el blog de reseñas de Andrés Accorsi

sábado, 15 de junio de 2024

SÁBADO A LA NOCHE

Bueno, acá estamos de nuevo con dos reseñas cortitas. Prometí más antologías de comic alternativo y/o vanguardista y acá tengo para reseñar el Vol.8 de Nosotros Somos los Muertos, el que marcó en 2003 el regreso de este proyecto creado por Pere Joan y Max, ahora en el formato de álbum europeo. Conseguí todos los números que me faltaban para completar NSLM excepto uno, pero no sé si los voy a reseñar uno por uno, para no aburrir. Básicamente, a esta entrega le encuentro un problema (menor, pero problema al fin) que es que ofrece un montón de páginas de autores norteamericanos, con historietas que o ya leí en publicaciones de EEUU o Canadá, o no leí, pero prefiero tenerlas en inglés. Fuera de eso, la selección de material de España y el resto de los países europeos está bastante bien. Descolla Miguel Brieva, con material que pertenece a su magistral serie Dinero, se luce Miguel B. Núñez con una historieta de apenas cuatro páginas demasiado buena para ser real, Paco Alcázar se dibuja todo pero la idea que desarrolla no me pareció ni tan graciosa ni tan original, me gustó muchísimo el estilo de Helge Reumann (autor alemán al que no conocía) y no me interesó para nada lo de Craig Au Yeung. Gabi Beltrán propone un ejercicio narrativo muy copado, apoyado en un dibujo simple y lindo. Darío Adanti (argento, pero radicado hace tanto tiempo en la Madre Patria, que ya lo consideramos también español) nos ofrece cuatro páginas muy raras con su personaje Cabeza de Tostadora, con ideas bizarras y unos dibujos maravillosos, y algo parecido pasa con el maestro Keko, que la rompe con los dibujos, que plantea un ritmo narrativo muy atrapante, pero que cuenta algo tan extraño, tan críptico, que no lo terminé de disfrutar. También hay varias páginas dedicadas a trabajos de ilustradores (no me siento capacitado para opinar al respecto) y esas historietas de Dave Coooper y Kaz traducidas de revistas de Fantagraphics o Drawn & Quarterly que mencionaba al principio. Cooper se come 30 de las 100 páginas que tiene la antología, lo cual me parece un toque excesivo, sobre todo porque ya conocía ese material y no me dio para leerlo de nuevo, ahora en castellano. Veremos si en los otros números encuentro algo que me diga "ah, bueno, esto se merece sí o sí una reseña en el blog", o si simplemente los leo y los guardo, como cuando consigo algún número que me falta de El Víbora o Cimoc.
Salto a EEUU, año 2018, para zambullirme en el Vol.4 de Paper Girls (vimos el Vol.3 el 05/01/23). No quiero repetir gansadas que ya dije, sobre todo del trabajo de Cliff Chiang, así que esta vez subrayo su gran talento para diseñar personajes. En este tomo se incorporan varios al elenco (algunos duran poquito), y todos tienen diseños muy cancheros, muy originales, con una onda increíble. Acá estamos en el corazón de la aventura, un pasaje de la serie en el que todo el tiempo se combinan sucesos espectaculares y revelaciones impactantes. Por algún motivo, Brian K. Vaughan se siente en la obligación de inventar explicaciones racionales para todo lo que sucede: viajes en el tiempo, desplazamientos entre distintas líneas temporales, aparición de mechas gigantes que se machacan entre ellos... todas cosas que podrían simplemente contribuir a la sensación de maravilla y de bolonki fuera de control, si no fuera porque el guionista dedica bastante espacio a explicarlas. La verdad, no sé si hacía falta. Y los diálogos en los que algunos personajes les explican a otros toda esta trama de guerra temporal quedan muy opacados frente a los otros diálogos, los que tienen que ver con charlas más naturales entre las chicas protagonistas, o con las reacciones espontáneas que generan en ellas las cosas impredecibles con las que les toca encontrarse en cada etapa de la epopeya. Lo mejor que tiene el guion de Paper Girls es ese contraste permanente entre sucesos MUY zarpados, que vienen de la mejor tradición de la literatura fantástica, y esa onda MUY natural, muy real, de personajes 100% humanos y creíbles, capaces de entablar vínculos copados (y también muy reales) en medio de este despelote cósmico. Por momentos me transmite sensaciones similares a las de El Eternauta, por esto de los personajes muy humanos, enroscados en una aventura extrema que invade sus vidas cotidianas y las da vuelta como un guante. Pero después hago memoria, y recuerdo que a las... 50, 60 páginas, Juan Salvo y sus compañeros ya actúan como un comando militar, y hablan como personajes acartonados, duros, como los de cualquier historieta de aventuras de aquella época. Acá las chicas de Vaughan y Chiang no pierden nunca la frescura, la chispa, la capacidad de sorpresa... incluso cuando se ven envueltas en situaciones muy jodidas, que sacan a la luz un costado más oscuro y más violento, que uno no asocia con pibitas de 12 años. Espero conseguir pronto y a buen precio los dos tomos que me faltan para completar Paper Girls (acepto donaciones), así me entero cómo termina esta cautivante trama y me babeo un poco más con los hermosos dibujos de Cliff Chiang. Nada más, por hoy. Muchas gracias por leer y nos reencontramos ni bien tenga más libritos para reseñar acá en el blog.

