el blog de reseñas de Andrés Accorsi

sábado, 31 de diciembre de 2022

TRES Y HASTA 2023

Y bueno, no llegué a bajarme todo el pilón de historieta argentina publicada en 2022 antes de fin de año, pero avancé muchísimo. Hoy cerramos este décimo tercer año del blog con tres reseñas más, y a partir del próximo posteo, volvemos al mix esquizofrénico con historietas de todos los países. Empiezo con la antología Kebondi!: ¡Somos Nosotros!, coordinada por Ricardo De Luca y Darío Brabo. Acá me encontré con unas cuantas historias cortas escritas por Sebastián Rizzo, con distintos dibujantes. El guion que más me impactó es el de una historieta que ya había leído la semana pasada en Historieta Revólver, y la mejor equilibrada entre guion y dibujo me pareció "9 Meses", donde Rizzo forma equipo con un inspiradísimo Maco Pacheco. También me gustó mucho el dibujo de Luciano Bradley en "Más allá de la memoria", el dibujo de Darío Reyes en "El Ratón" y el de Darío Brabo en "Límites". El prolífico Brabo también dibuja una historieta de Martín Sarlo que está entre las mejores del libro: "Nica" se mete con el tema del abuso intrafamiliar y si bien resuelve el conflicto por el lado de la machaca ultra-violenta entre buenos y malos, me resultó atrapante y satisfactoria. Después me encontré con mucho material bastante flojo, historias donde o bien los guiones o bien los dibujos o incluso ambas cosas me resultaron precarios o (en el mejor e los casos) no me llamaron para nada la atención. Lógica consecuencia (digo yo) de armar una antología de tantas páginas "a la gorra", con el material que los autores amigos tienen ya hecho y aportan de onda con tal de verlo publicado en un libro. Una curaduría más estricta del material seguramente dejaría afuera a varios de estos amigos/ colaboradores y bueno, De Luca y Brabo prefieren darle espacio a los amigos que laburan de onda, aunque eso signifique incluir en Kebondi! material que ya apareció en otras antologías, o que queda bastante por debajo de la media de lo que se ve normalmente cuando uno compra un libro de autores argentinos. Como diría Miguel Ángel Russo "son decisiones".
Después de recopilar en libros todo el material clásico de Mikilo, la editorial Comic.ar se lanzó a producir una saga 100% nueva del mítico personaje, escrita por su creador, el maestro Rafael Curci (argentino radicado en Brasil) y con dibujo y color de Marcelo Basile. A lo largo de 64 páginas, los autores traen de vuelta al antropólogo Adolfo Sosa (ahora unos 15-20 años más viejo que la última vez que lo vimos) y a su hermano, la criatura sobrenatural conocida como Mikilo, para una nueva aventura que los lleva al Valle de la Luna, en la provincia de San Juan. Se trata de un relato dinámico, que tarda en decantar para el lado de la machaca, en el que Curci se toma su tiempo para explorar y describir los elementos misteriosos que hacen necesaria la intervención de Mikilo. Sutilmente baja una línea ecologista, y algunos datos acerca de la fauna, la flora y la riquísima historia de esa región de nuestro país, pero sin caer en un tono didáctico. ¿Qué le falta al guion? Un poquito más de desarrollo de personajes: en casi toda la saga Mikilo y Adolfo son testigos de lo que pasa, sus acciones no modifican el curso de la acción, pero además se indaga poco en sus personalidades y sus motivaciones. Para la próxima yo reforzaría ese costado. Y sigo esperando esa aventura en la que el misterio sobrenatural que plantea Curci se resuelva al estilo Scooby-Doo: no era un monstruo, no era un fantasma, no era una criatura de la mitología criolla, era un tipo común, ambicioso e inescrupuloso, con un plan maestro para engañar giles en beneficio propio. En cuanto al apartado gráfico, esta es -lejos- la aventura mejor dibujada de toda la historia de Mikilo. No solo me lo encuentro a Basile afiladísimo en el dibujo y la narrativa, sino que además el agregado del color lo potencia al infinito y más allá. En general no resulta tan fácil colorear a los dibujantes que vienen del palo del claroscuro, pero Basile encontró la forma y nos ofrece un trabajo de coloreado realmente fabuloso. El Último Malón nos ofrece unos climas hermosos, una paleta sutil, variada, muy bien pensada para complementar al dibujo que se ve sólido, expresivo y 100% puesto en función del relato. Aunque no seas fan de Mikilo, o aunque no te cope esta aventura puntual del personaje, te recomiendo pegarle una mirada a este librito, porque el trabajo de Marcelo Basile seguro te va a impactar.
Y cierro con el libro que compila chistes y tiras de La Negra Gedienta, la tremenda creación de Majox. La única contra que tiene el libro es que las casi 90 páginas duran poco. Se leen a los santos pedos, porque son viñetas que ocupan toda una página y por ahí tienen un solo globo de diálogo, o son tiras de cuatro o cinco viñetas repartidas entre dos páginas. Esto hace que el dibujo se reproduzca a gran tamaño y se disfrute un montón, pero por ahí habría estado mejor publicar todo un poco más chico y condensarlo en menos páginas... o bancar el formato de 88 páginas y lanzar el libro cuando Majox tuviera más material. Fuera de este detalle, La Negra Gedienta garantiza risas a rolete con su humor grosero, transgresor, con cero tapujos y cero miedo a meterse con temas espinosos que tienen que ver con la vida social, afectiva y sexual de las mujeres, especialmente las mujeres heterosexuales de treinta y pico. Majox conoce bien el paño y sale a satirizarlo sin piedad, a través de personajes tan carismáticos como patéticos, con los que uno se encariña al toque. Obviamente no todos los chistes son igual de graciosos, pero todos tienen esa misma onda, que a mí particularmente me resulta muy atractiva, y además todo está muy bien dibujado. Con un trazo simple, personajes muy expresivos, un gran poder de observación y una buena dosis de imaginación, Majox resuelve de taquito la faz gráfica de estos chistes y tiras y demuestra un gran criterio a la hora de decidir cuándo matarse en los fondos y cuándo optar por una puesta en escena minimalista. Imaginate una Maitena un toque más guarra y con chistes orientados a un público más joven y vas a andar cerca de lo que hace que La Negra Gedienta sea un título más que destacado en el panorama del humor gráfico argentino actual. Y hasta acá llegamos. Gracias totales a tod@s l@s que me acompañaron este año desde el otro lado de la pantalla, a las editoriales que me hacen llegar sus libros para que yo los reseñe, y por supuesto a l@s autor@s, sin los cuales no habría historietas para reseñar. En cualquier momento arrancamos la decimocuarta temporada del blog. Gracias de nuevo y hasta entonces.

