio en blanco alrededor de las planchas de historieta, los escaneados, la tipografía de Columba que nadie se calentó en reemplazar, ese texto frutihortícola de Fabián González y Agustina Pérez que no dice nada, imágenes a las que no les tocaron ni siquiera los niveles en el Photoshop... Son todos errores que sólo puede cometer alguien que no tiene la menor idea de cómo se trabajan los materiales cuando se rescatan historietas de hace 50 años. Que la portada sea una foto y no un dibujo... vaya y pase. Pero todo lo demás es cualquiera, posta. Vamos a las historietas en sí: la primera es la mejor, por los dibujazos de Gustavo Trigo (el historietista que más trabajó en dupla con Lamborghini) y porque los diálogos están repletos de expresiones y palabras 100% argentas, aunque la historia transcurre claramente en Estados Unidos. Evidentemente, Lamborghini tenía un manejo impecable del habla informal rioplatense de principios de los ´70 y eso se disfruta a pleno. La segunda historieta (la que da título al libro) no está mal: dibuja Rubén Sosa a un nivel aceptable, y si bien la historia termina medio en cualquier parte, el desarrollo de la situación y de los personajes la hace muy llevadera. Estas dos historietas salieron originalmente en la revista Top. Nos quedan cinco que salieron en la D´Artagnan, y acá agarrate fuerte. Las tramas son todas parecidas: ambientación urbana, personaje o grupito de personajes vinculados al crimen urbano, traiciones, tiros, piñas, y algún giro interesante muy de vez en cuando. Los bloques de texto están bien (a veces sobran) y los problemas son varios. Primero, la cantidad de texto. Segundo, el rotulado de Columba, funesto hoy y siempre. Tercero, la cantidad de viñetas por página. Casi nunca vemos menos de 12 cuadros, y hay muchas páginas de 14, 15 y 16. Y cuarto, la pésima suerte de Lamborghini en la ruleta de los dibujantes. Acá lo vemos dibujado por Ascanio (muy mediocre), por Enio (también sin onda, y con el peor guion del libro), por un tal Cristóbal (flojito) y por Aníbal Rodríguez Uzal (otro del montón). Las mejores páginas de este tramo son las cuatro primeras de la historieta que dibuja Martha Barnes. Ahí vemos un despliegue de onda, de creatividad, un intento por darle al clásico "policial urbano" un estilo más atractivo, más personal. Pero en un punto Martha se da cuenta de que para hacer eso necesita contar la historia en más de 20 páginas, entonces para liquidarla en 10 páginas entra a meter 16 cuadritos por página en las seis que le quedan y ahí se esfuma cualquier intento por dibujar por fuera del molde de estas revistas, donde (por lo menos en los unitarios que salían en D´Artagnan entre 1971 y 1973) la calidad estética del dibujo realmente no importaba un carajo. Nada, esto es para fans termo de Osvaldo Lamborghini, no para fans de las historietas. Nosotros lo podemos consumir como curiosidad, o bizarreada, pero no es mucho lo que nos aporta, más allá de esas páginas de Martha Barnes o las 16 primeras, en las que da catedra el Negro Trigo. El resto, no es menos olvidable que la gran masa de la historieta industrial "por kilo" que llenaba los kioscos de nuestro país hace 50 años. Y encima la edición tiene más problemas que Medio Oriente.