viernes, 14 de junio de 2024

AX Vol.1

Esta brutal antología de casi 400 páginas se publicó en 2010, se agotó rápido y se convirtió en una especie de Santo Grial muy buscado y muy escaso. Acá nos encontramos con 33 historietas cortas elegidas por Sean Michael Wilson entre la vasta oferta de material originalmente publicado por la revista japonesa AX, que fue la que en 1998 tomó la posta del manga experimental, transgresor o de vanguardia una vez que decayó la legendaria revista Garo. El libro sin dudas cumple con la consigna de mostrar un panorama amplio y diverso de lo que era el manga alternativo en Japón entre el '98 y el 2010, porque entre esas 33 historietas hay material realmente atípico, donde no se ve una corriente principal, ni se repiten las fórmulas. Podríamos definirlo como "manga para los que en los ´80 leían El Víbora". El problema es que en el mix entraron algunos autores decididamente chotos, que no solo nunca podrían haber publicado en El Víbora, sino que no hubiesen tenido cabida ni en el Óxido de Fierro ni en los fanzines mínimamente ambiciosos de aquella época. Acompáñenme a recorrer los contenidos. La primera historieta, a cargo de Osamu Kanno, me dio vergüenza ajena. Dije "si este es el standard del libro, no llego ni en pedo a la página 390". Por suerte al toque aparece el mito, la leyenda, el ícono: Yoshihiro Tatsumi y una historieta con un twist muy bizarro, que le permite al ídolo rematar un relato obvio de una manera totalmente imprevisible. Y con unos dibujos gloriosos. Después viene Imiri Sakabashira, con una historia incomprensible, larga al pedo, con unos dibujos más raros que buenos. Takao Kawasaki sorprende con una estética atractiva, pero el impacto inicial la trama se disuelve en diálogos excesivos. Ayuko Akiyama, bastante limitada como dibujante, se las ingenia para ponerle tensión y poesía a un relato de realismo mágico que cierra por todos lados. La de Shigehiro Okada, en cambio, debió haberme gustado, porque tiene garches, vómitos y groserías varias de esas que a mí me suelen seducir, pero entre que el dibujo es choto, los diálogos son chotos, la tipografía es chota y la trama pierde el rumbo ni bien pasa la mitad, me terminó por parecer una cagada. Katsuo Kawai te demuestra que podés ser muy queso dibujando, pero si tenés una buena idea y encontrás el tempo narrativo exacto para desarrollarla, podés lograr una excelente historieta. Nishioka Brosis, por el contrario, tiene un estilo hermoso y lo maneja a la perfección... estética, porque a nivel narrativo es un desastre y lo que cuenta no me pudo interesar menos. Una sorpresa poderosísima fue descubrir a Takato Yamamoto, otro autor que a nivel narrativo se enrosca al pedo, pero que tiene un nivel de dibujo devastador, un virtuoso al nivel de Suehiro Maruo, o incluso mejor. Perfección gráfica absoluta, para contar la nada misma. La siguiente historia está a cargo de Toranosuke Shimada, un demente con un estilo humorístico, que cuenta en clave de joda una