viernes, 30 de diciembre de 2022

DOS AL CIERRE

Se termina el 2022, nomás, y yo estoy a full avanzando con la lectura del material de autores argentinos que se publicó este año. La lamentable editorial Deux publicó un libro al que no me pude resistir: La Maga, una recopilación de la mítica serie creada para Skorpio por Eugenio Mandrini y Gustavo Trigo, allá por 1978. Son apenas seis episodios, pero alcanzaron para que cuando yo empecé a trabajar en esa revista (1987) todavía se recordara a La Maga como una de las mejores series que habían formado parte de la longeva antología. La Maga es, sencillamente, una genialidad. Una obra claramente adelantada a su época, que incorpora un montón de elementos de los que 15 años más tarde le iban a dar forma a la "dark fantasy" que asociamos con la primera etapa del sello Vertigo. Los cinco primeros episodios componen un arco muy potente, donde la violencia no está enfatizada para nada, y el último es un unitario glorioso que se mete (repito, en 1979) con el tema del abuso sexual a niñas. Antes de volcarse de lleno a la literatura y la poesía, Mandrini escribió unas cuantas historietas, y esta es sin duda la mejor, la más arriesgada, la que exhibe de manera más perfecta su talento para crear textos hermosos, de un lirismo impensado para una revista de historieta de aventuras que leían pibes de 14 años. Diálogos y bloques de texto revelan desde el primer momento que La Maga no es una historieta más, sino que propone llevarnos hacia otros planos de la imaginación y la fantasía, más oscuros, más profundos y más bellos. El dibujo de Gustavo Trigo es sublime. No recuerdo haberlo visto a este nivel en ningún otro de sus trabajos. El último episodio es el más tranqui, con una impronta muy similar a la que veríamos en Tierra de Monstruos (por ejemplo), pero los primeros cinco son una detonación nuclear. Con unos hallazgos impactantes en la puesta en página, Trigo arma unas secuencias hipnóticas, imposibles, combinadas con otras más tradicionales como para no alienar al lector de Skorpio con algo demasiado experimental. Pero cuando se zarpa, el recordado Negro Trigo se va al carajo y más allá, con imágenes fantasmagóricas en las que aparecen técnicas extrañas dignas del Viejo Breccia, composiciones dignas de Sergio Toppi, cross-hatchings enfermizos al nivel de los mejores trabajos de Leopoldo Durañona, manchas, tramas, momentos en los que el plumín parece cobrar vida, figuras hiper-realistas cercanas a lo que hacía Luis García, o José Ortiz en su momento más inspirado. Creo que es la primera vez que lo veo al Negro poner todo, no guardarse nada, demostrar con creces por qué los colegas lo consideraban un dibujante de otra categoría, que no se destacaba demasiado simplemente por la cantidad de páginas que producía todos los meses. Intuyo que Trigo se enamoró de La Maga y dijo "acá me la juego" y en vez de sacar las páginas con fritas, las sacó con pasión, con enjundia, con un virtuosismo rayano en la hechicería, que andá a saber si el público de aquel entonces valoró en toda su fabulosa dimensión. Este año tuvimos la posibilidad de redescubrir a esta maravilla perdida en las amarillentas páginas de Skorpio de fines de los ´70, y realmente me conmovió la calidad de lo que me encontré detrás de esa portada. Es una edición con falencias, como todas las de Muñones, pero el contenido hace imposible no recomendarla con vehemencia.
Y leí también un libro cuya edición es sencillamente magistral, una auténtica preciosura: Mara y Samu Rajan del Cielo, lo nuevo de Bruno Chiroleu. Pero nuevo en serio, porque no se parece una chota a las obras anteriores del autor rosarino. Si no te juran que es el mismo de El Borde, o de las historias que aparecían en la Términus, no lo podés creer. De la noche a la mañana, Chiroleu se reinventó como un autor de comedia, con un estilo mucho más caricaturesco que por momentos lo acerca al Lucas Varela más minimalista, o al Steve Purcell más descontrolado. Chiroleu desarrolla un grafismo hermoso, redondito, limpio, ideal para ser complementado con el color, que está aplicado con un buen gusto exquisito. El armado de las páginas también es muy atractivo, muy original, con grillas rarísimas que funcionan muy, muy bien, y una forma de ubicar las viñetas dentro de la página también muy llamativa y muy funcional al ritmo vertiginoso que Bruno le quiere dar al relato. Mi único "pero" es que Mara y Samu se me hizo un poco larga. Esto mismo, con 30 ó 35 páginas menos, seguramente me habría pegado más fuerte y me habría atrapado más. Es algo que suele pasar con las historietas en joda: a veces la extensión (en este caso son unas 150 páginas) les juega en contra. Acá, en contraste con esa acumulación de peripecias que por momentos se hace confusa o pierde relevancia, tenemos personajes muy atractivos, muy buenos diálogos y un jueguito metatextual, con muchas referencias al hecho de que estamos frente a una ficción narrada en forma de historieta por un autor que -en su rol de demiurgo- decreta para dónde van a ir los personajes y qué tanto éxito van a tener en lo que se proponen. No voy a contar de qué se trata la historia (el título algo explica), pero sí que parte de un planteo muy original, que tiene una muy lograda construcción de universo y que -como ya dije- es básicamente en joda, una aventura trepidante y descontrolada en la que puede pasar virtualmente cualquier cosa. De todos modos, el guion queda un par de escalones por debajo de la faz gráfica que -repito- es formidable en todos los rubros y tiene todo para catapultar a Chiroleu a trabajos de alto perfil en editoriales de mercados mucho más grandes que el nuestro. Tengo leídos... un librito y medio más. Así que puede ser que mañana, último día del año, haya nuevas reseñas. Mientras tanto, si quieren leer más, les cuento que escribí un montón de material para el nuevo y espectacular número de la Comiqueando Digital, que se puede descargar por muy poquita plata en https://comiqueandoshop.blogspot.com/ Gracias y hasta mañana.

lunes, 26 de diciembre de 2022

MAGIA EN BLANCO Y NEGRO

Otra vez tengo dos libros para reseñar, siempre en este sprint que intenta dar cuenta del material de autores argentinos publicado durante 2022. Empiezo con un experimento extraño: la editorial Merci, que nunca había publicado historieta argentina, sale al ruedo con un libro que recopila historietas dibujadas por Quique Alcatena en 1977, 1989-90 y 2001. Una es un unitario con guion del propio Quique, una es una serie co-escrita por Eduardo Mazzitelli y Walter Slavich, y otra es una colección de historias autoconclusivas con guiones de Gustavo Schimpp. ¿Cuál es el criterio para meter todo esto en un mismo libro? Que son todos relatos ambientados en Japón. Y no, a pesar de lo méritos artísticos de las distintas historietas (enseguida hablo de eso), el combo no me terminó de cerrar. El libro empieza con Dinastía Maldita, una serie que Alcatena, Mazzitelli y Slavich realizaron para Skorpio allá por 1989-1990. La estructura es muy parecida a la de El Mago: en cada episodio el protagonista debe confrontar con alguien que compró una de las habilidades que le fueron robadas cuando le quitaron la memoria. No hay muchas sorpresas, excepto en el episodio final, donde Slavich y Mazzitelli pegan un giro argumental muy interesante. Y por supuesto está mejor escrita que El Mago, con excelentes bloques de texto, diálogos más filosos que las katanas y bastante desarrollo para el personaje principal. El dibujo de Alcatena todavía no está en la cima. Se nota a Quique más pendiente de influencias que vienen de la ilustración que de la historieta y -sobre todo en los primeros episodios- los personajes están un poquito duros, muy en pose. Es como un Hiroshi Hirata más estático, más frío. Todo dibujado con ese trazo exquisito de Alcatena, pero tal vez no tan en función del relato como veremos más adelante. Las cuatro historias escritas por Schimpp (conocidas como Tokoyo Monogatari) están mucho mejor dibujadas. Acá el trazo de Quique se ve más suelto, más fluido, más orgánico y -sin perder esa obsesión por los detalles y la ornamentación- más puesto al servicio de la narrativa. Preparate para unas imágenes de una belleza devastadora. Los guiones, en cambio, no me resultaron tan atractivos como el de Dinastía Maldita, y solo el último de los cuatro relatos conservó mi interés hasta el final. Por ahí esto leído en otro contexto, no como back-up de Dinastía Maldita, adquiría otra dimensión, otro brillo. Y la historieta corta llamada Bushido tiene la particularidad de ser la primera que Alcatena publicó en una revista profesional, cuando tenía 19 años. Acá se intuye que hay un crack en ciernes, pero todavía está muy lejos del nivel que va adquirir en esos años de laburo intenso en la revista Anteojito y otras publicaciones. Son apenas 9 páginas, una curiosidad que no está mal si la tomamos así, como una curiosidad. Si sos fan de Alcatena, seguro estabas esperando que se reeditara Dinastía Maldita, y más allá del bajón de que haya salido justo cuando falleció Slavich, tener esta obra en libro es algo digno de ser celebrado. No me copa la decisión editorial de incluir los relatos de Tokoyo Monogatari en el mismo tomo, pero el dibujo de Quique en esas páginas es tan zarpado que no tiene mucho sentido putear.
Hablando de dibujos zarpados... impresionante Santa Sombra, la novela gráfica de Paula Boffo editada por Barro. Una bestialidad gráfica y narrativa que no paró de impactarme de la primera viñeta hasta la última. Son más de 200 páginas con un ritmo trepidante, una historia descarnada, de una crueldad desgarradora, que te agarra de la garganta y te arrastra por una montaña rusa de emociones como pocas veces se ve en la historieta argentina. Santa Sombra es un comic muy violento, que incluso reflexiona acerca del uso de la violencia desmedida como forma de hacer justicia. Es una historia de venganza, y también de redención, de sororidad, que transmite un montón de valores correctos, entre todas esas explosiones de sangre y tripas. Boffo tiene un manejo del tempo narrativo totalmente hipnótico, no pifia jamás cuando arma esas páginas con cuadros horizontales, verticales, diagonales... y además tiene un trazo de gran expresividad, gran dinamismo, que va perfecto con el tratamiento de blancos, negros y grises que emplea en esta obra. Obvio que me encantaría verla trabajar con color, pero así esto se ve muy, muy bien. Los diálogos son excelentes, la forma en la que aborda una temática muy heavy es original y atrapante... La verdad que Santa Sombra tiene todo para ser considerada un clásico contemporáneo. No le sobra absolutamente nada, porque hasta los excesos en materia de muertes truculentas tienen un rol en la trama. Y por ahí le falta un personaje varón cis heterosexual bueno, para evitar el simplismo de que todos los personajes varones cis heterosexuales son gente de mierda. Esto se lo podés dar tranquilamente a los pibes y pibas que deliran con el shonen de moda y -no tengo dudas- les va a partir la cabeza. Es una historia 100% argenta, pero con la fuerza y la calidad como para trascender las fronteras entre las distintas formas de pensar la historieta, los distintos públicos, los distintos grupos etáreos. Si hubiera justicia en el universo, Santa Sombra se publicaría en 15 ó 20 países, vendería fortunas y oiríamos hablar de esta obra durante un par de décadas. Posta, historietas de machaca y justicia sanguinaria hay miles, pero como esta hay muy pocas. Nada más, por hoy. Trataré de postear una vez más antes de fin de año, y ya en Enero volveremos al mix esquizofrénico entre historietas de distintas épocas y distintos países. Gracias y hasta pronto.

