el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 29 de junio de 2023

ACÁ ESTOY DE VUELTA

Parecía que no, pero encontré un ratito para avanzar con las lecturas que tenía colgadas por falta de tiempo, así que ya tengo luz verde para robarle unos minutos a la Comiqueando Digital y escribir unas reseñas. Empezamos en Italia, año 1991, cuando se publica por primera vez L´Uomo di Mosca (el hombre de Moscú), un policial de la inmensa dupla integrada por Roberto Dal Prá y Giancarlo Alessandrini. Este es el típico thriller en el que muere una minita y es obvio que a alguien desde alguna turbia "esfera de poder" no le conviene que se investigue quién la mató. Y claro, hay un policía honesto y testarudo, dispuesto a jugársela para llegar a la verdad caiga quien caiga. Y aprietes, y traiciones y revelaciones shockeantes. No sé si en 1991 esto era novedoso, pero hoy seguro que no lo es, con lo cual cualquier lector más o menos avezado se da cuenta al toque cómo y para qué lado se va a resolver la trama que plantea Dal Prá. Lo atractivo es que el policía se llama Alexander Ivanovic Kolda y la historia está ambientada en Moscú, en los albores de la era post-Muro de Berlín. Entonces, además de los elementos típicos de estos relatos, tenemos sutiles pinceladas acerca del poder de las fuerzas armadas sobre la policía y la justicia y los rápidos cambios sociales y económicos que experimentaba la ex-Unión Soviética en esos años. Por lejos que nos quede Moscú (no así la corrupción de los poderosos o las mafias judiciales que Dal Prá muestra en la historieta), los personajes se sienten cercanos, humanos y creíbles. No son meros estereotipos, sino que todos tienen sus matices. Y lo más lindo: el dibujo de Alessandrini, que acá salta al vacío para extremar su amor por la línea clara. Acá hay un predominio absoluto del blanco, prácticamente no hay masas negras, y el trazo del creador gráfico de Martin Mystére se reduce a una línea muy finita, como si fuera un alambre, de una prolijidad pasmosa y claro, muy cerca de lo que hacía en esa misma época Moebius. De hecho, hay páginas enteras que si te dicen que las dibujó Moebius, te lo creés. Como la gran mayoría de los autores italianos que incursionan en la aventura más o menos realista, Alessandrini es un narrador impecable, naturalmente dotado para organizar la información tanto dentro de la página como dentro de la viñeta, de modo que todo su despliegue de virtuosismo y la magia de su trazo están puestos al servicio del relato, que -más allá de algún diálogo demasiado farragoso- avanza con notable fluidez. En Argentina, algo de Dal Prá y Alessandrini se publicó hace muchos años en Puertitas, pero me doy cuenta de que estoy hablando de autores que son (injustamente) desconocidos por la inmensa mayoría de los comiqueros de habla hispana. Una pena.
Me voy a EEUU, año 2017, cuando el músico Jonathan Coulton empieza a sospechar que las canciones que compone tienen ciertos temas en común y que, ordenadas de cierto modo, pueden "leerse" como una especie de narración. Coulton se contacta nada menos que con Matt Fraction y le dice "tratá de armar una novela gráfica con estos conceptos". Fraction consigue que Albert Monteys se sume como dibujante y así se publica Solid State, un libro con formato cuadrado, similar al del disco de vinilo (incómodo como tampón