historia real que incluye motos, futbol y nazis escondidos en Sudamérica. Una bizarreada bastante atractiva. Después vienen varias historias seguidas, una más fea que la otra: hay slice of life, perritos, transformaciones bizarras, porongas, pero todo muy mal dibujado y/o con argumentos insostenibles. A todos esos chicos y chicas El Víbora les queda muy, muy lejos... y no solo en términos geográficos. Bien Mitsuhiko Yoshida con su recreación de la fábula de la tortuga y la liebre, a la que le pega un giro muy ingenioso. Kotobuki Shiriagari tiene un estilo gráfico que no me atrae para nada, pero no puedo decir que sea malo, o que no logra llevar adelante lo que tiene para narrar. Mientras que Shinbo Minami me cautivó con su trazo naïf, ideal para una tira de humor gráfico, pero lo que cuenta no me interesó en absoluto. Muy bueno tambien el trabajo de Shinya Komatsu, bien equilibrado, original, gráficamente precioso. Otro que se queda en el impacto visual de su dibujo pero no cuenta nada es Einosuke. Una pena, porque técnicamente es un monstruo. Paso por alto otras tres historietas muy flojitas, con poco o nada para rescatar, y me encuentro con un relato de Akino Kondo tranqui, sin pretensiones, pero muy logrado, un slice of life sumamente agradable. Después vienen otros dos bodrios infumables. Shigeyuki Fukumitsu me llamó la atención con su trazo, muy en la línea del comic alternativo yanki, prolijo, claro, con muchos recursos gráficos... y un guion que se estira más de lo necesario hasta hacerse casi aburrido. Otro con una estética muy de indie norteamericano es Kataoka Toyo, muy cercano también a un Rodrigo Terranova, ponele. Los guiones no están mal, son comedias groseras y truculentas. Dejo de lado otra historia sin pies ni cabeza y -ya cerca del final- descubro a Keizo Miyanishi, una autora ya veterana que pela un virtuosismo gráfico alucinante, con un estilo muy original, muy impactante, para una historia de terror que funcionaría mejor con menos texto y una narrativa más tradicional. Me quedan los trabajo de Hiroji Tani (con una estética que no tiene nada que ver con el manga, 100% occidental) y una bestia desencadenada llamada Otoya Mitsuhashi. Este sí es un crack, un Juan Carlos Víbora, hermano estiístico del mejor Guillem Cifré, o del Montesol más ido al carajo. Encima el guion es muy gracioso. Y cierra otro prócer, Kazuichi Hanawa (autor de la famosa novela En la Prisión, reseñada el 03/05/18), con un dibujo extraordinario, puesto al servicio de una idea muy loca, un tanto perturbadora, que se nota que le costó comprimir en 26 páginas. Es la más larga del tomo, pero por la ambición de lo que plantea Hanawa, necesitaba unas 15 ó 20 páginas más, como para meter menos viñetas por página y que todo se viera mejor y más claro. Pero al lado de algunos de los sapos que me tuve que morfar, esto es la gloria máxima. Y bueno, nada más, por hoy. Prometo más antologías con material alternativo y extraño para la próxima. Gracias y hasta entonces.