jueves, 22 de diciembre de 2022

HORA DE RETOMAR

Sigo jugadísimo en la recta final de la Comiqueando Digital nº6 (si todo sale bien, va a estar disponible el lunes), pero como ya terminó el Mundial, y ya vi todos los miles de videos de la Selección Argentina que necesitaba ver, y los goles, y los testimonios, y las reacciones y toda esa hiper-manija que generó uno de los mejores mundiales que recuerdo haber visto, ahora sí, me queda un ratito libre para dedicárselo a las reseñas. Empiezo con La Orden del Bes, un nuevo trabajo de la dupla integrada por Rodolfo Santullo y Horacio Lalia. Una aventura original, interesante, con buen equilibrio entre la machaca y la intriga política, con algunas peculiaridades que me llamaron la atención: Un final que no es muy final, porque no sabés si los protagonistas tuvieron éxito o no en su cruzada; un personaje femenino cuyo rol crece bastante en el segundo tramo de la obra pero de un modo que se siente bastante forzado, como si Santullo se hubiese impuesto a sí mismo incorporar a una mujer al elenco protagónico cueste lo que cueste; y algunas peripecias que están medio al pedo, como para que no falte acción, pero que en realidad no aportan mucho, más allá de ver cómo los protagonistas zafan de peligros extremos, en buena medida gracias a la pésima puntería de sus adversarios. Todo el tiempo repito "los protagonistas", porque no los quiero definir como "los buenos" ni como "los héroes". Eso le restaría capas de complejidad a la trama que urde Santullo y, sin dudas, parte del atractivo de La Orden del Bes pasa por ese dilema moral que enfrentan Rodya y Orel, y que resulta fundamental en el devenir de los acontecimientos. Son 96 páginas narradas a muy buen ritmo, con buenos diálogos, bastante desarrollo para los personajes centrales y buena construcción de un universo duro y opresivo, cuyas particularidades le dan más sentido a la epopeya que -tarde o temprano- se come cruda a la rosca política y a la onda más de espionaje con la que empieza la historia. El dibujo de Lalia es correcto, sin olvidar nunca que se trata del Lalia del Siglo XXI, no de aquel dibujante virtuoso y exuberante de los ´70 y ´80, ni de aquel dibujante espectacular y potente de los ´90. Acá el maestro se luce cuando dibuja casas, castillos, fortalezas y palacios, y flaquea un poco cuando le toca dibujar cuerpos en acción. El armado de la página tiene esos típicos momentos en los que Lalia desorienta un toque al lector con la ubicación de algunos cuadros y algunos globos, pero nada demasiado grosero. La Orden del Bes está lejos de entrar en la categoría de los imprescindibles, pero como aventura para entretenerse un rato, no está nada mal.
Y me liquidé también el Vol.14 de Historieta Revólver, una antología de más de 200 páginas repleta de historietas autoconclusivas de autores argentinos. No me gustó tanto como el anterior, principalmente porque no encontré una historieta que me volara la cabeza, que me conmoviera con su originalidad o con su belleza plástica. Dentro de ese panorama donde es más difícil destacar gemas del dibujo o genialidades del guion, encontré algunos trabajos que me gustaron bastante. El dibujo de Paula Andrade en la historieta llamada "Hypnos" me pareció excelente. Lástima que sean tan poquitas páginas. Santiago Miret dibuja dos historietas en la antología y hay mucha diferencia en la calidad. Muchísimo mejor en "Selección" que en "Más Allá", donde dibuja un muy lindo guion de Javi Hildebrandt. "El Llamado", de Fabián Slongo, probablemente sea la historieta más pareja, donde tanto guion como dibujo están a un gran nivel. Nunca había visto a Slongo dibujar en ese estilo, y me encantó. Me pareció brillante el guion de Walter Koza en la historieta "Los Negros de Nueva Esperanza". El dibujo también es bueno (a cargo de Loco Gonzales), pero al lado del guion queda chiquito. Más dibujantes que me impactaron con su trabajo: la gran Carina Altonaga y Carlos Vera, a quien no conocía, pero es un capo. Muy bueno el trabajo de Wander Antunes (un brazuca invitado de enorme trayectoria en Europa). Y por debajo de lo que yo esperaba la colaboración entre los míticos Robin Wood y Solano López. La de Walther Taborda tiene unos dibujos impresionantes en los edificios, calles, decorados de interiores, pero se desluce un poco cuando dibuja a todas las mujeres con cuerpos de vedette, como si fuera una historieta erótica. Tomás Coggiola me sorprendió con un giro interesante al clásico mito del hombre lobo. Sebastián Rizzo me atrapó con los excelentes diálogos en su historieta "San La Muerte". Y para terminar destaco la colaboración entre J.J. Rovella y Julio Azamor, ocho páginas con buen nivel tanto en guion como en dibujo. El resto, o no me llamó la atención o no me gustó. Pero por supuesto está bueno que cada tanto aparezcan estos masacotes en los que tienen cabida decenas de autores y autoras y donde se le da protagonismo a las historias cortas, sin personajes recurrentes, que es algo que corre el riesgo de desaparecer hoy que todo el mundo está tan pendiente de las las obras de gran extensión. Ni bien tenga un par de libritos leídos, nos reencontramos por acá. Aguante la Scaloneta y las Abuelas de Plaza Mayo, que encontraron al nieto nº 131. Será hasta pronto.

jueves, 15 de diciembre de 2022

HOY SALIMOS DE A CUATRO

Vengo bastante bien en este loco sprint dedicado a las historietas de autores argentinos publicadas en 2022. Hoy tengo para reseñar cuatro títulos, nada menos. Empiezo con Mancha, la obra que marca el regreso de Damián Fraticelli, esta vez con dibujos de Maximiliano Amici. Se trata de una serie de historias cortas protagonizadas por nenes de unos nueve años, pero con un filo muy oscuro, muy deforme y muy perturbador. El primer guion es excelente, trece páginas a puro asco y bizarreada. El resto, se ve un poquito más forzado: me lo imaginé a Fraticelli esforzándose fuerte por encontrar una idea que pudiera desarrollar en el universo de Mancha y Leo y que a la vez se pudiera rematar en menos de 12 páginas. Y sin ser pavadas ni fumanchereadas sin pies ni cabeza, las otras cuatro historias no están al apabullante nivel de la primera. El dibujo de Amici está jugado a un claroscuro extremo, que remite todo el tiempo al estilo de Charles Burns, como sucedía con el de Ezequiel Couselo, co-equiper de Fraticelli en la recordada Putefacción (ver reseña del 07/10/17). Amici propone una narrativa muy clara y una puesta en página tradicional, y si bien su estilo no es muy original, su trabajo no tiene fisuras y refleja a la perfección esos climas retorcidos y perversos que proponen los guiones de Fraticelli. No te pongo a Mancha entre las historietas más destacadas del año, pero la pasé bien con el librito (al que, como sucedía con Putrefacción) le sobran carátulas, separadores y páginas en blanco.
De la dupla de guionistas integrada por Emilia y Emiliano Plissken tenemos un libro más, The Purple Oblivion, esta vez con dibujos del maestro Diego Simone. Esta es una saga bien de body horror, extrema en su planteo y en su realización, con un problema fundamental: a lo largo de casi 100 páginas narra una historia que se podría condensar en menos de 35. El ritmo del relato está tan descomprimido que parece una joda, un desafío para ver hasta dónde se puede llegar, cuál es el límite de páginas que se pueden ocupar con una idea atractiva, pero muy chiquita. Es una lástima, porque es un libro de impecable factura técnica, bien impreso, a todo color, bien rotulado, con un color alucinante y los dibujos de Simone que jerarquizan cualquier cosa. Esta vez no apareció el cartelito de "fin del Vol.1" en la última página, con lo cual supongo que se trata de una obra completa, autoconclusiva, que termina en esa última escena ida al recontra-mil carajo. Y una vez más, tenemos esos diálogos que imitan al doblaje centroamericano de las series y películas yankis. Sin dudas lo mejor de The Purple Oblivion es la faceta visual, donde entre todas esas splash-pages innecesarias, Simone saca a relucir su chapa de gran dibujante y gran narrador gráfico. Al guion le falta profundidad y le sobran, básicamente, un montón de páginas.
Breve glosa para Casting de Gatos, una historieta infantil creada por Gustavo Sala. Esta edición es extraña en dos sentidos: 1) ¿En serio le quieren vender a los chicos historietas en blanco y negro? Lo veo dificilísimo. Ojalá me equivoque y esto sea un éxito, pero para mí es un suicidio comercial. 2) Cada página del librito trae una sola viñeta, o sea que la historia está contada en 27 cuadritos iguales, uno por página (el libro ofrece 32). O sea que si Sala rearmara este material en una grilla de 9 cuadros por página, Casting de Gatos podría ocupar TRES páginas de una revista. De todos modos, y a pesar de estas decisiones medio extrañas, estamos ante una muy buena historieta, que me hizo reir bastante y que está muy bien dibujada. Sin dudas a los menores de 10 años, si no los ahuyenta el tema del blanco y negro, les va a encantar. Y a los mayores sospecho que también, sobre todo a los fans de Sala.
A menos de dos meses de haber leído el tercer librito, me devoré el cuarto de Roque & Gervasio Pioneros del Espacio, de Federico Reggiani y Ángel Mosquito. Creo que hasta ahora "En el planeta Culo" es la más graciosa de las aventuras que integran esta magnífica serie en la que puede pasar cualquier cosa. En un contexto de ciencia ficción, los autores te impactan con escatología, bizarreadas, vueltas de tuerca impredecibles y un humor basado en la berretada, la chantada y la truchada más argenta que te puedas imaginar. Lo único que me resultó un poco forzada es la casualidad por la que Helena (gran personaje secundario) justo está en el mismo planeta que los protagonistas al mismo tiempo que ellos. Pero esas trampitas que hace Reggiani son totalmente funcionales al relato, están ahí para sumarle picante a las historias y para garantizar, además de la diversión, que el elenco de la serie se siga desarrollando. El dibujo de Mosquito, impecable, con unas onomatopeyas gloriosas (pensar que hay autores y autoras que se niegan a usar onomatopeyas...), un gran trabajo de aplicación de grises y un par de splash-pages para la inmortalidad. Nunca es suficiente el material que hay publicado de Roque & Gervasio. Esto es tan bueno, tan entretenido, tan original y tan eficaz en su mixtura de peripecias espaciales y humor de pésima leche, que a pesar de la excelente periodicidad (dos o tres libritos al año sin mezquinar un ápice de calidad) uno siempre quiere más. Y hasta acá llegamos. Vamos Argentina el domingo y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas acá en el blog.