de virulana), donde las ideas de Coulton toman forma de historieta. Me costó un huevo terminarlo. Son 128 páginas con poco texto, pero se me hicieron infinitas. No por el dibujo de Monteys, obviamente, que es glorioso, al nivel de lo que vimos en ¡Universo!. El problema es el argumento, la forma en la que Fraction amalgama conceptos y fuerza la conexión entre ellos para formar un único relato y no... tres, ponele. Desde el momento en que la obra pretende ser consistente de punta a punta, y presentarnos todo esto como una única historia, se vuelve entre críptica y absurda. Lo cual no quita que tenga (sobre todo en el tramo del medio) momentos excelentes, como cuando indaga en "la trampa" de las redes sociales, y cómo se usan para manipular a la gente, orientar sus intereses y robarle información sobre sus vidas privadas. Y así como hay momentos brillantes, hay otros infumables, que sólo resultan tolerables por el dibujo de Monteys. Y otros que no se entienden, o que por lo menos yo no entendí. Hay sueños, recuerdos, realidades paralelas... por momentos se hace todo un poco confuso al pedo. Para la próxima, Fraction, jugate por tus propias ideas, que suelen ser muy buenas. Y si te llama Coulton, o cualquier otro músico, decile "no, gracias".
También en 2017, pero en Japón, el maestro Junji Ito se puso a adaptar al manga Indigno de Ser Humano, una novela de Osamu Dazai. El resultado fue una serie relativamente corta (creo que son tres tomos, nomás), que arranca con un Vol.1 fascinante. Los últimos mangas de Ito que leí me habían parecido medio falopa, pero esto es definitivamente otra cosa. hay margen para esa imaginería retorcida, fantasmagórica, exagerada y truculenta que caracteriza al maestro, pero la trama va para otro lado y me cerró mucho más que otras obras en las que Ito juega a ser más Ito que nunca. Indigno de Ser Humano es un manga existencialista, que indaga en las profundidades de la psiquis del ser humano, en los vínculos, en los anhelos, las pulsiones, las penas, las frustraciones de no tener un mango, el sufrimiento que causa el amor, los placeres del sexo con y sin amor, los vaivenes y la runfla constante que empañan las causas políticas... Todos temas muy adultos, abordados con una profundidad casi agobiante por Ito (y supongo que por Dazai). Este es un manga que te hace mal, que te tortura psicológicamente, porque querés que Yozo Oba sea mucho más feliz de lo que es, y sabés que las cosas están dadas para que pase todo lo contrario. Un trabajo de una calidad realmente apabullante por parte de Junji Ito, que no se cuelga en boludeces, sino que avanza a muy buen ritmo y jamás deja de impactar con la perfección y la originalidad de su trazo. Entre tanta porquería adocenada de pibes del secundario con poderes locos que combaten con demonios y bizarreadas varias, Indigno de Ser Humano levanta otras banderas, las de un comic realmente adulto, jugado, pesado, tremendo en el mejor de los sentidos. Si en los tomos posteriores esto no se cae a pedazos, estaremos hablando del mejor manga publicado en Argentina en 2023. Y nada más, por hoy. Ni bien pueda, vuelvo a la carga con nuevas reseñas. Y si todo sale según lo planeado, para el lunes 17 tendremos disponible el nº7 de la Comiqueando Digital y mi vida volverá a algo así como la """normalidad""". Gracias por el aguante.

