el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 26 de mayo de 2025

TARDE PERO DE A TRES

Después de muchos días sin postear, en los que leí toneladas de comics, pero investigando para artículos de la Comiqueando Digital, vuelvo a la carga con tres reseñas. Empiezo con el libro que recopila Oro Blanco y otros trabajos de la inmensa dupla integrada por Carlos Trillo y Enrique Breccia que, por motivos que desconozco, nunca se habían reeditado. Hay dos historias unitarias de las cuales una es correcta y la otra (Ejército de Locos) es casi sobresaliente, y tres episodios de una serie que nunca prosperó, llamada El Buen Dios. Los dos primeros son magníficos, tanto en el guion de Carlos como en la propuesta gráfica de Enrique, que tiene más que ver con aquellos unitarios de los ´70 en los que mostraba un estilo más duro, más adusto, más cercano al grabado que a la ilustración. Y el tercero, si bien el dibujo zafa, se nota que está hecho muchos años después, y sin las ganas del arranque. El guion es genérico y el dibujo se queda a medio camino, no va al límite como en los primeros episodios. No es un espanto ni mucho menos, pero es un pasito atrás respecto de un inicio tremendo, para una serie que no despegó. Y por supuesto tenemos los siete episodios de Oro Blanco, todos de apenas ocho páginas, realizados por la dupla en 1980, cuando eran verdaderas máquinas de imaginar y producir obras maestras, perfectamente ensambladas. Oro Blanco es una historieta triste, desesperada, ambientada en la América profunda. La historia de Diego y su búsqueda frenética de María es desgarradora, teñida por una trama funesta de injusticias, tragedias y la clásica mala leche de Trillo. Todo lo que puede salir mal, saldrá mal y amplificará el volumen de la ordalía de este personaje que nos da una pena enorme. Imposible no conmoverse, no indignarse, no apasionarse con esta aventura más allá de la locura. Y el dibujo de Breccia acá es demoledor. En las secuencias del "presente" dibuja en un estilo similar al de Alvar Mayor, pero con más preponderancia de la mancha negra. Y en el racconto, en la narración que hace Diego de los sucesos pasados, por el contrario: la mancha negra casi desaparece para dejar su lugar a unas texturas imposibles, exuberantes como las selvas que recorren los personajes. Los efectos de iluminación se reducen al mínimo y la línea precisa y filosa de Enrique gana un protagonismo alucinante. Esto hay que verlo para creerlo, porque es realmente fascinante. Había leído Oro Negro en la Skorpio, hace mil años, y me la acordaba más breve y menos emocionante. Me encantó redescubrirla, y me encanta ahora atesorarla en la biblioteca.
La aventura desquiciada del protagonista de Oro Blanco, que lo lleva a atravesar pesares e infiernos imposibles por amor, se hizo carne en mí (como la indómita luz) cuando le entré a Cromwell Stone, por el hecho de ser fan de Andreas. Ay, Andreas, lo caro que me lo cobraste... Lo que hace el alemán en estas páginas no tiene explicación. Por el lado del dibujo, esto es una maravilla que te quita el aliento en la primera página y no te lo devuelve nunca más. Es el preciosismo más extremo, más perfecto, una combinación mágica de todos los recursos que te puede ofrecer el blanco y negro, donde se nota en cada viñeta el mismo tiempo de trabajo que cualquier otro autor le pone a una página completa... o más. Cromwell Stone ofrece 46 páginas repletas de imágenes shockeantes, vibrantes, pregnantes, una sucesión bestial de viñetas que te atraviesan los ojos y se te clavan en la mente con una fuerza expresiva y una belleza gráfica indescriptibles. El tema es lo que Andreas tiene para contar, y cómo lo cuenta. La trama es la nada misma: quiere evocar el misterio perturbador de un relato de H.P. Lovecraft pero apenas logra confundir al lector. No hay un énfasis en los momentos más dramáticos, pasan cosas que no se entienden, de las que (a veces) te enterás por los diálogos, entran y salen de escena personajes que no se llegan a explicar... Un despelote, mal organizado y mal resuelto, en el que la intriga en vez de generar tensión genera hastío, porque está mal planteada. Y para complicarla más, Andreas nos bombardea a lo largo de toda la obra con una variedad interminable de grillas atípicas, muy arriesgadas, algunas de las cuales potencian ciertos momentos de la narración y otras simplemente le añaden caos y confusión a una trama que de por sí no tiene sentido. Visualmente quedan muy lindas esas puestas locas con viñetas de formas y tamaños raros, pero muchas veces esto le patea en contra al flujo de una narración que ya de por sí viene enroscada en las bizarras contorsiones de un argumento entre críptico y trasnochado. Cromwell Stone es un álbum para volverse loco con los dibujos, para ponerlo a Andreas muy arriba en el Olimpo de los maestros del plumín, pero como lectura es muy frustrante, porque casi nada de todo ese majestuoso despliegue visual contribuye a contar una historia sólida, o por lo menos eficaz. Una pena.
Sigo sumando especiales de 100 páginas que festejan los 80 años de los personajes más icónicos de DC Comics, y así llego a esta antología con nueve historias cortas protagonizadas por Wonder Woman, en sus distintas iteraciones. A la hora de este festejo, valen todas las versiones de Diana, más allá de los (no pocos) reboots que sufrió la historia "canónica" de la mítica superheroína. Veamos quiénes se sumaron a la celebración. La primera historieta está bien, es un guion de Michael Conrad y Becky Cloonan situado en un momento en el que Diana estaba muerta, y Steve y Etta se juntaban para recordarla. Tiene momentos emotivos, buenos diálogos y dibujos correctos de Jim Cheung. La segunda es medio un delito: un breve prólogo a una novela gráfica para lectores infanto-juveniles, de esas que se venden en librerías, a cargo de Jordie Bellaire (la consagrada colorista) y Paulina Ganuchau, que dibuja en un estilo más cercano al de Steven Universe y otros dibujos animados contemporáneos. La tercera está escrita y dibujada por la gran Amy Reeder, que aprovecha estas ocho páginas para regalarnos los mejores dibujos de toda su carrera. El guion es livianito, tranqui, pero las pilas de Reeder están puestas en esa narración fluida, hiper-dinámica, ganchera, graciosa, hipnótica. Una delicia. Después tenemos a los maestros Mark Waid y José Luis García López, con una no-aventura centrada en la interacción entre Diana y sus compañer@s de la Justice League of America, donde el esfuerzo está puesto en mostrarnos la chapa que tiene la amazona y cómo todos los demás superhéroes la toman como una referencia total en los distintos aspectos de sus vidas. Linda idea, hermosos dibujos, no mucho más. La quinta historia es mi favorita: Tom King y Evan "Doc" Shaner nos llevan a la era "Mod" en la que Diana no tenía poderes, para una comedia co-protagonizada junto a Superman y Lois Lane que no tiene desperdicio. Es una historia originalísima, afilada, con diálogos muy cómicos, situaciones brillantes y un dibujo realmente extraordinario. Y de las cuatro historietas restantes, apenas puedo rescatar los dibujos. Isaac Goodhart me pareció bastante digno; Laura Braga también, aunque más dependiente del trabajo del colorista; lo mismo para Meghan Hetrick, también con páginas muy lindas y muy pensadas para que se luzca el color, más que el trazo; y un poquito más sólido lo vi a mi amigo brazuca (hincha de Racing) Marcio Takara. La verdad que con los cuatro últimos guiones no hacés uno mínimamente atractivo, pero estos cuatro laburantes del lápiz mal que mal los sacan a flote. Hay otra antología de Wonder Woman, que celebra el nº 750, y creo que es anterior a esta. La tengo en la pila de los pendientes, así que eventualmente la vamos a ver por acá. Este especial, si bien no es todo grosso, tiene un nivel bastante aceptable y se le puede recomendar sin miedo a cualquier fan de la octogenaria princesa. Vuelvo a internarme en la Comiqueando Digital, así que no sé cuándo voy a volver a postear por acá. Gracias por el aguante y si quieren venir, están invitad@s a sumarse este miércoles a las 22:30 a la transmisión en vivo de Agenda Abierta (como cada último miércoles del mes), en el canal de YouTube de Comiqueando. Nos vemos por ahí.