lunes, 12 de diciembre de 2022

OTRAS TRES LECTURAS

Sigo avanzando en la lectura de las historietas de autores argentinos publicadas durante 2022 y ya tengo otras tres listas para reseñar. Silicium, de Guillermo Villarreal y Leonardo Figueroa, la había leído por lo menos parcialmente hace unos años, cuando salió serializada en revistitas. Creo que de los cuatro capítulos que componen la obra, había leído tres. Ahora la conseguí en libro, y la leí toda junta, de un saque. Se trata de un comic de ciencia ficción muy dinámico, que se lee rápido. Y quizás ese sea su defecto más notorio: pasan pocas cosas para la cantidad de páginas que tiene. Los diálogos están bien, los personajes son bastante tridimensionales, pero la aventura en sí es muy lineal, como si fuera un videojuego de esos en los que vas avanzando por un escenario y cada tanto se te viene encima algo a lo que le tenés que disparar. Recién sobre el final hay un flashback que se propone indagar en el pasado de uno de los protagonistas, pero también está contado en forma de aventura extrema con machaca, estridencia y explosiones. Y la última página pareciera dejar abierta la posibilidad de continuar la historia, lo cual estaría buenísimo, porque en una de esas Figueroa y Villarreal tienen pensado un final que no es el que vimos hasta ahora, sino algo más potente, más redondo. Ojalá en algún momento nos avisen que este librito de Silicium es apenas el Vol.1 de una saga pensada para seguir muchos capítulos más. El principal atractivo de la obra es, claramente, el dibujo de Villarreal. Más allá de algunos planos que se repiten mucho, estamos frente a un dibujante con un gran manejo de la composición de la viñeta, gran equilibrio entre masas negras y espacios blancos, gran criterio para la aplicación de los grises, gran despliegue a la hora de imaginar maquinarias, armaduras, chumbos y edificios futuristas, y con un estilo muy ganchero, tributario de dibujantes del mainstream yanki de los ´90, tipo Joe Madureira, Mike Wieringo, Roger Cruz... esa onda. De ahí aprendió Villarreal a dibujar personajes muy expresivos y a moverlos bien en las escenas de acción. Ya habíamos visto otros trabajos de este dibujante en el blog, pero este sin dudas es superior a los anteriores.
Hay más titanes planetarios, porque Loco Rabia compiló en libro la impactante Estrella Roja, una historieta que Manuel Loza serializó en la web durante varios años. Si te gustan la aventura y la ciencia ficción, Estrella Roja te va a hipnotizar de punta a punta. Es un comic rarísimo, porque está todo narrado sin diálogos y sin viñetas mudas: cada cuadrito tiene su bloque de texto y es por ahí por donde avanza la narración. Lógicamente, los mejores momentos llegan cuando Loza logra que el dibujo no se limite a ilustrar algo de lo que expone el texto, sino que agregue algo más. Por suerte, eso sucede bastante a menudo. La trama avanza a buen ritmo, excepto en un momento en que Loza deja el dibujo a manos de autores invitados, y la historia central se detiene para contar algunos flashbacks que -pese a estar muy bien dibujados- no aportan demasiado. Otra aspecto raro es cómo Loza se limita a sí mismo a la hora de dibujar. El formato de tira le impide jugar con la forma, el tamaño y la ubicación de las viñetas dentro de la página, y el tema de tener un bloque de texto sobre cada dibujo lo lleva a simplificar, a no matarse dibujando fondos que puedan opacar al texto, o quedar sepultados debajo de este. Es un equilibrio complicadísimo, pero de alguna manera funciona, y hasta deja espacio para que el dibujo se luzca y brille con mucha intensidad. Lo que más me gustó es cómo, en un contexto de aventura extrema, a todo o nada, en la que los protagonistas superan desafíos imposibles y peripecias aún más imposibles, Loza aprovecha para bajar línea. Y lo hace de manera clara, contundente, por momentos hasta con la notable habilidad de combinar consignas militantes con un cierto vuelo poético. Se nota mucho el trabajo a destajo por parte del autor, su esfuerzo por construir un mundo fantástico pero consistente, personajes imbatibles pero vulnerables, capaces de generar empatía en el lector... y a la vez se nota que la estaba pasando bomba, que hay pasión y disfrute a lo largo de toda esta epopeya que es Estrella Roja. El rulito del final, en el que esta saga se conecta con... otra, muy conocida, la verdad que lo vi venir muchas páginas antes. Pero igual está muy piola, muy bien ejecutado. El formato del libro... y, no... la verdad que no me gustó. Pero me doy cuenta que lo eligieron por una cuestión de fidelidad, de reproducir la experiencia de lectura que Estrella Roja ofreció semana a semana en la plataforma de comic online de Loco Rabia. De todos modos, es un formato incómodo para guardar, no para disfrutar de los dibujos y los guiones de Manuel, por eso no tiene sentido putearlo. Gran historieta, de lo más power del año.
Y termino con Tiburcio Tiene Novia, nueva recopilación de las historietas que Alejo Valdearena y Diego Greco publicaban semanalmente en la revista Billiken. Por ahí esta vez los chistes no me causaron tanta gracia como las anteriores, pero creo que nunca me reí tanto con un poema de El Gaucho Zombie como el que incluye el librito en esta ocasión. Como toda serie que ya lleva muchos años, Tiburcio amplió su elenco y muchos de los argumentos de estas historietas (todas de una página) surgen de la interacción entre los distintos personajes y los choques entre las distintas personalidades. La Gran Peanuts, digamos. Y también lo vemos a Valdearena nutrirse de un humor costumbrista, de cosas que hacen los chicos de carne y hueso, quizás llevadas un poco al extremo para que causen más gracia. En general son historias muy sencillas, donde hay una travesura, o un toque de picardía, o donde la imaginación de los chicos aparece contrapuesta a la realidad. Pero claro, esto es una historieta para chicos que leían Billiken, con lo cual la realidad se muestra un toque distorsionada: nunca hay un problema de plata en la familia, nunca hay situaciones de injusticia en la escuela, ni hay violencia ni inseguridad ni pobreza en las calles y plazas donde juegan Tiburcio y sus amigos. Es mundo más idílico que real, y no es ilógico que así sea, aunque leído por un adulto hace un poco de ruido. El dibujo de Greco es excelente, al igual que el color. Y cuando cambia de técnica para ilustrar el poema del Gaucho, directamente te detona las retinas. Un verdadero crack que merece mucho más reconocimiento del que tiene entre los fans de la historieta argentina. Obviamente recomiendo comprar el nuevo librito de Tiburcio, leerlo en 15 minutos y regalárselo a un hijo, sobrino, ahijado o mascota bípeda. Quedás como un duque y te divertís un rato. No se puede pedir mucho más. Y esto es todo por hoy. Mañana, partidazo del Mundial que ojalá ganemos. Y ni bien tenga más libros leídos, nuevas reseñas acá en el blog.

jueves, 8 de diciembre de 2022

DOS MAESTROS Y DOS OPERAS PRIMAS

Tengo otros tres libritos leídos, siempre dentro de la consigna de "material de autores argentinos publicado en 2022". Empiezo con Diarios Zombies, una obra que reúne a la dupla integrada por los consagrados Ricardo Ferrari y Horacio Lalia. Lo primero que me viene a la mente es que no puedo creer lo fea que es la portada. Falta que venga con un cartelito que te diga "por favor NO compres este libro". A mí además no me gustan los zombies, o sea que antes de empezar a leer el prólogo, ya estaba en -20. Adentro me encontré con un trabajo que tiene la intención de ser un buen comic. No es choreo, no es fan service, no es pochoclo. Ferrari demuestra que, incluso dentro de una temática tan trillada y remanida como la de los zombies, se puede ser original y sorprender al lector con ideas novedosas. Acá hay un guionista inteligente, que además de entender la lógica de la aventura entiende las implicancias científicas de lo que le hace hacer a los personajes y, si bien en los diálogos no me encontré con nada demasiado destacable, hay un muy buen nivel en los bloques de texto. Al dibujo de Lalia lo encontré un poco estático, con poca fluidez. Como siempre, las escenas más tétricas son las que mejor retrata la pluma del maestro, y también como ya es costumbre, a veces las viñetas están distribuidas en la página de tal modo que no sabés cuál viene a continuación de la que acabás de leer. La colocación de los textos ayuda un poco a sortear estos baches, pero hubo momentos en los que me encontré leyendo de derecha a izquierda, como si Diarios Zombies fuera un manga. Si fan incondicional de Ferrari, o de Lalia, o te interesa a full la temática de los zombies, no tengo dudas de que vas a pasarla muy bien con este libro. Si no, me imagino que te va a rendir más apostar por otro material.
Me voy a Córdoba, donde este año se publicó un trabajo de autores que no conocía: Matías Moretta y Simón Aiziczon. El comic se titula Dominus Dixit y es una gran oportunidad desaprovechada. ¿Por qué digo esto? Porque el argumento es muy interesante, el guion es buenísimo, hay diálogos excelentes, la línea que baja pega con todo, me vinculé emocionalmente con los personajes, encontré buenas ideas, imaginación, riesgo... pero el dibujo es tan precario que la historieta no tiene chances de llegar a buen puerto. Aiziczon combina torpemente un montón de técnicas en cada viñeta, y le queda una cosa desprolija, sucia, donde se nota demasiado que lo que vemos en la página NO es lo que el autor visualizó en su mente. Sobre el final, cuando empieza a manejar un poco mejor las aguadas, la faz gráfica pareciera encaminarse, pero para llegar hasta ahí hay que ser realmente muy valiente. Miro la biografía que acompaña al comic y descubro que Aiziczon nació en 2004, o sea que publicó este trabajo justo antes o justo después de cumplir 18 años. ¿Hace falta apurarse tanto? ¿No es mejor esperar, seguir adelante con los estudios, aprender, dominar bien las técnicas de dibujo y después publicar? ¿Ya no es más el fanzine el terreno para que los novatos pulan sus habilidades, adquieran las que les faltan y se fogueen antes de saltar a formatos más perdurables? La verdad que es una lástima. Entre los titubeos gráficos de Aiziczon y las más de 20 páginas que el libro le dedica a carátulas, textos y pin-ups, el balance de Dominus Dixit me da negativo... y eso que el guion me pareció muy, muy notable.
Y cierro con Urban Scissors, obra de otro autor al que no conocía, en este caso Martín Miranda. De nuevo, la lectura me deja un sabor agridulce. Acá me encontré con una bestia del dibujo, un pibe que la rompe en el diseño de personajes, que tiene un trazo potente, ganchero, super dinámico, personajes expresivos onda el Jamie Hewlett más ido al carajo, un talento descomunal para la aplicación de grises digno de los primeros trabajos de Sergio Bleda o Fernando de Felipe, páginas muy bien equilibradas entre espacios blancos y masas negras... Creo que toda la faz gráfica me pareció alucinante, hasta que traté de leer la historia. Ahí descubrí que la historia NO se entiende. Todas estas virtudes que vi en el dibujo de Miranda no se aplican a la función narrativa que debe cumplir el dibujo en una historieta. Nunca encontré la narración, se me perdió en un maremagnum adrenalínico de imágenes estridentes y flasheras. Creo que en todo el libro no hay una sola secuencia en la que se pueda distinguir de modo diáfano quiénes son los personajes y dónde están. Es todo un kilombo muy bien dibujado, pero tan pasado de rosca que no entendí nada. En medio de este océano revuelto, cada tanto sacan la cabeza para respirar unos diálogos muy graciosos, con mucha onda, pero que no me sirvieron para clarificar el relato, que es donde Urban Scissors se me cayó a pedazos. Por el contrario, los globos que usa Miranda para contener los diálogos son tan grandes que cobran mucho peso gráfico en la página y funcionan como un elemento más, como si hubiera pocos, lo cual magnifica la sensación de puesta en página caótica, poco planificada y -a la larga- anti-narrativa. Otra lástima. Este autor, con un guionista que le describa mínimamente qué poner y qué dejar afuera en cada viñeta para no marear al lector, podría ser un verdadero crack. Nada más, por hoy. Mañana por suerte vuelve el futbol. ¡Vamos Argentina!