domingo, 18 de junio de 2023

NOCHE DE DOMINGO

Domingo raro, porque mañana es feriado, pero domingo al fin. Buen momento para redactar las reseñas de los dos últimos libros que leí, en los pocos ratos libres que encuentro. Primero me voy a Francia, año 2006, a reencontrarme con Grégory Mardon, un autor que me encanta, pero del que no leía nada desde hace más de 10 años. Lecciones de Vida me agarra en un buen momento, preparado para disfrutar de un comic que comete un pecado que en otra época me habría resultado imperdonable: no tener un conflicto fuerte, y desenfatizar lo más posible al conflicto pequeñito que sí está, pero aparece casi oculto entre los pliegues de una trama que ya de por sí es casi imperceptible. A lo largo de 80 páginas dibujadas a un nivel magistral, Mardon cuenta (en realidad, describe más de lo que cuenta) cómo es la vida de Jean-Pierre, un chico nacido en París cuya familia se traslada a un pueblo rural. La vida en el pueblo, el campo, el ritmo totalmente distinto del de la gran ciudad, los vínculos que allí establece Jean-Pierre con los otros pibes y pibas de ciudad, esa cotidianeidad que incluye escuela, iglesia, locas aventuras con vacas y gallos, interminables paseos por bosques y llanuras, lectura de historietas y trabajitos menores en las granjas vecinas, constituyen el núcleo de la obra. Todo esto mostrado con mucha onda, ritmo, criterio para no estirar al pedo las secuencias, anécdotas graciosas, etc. Pero en un momento aparece un elemento disruptivo, al que Mardon nunca pone en primer plano: Juliette, la mamá de Jean-Pierre (una rubia a la que Mardon dibuja como una verdadera bomba atómica), está harta de que su marido trabaje todo el día y no le preste atención, y se consigue un chongo, con el que vive un romance clandestino. Que en algún punto salta a la luz y detona la separación de los padres del joven protagonista. Y, posta, ese es todo el conflicto. De las 80 páginas que dura Lecciones de Vida, esta historia, la de la crisis matrimonial de Juliette y su marido, emerge en... ocho páginas. En el resto de la obra, el tema no se menciona ni tiene ninguna injerencia en las correrías de Jean-Pierre y sus amiguitos. Tal como pasa en la vida real. Si vos tenés 11 años y en tu casa se pudre todo entre tus padres, no estás las 24 horas pendiente de eso, porque como todo pibe de 11 años, tenés cosas más importantes que hacer, que en el caso de los pueblos rurales, se hacen puertas afuera. Y eso es Lecciones de Vida, no hay nada más. Ni nada menos. No sé si esto que le pasa a Jean-Pierre le pasó a Mardon en su vida real, pero lo lleva a la página con tanta calidez, con tanta honestidad, que si me dice que lo vivió, yo le creo. Y por si faltara algo el dibujo y el color son hermosos, las secuencias mudas son maravillosas, hay personajes y diálogos memorables y en ningún momento te aburrís de ver a estos chicos haciendo de las suyas, ni cuando interactúan entre ellos, ni cuando entran en escena los adultos. Si no recomiendo Lecciones de Vida con más énfasis, es porque el tema de "esconder" el conflicto lo convierte en una gema muy minoritaria, que seguro ahuyentará o aburrirá a quienes buscan en las novelas gráficas una intensidad dramática que esta obra claramente no tiene.
Y nos vamos a Estados Unidos, año 2019, para averiguar qué onda The Magic Order, una saga creada por Mark Millar y Olivier Coipel. Como suele suceder cuando hay magia involucrada, acá las cosas no son lo que parecen. Hasta ya entrado el quinto de los seis episodios, Millar nos hace creer que la historia va por ciertos carriles, pero en un momento tira un pase de manos y, mediante una revelación que nunca me vi venir pero me pareció brillante, cambia todo el juego y lleva el desenlace a un terreno que no es en absoluto el que uno se imaginaba. Así como tantas de las creaciones de Millar parecen ser versiones muy distorsionadas de los superhéroes clásicos, The Magic Order tiene sutiles referencias a la dinastía de Giovanni Zatara, su hija Zatanna y otros personajes de DC vinculados al mundo de la magia. La familia Moonstone ocupa el centro de la escena en esta historia, junto a la movida extrema de una hechicera muy poderosa, que se quiere apoderar de un tomo de hechizos tan ancestral como imposible de destruir. Una familia de magos contra una hechicera mala y sus esbirros, en una aventura violenta, con muchas muertes truculentas, diálogos filosos y una bajada a tierra potente del concepto de "hay magos buenos y magos malos" que seguro te suena si leíste mucho DC. Hasta ahí, todo muy lindo, muy dinámico y con mucho desarrollo de personajes. Y cuando Millar tira el pase de magia, la historia se potencia y el dramatismo crece a un nivel que realmente no me esperaba. No puedo especificar nada del argumento sin spoilear, y no puedo sanatear con referencias a la serie de Netflix, porque no la vi (ni siquiera sé si se estrenó). Simplemente decir que, si no te repugna la forma en la que Millar suele deconstruir estas "instituciones" del comic superheroico, The Magic Order te va a atrapar y probablemente incluso te emocione o te estremezca. El trabajo de Coipel me gustó, pero me doy cuenta de que a estas páginas les sacás el color (del glorioso Dave Stewart) y las hacés mierda. Como en sus trabajos más superheroicos, Coipel maneja muy bien la anatomía, bastante bien las expresiones faciales, elige muy bien los ángulos para ponerle onda a las secuencias de extensos diálogos, y mezquina un poco los fondos. No son tantas las páginas en las que debería haber fondos y no hay, y -en rigor de verdad- cuando aparecen los fondos están laburadísimos. Pero falta un poquito por ese lado, sobre todo si pensamos que se trata de un autor francés. El resto, todo ganancia y todo emoción. Coipel te mete en la historia, te la hace vivir en carne propia y te la hace sentir sumamente real, aunque pasen cosas hiper-fumancheras. El hecho de que acá se pueda entintar a sí mismo suma un montón, le permite conservar una plasticidad muy atractiva que tiene su trazo y que a veces se pierde bajo la pincelada del entintador. The Magic Order está realmente muy bien, un poco mejor de lo que yo esperaba, que no era poco si tenemos en cuenta el "prontuario" de Mark Millar y Olivier Coipel. Creo que ya salió una secuela, pero nunca la vi. Obviamente, cuando la vea a buen precio, le entro. Y nada más, por hoy. Vuelvo a sumergirme en la Comiqueando Digital, y ni bien tenga un rato libre, prometo leer algo más para reseñar acá en el blog. Gracias y hasta entonces.