domingo, 18 de mayo de 2025

DOMINGO ELECTORAL

Hoy hubo elecciones legislativas en la ciudad de Buenos Aires y, para variar, ganó la derecha, esta vez en su vertiente más grotesca, más ignorante, más mamarrachesca. Se me cae la cara de vergüenza por ser porteño e identificarme con una ciudad que vota a estos engendros, pero bueno... me recluyo en mi estudio a escribir y hablar sobre comics. Modernas y Profundas es un hermoso álbum de 1990, que compila historias cortas del insondable Guillem Cifré, un autor barcelonés nacido en 1952 y fallecido en 2014. Durante varios años, Cifré militó en el underground español, y a partir del inicio de los ´80, aportó historias cortas a revistas mitológicas como El Víbora y Cairo, y también a otras menos conocidas como Madriz, y otras que no eran revistas de comics, pero incluían algunas paginitas de historietas o de ilustraciones. Nunca fue de los autores más populares, nunca realizó una serie con personajes recurrentes, y este es su único álbum. O sea que si las revistas de comics vanguardistas de los ´80 son medio un nicho, o un ghetto para pocos, con Cifré nos metemos en el ghetto del ghetto, en un autor minoritario dentro de un nicho minoritario. Y la explicación para esto es que Cifré estaba totalmente loco, o por lo menos dibujaba como si lo estuviera. No son tantas las historietas de Modernas y Profundas en las que se zarpa con la puesta en página. En general, opta por grillas y básicas despliega las viñetas de manera bastante lineal, y hasta me atrevo a decir "clásicas". Pero tanto los argumentos como el trazo de este animalito hacen gala de una pulsión totalmente rupturista, en la que conviven el nonsense, el grotesco, la mala leche, el delirio y la sátira social. El martes voy a publicar en el sitio web de Comiqueando un artículo un poco más extenso acerca de este álbum, pero quiero subrayar lo impactante del dibujo de Cifré... que es algo difícil de desvincular de las cosas que narra en sus historias. Que son básicamente secuencias donde las cosas se rompen, estallan, se transforman o se degluten unas a otras. La más "tradicional" debe ser "Venganza", tres páginas de 12 cuadros cada una protagonizadas por un perro que se mete en un convento lleno de monjas y se las empoma a todas. El resto de los argumentos tiene menos explicación, menos sentido, pero no menos gracia, porque Cifré sabe ponerle al delirio y a lo imposible un toque caricaturesco que resulta muy atractivo. Y después podemos hablar siglos de las técnicas gráficas que emplea, desde el obvio claroscuro, hasta collages alucinantes, historias donde tienen mucho peso los grises logrados con tramas mecánicas, otras donde entran en juego e pincel y las aguadas, momentos en los que el crosshatching te agobia, momentos en los que desaparece, onomatopeyas salvajes, páginas que parecen estar dibujadas con liquid paper sobre hojas negras... Todo es impredecible en el mágico mundo de Cifré, y el tratamiento visual de las historietas no es para nada la excepción. El tipo tenía una habilidad especial para observar la realidad y distorsionarla con los filtros locos de su propio subconsciente, para mezclarla con sueños, pesadillas, alucinaciones y cierto toque entre siniestro y burlón. Un monstruo al que siempre está bueno revisitar, a ver si algún día se lo valora en un nivel acorde a su talento.
Y un poco lo contrario pasa con el autor del otro libro que tengo para reseñar: The Rocketeer: Cliff´s New York Adventure. Nadie discute que Dave Stevens (1955-2008) fue un dibujante extraordinario, un capo absoluto a la hora de ponerle realismo académico a la aventura, un tipo que manejaba a la perfección la anatomía, la iluminación, la documentación que utilizaba en sus historias (que transcurrían en 1938), que sabía narrar de manera clara, dinámica, atrapante... Peeeero (era obvio que venía el "pero") era un dibujante lentísimo, de una producción sumamente escasa, al que le costaba horrores apoyar el culo en la silla y darle al lápiz aunque sea un par de horas por día. Por eso hay tanta gente que no lo ubica, más allá de la modesta chapa de The Rocketeer y de ese núcleo duro de coleccionistas que pagan fortunas por cualquier revista que tenga una portada ilustrada por Stevens. La verdad es que su obra es mucho más chiquita que su leyenda, lo cual es una pena. Incluso este libro, que recopila los tres números de la revista Rocketeer Adventure Magazine, requirió de la participación de otros dos dibujantes (ambos brillantes) como Sandy Plunkett y Arthur Adams, porque si no era imposible ponerle fin a la saga. Stevens empezó esta historia en 1988 y la terminó, con la colaboración de los dos invitados de lujo, en 1995. Y son 56 páginas de historieta, no 200 ni 300. Y lo otro a destacar es que el guion es... limitado. No llega a pobre, pero tampoco es una cima del comic de aventuras. Tiene situaciones entretenidas, personajes copados pero -supongo que para dibujar menos- Stevens mete mucho guion en poco espacio y nos encontramos con algunas páginas repletas de viñetas chiquitas y toneladas de texto... lo cual obviamente lastra un poco la narración. La trama de la New York Adventure arranca en serio cuando ya van unas cuantas páginas de peripecias e histeriqueos innecesarios (aunque con diálogos divertidos) y no es particularmente impactante. Lo más notable es cómo Stevens nos siembra un montón de pistas para que descubramos que ese millonario enigmático, que maneja guita, armas, recursos y contactos, en realidad es... The Shadow. Sí, para Stevens, las aventuras de Rocketeer transcurrían en el mismo mundo pulp que el del famoso personaje de Walter B. Gibson, al que no podía mostrar con su atuendo más icónico, ni llamar por su nombre, porque obviamente no tenía los derechos. Pero a lo largo de este arco, queda claro que el protagonista es este tal "Jonas", y Cliff es un secundario que va donde sopla el viento. Bien por Dark Horse que puso lo que había que poner para que esta historia, que Stevens había empezado en la editorial Comico, tuviera por fin un final. Leída hoy, solo nos queda el dibujo como atractivo real para buscarla y atesorarla, junto a la otra graphic novel de Rocketeer, la que editó Eclipse con el material que Stevens había serializado en distintas revistas de la editorial Pacific. Pero bueno, estamos hablando de unas cuantas páginas dibujadas a un nivel glorioso por Dave Stevens, y las restantes a cargo de Arthur Adams y Sandy Plunkett, que es como que se lesione Julián Álvarez y lo reemplace Lautaro Martínez. Nada más, por hoy. Vuelvo al maravilloso mundo de la Comiqueando Digital, a laburar para que el nº11 salga a fines de Junio. Gracias, hasta pronto, y si sos de Capital y votaste a Manuel Adorni, tratá de conseguir un cirujano que te extirpe el tumor fecal que te salió en el cerebro.