Le metí una pausa de cinco años a la relectura en TPB del glorioso Suicide Squad de John Ostrander (el Vol.4 fue reseñado el 24/08/18), pero acá estoy de vuelta con un Vol.5 brillante, que recopila los nºs 31 al 39 de aquella inolvidable serie de DC. En la bisagra entre los años ´80 y ´90, el Squad era una aplanadora. Y en este tramo puntual, Ostrander y sus colaboradores se dedican a cosechar a lo bestia un montón de puntas argumentales que venían sembrando desde los primeros episodios. De hecho, este tomo cierra tan bien, que si nunca más leés un comic del Squad, no pasa nada. Claro, hay tanto esfuerzo por desarrollar a algunos personajes, que sería un desperdicio dejarlos ahí y no tocarlos más. Pero está claro que la etapa clásica del título termina acá, en el nº39, y lo que viene después es otra cosa. Estas son historietas que leí muchas veces, llenas de situaciones y diálogos que me acordaba de memoria, y aún así las disfruté enormemente. Sin meterme una por una en las historias, esto es mainstream yanki del mejor nivel imaginable. Ostrander te mechaba sagas largas con unitarios contundentes, y números en los que sólo había desarrollo de personajes (como el 31, centrado en Richard Craemer, el mejor cura católico de la historia del comic). Y en este rubro era sumamente plural y horizontal: sí, obvio, el personaje al que más bola le da es Amanda Waller. Pero también trabaja muchísimo a segundones, tercerones y hasta a personajes que aparecen muy de vez en cuando, allá al fondo, y no aspiran siquiera a un rol protagónico. Por todos lados (hasta en plena machaca) asomaban puntitas argumentales que luego cobraban preponderancia y se exploraban hasta las últimas consecuencias, excepto que alguna decisión argumental "de arriba" forzara a Ostrander a deshacerse de algún personaje al que DC necesitaba para otra cosa. El resultado es una serie de una intensidad devastadora, que se animó a mostrar al Universo DC desde una óptica distinta, más jodida, más política, más cínica, más sucia, pero sin ser solemne ni mucho menos aburrida. En cuanto a los dibujos, este tomo tiene altibajos, pero me quedo con dos momentos: el nº31, donde lo dejan al zarpadísimo John K. Snyder entintar sus propios lápices, y los dos números finales, donde se termina de ensamblar el combo entre los lápices de Luke McDonnell y las tintas de Geoff Isherwood, con resultados sumamente potentes. Lástima que a mitad del nº38, McDonnell decide que no quiere dibujar más las zanjas entre las viñetas, algo que a mí me parece antinatural y medio choto. Pero por suerte el tipo sabe narrar y la desaparición de las zanjas no redunda en puestas confusas donde no se entiende qué pasa en una viñeta y qué en la de al lado. Me queda clarísimo que de acá hasta el final vienen tres tomos (27 números, creo) donde no vamos a volver a los niveles de magia que tiran John Ostrander y su tropa en estos episodios, pero igual los quiero, aunque sea para que no me quede parte de la colección en libros y parte en esas revistitas pindongas con papel choto y decenas de páginas de publicidad. Uh, me fui a la mierda con la extensión de las reseñas. Hasta acá llegamos. Gracias y nos reencontramos ni bien tenga más material leído, que ojalá sea pronto.

jueves, 12 de octubre de 2023

PREVIA AL FINDE EXTRA-LARGE

Se viene mi último finde en Buenos Aires por un tiempo bastante largo y por suerte es un finde larguísimo y con muchas opciones. Pero antes, tenemos reseñas. Algún día voy a terminar de encontrar y leer todas las obras del período oscuro de Osamu Tezuka. Cuando uno cree que ya las leyó todas, aparece una nueva. En este caso una que se llama Record of the Glass Castle, que pasó por dos antologías distintas pero quedó inconclusa. Eso no impidió que una editorial yanki lo publicara mediante un crowdfunding y que, eventualmente, cayera en mis manos. Record of the Glass Castle es un thriller pasado de rosca, con un voltaje de sexo y violencia bastante ido al carajo. Está ambientado en 1992, que es -para cuando Tezuka escribe el manga- un futuro bastante cercano, pero aún así le habilita al autor la posibilidad de incorporar varios elementos que aún hoy, 30 años después, siguen siendo más fantasía que realidad. Como en Swallowing the