jueves, 15 de junio de 2023

FLASH

Detesto a Ezra Miller, me parece un subnormal infumable. Recuerdo estar viendo la película de la Justice League y pensar todo el tiempo "maten a ese imbécil, y al imbécil responsable del casting que decidió que ese imbécil podía ser Barry Allen". No es que sea muy fan de Barry Allen, tampoco. Es un personaje que nunca me entusiasmó demasiado. Y bueno, la combinación entre una cosa y otra no tenía muchas chances de salir bien. Esta vez estuve 155 minutos pensando "maten a ese imbécil", y durante buena parte del metraje lo pensé por partida doble. Ojo: la película no es un bofe. Visualmente es alucinante, los chistes son muchísimos pero muy divertidos, las escenas de acción están bien, la música también, el imbécil por lo menos se esfuerza para actuar de modo convincente (te convence de que los dos personajes que interpreta son dos completos imbéciles) y obviamente está el fan service, el homenaje a otras versiones fílmicas de los superhéroes de DC que no son las que nos acostumbramos a ver en los últimos años. Y también están los que sí trataron de imponerse como "canónicos" en los últimos años, con distintos niveles de éxito. Además del imbécil, actúan muy bien una bellísima Maribel Verdú y un Michael Keaton que no pierde la chispa. Cuando se dejan de ir al carajo con los chistes y la trama exige un cierto tono dramático, cobran relevancia las actuaciones de Sasha Calle y Michael Shannon. Además de tener que soportar al imbécil en pantalla casi todo el tiempo, la peli tiene un problema, que es el argumento. No el guion que -repito- se me hizo entretenido gracias al humor y la acción. El argumento. Si te resumo la trama en dos frases, seguro decís "ni en pedo voy a ver la película". Porque también hay un engaña-pichanga: pareciera que el film de Andy Muschietti se quiere subir a la moda de las películas de multiversos, pero no. Hay una escena con multiversos, pero básicamente Flash es la enésima película de paradojas generadas por viajeros temporales. Y encima con muchos momentos tomados literalmente de Flashpoint, esa mediocre saga de 2011 creada por Geoff Johns que terminó por disparar el infausto New 52. ¿Te acordás de esa gloriosa escena de Avengers: Endgame en la que Ancient One y Hulk discuten acerca de las consecuencias de los viajes en el tiempo? Bueno, por llevarle la contra a esa escena, los guionistas de Flash arman un mamarracho argumental de muy dura digestión. Ya que haya superhéroes con el poder suficiente para viajar en el tiempo por sus propios medios, frenar donde se les canta, alterar hechos del pasado... nah, así cualquiera. Y si me querés vender un héroe que haga eso, armame uno que haga SOLO eso, tipo un Rip Hunter. Porque si además de correr a hiper-velocidad podés alterar el pasado, ya es afano. Y si encima sos un imbécil y metés mano donde no debés, y tardás 20 minutos en darte cuenta de que no estás en tu realidad sino en una realidad divergente, ya queda la puerta abierta para cualquier pelotudez que los guionistas quieran meterle a la historia. Caprichos como que Iris le tira onda a Barry y quiera salir con él, incluso después de haberse quedado encerrada en ese aguantadero impresentable que el héroe tiene por casa. E incluso redundancias, como ponerse a reflexionar acerca de cómo las pérdidas y las tragedias te pueden convertir en un héroe con dos Batman, a falta de uno. Fuera de la acción y del impacto visual, imprescindibles en cualquier película de superhéroes, el único atractivo que le encontré a Flash son los chistes, el tono de comedia alocada que Muschietti sostiene a lo largo de casi todo el film. Lástima que para ser efectiva, la comedia requiere de por lo menos un buen comediante y acá lo único que tenemos es al pelotudo de Ezra Miller. Aun así, con ese bufón lamentable al frente de la inmensa mayoría de las escenas, me reí bastante, con lo cual sospecho que los chistes deben ser muy buenos. Para emocionarnos en los tramos más épicos o más dramáticos, la verdad que este imbécil está tan poco dotado que lo único que logra es desvirtuar al personaje de Barry Allen y al rol destacado que tuvo durante muchas décadas en la cosmogonía de DC. Si sos de esa minoría a la que Barry le chupa un huevo, eso no te va a afectar. Pero igual vas a odiar a Ezra Miller y a desearle la muerte en cada puto fotograma. Bah, creo yo... Contame, si la ves, a ver si coincidimos...