viernes, 16 de mayo de 2025

VIERNES ASQUEROSO

Con un clima húmedo, pegajoso, y una ciudad aplastada por la tormenta de anoche, el viernes se pone interesante recién después de las 18 hs, con actividades como una peli en la Biblioteca Nacional, un show de una banda acá a la vuelta de mi casa y una trasnoche ochentosa en un antro del Centro. Pero mientras, tengo muchísimo laburo pendiente vinculado a la Comiqueando Digital, y un ratito (más breve del que yo quisiera) para reseñar los últimos comics que leí. Por fin terminé, con un delay que me avergüenza, la etapa de Jonathan Hickman en Fantastic Four. El epílogo es este Vol.4 de FF, que data de 2012 y compila los nºs 17 al 23 (vimos el Vol.3 el 08/05/23). En esta segunda serie, Hickman desplazaba el foco de la epopeya central para mostrarnos el Lado B de la acción, casi siempre con mayor protagonismo para los pibitos: Franklin, Valeria y el resto de los alumnos de la Future Foundation. Pero el primer episodio del TPB, por ejemplo, no tiene a los nenes Richards y sus amigos, sino que es una comedia costumbrista totalmente desopilante, protagonizada por Johnny Storm y Peter Parker. A lo largo de todo el tomo, Hickman va a demostrar que también es crack a la hora de escribir comedia, y este unitario en particular no tiene nada que envidiarle a los mejores momentos de la Justice League de Giffen y DeMatteis. En el segundo unitario, Johnny comparte el protagonismo con los pibitos, y también tenemos una "no-aventura" muy atrapante. El tercero es un episodio 100% autoconclusivo y centrado en los alumnos de la FF, esta vez ambientado en Wakanda y con la incorporación de una nueva compañera a la clase. Y después sí, a partir del nº20 se vienen cuatro entregas mucho más articuladas con lo que pasaba en Fantastic Four, esa hiper-saga a todo o nada con la Supreme Intelligence, los Inhumans, el Franklin y la Valeria adultos que vienen del futuro, el Wizard y mucho más. Acá el guionista aprovecha el espacio extra para ahondar en los personajes y sus vínculos, a veces para enfatizar el dramatismo de lo que está contando, y a veces para descomprimir un poco, para recordarnos que -a pesar del tono épico y grandilocuente del relato- estos tipos y minas son seres humanos, que se equivocan, se enojan, se ríen, se enamoran... Hay muchas escenas memorables en estos números, muchos diálogos logradísimos que nos ayudan a entender mejor a personajes complejos como Black Bolt, Crystal, el Wizard, su hijo/clon Bentley, e incluso al propio Franklin, a quien -me atrevo a afirmar- nadie escribió mejor que Jonathan Hickman. En la faz gráfica, Nick Dragotta cumple y dignifica con una estética que abreva en Jack Kirby y Steve Ditko, pero los moderniza al aprovechar la gran ventaja de trabajar con un guionista que a) pide pocas viñetas por páginas y b) mete poco texto en cada viñeta. En uno de los episodios lo reemplaza un poco destacado André Araujo y en otro la rompe toda un lujoso Gabriel Hernández Walta. Gran cierre para FF y para el inolvidable paso de Hickman por la vida de Reed, Sue, Ben, Johnny y los suyos.
Prometo volver pronto con más historieta brazuca, pero hoy tengo un comic uruguayo, publicado en 2024. El dibujante es argentino pero es una historieta que primero se serializó en una revista uruguaya y después se recopiló en una editorial uruguaya, escrita por un mexicano/uruguayo. Sí, Rodolfo Santullo se vuelve a reunir con Marcos Vergara y el resultado es Primera Edición (un misterio montevideano). Una vez más, la dupla se florea a la hora de retratar situaciones cotidianas, y por suerte el guion es rico en momentos en los que la comedia costumbrista le roba el protagonismo a la aventura. El misterio, que se nutre de elementos reales y mitos que circulan hace décadas por la capital del país hermano, está bien llevado y tiene el suficiente atractivo como para justificar el hecho de que gente común y corriente, sin pasta de héroes, ni de detectives, se vean subyugados por él y quieran resolverlo. Pero a mí lo que más me gustó es la interacción entre los personajes, esos diálogos irónicos que suenan 100% creíbles al oído rioplatense y nos hacen sentir que esto que le pasa a Leopoldo y sus amigos nos podría pasar también a nosotros. No quiero ahondar mucho en la trama para no spoilear (el libro salió en Septiembre, hace relativamente poco), así que es momento de hablar (una vez más) del dibujo de Vergara. Me queda claro que Marcos sintió a esta aventura tan real y tan cercana como yo, o incluso más, porque le puso al protagonista sus propios rasgos, y a su esposa Silvina los de su esposa, Silvana. Además de dibujante, Marcos es bibliotecario como Leopoldo, así que seguro se sintió muy identificado con el personaje. El trabajo del oriundo de San Nicolás es sumamente expresivo, con un trazo muy fluido, un tratamiento sutil y precioso del color, pocas pero buenas escenas de acción, y la extraña pero acertada decisión de dibujar los ojos de los personajes sin pupilas, como hacía Harold Gray en Little Orphan Annie. El libro tiene 88 páginas de las cuales solo 64 son de historieta, lo cual para mi gusto es un disparate. Nos están cobrando por 24 páginas de las cuales dos son un texto bastante interesante de Santullo y el resto no nos aporta absolutamente nada. Ojalá que Loco Rabia, o alguna editorial argentina, incorpore Primera Edición a su catálogo para que circule en nuestro mercado, y le haga una poda a todas esas carátulas y páginas en blanco que solo ocupan lugar y encarecen al producto. Nada más, por hoy. Vuelvo a la Comiqueando Digital, a ver si legamos a lanzarla a fines de Junio. Gracias y buen finde para tod@s.