Earth (ver reseña del 18/09/10) tiene mucho peso en la trama un personaje ingenuo al que varias mujeres intentan seducir. Como en Ayako (ver reseñas del 06 y 15/05/10) hay una relación incestuosa entre un hombre y una mujer con lazos sanguíneos de por medio. Como en MW (ver reseña del 28/06/10) hay un asesino inescrupuloso que burla varias veces a las fuerzas policiales. Y como en todas las obras de Tezuka de esta época, la narrativa y la puesta en página son totalmente frenéticas. Seguramente llama la atención mucho más esto que el dibujo en sí, que es bueno, pero todavía muestra algunos resabios de cuando el Manga no Kamisama trabajaba para el público infantil, y por momentos parece un poquito apresurado. El impacto grosso, sin dudas, está en el guion, que no da tregua. Tezuka te enrosca en una trama espesa, que es de esas en las que a partir de cierto punto te queda claro que puede pasar absolutamente cualquier cosa. Y ese rumbo toma la historia, con personajes muy bien construidos, cuyas motivaciones están perfectamente explicadas. Tras una acumulación de peripecias una más tremenda que la otra, a 20 páginas del final Tezuka mete un elemento nuevo: una rosca macabra entre el protagonista principal y un político que en realidad es un capo mafia. Pero no se llega a desarrollar, porque el manga se termina de un modo abrupto. Muy loco cómo el Manga no Kamisama le pega un volantazo tan radical a la saga, y cuando recién empieza esta "segunda etapa", la deja inconclusa. En fin, no la quiero hacer larga al pedo. Record of the Glass Castle no es ni ahí el mejor manga de este período glorioso de Tezuka, y ni siquiera tiene un final. Es un lindo agregado para la colección de cualquier fan del Más Grande, más que nada por lo raro y por lo huevos que implica publicar en EEUU una historieta de un autor japonés, de los años ´70, que no termina y donde el protagonista es un tipo que asesina gente a lo pavote y se garcha a su sobrina.
Me vengo a Argentina, año 2023, cuando Loco Rabia publica la ópera prima del belga Joris Mertens, que se había editado en Europa en 2020. Se trata de una novelita de poco más de 100 páginas titulada Béatrice, cuya característica más saliente es que está toda narrada con imágenes, sin diálogos ni bloques de texto. No es fácil contar una historia de más de 100 páginas con la imagen como única apoyatura, pero Mertens demuestra que le sobra jerarquía para acometer la epopeya. A nivel narrativo, la historia se desarrolla de manera clara y fluida, pasa de la cotidaneidad a la fantasía con total naturalidad. En esas transiciones es muy importante el color, que también es un elemento central en Béatrice. Mertens maneja unos engamados espectaculares, y cuando se va al blanco y negro también la rompe toda. Estamos frente a una obra de una enorme belleza, que nos propone un viaje al pasado, a la nostalgia, a cuando las grandes ciudades europeas todavía conservaban una magia, un pulso, una dinámica que hoy se perdió. Béatrice nos invita a reflexionar acerca de eso, también acerca de la rutina, de un ritmo de trabajo que mecaniza y deshumaniza. Pero en un momento aparecen sueños, fantasías, anhelos, por qué no... y la trama se va en una dirección inesperada y maravillosa. No quiero contar mucho más para no spoilear, pero sí, Béatrice es una obra fundamental, que pone a Joris Mertens en la lista de los autores a los que hay que seguir de cerca y comprarles todo. Me parece genial que una editorial argentina haya apostado por este trabajo, y que el autor belga haya aceptado que acá se publique en tapa blanda, tamaño más chico y papel más croto que el que debe haber usado Rue de Sevres para la edición francesa. En estas páginas vemos cómo la curiosidad de la joven protagonista abre las puertas hacia un mundo inesperado, cautivante y feliz. Ojalá los lectores y lectoras de nuestro país tengan ese mismo grado de curiosidad, le den una posibilidad a Béatrice y descubran esta auténtica maravilla. Gracias por la magia, es realmente emocionante encontrarse de la nada con autores tan talentosos a los que uno no tenía ni en pedo en su radar. Nada más, por hoy. Falta poquito para clavar la pausa, pero vamos a intentar que no falten posteos de acá al 19. Gracias y hasta pronto.