martes, 11 de junio de 2024

TARDE DE MARTES

Bueno, me hice un ratito para leer un par de libros y hasta para reseñarlos, mientras entro con toda en la recta final rumbo al nº 9 de Comiqueando Digital, que va a ser una bestialidad. Empiezo en España, año 1992 con Una Candela Lejana, el primer álbum de la célebre colección del Quinto Centenario. Acá veremos al maestro Antonio Hernández Palacios tirar magia para contarnos todo acerca del primer viaje de Cristóbal Colón al nuevo continente, en apenas 54 páginas. Acá tenemos mucha atención puesta en la previa: la historia arranca a principios de 1492, con el triunfo de los Reyes Católicos por sobre las fuerzas de ocupación islámicas que llevaban siglos en España, después nos enfocamos en la expulsión de los judíos de la Madre Patria y recién en la página 24 vemos zarpar a las tres carabelas. Y después, a un ritmo bastante acelerado, tenemos el viaje, la llegada a América, los primeros contactos con las tribus nativas y cerramos justo un año después de donde abrimos, el 4 de Enero de 1493, cuando Colón parte de regreso a España a bordo de la Niña. La verdad que este segundo tramo del álbum, con los barcos ya lanzados al océano, es bastante poco atractivo. Y lo que hace interesante a esas primeras 24 páginas es que Hernández Palacios, en vez de mostrarnos cómo Colón convence a reyes y nobles para que financien su expedición, nos muestra cómo se reúnen los tripulantes de las carabelas. Marineros de baja estofa, presos liberados de las cárceles, soldados de fortuna que (una vez derrotados los moros) se quedaron sin guerras para ir a pelear... y tipos muy capos, con mucha experiencia marítima a cuestas. Uno supone que los personajes ficticios (Santi "el hondero", Hussein "el moro" y Mariem, la chica a la que hacen pasar por un varón) van a tener más peso en la trama, que los marineros se van a dar cuenta de que "Mario" en realidad es Mariem... pero no. En algún punto, el autor se olvida de ellos y se concentra en la historia real, la de los libros de historia... y es ahí cuando el atractivo de Una Candela Lejana decrece hasta aburrir. El dibujo de Hernández Palacios es todo lo majestuoso e imponente que uno puede suponer, y la verdad que iniciar una colección de temática histórica con un autor tan curtido y tan capo en materia de historieta histórica es sin dudas un enorme acierto. Hay un puñado de páginas en las que la planificación no funciona bien, o que el autor dibujó sin una planificación previa, con viñetas puestas una al lado de la otra sin un sentido narrativo claro. Y una secuencia en la que vemos varios primeros planos de Mariem (que es una piba flaquita de no más de 14 ó 15 años) dibujada con rasgos de una señora mayor, con una contextura más robusta. Fuera de esos detalles o inconsistencias, el trabajo de Hernández Palacios en cuanto al dibujo, el color y la documentación histórica es formidable.
Hace más de seis años, un lejano 11/01/18, me tocó tirarle flores al Vol.1 de Jupiter´s Circle, del prolífico guionista Mark Millar, y prometía entrarle al Vol.2 cuando lo viera a buen precio. Tarde pero seguro, dicho Vol.2 fue capturado y leído, y la verdad que es tan bueno como el Vol.1, o incluso mejor. En un hábil paralelismo con la historia de la Justice League of America, a medida que se acerca la bisagra entre los años ´60 y ´70, la cosa se pone más picante, empiezan a aparecer en el seno de este grupo de superhéroes perfectos e intachables algunos clivajes políticos, replanteos, desilusiones, motivos para desconfiar los unos de los otros. Una realidad más amarga, más cínica, más caracterizada por la ambigüedad que por la distinción diáfana entre Buenos y Malos se empieza a comer a The Union, y Millar presenta este nuevo statu quo de un modo muy pillo, dramáticamente muy piola, muy bien orquestado. Esta vez la vida privada de los superhéroes sigue en el candelero, pero pasan cosas tan grossas que inevitablemente se hacen públicas. Millar demuestra que no solo sabe mucho de superhéroes yankis de los ´60, sino que además tiene muy claros los vaivenes de la Historia de Estados Unidos, los cambios profundos (a veces dolorosos) que vivió ese país en aquellos años extraños y convulsionados. El resultado es un conjunto de historias muy humanas (a pesar de estar protagonizadas por tipos y minas con poderes impresionantes) en las que todo el tiempo resuenan los ecos de aventuras mucho más clásicas y limpitas de los superhéroes de DC y que se pueden leer sin tener la menor idea de lo que van a vivir estos personajes 40 ó 45 años después, en la etapa de Jupiter´s Legacy (cuyo Vol.2 también conseguí y prometo leer pronto). Al muy buen trabajo de Wilfredo Torres que vimos en el Vol.1 ahora se suman unas cuantas páginas dibujadas por Chris Sprouse (en un estilo más adusto, menos elegante que el que disfrutamos habitualmente), más pequeños aportes del maestro Ty Templeton, de Rick Burchett y de Davide Gianfelice. Tanto Torres como "los suplentes" se acomodan muy bien a la estética retro, a tirar guiños a los dibujantes que uno identifica con los superhéroes de los ´60 y ´70, pero con una narrativa moderna, sin masacotes de texto, sin diálogos kilométricos y con un color a la altura de lo que espera el lector del Siglo XXI. Jupiter´s Circle entra en la bolsa ya bastante superpoblada de las historietas que reinterpretan la mitología superheroica en clave más adulta, más "realista" y menos ingenua, y la verdad que si ese enfoque no te tiene las bolas secas, esto te va a enganchar, y hasta te va a emocionar, porque está realmente bien pensado y bien ejecutado. Y hasta acá llegamos hoy. Gracias por tanto, perdón por tan poco y será hasta pronto.