martes, 13 de junio de 2023

MARTES GÉLIDO

Hoy no sé por qué, pero me estoy cagando de frío. Debe hacer frío afuera. Lo comprobaré empíricamente en un rato, cuando salga... Pero primero, unas reseñas, que hace mucho que no posteo por acá. Hacía mucho, pero mucho tiempo que no leía un tomo de Omaha the Cat Dancer, una serie de culto de la segunda mitad de los ´80, que se extinguió sin hacer mucho ruido a mediados de los ´90. Después de mil años desenganchado de la serie, conseguí este Vol.4 de la colección de tomos recopilatorios (que si no me equivoco, son seis) y descubrí los nºs 11 al 14 del comic book que editaba Kitchen Sink, pero en formato más grande, mejor papel, sin publicidades, una gloria. Omaha the Cat Dancer es una creación del músico e historietista Reed Waller, quien sumó como co-guionista y autora de los diálogos a Kate Worley, fallecida hace ya casi 20 años. Básicamente es una telenovela con escenas de alto voltaje erótico, en la que los protagonistas son humanos con cabezas y colas de animales. El hecho de que algunos personajes parezcan gatos, otros perros, otros aves, otros vacas, chanchos o lo que sea, es totalmente cosmético. En todo momento queda claro que Waller y Worley están contando historias muy humanas, muy reales, de las que seguramente les pasaron a ellos, a sus amigos o familiares, y -en una de esas- a los lectores. Pero todo exagerado un toque, porque -como en toda telenovela- hay que pegar esos golpes de impacto en los que un personaje queda en silla de ruedas, otro se involucra en una batalla legal para cobrar una herencia multimillonaria, hay traiciones, aprietes, celos, peleas entre enamorados, etc. ¿Por qué está bueno este comic? Primero por lo obvio: el dibujo de Waller es exquisito y los diálogos de Worley son brillantes, reales, vívidos, cero acartonados, al hueso. Y después porque nadie hacía telenovelas en el ámbito del comic en esa época. Lo más parecido era... no sé, el segmento de Jaime Hernandez en Love & Rockets, pero no tenía el dramatismo ni el impacto de las tramas de Omaha. Y además, en esa época se usaba muy poco tener personajes con amplia variedad de orientaciones sexuales (que Omaha tiene) y hasta era raro ver a animalitos en escenas bastante hot, con garches en distintas posiciones, chupadas de lo que se te ocurra, etc... Por ahí para el lector de hoy esto huele a naftalina, o se hace denso de leer, porque casi todas las páginas tienen nueve viñetas y en todas los personajes hablan MUCHO, pero para lo viejos chotos, que en la segunda mitad de los ´80 todavía éramos adolescentes y teníamos el gusto en proceso de formación, esta historieta fue realmente importante. Eso sí, como toda telenovela, el tomo termina en cliffhanger, y me deja con muchas ganas de saber cómo corno continúa la historia. Me faltan los dos últimos tomos para tenerla completa y no creo que sean fáciles de conseguir, sólo por las décadas que pasaron entre que compré el Vol.3 y que apareció mágicamente este Vol.4. Quién sabe, algún día...
Ahora que terminé de leer las historietas de autores argentinos publicadas en 2022 (ovación de pie), me tiré de cabeza en una obra de autor argentino que el año pasado salió en España y Francia y este mes salió en nuestro país. Me refiero a La Última Comedia de Paolo Pinocchio, un tremendo librazo escrito y dibujado por Lucas Varela. La edición de La Cúpula es zarpada, con papel de un gramaje muy alto... y bueno, las infaltables carátulas y páginas todas negras, sin textos ni dibujos, que engordan innecesariamente al libro y lo encarecen. Tiene que haber una forma más eficiente de marcarle al lector dónde termina un capítulo y dónde empieza el siguiente. La novela en sí es, creo yo, lo más raro que escribió Varela en su vida. La Última Comedia es ante todo una saga épica, repleta de elementos sobrenaturales y metafísicos, algunos muy bizarros y otros levemente humorísticos. Tiene un tono solemne, distante, que Varela logra mediante la utilización de un lenguaje complejo, florido, que suena intencionalmente antiguo. Por momentos pensaba que es una historia que le hubiese gustado escribir a Neil Gaiman, o a Mike Carey en la época en que estaba a cargo de la serie regular de Lucifer. Esto tiene más que ver con ese Vertigo sofisticado y audaz que con aquel Paolo que debutó hace como 15 años en las páginas de Fierro y que era, a grandes rasgos, un chiste. La extensa aventura transita por climas ominosos, tiene un interludio bastante cómico (el inicio de la cuarta parte es lo más parecido a una secuencia en joda que vas a ver en el libro) y cuando arranca la quinta parte, ya te descoloca por completo. Ahí es donde Lucas te deja en claro que acá puede pasar cualquier cosa, y que la saga no es lo que vos suponías que era. La Última Comedia tiene momentos protocolares, momentos de exploración de un universo rarísimo, momentos de acción al recontra-palo, historias dentro de la historia (otra vez tengo que nombrar a Gaiman, capo en esa disciplina), tintes absurdos que desorientan al que cree haber sintonizado la onda épica y grandilocuente que predomina durante varios pasajes... esto es Varela Unleashed, un delirio demasiado genial como para ponerle una etiqueta y enrolarlo en un género puntual. Como en El Humano, acá Varela opta por una paleta limitada, en la que algunos colores (como el verde, por ejemplo) no existen. Un artificio más de un dibujo fascinante, complejo, generoso en detalles increíbles, que no para un minuto de tirar virtuosismo, pero que está 100% puesto al servicio de la narración. Si a esta historia le sacás los textos, también te queda un relato maravillosamente adictivo, que te estimula de todas las maneras posibles para que llegues hasta el final. Obvio que con los textos se disfruta más, pero el dibujo es tan claro, tiene tanta fuerza icónica, tanto dinamismo, que si te dejás llevar, te arrastra como un remolino a las profundidades de la narración. Obra totalmente consagratoria para Luca Varela, que se sigue cantando "quiero retruco" a sí mismo, y cada vez que puede, se hace un tiempo entre los trabajos "de encargo" con guionistas para irse bien al carajo y regalarnos gemas como esta inolvidable Última Comedia de Paolo Pinocchio. Si no pasa nada raro, mañana voy a ver la peli de Flash, así que prometo para muy pronto la reseña (ya veremos si con o sin spoilers) acá en el blog. Gracias y hasta entonces.