lunes, 9 de octubre de 2023

SHOWCASE PRESENTS: THE UNKNOWN SOLDIER Vol.1

De a poquito y con paciencia, me bajé las casi 550 páginas de este masacote que republica las primeras 38 historietas del Unknown Soldier, todas aparecidas entre 1970 y 1975 en los nºs 151 a 188 de la revista Star-Spangled War Stories. Salvo alguna que otra excepción, son todas historias autoconclusivas y ninguna tiene más de 14 páginas. Lo primero que hay que destacar es que las 10 primeras historietas las dibuja Joe Kubert a un nivel glorioso, en su estilo más moderno, más dinámico, pensado más para impactar que para agradar. Kubert era el editor de SSWS, es el creador del Unknown Soldier y en las primeras aventuras oficia de guionista y dibujante, con una libertad absoluta. Solo por estas páginas de Kubert (potenciadas por la posibilidad de apreciarlas en blanco y negro) se justifica tener el libro. Pero hay más. A partir del quinto episodio, Kubert trae un guionista. Y no es Robert Kanigher (que aparece en el tomo, pero con un aporte muy menor), sino Bob Haney. Sí, el demente que escribía esas aventuras bizarras en Brave & the Bold, Teen Titans, Metamorpho y demás. Pero acá me saco el sombrero: los guiones de Haney tienen un nivel promedio más que decente, y un par ("Invasion Game" y "Totentanz") son brillantes. Haney se va a quedar al frente de la serie cuando Kubert deje de dibujarla, y aportará un episodio para que dibuje el maestro Doug Wildey (acá un poco más contenido que cuando le daban para dibujar historias del Far West) y dos para otra bestia como era Dan Spiegle. Acá me encontré a un Spiegle también muy ubicado, sin excesos, casi como si quisiera "ocultar" su estilo en favor de la claridad del relato. Hasta tiene secuencias que parecen dibujadas por Kubert o -para ser justos- por alguno de sus alumnos más aventajados, tipo Timothy Truman. Haney se queda incluso para escribir los dos primeros episodios de la larga etapa de Jack Sparling como guionista, y el primero de ellos ("Witness for a Coward") es excelente. Yo suelo putear mucho cada vez que me aparecen historietas dibujadas por Sparling en los títulos setentosos de DC, y hoy no va a ser la excepción. El turro deja la vida en su primer episodio y para el segundo ya es cualquier cosa. Inexplicablemente, el tipo derrapa hacia un mamarracho que no le hace la menor justicia a los guiones y en total dibuja... ¡18 entregas! Casi medio libro te tenés que fumar a un dibujante que evidentemente no le ponía ni un gramo de amor al trabajo. Durante la "era Sparling" llega como editor y guionista el maestro Archie Goodwin y también escribe unas cuantas historias muy buenas (entre ellas clásicos como "Legends Don´t Die" o "Appointment in Prague"), pero el dibujo de Sparling desluce mucho el resultado final. Cuando Goodwin deja los guiones entra en escena Frank Robbins, que va a intentar sin éxito armar arcos argumentales de más de un capítulo, y hasta nos va a presentar a una especie de contracara nazi del Unknown Soldier, también con resultados tirando a pobres. No es que todo lo que escribe Robbins sea choto, pero entre que tiene que suceder a un grosso como Goodwin y que para esa altura uno ya está hinchadísimo las bolas de padecer los dibujos de Sparling, es una etapa sumamente prescindible. Finalmente, en el nº183 entra como editor el maestro Joe Orlando y cambia todo: las historias, si bien se mantienen en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, suman una arista más afín al género del terror y además llegan nuevos autores: un joven David Michelinie tomará los guiones y el filipino Gerry Talaoc tendrá a su cargo los dibujos. Michelinie no apesta ni la descose, y le va un poco mejor que a Robbins cuando intenta hilar varios relatos para armar una especie de arco argumental. Y Talaoc (extraña cruza entre Carlos Giménez, Alex Niño y los dibujantes españoles de línea clásica), sin ser genial, es claramente mejor que Sparling. El mejor episodio de esta dupla es, claramente, el que cierra este primer Essential. Tengo el segundo