martes, 13 de mayo de 2025

MARTES DE HISTORIAS CORTAS

Anoche me desperté tipo 5 AM y no me podía volver a dormir, así que prendí la luz y me puse a leer historietas. Así es como tengo estos dos libritos para reseñar hoy acá. Mack & Tierra de Monstruos recopila en un único tomo dos series menores (por lo menos en cuanto a la repercusión que obtuvieron en su momento) de la dupla integrada por Carlos Trillo y Gustavo Trigo. Mack consta de cinco episodios, siempre con la misma protagonista, y es un clásico policial duro, con la novedad de que las mujeres actúan como normalmente lo harían los hombres, y viceversa. Los estereotipos se invierten y Mack es una especie de "Harry la Sucia", una caricatura de los policías/ detectives de las típicas series y películas de Hollywood. El trazo de Trigo enfatiza el grotesco de los guiones de Trillo. Este es el Trigo de la línea muy fluida, combinada con las manchas muy densas para lograr un estilo que le permitía al autor despachar muy rápido cada página. Se ve muy presente la influencia de José Muñoz en esa búsqueda de un claroscuro extremo y muy expresionista, y el propio Trigo se hace cargo al dedicarle uno de los episodios al dibujante de Alack Sinner. Visualmente, esto es raro y bastante atractivo. Los guiones no son todos igual de buenos, pero dentro de todo, no hay ninguno que dé vergüenza ajena. Para pasarla bien simplemente hay que estar familiarizado con la vertiente satírica y mala leche de Trillo, y entrar a la aventura sin esperar ningún tipo de vuelo poético ni subtexto filosófico. Realizada a mediados de los ´80 (con Carlos en Buenos Aires y Gustavo en Roma), Mack nos ofrece tiros, violencia, sexo, corrupción, la clásica ironía de Trillo y no mucho más. Inmediatamente después tenemos las seis historias cortas de Tierra de Monstruos, que me habían fascinado cuando las leí de pendejo en las páginas de la Creepy española. ¿Qué hacemos con los distintos, una vez que les pusimos el rótulo de "monstruos"? ¿Nos burlamos de ellos, les tememos, o los cagamos a palos? Trillo ensaya estas tres respuestas en las tres primeras historias autoconclusivas, de las cuales mi favorita es "Baile de Disfraces". Después sube la vara con otras tres: la gloriosa "Memorias de un Triunfador", acerca de un tipo que la rompe toda en el mundo de las revistas porno por fotografiar cadáveres de mujeres en poses eróticas, la escalofriante y perturbadora "El Señor Augusto", y la tremenda "Click". Estas tres últimas son verdaderas joyas de la abyección moral. En Tierra de Monstruos vemos al Trigo que dibuja en un estilo más clásico, similar al de sus trabajos para las revistas de Record (vimos La Maga el 30/12/22). Acá hay un laburo descomunal en cada página, sumado a la habitual solvencia del autor para el armado de las secuencias. Al reproducirlas en un tamaño más chico que el de la Creepy, algunas de esas páginas con 10 viñetas se ven muy abigarradas, pero igual se disfruta muchísimo el dibujo de este talentoso maestro del blanco y negro. En uno de los episodios de Tierra de Monstruos aparece un diálogo que se repite en dos viñetas consecutivas, pero me parece que es un error que esta edición arrastra de la publicación en Creepy, porque todos los diálogos de esta serie están escritos en castellano de España... lo cual, por supuesto, no me convence. No costaba un carajo re-rotular las historietas en las que aparecen expresiones como "sed buenas, tomad un caramelito"... que seguramente Trillo escribió en castellano rioplatense y alguien de la redacción de Creepy modificó para la edición española. Nada, un detalle muy menor en este necesario rescate de una gran serie como fue Tierra de Monstruos.
Sí, soy un caprichoso. En vez de leer 21st Century Boys, que está ahí, en el pilón de los pendientes, "pierdo el tiempo" con un recopilatorio de historias cortas de Naoki Urasawa, una especie de secuela, o coda, al tomo que vimos el 25/07/19. ¡Achís! recopila parte de la obra dispersa del ídolo, toda posterior a 1995, es decir, toda realizada en el estilo maduro del autor, el que tanto disfrutamos los que leímos Monster y 20th Century Boys, entre otras. Por si faltara algo, varias de estas historias están realizadas a todo color (un rubro en el que Urasawa se luce a niveles apabullantes) y casi todas... ¡tienen buenos guiones! Excepto esas anécdotas del mundo del rock, que resultan casi ilegibles por la tipografía de mierda que les puso Planeta cuando las editó en castellano, las demás historietas son realmente buenísimas. El tomo arranca con la genial "Damiyan!", una comedia grotesca y mala leche, que podría haber escrito tranquilamente Trillo. Pero después viene "¡Lanza apuntando a la luna!", que es incluso mejor. Y la de "Henry y Charles", que es un homenaje desopilante a los dibujos animados. "Reino de Kaiju" también me pareció divertidísima, con un planteo limado y personajes muy copados. Para el cierre, Urasawa se guardó una joyita a todo color: la breve pero fabulosa "Solo Mission", que está dibujada en el sentido de lectura occidental. Nada, no quiero ahondar en las tramas, porque son todas historias breves, con argumentos bastante sencillos. Pero muy bien logradas, con situaciones imprevistas, buenos personajes (Demiyan, Lenny Zinnemann, el gordo francés fanático de los kaijus...), buenos diálogos y -como siempre- con esos dibujos fastuosos, potenciados por un color exquisito. Casualmente las historietas que no me atraparon (que por suerte fueron las menos) son las que están dibujadas con menos pilas, en un estilo más suelto, más rápido. Se ve que Urasawa entendió que algunos de los guiones tenían el potencial suficiente para convertirse en pequeñas obras maestras, y ahí no falló: puso todo y logró páginas realmente memorables. Una pena que Ivrea no publique los libros de historias cortas de Urasawa, porque acá hay papa muy fina, a años luz de las penurias que nos infligió el sensei al estirar hasta el infinito sus obras más extensas. Nada más, por hoy. Sigo avanzando con el nº11 de la Comiqueando Digital y prometo volver ni bien tenga más libros leídos. Gracias y hasta entonces.