miércoles, 7 de junio de 2023

MAGNÍFICO MIÉRCOLES

Ya no tengo idea de si hace frío o calor, estoy tan atrapado en el fragor del laburo, que apenas salgo cada tanto a comprar alguna boludez para comer. Pero por lo menos me gratifico a mí mismo cuando, en alguna pausa, me leo un comic que me copa. En tiempo record me bajé el TPB con los 12 números de la saga de Vision de Tom King y Gabriel Hernandez Walta. Esto lo había leído hace unos años en formato "adicto al paco", de a 20 páginas por mes, en esos sitios piratones donde amigos muy queridos a los que no les conozco la cara escanean todas las novedades de EEUU el día que salen. Me acuerdo que Vision me había gustado mucho y me lo había anotado en la lista de "Cosas que quiero tener y leer en físico". Y leída en físico, y sin los baches de un mes entre episodio y episodio me gustó más. Esta es de esas series pensadas para deconstruir a un personaje con mucha trayectoria a cuestas, descubrirle una nueva vertiente y, si se puede, revalidarle la chapa de grosso entre el fandom. Tom King hace todo eso con mi sintezoide favorito y lo hace con una mala leche magistral. No llega a los niveles de cursilería de Roy Thomas, pero hasta lo hace llorar (a Vision, no a Thomas). King leyó a fondo la historia del personaje, entiende sus vínculos con el resto del Universo Marvel y juega fuerte a enfatizar una obsesión de Vision: ser una persona normal. Y el mensaje me copó, porque para el final de la serie queda claro que hay gente que no encaja en la normalidad, o por lo menos en ESA normalidad de "casita en los suburbios, trabajo formal en relación de dependencia, esposa, dos hijos y un perro". A mí, que toda la vida me chuparon un huevo el matrimonio, los hijos, la casita y el trabajo en relación de dependencia, me conmovió. A Vision, pobre, el choque entre sus expectativas y la realidad, lo hicieron mierda. Es muy difícil plantear una historia en la que el motor central son las emociones y los protagonistas son máquinas. King lo logra y además logra que vos te emociones con lo que le pasa a estos freaks de plástico, metal y cables. El ritmo es lento, es cierto: acá pasa en 240 páginas lo que en los ´80 pasaba en tres libritos prestige de 48, o en una miniserie de cuatro revistas de 24. Pero está muy bien. La acción está muy bien dosificada, la violencia está desenfatizada (para que cuando explota pegue más fuerte) y lo más lindo: cada diálogo y cada bloque de texto están pensados para que vos sientas que Vision no es un superhéroe más, otro soldadito del ejercito de las capas y las máscaras. Difícil volver a pensar en Vision en los mismos términos en los que uno pensaba antes de pasar por esta serie. El trabajo de Hernandez Walta en el dibujo es realmente muy notable: se entiende por qué al toque lo fue a buscar Jeff Lemire para encarar otros proyectos en dupla con él. Walta es un dibujante que maneja mucho mejor los climas y la estética naturalista, del costumbrismo, del día a día, del drama/ comedia de entrecasa que la epopeya superheroica. De hecho, en las poquitas escenas en las que aparecen decenas de otros superhéroes, a algunos los dibuja así nomás, o definitivamente para el orto. Pero lo importante, el alma de esta serie, la capta a la perfección. Y los colores de Jordie Bellaire también lo ayudan muchísimo. El número que va a manos de un suplente (Michael Walsh) no se ve tan lindo, pero conserva la onda de "esto va para otro lado". Me da la sensación que incluso para un neófito que no consumió 60 años de comics de Avengers esto puede ser una lectura apasionante. No lo sé con certeza, porque yo soy de los enfermos que leyeron todo el material en el que se basó King para escribir a su Vision. Y si sos fan de Marvel, o de los Avengers, o del ex marido de Scarlet Witch, tirate de cabeza, que esto te va a recontra-emocionar.
Me voy a Uruguay, año 2022, para celebrar la reaparición de la revista Vagón, una publicación que fue muy importante para presentar a toda una camada de autores que surgieron en el país hermano a principios de los ´90. Expansión, este especial con el que Vagón festejó sus 31 años, reúne a todos los colaboradores originales, algunos de los cuales se fueron de la historieta a la plástica, la escultura, la arquitectura o el diseño. Pero acá regresan, aunque sea un toque. La consigna de este especial tiene que ver con la historieta experimental, poética o abstracta. No todo el material que se presenta está alineado a esa onda, pero por ahí va la cosa. Roberto Poy (director desde siempre de la Vagón) publica una extensa historieta experimental, Renzo Vayra (monstruo sacrosanto nacido en estas páginas) también agarra para ese lado y entre los invitados está el incombustible Max Cachimba, otro abanderado de la abstracción y de los relatos que no se sabe si desafían a la lógica o si directamente prescinden de ella. Como suele suceder cuando exploramos la historieta no-narrativa, o experimental, acá nos encontramos con hermosas imágenes que a menudo no cumplen ninguna función por fuera de la reacción estética que puedan generar en el lector. Si te llegan y te gustan está todo bien, y si no, son páginas tiradas a la basura, porque no hay una intención de atraparte con una historia, o algo similar. Es como mirar ilustraciones, pero en vez de una, muchas. La excepción a esto es un historietista GENIAL al que descubrí en este número de Vagón, Peter Van Laaer. Busco datos sobre el quía en la web, y no hay. Pero acá aparecen 14 páginas que llevan su firma y que me detonaron la cabeza. Esta bestia mete los negros como José Muñoz, pero narra con un vértigo, con una furia, que parece Jack Kirby en crack. Casi toda la historieta es muda, y encima termina en "continuará", pero visualmente es una joya. No sé de dónde sacar más data (o más historietas) de este nuevo ídolo. Acá sí hay relato, acción al palo, humor in your face y también experimentación, porque los personajes (y la historia en la que los vemos metidos) son rarísimos. Un placer ver de nuevo reunida a la generación uruguaya de principios de los ´90, copado que algunos de ellos sigan activos, más copado aún que se les hayan sumado pibes jóvenes y muy loco que desde un mercado tan chiquito como el uruguayo surja una propuesta tan distinta a todo, tan jugada a hacer lo que nadie hace, que es buscarle el lado más poético que narrativo al tema de combinar imágenes y palabras. Nada más, por hoy. Vuelvo a la Comiqueando Digital y nos reencontramos eventualmente con nuevas reseñas, acá en el blog.