comprado, sin leer. El año que viene le voy a entrar, a ver con qué me encuentro. En general, con el Vol.1 la pasé bien. Hay momentos en los que las misiones que le encomiendan al Unknown Soldier involucran peligros tan extremos, que decís "boludo, llamen a un superhéroe, no a un tipo común entrenado para ser re-poronga". No hace falta que sea el Spectre, o Green Lantern, con Hourman o Atom nos arreglamos. Pero claro, esto es de principios de los ´70, cuando las aventuras bélicas de DC estaban ambientadas en Tierra-1, la realidad en la que los superhéroes aparecieron unos 10-15 años después de terminada la Segunda Guerra Mundial. Después, cuando se unifican las tierras y los héroes de los comics bélicos co-existen en tiempo y espacio con la Justice Society, la lógica de estos relatos se deshilacha hasta hacerse absurda. Por eso siempre está bueno leer los comics en su contexto. Nada más, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos en unos días, acá en el blog.

jueves, 5 de octubre de 2023

JUEVES AL MEDIODIA

A ver si en el poquísimo tiempo que tengo llego a reseñar los dos libros que tengo leídos. ¿Dos libros, nada más, en... 258 días sin postear? Y, sí. Es lo que hay. Estoy con muy poco tiempo libre y además voy avanzando de a poco con un libro de muchísimas páginas que no se puede devorar todo de un saque bajo ningún concepto. Arranco en 1997, casi en los albores de la carrera del increíble Joann Sfar y me zambullo en las 100 fabulosas páginas de París-Londres, una novela gráfica demasiado buena para ser real. Esto es un delirio genial, una aventura con toques cómicos en la que puede pasar (y de hecho pasa) cualquier cosa. Por momentos parece un tributo a las novelas decimonónicas de Jules Verne, por momentos parece una sátira a los clásicos relatos de espías de autores ingleses, y por momentos parece un sketch de Cha-Cha-Cha con presupuesto ilimitado. No sé cuánto de esto estaba planificado y cuánto improvisó Sfar sobre la marcha, pero el resultado es tan asombroso como satisfactorio. Me reí fuerte muchas veces, me copé con los personajes, el conflicto es delirante pero -en el contexto de la aventura rocambolesca que plantea el autor- tiene todo el sentido, los diálogos son brillantes (exquisita traducción de Ana Millán para la edición española) y una genialidad más, solo para entendidos: esta historia hace referencia a otras del mismo autor, y en un punto funciona como espina dorsal del Sfar-verso. Ya desde el vamos, uno de los protagonistas es Ossour Hyrsidoux, el personaje creado por Sfar para sus primeros dos álbumes. Después mencionan al pasar a Petrus Barbygère, protagonista de otros dos álbumes, que Sfar escribió (pero no dibujó) justo antes de este. Y en un momento, un personaje le cuenta a los otros la historia de "el Malka de los leones", la misma que Sfar va a desarrollar en un álbum de Le Chat du Rabin, pero en 2002. O sea que si sos fan del ídolo de Niza, acá vas a flashear fuerte de verdad. El dibujo no se puede creer. Además de su característica (y sobrehumana) destreza con el plumín, acá Sfar usa pinceles más gruesos, fibrones, mete manchas onda Alberto Breccia, pasa de las texuras imposibles al claroscuro visceral incluso en la misma viñeta y rompe records en materia de expresividad y dinamismo en sus personajes, un elenco vasto y variopinto al que le saca un provecho inmenso. La puesta en página es clásica en casi todo el álbum: predomina la grilla de cuatro viñetas rectangulares del mismo tamaño, en dos filas de dos. Pero en las primeras 22 páginas (y en unas poquitas más a partir de ahí), Sfar prueba cosas distintas y le salen todas muy bien. A pesar de la plétora de detalles que mete este animalito en cada cuadro, y a pesar de que el texto no escasea para nada, la lectura se hace absolutamente dinámica y es casi imposible soltar el libro antes de llegar al final. Sin dudas, uno de los trabajos de Joann Sfar que más me pegó, que más disfruté y que más recomiendo en la voluminosa producción de este capo absoluto del Noveno Arte.