sábado, 10 de mayo de 2025

SÄBADO HISTÓRICO

No es que sea una fecha realmente memorable, por ahí lo más importante de hoy es el partido de Racing, que todavía no empezó y no tengo idea cómo va a salir. Pero es un sábado histórico porque tengo para comentar dos obras muy basadas en el contexto histórico en el que están ambientadas. Ahí vamos. Pude conseguir el Vol.2 de Britannia, esa interesantísima serie de Valiant cuyo Vol.1 habíamos visto acá el 07/10/19. Me veo tentado a repetir mucho de lo que ya dije en la reseña del Vol.1, pero no lo voy a hacer, simplemente los invito a leerla o repasarla. Peter Milligan y Juan José Ryp nos invitan a acompañar a Antonius Axia, el único detective del antiguo Imperio Romano, en otra aventura muy violenta, muy sangrienta, en la que -a diferencia de la primera vez- el elemento sobrenatural no está tan presente, o por lo menos no cobra el relieve que cobraba en aquel Vol.1. De nuevo hay peligros muy extremos, de los cuales es casi ilógico que Antonius salga ileso, pero esta vez zafa de un modo un poco más creíble. Y lo que se repite es la caracterización de Nerón como un emperador perverso, caprichoso y un toque desequilibrado (le falta la campera de cuero para parecerse a uno que pulula por estos pagos) y el trabajo que hace Milligan para obtener un inagotable jugo dramático de algo que otras ficciones históricas naturalizan, como es el rol absolutamente postergado de la mujer en este período histórico. En este segundo arco de Britannia, de nuevo van a ser las mujeres las que motoricen la historia, y las que se luzcan tanto en roles de aliadas de Antonius como de antagonistas del detective. Por su menor ambición, por su carácter menos épico, este segundo arco me gustó bastante más que el primero. Y tal vez tenga que ver también con el hecho de que uno ya conoce mínimamente a dos de los personajes centrales (Antonius y Nerón). Como siempre, la prosa de Milligan está afilada, y el guionista es generoso en materia de diálogos picantes. Pero lo mejor es cómo nos explica un montón de cosas acerca de la sociedad, la política y la religión en la antigua Roma sin ponerse didáctico, sin entorpecer la narración con textos explicativos o diálogos que subrayen o expliciten demasiado esta data que al lector promedio de historietas de aventuras (y encima de Valiant) probablemente le falte. El dibujo de Juan José Ryp es excelente, exuberante, tan completo, tan detallado, que lo único que hubo que hacer fue reventar los lápices en el Photoshop y dárselos así, sin entintar, al talentoso colorista Frank D´Armata. Que también podría no estar, porque la verdad es que todo lo realmente importante para entender y disfrutar de la historia ya lo había puesto Ryp en el dibujo. Pero el color potencia algunos climas, algunos efectos... y queda lindo. Destaco una vez más el laburo de Ryp en la documentación y en la planificación de las secuencias, dos rubros en los que Britannía te pasa por encima, sin piedad. Y además la expresividad de los personajes, en un relato donde las emociones son sumamente importantes. No sé si hay más sagas de Britannia, pero esta (de 2017) es prácticamente una gema en la corona del inmenso Peter Milligan.
Cumbe se dio a conocer en Brasil en el 2014, pero yo conseguí la edición ampliada, la de 2018, que trae más bocetos, más textos y un glosario en el que se explican algunos términos que usan los personajes. Este libro, publicado y galardonado en medio mundo y desconocido en Argentina, contiene cuatro historias cortas escritas y dibujadas por el notable Marcelo D´Salete, todas ambientadas en Brasil, en la época en la que los traficantes de esclavos traían a Sudamérica a centenares de personas capturadas en Congo o Angola, para trabajar como esclavos en las plantaciones de los grandes latifundistas europeos (o descendientes de europeos) que se dedicaban a la agricultura o la ganadería en el nuevo continente. Las cuatro historias giran en torno a la búsqueda de la libertad por parte de estos hombres y mujeres explotados, ultrajados o maltratados por los europeos. Estamos en un punto en el que unos cuantos ya lograron escaparse de las haciendas y nuclearse en pequeñas tribus en las selvas de Brasil, donde de alguna manera tratan de retomar las tradiciones que conocieron en África, desde la religión hasta la caza y la pesca. Pero claro, acá tienen muy cerca a un enemigo sumamente despiadado y letal, que son los blancos, convencidos de que los negros son objetos de su propiedad y dispuestos a matar a aquellos que huyen del yugo. Las historias de D´Salete (descendiente de africanos) son durísimas, desgarradoras, por momentos muy crueles, muy violentas, pero con ciertos resquicios por los que aparece cada tanto un vuelo poético muy conmovedor. Son historias de rebelión, de coraje, también de pérdidas trágicas, amores imposibles y apuestas demasiado riesgosas en pos de una felicidad que nunca es completa. No quiero explicar de qué va cada una de las historias, pero sí subrayar que D´Salete las narra de manera muy descomprimida, con pocas viñetas por página, con muchas secuencias mudas y muchos recursos para que el lector se sienta inmerso en estos relatos y los sufra casi en carne propia. Con tantas escenas mudas y con pocos cuadros por página (a veces, también hay páginas de 10 y 12 viñetas) cobra mucha relevancia el dibujo... y pasa algo muy extraño, que es que a D´Salete le funciona un truco que en general sale mal: la combinación de varias técnicas de entintado distintas en un mismo dibujo. El brasileño combina plumín, pincel, grandes manchas negras, texturitas logradas con trazo muy fino, esfumados, efectos logrados con esponjas, sombreados de pincel seco al estilo José Muñoz o Lorenzo Mattotti... cosas que normalmente no se combinan con tanta armonía como la que vemos acá. D´Salete nos ofrece un menú muy amplio de tècnicas basadas en el blanco y negro, todas pensadas para retratar de modo potente y expresivo las atrocidades que nos cuentan los guiones. Y le quedan páginas tensas, vibrantes, de una expresividad sobrecogedora. En Argentina, conocimos a Marcelo D´Salete gracias a la edición de Noite Luz que nos trajo el recordado sello Ex Abrupto, pero no hay señales de que nadie quiera publicar una obra del mismo autor MUCHO más lograda que aquella de 2008. Nada más, por hoy. Me pongo a ver el partido de Racing y después me voy un rato a la Feria del Libro. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas acá en el blog.