domingo, 4 de diciembre de 2022

TRIPLETE DOMINGUERO

Incluso con los partidos del Mundial, estos días que no pude salir por un temita de salud, encontré tiempo para devorarme otras tres publicaciones de autores argentinos aparecidas en 2022. Le sigo comprando libros a Muñones, la puta que me parió, pero bueno... Eduardo Mazzitelli y Enrique Breccia, obra completa, material que salió en la última etapa de Skorpio y del que no me acordaba un carajo... difícil resistirse. Después ves esas páginas todas empastadas, con el dibujo de Enrique reproducido para el infra-ojete y te arrepentís, pero ya es tarde. El Extranjero es una saga de seis episodios que podría definirse como de "ciencia ficción conceptual". La aventura y la acción no están muy enfatizadas, el conflicto grosso entre el Bueno Pulenta y el Malo Pulenta cobra dimensión recién en el tercio final de la obra, y el resto son casi fábulas, cuentos de hadas en los que el hada en realidad es un extraterrestre (de ahí el nombre de la historieta) que baja línea y guía a seres humanos en un camino que, en una de esas, impida que la Humanidad se aniquile a sí misma. En el medio, Mazzitelli habla de violencia, de corrupción, de falsas utopías diseñadas para engañar a la gilada y de cómo ni el caos absoluto ni el orden asfixiante sirven para que una especie como la nuestra prospere y se desarrolle en un contexto más o menos armónico. Sin esos bloques de texto magníficos, repletos de poesía y de sentencias apabullantes que solemos ver en sus obras con Quique Alcatena, Eduardo narra de modo escueto, cortito y al pie, desarrolla muy bien a un par de secundarios y saca a relucir su chapa de capo de los guionistas en un último episodio electrizante, memorable, por momentos perturbador por lo descarnado del mensaje. No estamos frente al mejor comic de la extensa trayectoria de este monstruo, pero sí frente a una obra que vale la pena rescatar (en lo posible del pilón de los números viejos de Skorpio) y volver a leer unas cuantas veces. La labor de Enrique también es muy notable porque creo que es la única vez que abordó un guion de Mazzitelli (en Skorpio solía formar dupla con Walter Slavich, Robertino Ferro y algún otro que ahora no recuerdo) y se nota que -como el eximio profesional que es- enseguida le sintonizó la onda. No se siente que Eduardo se haya esforzado para "amoldar" su guion a Enrique, sino que Enrique se bancó como un duque jugar de visitante en un mundo creado por un guionista con el que nunca había trabajado. Y sí, está ese último e inolvidable episodio, en el que ya se puede sospechar un diálogo entre la dupla y una sabia decisión por parte de Mazzitelli de meter en juego a simios, que es algo que Breccia dibuja magistralmente desde siempre. La onda de los tres primeros episodios, esos que son más tipo fábulas socio-políticas, simples (en cuanto a que intervienen pocos personajes), sin mucha conexión entre sí, recuperan algo de los climas que imaginaba Carlos Trillo en sus historias cortas de fines de los ´70, y Breccia ahí reconoce un terreno en el que se mueve feliz y letal, como un tigre en plena selva. Los episodios 1, 3 y 6 están dibujados a un nivel casi inexplicable. Y sin dudas toda la faz gráfica (repito, reproducida de modo deficitario en el libro de Deux) le suma puntos a El Extranjero. Necesitamos editoriales más serias, comprometidas con el rescate de las muchas gemas aparecidas en Skorpio que nunca se recopilaron en libros.
Breve glosa para Flores Secas Manchadas de Sangre, un albumcito que compila dos historias cortas autoconclusivas escritas y dibujadas por Damián Connelly. La primera, Helena, es un clásico thriller sobrenatural, de horror muy al límite. El guion está muy bien llevado, los diálogos y los bloques de texto están muy bien escritos y -como gran lector de Vertigo- Connelly logra imbricar perfectamente una historia 100% fantástica y sobrenatural con un contexto costumbrista cuyo verosímil no tambalea nunca. La segunda historieta, Una Noche, no tiene una trama, ni un conflicto, ni un intento por desarrollar personajes. Es como un poema, o una letra de una canción, graficada en forma de comic, con viñetas y bloques de texto (también muy bien escritos), con la idea de transmitir sensaciones o emociones que no tienen que ver con la narración. Un experimento breve, de 10 páginas, que no me sedujo pero tampoco me desagradó. A nivel gráfico, Connelly sigue explorando los límites del dibujo basado en fotos, a los que recontra-satura con unas texturas hipnóticas para lograr efectos que (vistos así, en blanco, negro y grises) quedan espectaculares. También agrega de a poco trazos propios, sucios y potentes, y acá se enamora también de los triangulitos que inventara Dave McKean y luego heredara David Mack. En estas páginas hay triangulitos por todas partes, y algo me dice que, si fueran a color, tendrían una estética MUY a lo David Mack.
Cerramos con Yilé, obra de Matías Muzzillo, un autor al que no conocía, y que me sorprendió con un guion excelente, complejo, dinámico, muy bien narrado, con gran oído para el diálogo argento, buenos personajes, un conflicto zarpado, un mundo real distorsionado para darle cabida a todo un lado oculto sumamente atractivo, y un final redondo, que a la vez te deja con ganas de leer más aventuras de Josefina Ferrán, más conocida como Yilé. Una gran saga crepuscular, en una Buenos Aires alternativa infestada de criaturas sobrenaturales, brujería y crimen, en la que los protagonistas deberán combinar intelecto, violencia y algo de ojete para desarticular una conspiración macabra y atroz. Lo único que me hizo un poco de ruido del guion es que arranca tarde, como en la página 30. Lo anterior parecen secuencias pensadas como historias cortitas, como para presentar a Yilé y al mundo en el que vive, y luego ensambladas para sumarlas a la trama central del libro. La primera de esas secuencias "preliminares" tiene 14 páginas y está dibujada a un nivel descomunal. Es realmente impresionante, como si Muzzillio reprodujera una estética tipo David B., o Blutch, la combinara con un toque más salvaje, de expresionismo onda Alberto Breccia y la usara para narrar en modo acelerado, con un ritmo más de mainstream yanki, orientado a la acción de palo-y-palo. Una bola de demolición que te quita el aliento y te hace decir ¿en serio tengo que aguantar 80 páginas más a este ritmo?". Pero no. Me imagino que por una cuestión de tiempos de producción, Muzzillio simplifica un poco el estilo, apuesta fuerte a la acción solo cuando hace falta, y nos lleva al terreno de una trama basada en la investigación cuasi-detectivesca, en la que se habla y se piensa más de lo que se pelea. Sobre el final se nota cierto apuro en algunas páginas, aunque no se ven pifias ni deficiencias notables en el dibujo en sí. Lo que no me terminó de convencer nunca, ni siquiera en las páginas de mayor despliegue de virtuosismo por parte de Matías, es la paleta de colores, muy acotada, muy opaca, coherente en un punto con el clima opresivo que plantea la obra, pero estéticamente poco atractiva. Esas páginas finales en la reserva ecológica, resueltas con un rojo furibundo, un verde apagado y un violeta estridente la verdad que no me gustaron para nada. Hubiese preferido mil veces leer Yilé en blanco y negro. De hecho, al principio del libro hay dos páginas en blanco y negro, de una secuencia onírica, en la que Muzzillio parece una amalgama perfecta entre el Viejo Breccia y Frederick Peeters, dos de los mejores dibujantes de la historia del Noveno Arte. Son cinco viñetas, nomás, pero la próxima la quiero toda así. Nada, más allá del tema del color, está claro que Yilé es una historieta potentísima y que Matías Muzzillo es un narrador gráfico de la hostia, un excelente guionista y un nombre al que de acá en más hay que seguir de cerca. Nada más por hoy. Gracias y hasta pronto.