Un ya lejano 05/03/20 hablamos en este espacio del Vol.1 de Squirrel Girl. Desde entonces, el guionista Ryan North medio que "se puso de moda" y hoy debe tener muchos más fans que hace tres años y medio. Lo cierto es que recién anoche le entré al Vol.2 de esta serie que Marvel lanzó en 2015 y que llegó a acumular 58 revistitas, o 12 TPBs, como prefieras. La verdad, no creo que la compre hasta el final, pero este segundo librito me gustó mucho y por suerte tengo un par más en la pila del material ya comprado, a la espera de su turno para ser leído. Este segundo TPB recopila apenas cuatro episodios de la serie regular, y se completa con apariciones de Squirrel Girl en historias cortas publicadas en otras revistas, todas escritas por el maestro Dan Slott. Y si bien ninguna está al nivel de las que escribe North, son anécotas divertidas, pequeñas boludeces que contribuyen a ilustrar cuál es el rol de esta joven heroína en el Universo Marvel. Y no, ninguna de esas historias cortas están tan bien dibujadas como las que salían en la serie mensual, donde el trazo de Erica Henderson realmente hace la diferencia y le otorga a estas aventuras esa dimensión única, casi emparentada con el comic indie. En tres de los números que recopila el librito, North y Henderson se dedican a expandir el elenco de la serie, con nuevos personajes secundarios, nuevos villanos y la interacción de Doreen (nuestra joven protagonista) con más héroes y heroínas del Universo Marvel. Son aventuras que en un punto se vuelven desopilantes por la sobrecarga de elementos ridículos y extremos que incorporan, y esto está claro desde el principio. No es que te engañan prometiéndote la epopeya solemne y dramática y después te cagan, porque te dan una aventurita light y en joda. La consigna de la serie es, ante todo, cagarse de risa un rato y ver cómo esta piba se inserta de a poco en un panteón superheroico en el que -a priori- desentona grosso. Y el primer número que ofrece el TPB (el 5 de la primera serie) es la gema: 22 páginas en las que varias personas cuentan historias sobre Squirrel Girl, todas improbables, o por lo menos inexactas. Esto le sirve a los autores para enfocar al personaje desde distintas ópticas que parecerían grotescas o distorsionadas... si no fueran versiones mínimamente alteradas de historias y dibujos que ya vimos en décadas anteriores en otros comics de Marvel. Acá vemos a Henderson acomodar su trazo para subrayar que lo que se narra es en realidad una paráfrasis de algo que ya narraron Frank Miller, Todd Mike Zeck, Jack Kirby... hasta en un momento hay un homenaje a Peanuts, como para ampliar aún más el universo de posibilidades. Esta historia es muy graciosa, le da mucha chapa a Nancy (la mejor amiga de Doreen) y además te deja claro que Henderson puede dibujar en el estilo que se le dé la gana. Prometo entrarle este mes al Vol.3, a ver con qué me encuentro. Y hablando de encuentros, espero encontrarme a lectores y lectoras del blog (o de la Comiqueando) este finde en Paysandú, Uruguay, donde voy a estar participando una vez más de Heroica, el evento comiquero de dicha ciudad. Nada más. La semana que viene espero recuperar cierta regularidad en los posteos, y el 19 será momento de poner una pausa extensa en el blog, para dedicarme primero a un viaje de un mes por España, Francia y Bélgica, y después a la Comiqueando Digital que tiene que estar lista antes de fin de año. Gracias por tanto y perdón por tan poco.