sábado, 8 de junio de 2024

LOS ESCORPIONES DEL DESIERTO Vol.3

Perdón por postear de manera tan espaciada, y con una única reseña por entrada, pero me topé con una obra de una densidad imprevista, que me tuvo varios días remando en el océano de dulce de leche. El Vol.3 de la edición argentina de Los Escorpiones del Desierto incluye las 145 páginas de "Brisa de Mar", la última historia protagonizada por el Capitán Koinsky que llegó a realizar Hugo Pratt, y que se dio a conocer en 1992. Y esas 145 páginas parecen 500. El argumento en sí es sencillo: Koinsky está en un punto X y debe llegar a un punto Y. El tema es la forma que elige Pratt para narrar ese periplo. A partir de la tercera página, el autor empieza a sumar personajes al elenco de la novela, para poder llevarla al terreno de los diálogos infinitos. A lo largo de las 145 páginas nos encontramos con muchísimos personajes y todos hablan, hablan, hablan... Los diálogos a veces son protocolares (porque son militares de distintos rangos y pertenecen a distintas fuerzas de las que ocupan el África Oriental en 1941, plena Segunda Guerra Mundial), a veces son picantes e ingeniosos y a veces son completamente intrascendentes. Pero los diálogos que más abundan son los especulativos. Pratt -por haber vivido en esa zona en aquellos años- sabe de memoria qué regiones están ocupadas por los alemanes, cuáles por los franceses, cuáles por los ingleses, cuáles por los italianos, dónde hay tribus nativas más cercanas al cristianismo o al islam, y dónde hay árabes, griegos o armenios dedicados a comerciar con las distintas facciones. Y todo el tiempo nos refriega esos conocimientos por la cara, incluso cuando es información que no hace falta para entender lo que sucede. Los personajes, en cambio, manejan esa información de manera incompleta, fragmentada. Así es como buena parte de los diálogos los dedican a contarle a los demás qué les conviene hacer si tal bando desplaza a tal otro de tal posición, si tal facción termina derrotada, o aliada con tal otra, o si tal grupo de soldados decide desertar y ponerle fin a su participación en la guerra. Son tiempos convulsionados, de lealtades volátiles y Pratt vuelca esa confusión en sus personajes, pero no precisamente para sumarle dramatismo o tensión a su relato, sino para llenar páginas y páginas de gente hablando. El personaje de Madame Brezza, por ejemplo, tiene un rol pequeñísimo en la trama, pero Pratt se obsesiona con ella, y la hace aparecer en decenas de secuencias en las que lo único que hace es hablar (de hecho, dice conocer a prácticamente todos los militares con los que se cruzó Koinsky en los tomos anteriores). Además de la sobreabundancia de personajes y de diálogos, el guion adolece sobre todo de falta de ritmo (por momentos se hace soporífero) y ofrece su mejor momento, su escena de mayor impacto, en la página 87, cuando falta muchísimo para el final. Nada de lo que pase después va a generar la misma tensión ni la misma emoción que el ataque de las guerreras dancalí al destacamento y el barco de los alemanes... y ni siquiera es que Pratt le suba demasiado el voltaje a la acción o la violencia en esa secuencia. De hecho, algo que después va a ser relevante para la trama (el capo de los alemanes resulta gravemente herido pero no muere) sucede fuera de cámara, y Pratt nos lo narra después, por supuesto a través de diálogos. Dentro de este gigantesco faux pas, de este interminable laberinto del terror, destaco como positivo que hay dos personajes femeninos fuertes, algo infrecuente en los comics de temática bélica. Madame Brezza es prácticamente un adorno, pero el rol de Ghula es realmente crucial. El resto es una avalancha de datos irrelevantes, larguísimas conversaciones que no van a ningún lado y poca acción, como si el Tano te quisiera subrayar todo el tiempo que él hace lo que se le canta, y que no está creando esta historieta para seducirte o conmoverte a vos, sino porque sí, per codere. La faz gráfica nos presenta al Pratt de los ´90, el que ya encontró una síntesis increíble y desarrolló un dibujo casi caligráfico, resuelto a los santos pedos. Los personajes son tres líneas y dos manchas, los paisajes son dos líneas y tres manchas y todo está contado con los mismos tres o cuatro planos. En ese contexto desentonan brutalmente los vehículos (los autos, el blindado, los barcos) que los asistentes del Tano injertan en las viñetas y que tienen un nivel de detalle y de elaboración muy distinto al del resto del comic. Lo que más se ve en Brisa de Mar, lo que hegemoniza todas estas páginas, son cabezas que hablan, a veces dibujadas muy chiquitas, de manera muy esquemática, porque tienen que compartir viñetas con enormes globos de diálogo, encima escritos con una tipografía bastante chota. El resultado es visualmente muy aburrido, incluso si (como a mí) te gusta el Pratt minimalista que dibuja poco y rápido. Llegué hasta el final con mucha fe, convencido de que Pratt iba a pegarle un volantazo grosso a la trama, que iba a poner sobre la mesa su chapa de Narrador Quintaesencial y sorprenderme con un giro magistral e imprevisto... Nunca llegó. La novela se desinfla poco a poco y ya para el final no le queda ningún atractivo. Una pena, pero esto no se lo puedo recomendar a nadie que no sea talibán de Koinsky y sus andanzas bélicas. Antes de que el Fondo de Cultura Económica empezara a publicar estos álbumes en Argentina, yo tenía incompleta la colección de álbumes de Los Escorpiones del Desierto. Y ahora también, primero porque no va a salir el tomo realizado por Pierre Wazem, y segundo porque no me da para guardar Brisa de Mar en mi biblioteca. Todavía no llegué a esos niveles absurdos de completismo... Nada más, por hoy. Gracias por el aguante y espero volver a postear pronto acá en el blog.