jueves, 1 de diciembre de 2022

JUEVES FEMENINO

Hoy tengo para reseñar dos novelas gráficas publicadas en Argentina en 2022, y firmadas por señoritas. ¿Cuáles son los colores de la mañana? es la opera prima de Beibi Kebab, vecina de Villa Crespo, que en un texto con el que cierra el libro anticipa que su próximo trabajo va a ser un libro de cuentos. Y me parece bárbaro, porque de esta novela gráfica solo rescato los textos. Estuve medio libro tratando de darme cuenta por qué la pasaba tan mal, hasta que me di cuenta que el problema son los dibujos. Si leés ¿Cuáles son los colores de la mañana? como una pieza literaria, sin darle bola a la faz gráfica, te vas a encontrar con una historia interesante, algunas reflexiones copadas y algunos apuntes muy acertados acerca de la vida y el amor en tiempo de confinamiento. No pasa todo por la pandemia, claro, pero es algo que está muy presente, por lo mucho que afecta a la autora/narradora. El dibujo (y las. letras cuando Kebab las pone a mano) son pesadillescos. Muy, pero muy precarios. La forma en que reparte el texto entre las distintas viñetas es torpe, caprichosa, sin criterio estético ni narrativo. Lo único piola es que deja zanjas entre las viñetas. El resto, muy feo, muy descuidado, con una mezcla de técnicas totalmente innecesaria, a años luz del gran poder de observación y el vuelo cuasi-poético que pelan por momentos los textos. Nada, me quedo con los textos. Y recomiendo pasar totalmente por alto los dibujos, que no aportan nada.
Me voy con Turba, lo nuevo de Lauri Fernández, otra historieta que prescinde por completo del humor y de los elementos fantásticos. Turba nace de la inquietud de la autora por sacar a la luz ciertos temas vinculados a la Guerra de Malvinas, de los que no se suele hablar. Entre Mendoza, Buenos Aires y distintos lugares de Inglaterra, Lauri entrevista a ex-combatientes de ambos bandos y recoge unos testimonios valiosísimos, por momentos muy conmovedores. Y acá me pregunto de nuevo: ¿hacía falta que esto fuera una historieta? Podría haber sido tranquilamente un documental en soporte audiovisual, en el que nos muestren a Lauri charlando con los entrevistados, y lo complementen con imágenes de la guerra, o de lo que hoy son las Islas Malvinas. Y pasarlo en la TV Pública, o en Encuentro o cualquier canal de documentales. La columna vertebral de Turba, lo que sostiene toda la obra son estas conversaciones, que se traducen en páginas muy cargadas de texto. Salvo en una hermosa secuencia muda con la que abre el capítulo 4, Fernández pone al dibujo en el rol de acompañante, muy lejos de hacerse cargo de llevar adelante la narración. Pero, incluso en un rol bastante secundario dentro de la obra, el dibujo y el color de Lauri la descosen. Hay viñetas en las que parece estar poseída por la magia de Jill Thompson y muchas en las que el trazo y la paleta se acomodan para acompañar mejor lo que propone el guion. Del splash page a la página de 13 viñetas, la autora prueba de todo en materia de ritmo narrativo para que -si bien estamos leyendo/ viendo páginas y páginas de gente que habla- en ningún momento nos resulte agobiante o aburrido. El gran obstáculo para disfrutar o emocionarte con Turba puede ser que no te interese en lo más mínimo el tema de Malvinas, que sí, es 100% hegemónico de punta a punta en estas 130 páginas. Una vez sorteada esa barrera de peaje, Lauri Fernández ofrece un hermoso comic que documenta su búsqueda de respuestas y ofrece una reconstrucción de aquellos dramáticos sucesos muy rigurosa y a la vez muy humana. Lo recomiendo enfáticamente. Y nada más, por hoy. Nos leemos pronto, acá en el blog.

lunes, 28 de noviembre de 2022

EL MUNDO MUNDIAL

Justo cuando estoy re manija con el Mundial, me pongo a leer dos libros que en su título dicen "el mundo". Dos libros de autores argentinos publicados en 2022, como para cumplir con la consigna que puse la otra vez. Empiezo con La Cárcel del Fin del Mundo, de Santiago Sánchez Kutika y Kundo Krunch. Esos son relatos basados en la investigación que realizara en 1933 el periodista Juan José de Soiza Reilly en la cárcel de Ushuaia, en la gélida Tierra del Fuego. Luego de un breve episodio que narra la llegada de Soiza Reilly al penal, lo que tenemos son relatos breves, centrados por lo general en los diálogos entre el periodista y distintos reclusos que cumplían su condena en el lúgubre establecimiento. Casi todos los relatos se apoyan mucho en los textos de Soiza Reilly, hay poca intervención de Sánchez Kutika, más allá de elegir qué momentos de los crímenes que narran los presos va a privilegiar. Esto hace que, a su vez, haya pocas secuencias en las que el dibujo tiene la responsabilidad de narrar las historias. Cada tanto se cuela alguna viñeta o incluso alguna secuencia sin texto, pero mayoritariamente es el texto el que narra y el dibujo el que acompaña. Y son textos un poco fríos, un poco distantes, porque son -ni más ni menos- crónicas periodísticas escritas 90 años atrás. Aún así, por la propia fuerza de los testimonios de los presos, algunas historias resultan muy impactantes y muy atractivas. La de Francisco Fumara me gustó mucho, la de Miguel Ernst me dio escalofríos y la de Hans Woll no está nada mal. El resto, me interesó menos. Sánchez Kutika tenía un problema serio a resolver: el Petiso Orejudo y Simón Radowitzky ya habían protagonizado otras novelas gráficas de autores argentinos publicadas de manera bastante reciente y había que encontrar la forma de no dejarlos afuera sin competir con esas otras obras. Con el Petiso, lo que hace Sánchez Kutika es básicamente sacárselo de encima rápido: en apenas seis páginas, se centra en una anécdota muy menor que sucede durante la reclusión del asesino serial, y chau, a otra cosa. Y con Radowitzky se luce mucho más: encuentra la manera de contar una parte de la historia que no está enfatizada en el libro de Agustín Comotto, centrada en un personaje secundario fascinante como es el pirata Pascualín. Son nueve páginas que te dejan con ganas de mucho más, de un libro entero dedicado a la vida de este personajón de la vida real. El dibujo de Kundo Krunch es tremendo de punta a punta, con unos claroscuros idos a la mierda, una síntesis magistral, un rigor implacable en decorados, vehículos y vestuarios, y una expresividad pasmosa en rostros y cuerpos de los personajes. Krunch te hace sentir la oscuridad, la sordidez, el desamparo, la resignación, el frío criminal, todas las sensaciones que viven los protagonistas de las historias. Un trabajo colosal del marplatense, que está en un nivel formidable.
Y un día volvió Rodrigo Terranova, el autor bonaerense radicado hace muchos años en San Luis. Y volvió con todo, con una novela gráfica titulada El Reino de este Mundo, que se inscribe en la tradición existencialista/ semi-autobiográfica (Diego Balza no es Rodrigo, pero tiene demasiados puntos en común con él) y que nos cuenta, sin chistes ni elementos fantásticos, momentos clave en la vida de un protagonista y un gran elenco de personajes secundarios muy, pero muy bien trabajados. El Reino de este Mundo es un comic sobre la vida de la gente común: anhelos, frustraciones, inspiración, vínculos, amores, incomprensión, solidaridad, casualidades, apuestas que salen mal... hay rock, judo, gastronomía, mucha poesía y un retrato muy hábil de la vida en una ciudad tranquila como San Luis y en un barrio heavy del conurbano como Isidro Casanova. Las anécdotas y los sucesos en "tiempo real" están perfectamente hilvanadas, no hay secuencias estiradas ni demasiado comprimidas, y además Terranova logra, ya desde la primera página, que no estemos pendientes de si la información que nos brindan los personajes va a ser crucial o no para el desarrollo de los conflictos. Un poco porque el énfasis no está puesto en los conflictos, sino en lo otro: los vínculos, las anécdotas, los recuerdos, el devenir de la vida misma, que casi sin que te des cuenta te lleva de la infancia a la adultez. A la hora de darle una identidad gráfica a todo esto, Terranova va más al límite que en La Divina Oquedad y Dos Estaciones: ahora se compromete más en los detalles, en los fondos, en la ropa y los peinados de los personajes, y recarga los rostros con unas rayitas, manchitas y líneas muy personales que quedan muy bien. Todo esto con una puesta en página absolutamente tradicional, con grillas muy sencillas, muy aptas para el lector que habitualmente no consume historietas. Lo extraño del dibujo está compensado con lo clásico de la puesta en página, con la forma asombrosamente natural en la que se desarrolla la narración. Si no te jode que no haya luchas entre malos y buenos, ni violencia de ningún tipo, ni nada que vaya mucho más allá de gente hablando en ambientaciones urbanas actuales, en El Reino de este Mundo vas a encontrar una historia entrañable, profunda, inspiradora y con la que seguro en algún punto te vas a sentir identificad@. La recomiendo mucho y ya tengo el pálpito de que el año que viene lo vamos a ver a Rodrigo Terranova levantar unos cuantos premios. Ah, por si faltara algo, el libro (una edición preciosa de Maten al Mensajero) tiene prólogo de José MunDios. ´Nuff said. Gracias por el aguante y ni bien pueda, vuelvo a postear acá en el blog.