miércoles, 7 de mayo de 2025

MIERCOLES DE PEDAGOGÍA

Hoy tengo para reseñar dos libros de autores que -me parece- en Argentina tienen menos fans que la leucemia. Esta entrada se va a comer un inevitable "0 Comments", pero es mi humilde granito de arena para que aunque sea la gente que me lee en este espacio sepa que este material existe y que está buenísimo. No le vamos a cambiar la vida a nadie, no van a salir ocho editores a disputarse los derechos para publicar estos libros en nuestro mercado, pero por ahí alguien se interesa como para conseguir este material y disfrutarlo. Empiezo en Italia, principios de los ´90, cuando el guionista Ottavio De Angelis y la dibujante Anna Brandoli crean a Paolo Dominici, un aventurero medio cínico, cancherito y con talento para meterse en kilombos. Fieles al molde Corto Maltés, los autores sitúan la aventura en un lugar y un tiempo concretos: el propio título de la obra es Cuba ´42, y toda la historia transcurre en La Habana, en plena Segunda Guerra Mundial. Esta no es la Cuba de Fidel Castro, sino la de Fulgencio Batista, la que funcionaba como un enclave/ prostíbulo de Estados Unidos y atrasaba tanto que en 1942 parecía una remake de una ciudad yanki de 1920. Dominici se va a ver enredado en una trama de espionaje muy interesante, con los nazis al acecho, y con un movimiento medio underground que busca sacarse de encima a Batista. Para ponerle picante al asunto, aparecen un escritor yanki, alcohólico y carismático que peleó en la Guerra Civil Española, al mejor estilo Ernest Hemingway (de hecho, podría ser el mismísimo Hemingway) y una mulata llamada Teresa que hipnotiza a los varones con sus encantos. En apenas 46 páginas, el guion de De Angelis pega varios giros sorprendentes, desarrolla bastante a un puñado de personajes y le saca un provecho notable a toda esta situación política compleja, fértil para la épica pero también para la traición más artera. Es un gran guion, con un ritmo encomiable, que le hubiese encantado escribir a Hugo Pratt, aunque el Tano lo habría estirado innecesariamente, en una de esas al doble de páginas. Ya desde la portada, Pratt es la referencia central a la hora de hablar de la corriente estética en la que se inscribe el dibujo de Brandoli. Sobre una estructura básica 100% prattiana, la autora mete también cosas de Baru, José Muñoz, Jacques de Loustal y del Lorenzo Mattotti de la primera época. El resultado es brillante, una cátedra de narrativa fulminante, apoyada en un manejo sublime del claroscuro. Nunca había leído otras obras de Anna Brandoli, pero con esta me alcanza para hacerme fan a muerte. Lo único que no me sedujo (pero esto ya es medio un toc mío) es que Cuba ´42 oscila entre las páginas divididas en tres tiras y las divididas en cuatro. Me hubiese gustado más una grilla que se mantuviera lo largo de las 46 páginas, ya sea de tres o de cuatro tiras. Por supuesto que la impronta de Hugo Pratt está mucho más presente en las páginas de cuatro tiras que en las de tres... Tengo entendido que hay por lo menos una aventura más de Paolo Dominici, inédita en castellano. Ojalá la pueda conseguir algún día. Si no, cualquier otro trabajo de Anna Brandoli también me viene bárbaro, porque este lo disfruté un montón.
Sigo con mi cruzada quijotesca para que los lectores de habla hispana descubran y enloquezcan con Pearls Before Swine, la gloriosa tira diaria de Stephan Pastis, que aparece en los diarios de EEUU hace ya casi 25 años. Esta vez conseguí un librito llamado Larry in Wonderland, que recopila las tiras originalmente publicadas entre Agosto de 2009 y Mayo de 2010. No tengo mucho para agregar respecto de lo que ya comenté cuando vi otros libros de Pearls Before Swine (11/03/14 y sobre todo 06/04/23). Acá todavía tiene mucho protagonismo Zebra, que más tarde se va a replegar a un rol mucho más chiquito, acá Pastis ya se incorporó a la tira como personaje, y si hay que detectar alguna temática que aparezca con fuerza en este período, yo creo que son dos. Por un lado, esa novedad del 2009-10 que eran Facebook, YouTube y el "cualquier cosa, googlealo". Pastis tiene mucho para decir acerca de esa tendencia, y es todo MUY gracioso. Y por otro lado, en 2009 todavía estaba fresquito el gobierno del impresentable borracho-genocida-retrasado mental George W. Bush, y hay muchos chistes que hacen alusión a la supuesta gesta heroica de las tropas estadounidenses en Medio Oriente y sus consecuencias espantosas para la pobre gente que vive ahí. El resto es un poco lo que ya vimos: oscuridad, mala leche, reflexiones existencialistas que funcionan como una patada a la garganta del lector, violencia y abyección moral, en un contexto de joda donde también hay lugar para chistes pavotes, ingenuos o basados en juegos de palabras tan rebuscados que el propio autor se pasa factura a sí mismo. Porque además de opinar acerca de las otras tiras diarias (Dilbert, Ziggy, The Family Circus, Dennis the Menace, etc.), Pastis opina acerca de su propio trabajo y se verduguea a sí mismo sin piedad. Pearls Before Swine carga con una cruz jodida, que es el muy limitado talento de Pastis como dibujante, pero aún así es la mejor tira que nos han ofrecido los diarios yankis en lo que va del Siglo XXI. O por lo menos la que más me hace reir, así, con carcajada, no con sonrisita cómplice. Cuesta creer cómo estos animalitos dibujados así nomás, de manera minimalista, pueden decir tanto acerca de nosotros, nuestra sociedad, nuestros vínculos, nuestras contradicciones y esa grieta cada vez más extrema entre lo que queríamos para nuestras vidas y lo que terminamos por vivir una vez que caímos en la trampa de la vida adulta, el capitalismo, el amor de pareja y demás construcciones sociales que -desde la mirada desangelada de Stephan Pastis- son más engañosas que una campaña publicitaria para que votes a los candidatos del PRO. Banco a full a esta serie, y cada vez que vea un libro a buen precio, caerá inevitablemente en mis garras. Y hasta acá llegamos, por hoy. Espero volver a postear pronto. Gracias y hasta entonces.