martes, 4 de junio de 2024

LA SOLDADERA

Tremendo. Desolador. Un mazazo al estómago, otro a la cabeza, uno a cada rodilla, para asegurarnos de que termines en el piso, hecho mierda. Un librazo con 280 páginas de historieta, imposible de leer en una sola sentada. Hacen falta varios días para terminar La Soldadera, y me imagino que varias semanas para terminar de procesarlo. Esta es una historieta de 1995-96, que Walter Slavich y Enrique Breccia realizaron para la revista italiana Lancio Story, y que nunca se había publicado en Argentina, porque justo coincidió con el momento en que cerró la edición local de Skorpio. Ahora la tenemos en nuestro idioma, toda junta, los 20 episodios uno atrás de otro, y si bien la calidad de la impresión no es óptima, uno sabe que a una editorial como Deux no le puede pedir más que esto. Fuera de alguna página que se ve un poco empastada, no hay problemas notorios en la realización técnica del libro, y eso lo hace atípico dentro de la producción de una editorial (probablemente la única en el mundo) que lanza unos 40 títulos al año pero no tiene empleados. Estoy tratando de hacer memoria, a ver si recuerdo alguna otra serie de Slavich que me haya gustado más que La Soldadera. Me parece que no, que acá está más afilado que nunca en la construcción de esta ambiciosa novela episódica, compuesta de historias que, leídas de a una, fuera del contexto de la serie, también son -en su mayoria- brillantes. Todos los episodios tienen acción, en todos progresa el desarrollo de los personajes principales, en todos hay agudas pinceladas de crítica a un sistema injusto y violento, en todos hay unos bloques de texto hermosos, en todos pasa algo que no te imaginabas que podía pasar, en todos avanza (aunque sea un poquito) la trama principal... que además pega un volantazo totalmente sorpresivo a la altura del 11º episodio. En los últimos cinco capítulos, la estructura de los relatos cambia bastante, porque Slavich desplaza el foco hacia el principal villano de la serie, que adquiere una profundidad y una tridimensionalidad increíbles, mientras que pasa a ser prácticamente el protagonista del último tramo. El contexto histórico de la Revolución Mexicana le permite a Slavich hablar de pobreza, explotación, atraso, gente de mierda enquistada en el poder, y sobre todo de violencia y muerte. Cada capítulo de La Soldadera te impacta con su dosis descomunal de sangre, crueldad y desprecio absoluto por la vida humana. Es casi inverosímil cómo los autores logran dotar de un vuelo poético maravilloso a una historia tan cruda, tan manchada de mala leche y horror. Todo el tiempo ves gente que mata gente, ni siquiera los "buenos" tienen reparos en matar, porque hay una guerra de por medio, y acá el que no mata, es boleta seguro. Por momentos, en algunas situaciones, sobre todo las más irónicas, me pareció estar leyendo un guion de Carlos Trillo al que -no tengo ninguna duda- le hubiese encantado escribir La Soldadera. Hay muchos elementos que a Carlos le atraían, desde una mujer en el rol principal, hasta