miércoles, 23 de noviembre de 2022

CLÁSICOS Y MODERNOS

Entre los partidos del Mundial y que se me vino encima el momento de corregir y diseñar los artículos para el nº6 de Comiqueando Digital, me quedé casi sin tiempo para leer historietas. Encima estas son semanas de muchos compromisos sociales, sumados a los contenidos que habitualmente me toca generar, corregir o supervisar para el sitio web y el canal de YouTube, y se me complica encontrar huequitos para leer. Pero bueno, acá tengo dos libros leídos, ambas publicaciones editadas en Argentina en 2022, que es lo que mayoritariamente voy a leer de acá a fin de año. Empiezo con la recopilación de los 12 primeros episodios de Rocky Keegan que se mandó la editorial Duma. Estas son historietas originalmente aparecidas entre 1979 y 1980 en la revista Nippur Magnum, escritas por Ray Collins y dibujadas por Gerardo Canelo. Algo de esto yo lo leí en su momento, pero no me acordaba nada. Lo primero que me llamó la atención es la brutal desproporción entre texto e imagen que hay en cada página. Collins mete diálogos y bloques de texto en cantidades demenciales, y el dibujo no solo no encuentra espacio para contar la historia, sino que se ve reducido a estampillitas, mini-recuadritos en los que Canelo aporta lo que puede, entre esos masacotes de letras que predominan de modo contundente. En la segunda mitad del tomo, a partir del séptimo episodio, empiezan a aparecer páginas con menos viñetas. Ahora los cuadros son más grandes, y aunque Collins trate de llenarlos de texto, queda espacio para que Canelo dibuje un poco más. Ahí todo se hace un poco más llevadero, aunque la urgencia por probar cosas nuevas hace que a veces el dibujante meta cuadros que complican el orden de lectura de las secuencias. También acierta con unas viñetas widescreen muy lindas y -cuando puede- con un despliegue de cuerpos en acción muy atractivo. El dibujo de Canelo, en general, es muy bueno. Tiene la elegancia de los clásicos (un García López, ponele), pero además se nota que le gustaba mucho el Horacio Altuna de los ´70 y que lo seducía esa síntesis y esa pincelada más gruesa, más suelta, que asociamos con Alex Toth. Al sacarle el espantoso color típico de las revistas de Columba, Canelo se revela como un capo del claroscuro, hábil poseedor de un dibujo muy equilibrado, muy accesible, incluso en las ínfimas superficies que tiene para llenar en esas páginas repletas de texto. Y el texto también es muy bueno. De hecho, es mejor el guion que el argumento, que hoy se siente un poco antiguo, un poco lastrado por clichés que hace 40 años se bancaban y hoy no. En el reemplazo del rotulado mecánico de Columba por el rotulado digital se colaron algunos errores de tipeo que hubiese estado bueno detectar y corregir antes de mandar el libro a imprenta. Pero bueno, cuando el texto es tanto (y cuando el rotulado original es tan horrendo), se puede perdonar algún moquito. Rocky Keegan es una telenovela protagonizada por un boxeador en la New York corrupta de fines de los ´70. Si comprás el modelo del héroe perfecto, del tipo sencillo, solidario, altruista, respetuoso, afectuoso, incapaz de albergar el menor sentimiento negativo, temido por los hombres por su fuerza, amado por las mujeres por su porte atlético y su forma de ser tan copada, Rocky se puede convertir en tu ídolo. Pero guarda: lo vamos a ver pelear relativamente poco, por lo menos al principio. Lo que rige los destinos de la serie (por ahora) es el culebrón clásico, con romances, celos y esas cosas, por suerte condimentado con las posibilidades que brinda el submundo de los boxeadores y el contexto de una ciudad hostil y llena de gente muy hija de puta. Si bien esta vez Rocky Keegan no me emocionó tanto como cuando lo leía a los 11-12 años, me parece que tiene bien ganada la chapa de clásico. De hecho, estoy como para comprarme un Vol.2 ni bien salga.
Allá por el 01/09/19 me tocó reseñar la versión de Tomás Wortley y Franco Viglino de El Principito, el clásico de Antoine De Saint-Exúpery. Ahora la dupla reincide con otra adaptación de una obra fundamental de la literatura del Siglo XX, nada menos que Peter Pan y Wendy, de James Matthew Barrie. En poco más de 90 páginas, la dupla recrea la seminal obra de teatro, luego transplantada a todos los soportes de ficción imaginables, sin dejar nada afuera. La novela gráfica tiene acción, introspección, algo de romance, algo de humor... todo lo que puede llegar a entusiasmar a lectores de 9 a 12-13 años. El carisma de los personajes de Barrie se traslada a la perfección a la historieta: Wortley cuida mucho ese aspecto y logra que todo el elenco, buenos, malos y secundarios, nos resulten queribles. Al igual que la obra original, la novela gráfica está regida por la lógica de la fantasía y no tiene mucho sentido discutir ciertos baches o caprichos argumentales que orientan la trama para donde al autor le conviene llevarla. Lo importante es divertirse, emocionarse, maravillarse con lo imposible y vibrar con las aventuras que -para nenes y nenas de 9 años- pueden ser un poquito extremas. Viglino demuestra una vez más su enorme talento como dibujante y su gran solvencia como narrador gráfico. Tanto las escenas intimistas como las grandilocuentes están planificadas y ejecutadas con gran eficacia, y si lo importante (como decíamos recién) es divertirse y emocionarse, esto sucede en buena medida por el gran desempeño de Franco en estas páginas. Pero además se pone un desafío extra: rediseñar todo el mundo de Peter Pan para que los personajes, sin traicionar la esencia de la obra original, se parezcan lo menos posible a la adaptación más popular, más reconocible, que es la película de Walt Disney de los años ´50. Para eso echa mano a su notable manejo de la estética pseudo-ponja, hoy tan aceptada entre los pibes y pibas de las edades a las que apunta el libro. Y no, no es un manga, ni pretende serlo. Pero de alguna manera, ciertos rasgos de los shonen más populares aparecen en el diseño y la forma de moverse de estos personajes que, claramente, están en las antípodas históricas y geográficas respecto de un manga actual. Lo que más lo despega de la estética pseudo-ponja es el color, que es realmente excelente y aporta muchísimo. Comparás esto con muchas de las adaptaciones de clásicos de la literatura o la mitología que otras editoriales le tratan de vender a este mismo segmento etáreo, y la verdad que la diferencia es monstruosa en favor de Wortley y Viglino. Acá se nota que los autores ponen el corazón, no salen a chorear ni a sacar el trabajo con fritas. Lo recomiendo mucho, sobre todo para pegarle una leída y regalárselo a hij@s, sobrin@s, ahijad@s o mascotas bípedas. Y tengo otro trabajo de la dupla en la pila de los pendientes, que espero leer pronto. Gracias por el aguante de siempre, gracias a tod@s l@s que se acercaron a saludar y sacarse fotos conmigo en los últimos eventos en los que estuve (Pergamino, Concordia, San Luis, etc.) y ni bien pueda, vuelvo a postear nuevas reseñas acá en el blog.