lunes, 5 de mayo de 2025

NOCHE DE LLUVIA

Llueve, es lunes, tenemos un gobierno de ultraderecha... Nada puede ser más desolador... Bueno, sí, podés ser hincha de Gimnasia... Vamos con un par de reseñas, a ver si levantamos... Siempre le tuve ganas a Del Mismo Lado y recién hace un tiempito lo pude conseguir. Esta es una antología que armó la gloriosa editorial Toutain, con trabajos de los gloriosos Igor Kordej y Mirco Ilic, cuando Croacia todavía era parte de Yugoslavia y estos dos monstruos del Noveno Arte eran casi primerizos. Toutain juntó unas cuantas historias muy breves, en las que a veces Ilic trabaja como autor integral, y a veces escribe guiones para que los dibuje Kordej. Un rejunte de material totalmente anclado en su época (primera mitad de los ´80) que hoy nos resulta en poco alienígena, pero en 1987 era una carta de presentación más que atractiva para que el público hispanoparlante descubriera a autores yugoslavos que -a diferencia del más famoso, que era Enki Bilal- se habían quedado del otro lado de la Cortina de Hierro. Para no entrar en detalles innecesarios, permítanme una generalización medio grosera: muy flojos los guiones. Salvo alguno que otro muy puntual, son de un nivel aceptable para un fanzine, para una publicación de aficionados. En general son ideas que desencadenan un despliegue visual atractivo, pero que cuentan historias medio bizarras, medio crípticas, o medio intrascendentes, todas muy marcadas por esa sensibilidad ochentosa del miedo al totalitarismo, a un futuro que pintaba funesto, a la escalada nuclear que iba a terminar con todos nosotros... Nada que no hayamos leído 50.000 veces, con la firma de guionistas muchos más afianzados que este Ilic tempranero. Y la gracia está claramente en los dibujos. Cuesta diferenciarlos, es cierto, porque en esta primera etapa Ilic y Kordej compartían un universo gráfico en común... que por supuesto no habían inventado ellos, ni lo habitaban en soledad. Visualmente, esto está muy emparentado con el Moebius más sobrecargado de los años ´70, y con la estética ochentosa de los primeros trabajos de Miguelanxo Prado, o Das Pastoras, que sobrevivió hasta el Siglo XXI de la mano de autores como Guillermo Serafín (ver reseña del 05/09/12). En la forma que utiliza para narrar historias mudas, Ilic tiene también algo de Paul Kirchner. Y en Kordej se ve algo de la magia del mejor período de Solano López, que coincide con el momento en que se realizaron estas historietas. En materia de dibujo, no se nota para nada que Ilic y Kordej eran autores incipientes. Sí hay indicios de esto en la puesta en página, porque -como suele suceder en los historietistas novatos- a veces quieren narrar mucho en poco espacio y algunas páginas quedan sobresaturadas de viñetas, a su vez sobresaturadas de información visual. No tanto de texto, porque -astutamente- los ex-yugoslavos trataban de narrar sin palabras, para no complicarle la vida a los editores extranjeros que quisieran comprarles sus historietas. Más tarde, cuando ya se habían ganado un lugar en la Heavy Metal, o en la Zona 84, se largaron a trabajar con guiones más elaborados, historietas más extensas y mucha más presencia del diálogo y el bloque de texto. Pero acá, como táctica bastante efectiva para cautivar desde lo visual al potencial lector que no entendía los idiomas que se hablaban en la ex-Yugoslavia, eligieron callarse la boca, o incluso desarrollar un "alfabeto falopa" con caracteres indescifrables, para que los personajes hablaran en un algo que visualmente se ve como un idioma, pero no tiene traducción. Del Mismo Lado, entonces, funciona como un Año Uno, una historia de origen de Mirco Ilic e Igor Kordej, ideal para conocer sus primeros trabajos y ver cómo ya con menos de 25 años se dibujaban la vida. Los motivos por los que hoy son capos consagrados a nivel global no están en este libro, pero algo se intuye.
Nos vamos a EEUU, a mediados de los ´90, para completar el repaso por Batman & Robin Adventures, la segunda serie de comics basados en la mítica serie animada del murciélago. Este tercer tomo compila los últimos siete episodios de la colección, y el segundo Annual. Veamos con qué nos encontramos. En el primer episodio (nº19), Ty Templeton hace trampa y pone en el foco a un personaje que nunca apareció en la serie animada: The Huntress. Todo el guion es un refrito del origen de la heroína, trágico y oscurísimo, pero ambientado en el mundo de BTAS. Acompañan los dibujos aceptables de Brandon Kruse, y los colores, de nuevo muy estridentes, de Linda Medley. El mismo equipo creativo vuelve con un muy buen episodio, más livianito, de nuevo centrado en Batman y Robin, con bastante humor y mucho peso en la trama para la policía de Gotham. Después tenemos un numerito bastante menor de Batgirl contra el Riddler, con muy buenos dibujos del maestro Joe Staton, que se anima a alejarse cada vez un poquito más del molde visual impuesto por la serie animada. Después, Templeton se despacha con dos buenos guiones, enfocados en los villanos y con roles menores para Batman y Robin. Primero (junto a Kruse) le dedica un buen episodio a Two-Face, y después, junto a Bo Hampton, pone el foco en Killer Croc, en otro número memorable. Llega el turno del Annual 2, donde hace su única participación en los comics Hilary Bader, una guionista que supo dejar su marca en la serie animada, donde firmó grandes episodios. Acá cuenta una historia interesante, pero un toque estirada, y se ve ampliamente beneficiada por los dibujos de un Staton al que ya le dejaban hacer cualquier cosa, sin ajustarse demasiado a la estética de los dibujos animados. Algo similar pasa con Bo Hampton, quien va a dibujar los dos números finales en un estilo que está emparentado con el de BTAS, pero un poco menos que el de otros dibujantes que pasaron por esta serie (y su antecesora). En el nº24 tenemos el breve regreso de Kelley Puckett, con un muy buen episodio centrado en Poison Ivy (de nuevo con un rol muy chiquito para Batman). Y para el cierre, Templeton y Hampton nos traen un episodio extra-large de 38 páginas, en el que el Dúo Dinámico confronta una vez más con Ra´s al Ghul. Es una aventura con pretensiones épicas, pero -si bien tiene momentos impactantes- no es una gema, ni mucho menos. Ya está: no jodemos más con comics basados en la serie animada de Batman, aunque seguramente vamos a volver a visitar Gotham en un futuro no muy lejano. Nada más, por hoy. Ya estoy en pleno descenso hacia los abismos de la fecha de cierre de la Comiqueando Digital, así que voy a poder leer cada vez menos comics... pero ni bien pueda, reaparezco por acá con nuevas reseñas. Gracias y hasta entonces.