ese grupito que se arma a su alrededor, la historia de amor/ odio que se teje por atrás de un matrimonio por conveniencia, la posibilidad de que los oligarcas y (sus súbditos de siempre) los militares sean los malos, el personaje que busca por todos los medios un postergado encuentro con la muerte... Definitivamente, el fan de Trillo se va a sentir muy a gusto en el mundo atroz y despiadado que desarrolla Slavich en La Soldadera. En cuanto al dibujo de Enrique... esto está muy bien, en el contexto de la producción "por kilo" que hacía en aquella época para las antologías de la Eura. No está al nivel de los clásicos de los ´70 (Alvar Mayor, El Peregrino de las Estrellas), tampoco se lo ve tan suelto como en El Sueñero, ni deja la vida como en sus trabajos para Francia (Les Sentinelles) o para el álbum a color de Tex que realizó para Bonelli, ni mucho menos como en su Lope de Aguirre o en su libro para la colección del Quinto Centenario. Este es el Breccia que resuelve casi todo con primeros planos de rostros (¡pero qué rostros!), algún plano detalle y muy de vez en cuando alguna toma panorámica, donde le pone todo a los paisajes. La ambientación cuasi-desértica y los pueblitos pequeños que recorren Martina y sus compañeros le permiten a Enrique dibujar pocos fondos, pero cuando tiene que dibujarlos, la rompe con unas texturas y unas iluminaciones que te ponen los pelos de punta. Lo que casi no hay (como a lo largo de toda esta década de producción para Eura) son cuerpos en movimiento. Rara vez se ve a los personajes de cuerpo entero, ni siquiera en las escenas de acción donde se supone que tienen que correr o saltar. Y lo mejor de todo: Slavich mete unos cuantos cuadros por página y bastante texto en las primeras 12 páginas de cada episodio, pero cada uno tiene 14. En general, la anteúltima página tiene apenas dos cuadros y la última uno solo, y son secuencias casi siempre mudas, pensadas para el lucimiento del dibujo. Acá es donde Breccia manda a dormir al obrero del lápiz y despierta al poeta, al genio, a la bestia desmesurada que genera en esas viñetas finales estallidos de belleza, imágenes potentes, majestuosas, que a veces funcionan como alegorías de lo que sucede en las historias y a veces (como la poesía) no tienen más intención que transmitir sensaciones que nos conmuevan desde lo estético, no necesariamente desde lo narrativo. Ahí hay páginas que funcionan tranquilamente como cuadros que se podrían enmarcar y exhibir en cualquier museo. A casi 30 años de su creación, poder disfrutar finalmente de La Soldadera en nuestro idioma y en una edición que no te falta el respeto con la calidad ni te decapita con el precio, es un verdadero privilegio. Es un laburo de una intensidad arrolladora, ideal para comprobar que Breccia es un dibujante genial hasta cuando va a menos y sobre todo para sacar a relucir uno de los grandes trabajos de Slavich, un guionista extraordinario, nunca valorado en toda su dimensión, por lo menos en Argentina. Nos reencontramos ni bien tenga más libros leídos, acá en el blog.