sábado, 19 de noviembre de 2022

OTRA VEZ DE A TRES

Bueno, tengo tres libritos leídos y es hora de reseñarlos. Empiezo en Alemania, año 1992, cuando el maestro Andreas Martens se despacha con Azteca, una obra poco conocida, pero que tuvo edición en España, prologada nada menos que por Eduardo Galeano. Andreas se propone la difícil tarea de contarnos en solo 46 páginas un complejo entramado de historias, todas ambientadas en el Imperio Azteca más o menos en el momento de la caída de Moctezuma. El álbum va saltando de un protagonista a otro, incluso en la misma página, lo cual hace que haya que prestar bastante atención para entender lo que está pasando. Además todos los personajes tienen contexturas y edades similares, y viven en la misma época en la misma civilización, con lo cual no es tan sencillo distinguir a unos de otros. La más fácil de distinguir es Malinalli, la única protagonista femenina, y quizás por eso la historia de esta chica haya sido la que más me enganchó. Andreas además ensaya puestas en página arriesgadísimas, mete un montón de secuencias mudas, algún que otro flashback, alguna secuencia onírica... o sea que entender todo lo que nos cuenta resulta todo un desafío. Pero no es un caos, ni un mamarracho: simplemente hay que prestar atención y no dejarse distraer por esos dibujos gloriosos, repletos de belleza y expresividad. Y de rigor histórico, porque se nota que el alemán estudió a fondo la cultura del Imperio Azteca. Lo único choto es el final: en la última viñeta, mediante dos bloques de texto, Andreas nos cuenta qué fue de la vida de cada uno de los cinco personajes principales, cómo terminó la historia de cada uno de ellos. Maestro, ¿no hubiera sido mejor elegir UN protagonista y dedicarle las 46 páginas, con principio, desarrollo y final narrado en historieta y no en dos líneas de texto? El desenlace que imagina el autor para Malinalli, e incluso para Chimalhuatl, es tan interesante que ameritaba narrarlo en forma de comic, aún si esto requería dejar afuera del álbum las historias de los otros personajes. Una pena que la ambición por crear una obra enorme, de protagonismo coral, haya nublado el juicio del autor. Así como está, Azteca es un gran álbum, sobre todo por la magia que tira Andreas en el dibujo. Pero podría haber sido mucho mejor, ya sea si se desarrollaba en más páginas o si se centraba en menos personajes. Esta es una obra rara, semi-oculta, del creador de Rork, Arq, Capricornio y Cromwell Stone, que vale la pena descubrir porque -más allá de alguna decisión criticable- acá Andreas dejó el alma en cada secuencia.
Me voy a EUU, año 1998, cuando se recopilan en libro nueve historias cortas de Daniel Clowes, casi todas publicadas originalmente en la revista Eightball. Este es un punto de quiebre en la carrera del ídolo: acá vemos cómo abandona todos esos elementos fantásticos, bizarros y davidlyncheanos que metía en sus primeras historias y se sumerge en el mundo del slice of life. Las historias de Caricature cuentas pedacitos de la vida, anécdotas de personajes retorcidos, que rara vez nos generan cariño o empatía. Son historias con MUCHÍSIMO texto: cada historia corta (de no más de 16 páginas) requiere el mismo tiempo de lectura que un trade paperback de cualquier serie actual de Marvel. El esfuerzo de Clowes está puesto en darles a los protagonistas de estas anécdotas una voz, una personalidad interesantes. Y le sale bien: la construcción de personajes es sin dudas el punto más alto de los relatos que recopila Caricature. El problema es cómo Clowes incorpora los conflictos y cómo los resuelve (las pocas veces que lo hace). Por momentos parece como si el ídolo acabara de descubrir a Adrian Tomine y se propusiera hacer algo parecido: historias comunes de gente chota, medio trastornada y bastante mediocre que terminan en cualquier lado, sin una estructura narrativa de introducción/ nudo/ desenlace. Lo cual no está necesariamente mal, si no fuera porque Tomine lo hizo antes y mejor. Donde nadie le moja la oreja a Clowes es en el dibujo. Acá el talento del creador de Wilson y Ghost World te avasalla, te lleva puesto como un tren bala japonés. Incluso cuando el dibujo se limita a ilustrar un cachito de lo que Clowes cuenta en los omnipresentes y abultados bloques de texto, ese trazo, esas texturas, esas expresiones, esa forma de meter las masas de negro te ponen la piel de gallina. La historieta mejor dibujada es MCMLXVI, la menos narrativa de todas (se podría considerar un manifiesto, una declaración de principios), y paradójicamente la que más me gustó. Son apenas seis páginas en las que Clowes trabaja el color de una manera novedosa, con una técnica que le permite sugerir volúmenes, y además no hace "la Gran Columba" de pintar todo el fondo rosa, o violeta, sino que le pone tonalidades a todos y cada uno de los elementos que se ven atrás de los personajes. En el paso de las historias delirantes y bizarras a las anécdotas urbanas y tristonas, de perdedores y consuetudinarios y abanderados de la mala leche, me parece que Clowes salió perdiendo... hasta que le encontró la vuelta en David Boring, que es brillante. Pero siempre está el dibujo, como gancho irresistible para comprar cualquier cosa que produzca este asombroso prócer del plumín.
Tengo muchos libros de autores yankis y europeos en la pila de los pendientes, pero me quiero poner al día con el material argentino, que tengo leídos pocos libros de los que salieron en 2022. Y hasta me quedaba sin leer uno de fines de 2021: Cabeza de Dibujante. Este es un recopilatorio de la historieta que Gustavo Sala realizaba para la versión digital de Fierro, poco más de 60 páginas en las que el ídolo marplatense se mete en la vida y la profesión de un dibujante de historietas cuyo nombre desconocemos. Esta vez hay pocos chistes de pija y concha, aunque abundan los de culos y soretes. La serie mejora mucho, se abre mucho, cuando Sala abandona el formato de cuatro tiras por página y adopta el de tres. Ahí se lo ve más libre, más a gusto, con la posibilidad de que el dibujo se vea mejor e impacte más cuando Gustavo se va a la mierda dibujando bizarreadas atroces e imposibles. Por motivos que desconozco, Sala elige una paleta de colores muy acotadas, en la que no existen -por ejemplo- ni el rojo ni el naranja. Y no me parece que esto sume en lo más mínimo, de hecho me gustaría tener estas mismas historietas en blanco y negro. No te digo que es el libro más gracioso de Sala, ni a palos, pero me reí bastante, sobre todo cuando el autor jode con cosas vinculadas a la historieta: el tutorial en joda con el que cierra el libro es brillante, el juego con los diálogos en off, los personajes rechazados, la parodia a los cursos de Domestika... eso me causó mucha más gracia que otro tipo de chistes con otra estructura más similar a la que usa Sala en otras historietas suyas. Si sos fan de Gustavo y (como yo) tenés todos sus libros, no te pierdas este, aunque esté editado por Deux. Y ya está. A partir de la semana que viene, le empiezo a dar con todo a los libros argentinos editados en 2022. Veremos hasta dónde aguanto sin que se cuele alguna otra lectura, pero le quiero dar prioridad a ese material. Gracias y hasta pronto.

jueves, 17 de noviembre de 2022

ESSENTIAL DEFENDERS Vol.6

Bueno, ahora sí, me leí completa la etapa de J.M. DeMatteis en Defenders y no, no me convenció. Los episodios de este sexto Essential (nºs 107 al 125) son un poquito mejores que los del quinto, pero no son gran cosa. Es historieta por kilo, hecha para llenar una revista más todos los meses, y en un contexto de nivel promedio alto (como fue el de Marvel entre 1980 y 1985) esto queda bastante atrás de los títulos realmente grossos. Lo mejor que tiene el libro es el nº119 de Marvel Team-Up, un unitario donde el rol de Spider-Man es mínimo y DeMatteis aprovecha para darle mucho protagonismo y alta onda a Gargoyle, un personaje que él mismo creó en el tomo anterior. Y encima está maravillosamente dibujado por Kerry Gammill, a años luz del castigo a nuestras retinas que nos impone el resto del Essential. Esta vez casi no aparecen las tintas del maestro Joe Sinott y no hay quien nos salve del dibujo tosco y sin alma del muerto de Don Perlin. Recién sobre el final llegará Kim DeMulder, quien a lo largo del Vol.7 logrará que esto se vea un poco mejor. Pero durante todo este tomo los entintadores cambian número por medio y nadie pone lo que hay que poner para compensar la escasísima calidad de los lápices de Perlin. Otros momentos rescatables de este Essential: acá finalmente pasa lo que queríamos que pasara en el Vol.5: el querido Beast reformula a los Defenders para que sean un equipo al estilo X-Men y jubila a Dr. Strange, Hulk, Namor y el Silver Surfer. La nueva formación estable se arma recién al final, pero la idea de Beast se desarrolla a lo largo de muchos episodios. También está bastante buena la saga con el Squadron Supreme, y los episodios centrados en un único personaje. Sobre todo ese en el que DeMatteis se saca de encima al goma de Devil Slayer. El de Son of Satan también está muy bien, el de Hellcat zafa y el de Gargoyle (como ya vimos) apareció en Marvel Team-Up. Pero LA escena más grossa, que jamás me vi venir y sin embargo es totalmente lógica, está en el nº116 y es esa en la que Valkyrie le tira los galgos a Namor y el príncipe atlante se va al mazo. Después, el resto, bastante intrascendente: peleas con demonios, duendes y criaturas místicas del Ascenso, excusas chotas para que cada tanto reaparezcan Hulk, el Surfer y el resto, mucha lágrima derramada al pedo por personajes que parecen morir pero no mueren (el único que sigue bajo tierra es Nighthawk, pero aparece un Nighthawk de otra realidad) y boludeces así. Esto no solo aporta poco, sino que obstaculiza lo que a DeMatteis más le interesa hacer, que es desarrollar a los personajes, convertir a este rejunte de segundones y tercerones en un grupo de personajes con los que el lector se sienta cercano, empatice, la pase bien. En ese sentido, los mejores resultados los obtiene con Beast y Gargoyle, los personajes que resultan más queribles, más entrañables. Sobre el final, DeMatteis se canta "quiero retruco" a sí mismo, cuando se pone la meta de hacer querible (o al menos fumable) a Moondragon, la irascible sacerdotisa que alguna vez fue heroína, alguna vez fue villana y siempre fue más altiva que Namor, más distante que Dr. Strange y más temible que Hulk enojado. Pero para ver cómo le fue hay que leer el Vol.7, cosa que yo ya hice el 24/12/17. Ahí también vamos a ver crecer y cobrar sentido a Cloud, que acá tiene una muy olvidable primera aparición. Repito: nada de esto está a la altura de los buenos títulos que tenía Marvel en esta época, ni de lo que hacía el propio DeMatteis en Captain America. Por supuesto, con dibujantes dignos incluso las aventuras más adocenadas resultarían más pasables, pero lamentablemente Jim Shooter había decretado que Don Perlin tenía que tener trabajo todos los meses y fue en Defenders donde lo tuvimos que sufrir. Esto se puede leer solo si sos muy fan de DeMatteis, o de los Defenders, o si (como yo) le tenés un gran cariño a Hank McCoy y a sus ex-compañeros de los X-Men, que se van a sumar al elenco en los episodios finales del tomo. Si no, te va a resultar casi imposible digerir estas 528 páginas. Menos mal que lo encontré en un estado medio baqueta y lo pagué chauchas... Nada más, por hoy. Ni bien pueda, vuelvo a postear. Gracias y hasta pronto.