jueves, 1 de mayo de 2025

FERIADÍSIMO

1º de Mayo, Día de l@s Trabajador@s, feriado global y encima esta noche tengo entradas para el concierto de Simple Minds, acá, a ocho cuadras de mi casa. Podría tranquilamente hacerme el boludo y no postear en el blog, dedicarle este rato a ver otro episodio de El Eternauta, o la adaptación de El Combate de los Jefes, o alguna otra gema de las que ofrece la querida Cuevana. Pero hoy en un mundo más justo estaría soplando las 82 velitas el inmortal Carlos Trillo, y justo ayer terminé de (re)leer una de sus obras más gloriosas, así que acá estamos. Allá por 1981-82, cuando las historias de Buscavidas se publicaron originalmente en las páginas de SuperHum®, yo era muy pendejo y probablemente no me habrían interesado los guiones de Trillo, o me habrían ahuyentado los dibujos de Alberto Breccia. Yo soy de lo que flashearon fuerte con Buscavidas cuando Doedytores la recopiló en dos álbumes, allá por 1993-94. Hoy pude tirar a la mierda esos libritos finitos, impresos así nomás, porque felizmente hay una nueva edición de Buscavidas, en un solo tomo, mucho más cuidada, con un prólogo magnífico de Fernando Ariel García y con el agregado del episodio que no salió ni en SuperHum® ni en las recopilaciones de los ´90. Para que nos ubiquemos fácilmente, en la continuidad de la obra de Trillo y Breccia esto viene justo después de las historias cortas que vimos acá el 22/05/14. Pero en Buscavidas la química entre los autores funciona mucho mejor. En vez de mezclar 170 técnicas distintas, Breccia se juega todo al claroscuro e instala todo el contexto visual de la serie en el terreno del grotesco más extremo, más granguiñolesco que podamos imaginar. No deja de ser vanguardia, no deja de experimentar, sorprende con el uso de tipografías y de recortes de publicidades de revistas antiguas, lleva al límite (y más allá) su impronta expresionista, y aún así se lo ve mucho más compenetrado con los guiones, más decidido a poner al dibujo al servicio del relato. Trillo sintoniza rápidamente la frecuencia en la que quiere trabajar el maestro, y responde con historias repletas de ironía, mala leche, reflexiones amargas y situaciones en las que los personajes descienden sin el menor reparo a las fosas sépticas de la depravación moral. Buscavidas no protagoniza las historias, sino que las escucha, las vampiriza y las remata con ácidos comentarios que cierran cada una de las entregas, todas totalmente autoconclusivas. Obviamente en un libro con 14 historietas no todas son igual de buenas, pero el nivel general es realmente superlativo. La línea que baja Trillo es sutil e implacable, como la forma en que nos invita a cuestionar ideas que tienen que ver con el éxito, el poder, la belleza, la moral, incluso la cordura. Valores que -en aquellos años oscuros- pocos autores se animaban a poner en tela de juicio, y menos a burlarse de ellos. Trillo y Breccia logran una caricatura grotesca y sumamente eficaz de la sociedad de esos años, cargada de miedos, silencios y prejuicios, y lo hacen en historias que -además- están buenísimas. ¡Y los diálogos! Trillo nunca le escapó al uso de los localismos e informalismos propios del Río de la Plata en sus historietas, pero probablemente Buscavidas sea su obra más arriesgada en ese sentido, la que más apela al lunfardo, y la que tiene diálogos que nos suenan más cercanos al oído de los porteños. El resultado de todo esto es una auténtica belleza, la demostración contundente de que en ocho páginas se pueden contar historias de gran potencia, y además jugar a fondo desde lo visual. Si vas a leer una sola obra de Carlos y Alberto, tiene que ser Buscavidas.
Y hablando de genios del claroscuro, leí Rey Rosa, un trabajo muy breve del asombroso David B., publicado en 2009 en Francia y 2010 en España. Son apenas 44 páginas en las que el autor nos cuenta una historia muy simple, basada en una obra de Pierre Mac Orlan: básicamente, un barco pirata tripulado por esqueletos de bucaneros muertos hace décadas (o siglos) vaga por los mares en busca del descanso final. Están muertos, pero sus vidas continúan, y ellos quieren ponerle fin de una puta vez. En medio de esos viajes, siguen atacando barcos tripulados por gente viva, y en uno de esos abordajes encuentran a un bebé, al que adoptan y llevan al barco pirata. ¿Cómo vive y cómo crece un bebé en un navío tripulado por esqueletos de piratas muertos? Eso es lo que cuenta el álbum en las 18 páginas finales. Hasta ese punto, Rey Rosa es más una descripción que un relato. El clima se acerca bastante al de un cuento de hadas, no hay mucha explicación de por qué los piratas siguen vivos, ni por qué este barco asoma solo de noche y de día navega por abajo del agua, ni por qué el bebé no se ahoga cuando el barco se sumerge... Es todo un delirio muy entretenido, con mucho humor y mucha imaginación. Y el final... bueno, es el típico de las historias en las que un nenito crece fuera de su ámbito natural, no muy distinto del de -por ejemplo- The Jungle Book de Rudyard Kipling. Lo bueno es que acá casi no importa el final, lo interesante es el viaje. Y por supuesto, el dibujo y la puesta en página de un David B. inspiradísimo, que nos regala una verdadera salvajada visual repleta de hallazgos. Su trazo vigoroso le pone aún más onda y más expresividad a lo limado del planteo, y le sube el nivel de bizarreada y de encanto surreal. El propio David B. es el responsable de colorear estas páginas, y la verdad que el color es precioso, pero podría tranquilamente no estar, porque el trabajo de línea, mancha y texturas que realiza el autor es sublime. Lástima que es una obra muy cortita, porque tanto el tema como la estética de Rey Rosa resultan perfectos para una adaptación fílmica, ya sea en dibujos animados o en stop-motion. Me la re imagino con movimiento y sonido, sobre todo con stop-motion tipo Nightmare Before Christmas, y deliro de emoción. Así como está, en esta iteración de papel y tinta, lo único que no me copó de Rey Rosa es que se termina rápido. Me doy cuenta de que no había mucho más para contar, sobre todo por lo que señalaba acerca de que el relato propiamente dicho cobra rumbo recién cuando faltan 18 páginas para el final... pero verlo a David B. dibujar a este nivel siempre dan ganas de que las historias duren el doble, el triple, 10 veces más... Y nada más, por hoy. Disfruten el feriado y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.