lunes, 5 de junio de 2023

LINDO LUNES

Me está costando encontrar ratos para leer comics, porque estoy muy metido en la realización del nuevo número de la Comiqueando Digital. Pero bueno, algo, cada tanto, puedo postear. Por primera vez me pasó algo muy loco, que es que no pude terminar un librito de 64. Claro, no es cualquier librito. Es Monolinguisti e altri esercizi di stile, la edición italiana de Monolinguistes & Psychanalyse, la recopilación de los primeros trabajos de Lewis Trondheim, de cuando era un autor underground de fines de los ´80. El librito reúne historietas realizadas entre 1988 y 1992, una época en la que el dibujo de Trondheim era crudísimo, muy, muy limitado. Y encima esto le jugaba a favor, porque eran historietas totalmente basadas en el diálogo (o monólogo), en la que toda la gracia residía en los juegos de palabras, en cómo estas se deforman para cambiar de sentido. Al final del libro, hay 44 tiras de "Il dormiglione", en las que TODAS las viñetas de TODAS las tiras muestran un único dibujo, que se repite siempre. Y obviamente, lo gracioso son los textos, que sí cambian en cada viñeta. Y bueno, descubrí que mi nivel de italiano no alcanza para disfrutar de todos esos juegos de palabras. Me frustró mucho entender la mitad de los chistes, y encima el rotulado de esta edición me resultó confuso, difícil de decodificar. Entonces pegué varios saltos, reboté contra varios relatos en los que no me logré enganchar y terminé en ese sector final dedicado a las tiras, que disfruté bastante. La edición de Rasputín Libri tuvo tres traductores, que deben haber dejado la vida para cambiar los chistes verbales del francés por otros que funcionen en italiano, pero lamentablemente yo no pude sintonizarles la onda. A nivel narrativo, me gustó lo que proponía este Trondheim iniciático, así que cuando pueda conseguir Monolinguistes & Psychanalyse en francés, le voy a dar otra oportunidad.
Después de muchos años (seguro más de 25) volví a leer Cosecha Verde, el clásico de Carlos Trillo y Cacho Mandrafina. Y por primera vez le encontré un problema: la primera mitad es aburridísima. Lo que los autores cuentan en las primeras 60 páginas se podría contar tranquilamente en 24. Y encima la presentación de los personajes y los conflictos está lastrada por una cantidad grosera de estereotipos, de lugares comunes (¿acá también villanos nazis, en serio?), de obviedades muy remanidas tipo "los políticos y los militares son malos", "los marginales y las prostitutas son buenas"... Todo muy gastado, muy cansador. Tal vez no en 1989, cuando se empezó a serializar la obra, pero hoy, sin dudas. Esto se hace tolerable, primero por la calidad descomunal del dibujo de Mandrafina, y segundo porque Trillo pone en juego un recurso novedoso y eficaz: personajes que están lejos del centro de la acción interrumpen la misma para contar algo de lo que está pasando desde su propia óptica, o para agregar información acerca del pasado de algún personaje protagónico que puede (o no) ser relevante para la trama. Esas interrupciones, si bien no todas aportan algo, por lo menos le cambian el ritmo al relato para que no se haga tan denso. Y la segunda mitad, ya con el Iguana en la cancha, levanta muchísimo. Todo se desarrolla de manera más ágil y menos evidente. Realmente no sabés cómo pueden terminar Malinche y Donaldo porque la situación se vuelve muy extrema, muy áspera. Hasta yo, que ya sabía cómo termina la obra, hubo un tramo en que me puse nervioso, porque la tensión crece hasta hacerse insostenible. En esas 60 páginas finales, Trillo realmente me hipnotizó y me hizo sentir en carne propia el rigor del suspenso más atroz. Y el dibujo de Cacho no baja nunca, y se luce como nunca lo había hecho hasta ese entonces, con momentos sublimes, sobre todo en los flashbacks, donde altera su trazo habitual para jugar con una estética más similar a la del grabado. Esto es Mandrafina en la cima absoluta. La edición argentina (clon de la última que salió en Francia) incluye también El Iguana, que es bastante posterior a Cosecha Verde pero que nunca se había publicado en nuestro país. Acá tenemos lo contrario a Cosecha Verde: una historia con una premisa a priori poco interesante (una periodista yanki viaja a La Colonia a recabar información sobre un peligroso asesino ya muerto), que resulta en una historieta entretenida gracias a los aciertos de Trillo en el desarrollo. El Iguana es más corta (80 páginas) y desde el principio incorpora con más naturalidad el humor grotesco (y a veces muy subido de tono) a una historia más "de denuncia", donde la verdad, la memoria y la justicia tienen roles centrales. Pareciera que en esta secuela nada se toma tan en serio como en Cosecha Verde, y seguramente esto le juega a favor. Lo más extraño es que Cosecha... está toda escrita en neutro, y en El Iguana vemos al protagonista utilizar todos los términos imaginables del castellano rioplatense en su vertiente más informal. Pajero, pelotudo, gil de goma... Incluso el Iguana trata a veces de tú y a veces de vos a los otros personajes. Raro que a Trillo se le haya escapado semejante inconsistencia, con lo cual sospecho que fue algo intencional. El Iguana parece querer advertirnos acerca de las funestas consecuencias que genera la revisión del pasado, cuando este es reciente y terrorífico como el que narran los habitantes de La Colonia cuando recuerdan la vida del Iguana. De hecho, el personaje de Susan Ling, que es quien más se involucra en la investigación, claramente cambia para peor. El resto de la gente, la que padeció más de cerca y en tiempo real el sombrío gobierno del Gran Títere y su despiadado torturador, parece -en cambio- haber cambiado para mejor, y encontrado una vida en la que el miedo tiene menos peso en sus decisiones. Más o menos por ahí va la cosa, y por suerte la "moraleja" está decorada con un montón de situaciones bizarras, algunas casi cómicas, y otras realmente desgarradoras. Si sos fan de Trillo y Mandrafina pero nunca leíste El Iguana porque no conseguías la edición española, estas 80 páginas justifican lo que pagues por el libro que trae también Cosecha Verde... que sigue siendo un clásico, 35 años después de su primera aparición. Gracias y por el aguante y ni bien pueda reaparezco con nuevas reseñas, acá en el blog.

viernes, 2 de junio de 2023

SPIDER-MAN: ACROSS THE SPIDER-VERSE

A más de cuatro años del estreno de Into the Spider-Verse, llega una nueva peli animada con Miles Morales como protagonista... aunque esta vez está bastante repartido el tiempo en pantalla con Spider-Woman (la Gwen Stacy de otro universo). Una vez más los directores Joaquim Dos Santos, Kemp Powers y Justin K. Thompson elevan a la enésima potencia lo que uno podría esperar de una película animada, incluso habiendo visto la anterior. La onda es triturarte el cráneo y detonarte las retinas con 136 minutos de aventura al palo, matizadas con unas cuantas escenas intimistas, emotivas, en las que los personajes se replantean cosas y se vinculan entre sí de manera muy real y muy humana. ¿No son muchas las escenas tranqui, en las que se habla de lo duro que es crecer, y lo importante que es la familia, la contención y el amor que nos brinda, y todo ese mensaje por momentos sensiblero?. Puede ser. Pero está muy bien compensado con unos momentos hipnóticos en los que la acción no da respiro, y con situaciones bien extremas, que realmente no sabés cómo se pueden llegar a resolver. Si en la primera peli murió Peter Parker (y el Prowler), en esta puede morir cualquiera. Y claro, como la temática tiene que ver con esta especie de moda de explorar multiversos, también puede reaparecer cualquiera, porque son iteraciones de otra realidad paralela, no son los que murieron. En general, el guion se me hizo muy entretenido. Tiene buenos chistes, tiene diálogos brillantes, guiños sutiles a las pelis del MCU, mucho ritmo, y por supuesto el gancho irresistible de ver a TODAS las versiones de Spider-Man y sus mitos que puedas imaginar, excepto alguna sobre la cual Sony no consiguió los derechos. Nunca te imaginás quién va a ser el villano grosso de la peli, los buenos cobran una chapa infinita tanto cuando entran en acción como cuando para un toque a vincularse entre sí y con su entorno en plan más real. Y te tengo que revelar algo que no sé si cuentan en los trailers y en las notas de promoción de otros medios: la película no termina. O en realidad, termina en un cliffhanger, no se resuelve el 100% de la trama. Hay que ver sí o sí una tercera película, que continuará justo donde se acaba esta, y que ojalá se estrene mañana mismo. Cuando me tocó reseñar la primera peli, dije que me parecía lo más similar que había visto en mi vida a un comic que cobró vida. Bueno, después de ver la secuela, lo reafirmo más que nunca. Encima un comic en el que la mayoría de las secuencias parecen dibujadas por un genio del lápiz como Kyle Baker. Toda la faz visual es demasiado buena para ser real. Terminás todo babeado, hecho un asco. La referencia a los comics es constante: hay bloques de texto con voz en off, aparecen esos recuadritos en los que los editores te dicen qué revistas tenés que leer para entender de qué están hablando los personajes, aparecen portadas de comic books, y hasta en un momento te dicen "estos sucesos se desarrollan en el Nº Tal de Amazing Spider-Man". Los personajes más importantes, además, vienen de los comics... y están todos. No hace falta ser un erudito en materia del Spider-Verse, pero posta, si te divierte reconocer personajes o estéticas del personaje, que ya viste en comics, dibujos animados, películas o videojuegos, acá te vas a volver loco. La verdad que, pudiendo hacer películas animadas como esta, no tiene sentido gastar millones en actores que se la creen y efectos especiales carísimos para hacer blockbusters de superhéroes que revienten los cines. Si todas las versiones fílmicas de los personajes de los comics fueran así, yo sería infinitamente más feliz. La animación (en este nivel, no la berretada) te permite conservar intacta la fuerza gráfica de los superhéroes, los trajes colorinches, el trazo de los distintos dibujantes... y además se potencia todo con el sonido y el movimiento, que lógicamente son cosas que al comic no le podemos pedir. Y no tenés el problema de que los actores jóvenes se hagan adultos, o que las actrices envejezcan, o que alguno se vaya al carajo pidiendo cachets imposibles. Lo único choto son los tiempos: más de cuatro años para 136 minutos es mucho tiempo, aunque la calidad sea sublime. Y bueno, acá está todo: los comics de los ´60 para acá, las series y películas truchas de los ´70 y ´80, los dibujos animados que pasaron con más pena que gloria por los ´90 y los 2000, y todas las bizarreadas vinculadas a Spider-Man que te puedas imaginar. Sí, obvio, el meme también. Acá hay diversión y emoción para toda la familia, conceptos loquísimos, más de un villano interesante y un desborde de onda y de imaginación pocas veces visto. El cine de animación alcanzó su pico máximo, y de la mano de un personajón como es Miles Morales. No hay forma de que sentarse a ver Across the Spider-Verse no eleve grosso tus niveles de alegría y de manija superheroica. Estoy en plena lectura de un libro de muchas páginas. Ni bien lo termine, lo comentamos por acá. Gracias y hasta entonces.