el blog de reseñas de Andrés Accorsi

miércoles, 31 de agosto de 2022

NOCHE DE MIÉRCOLES

O de mierda, ¿para qué vamos a andar con eufemismos, a esta altura? Estoy intoxicado desde ayer, con diarrea y vómitos, y es una sensación horrenda, que me impidió hacer prácticamente todo lo que tenía programado para hoy. Por lo menos al quedarme en casa tuve tiempo para terminar un libro y encarar estas reseñas... Sigo a full con 20th Century Boys y el Vol.6 me pareció alucinante. La cantidad de personajes en escena, el misterio de Amigo que está cada vez más cerca de resolverse, los huevos de Naoki Urasawa para dejar fuera de cámara durante cientos de páginas a Kenji, que supuestamente es el protagonista de la saga... Y eso sin hablar del dibujo, que es glorioso, a años luz de todos esos simios amaestrados que llenan páginas de los shonen en un estilo uniforme, de modo que cada día sea más difícil distinguir a unos de otros. Los personajes están diseñados de manera brillante, pero son apenas la puntita del iceberg. Todo este mundo peligrosamente cercano que dibuja Urasawa está pensado para envolvernos en la historia y que nos resulte verosímil y atrapante. Hasta que pasadita la mitad del tomo, el autor hace una de más y el verosímil se va al carajo. En una secuencia ambientada en 2015, cuando Otcho es un señor de casi 50 años, obtiene una pista importantísima que lo acerca a resolver el misterio de Amigo porque RECUERDA UNA CONVERSACION QUE TUVO CON UN COMPAÑERITO EN QUINTO GRADO. Chau, imposible. Me resulta más fácil creer que Macri no tuvo nada que ver con el espionaje a los familiares del ARA San Juan. ¿Qué clase de persona recuerda en 2015 algo que le dijo un compañerito de la primaria en 1971? No hay forma. 20th Century Boys es un manga en el que la reconstrucción de un pasado lejano tiene muchísimo peso, desde el primer tomo. Pero no se puede apelar a saltos al vacío tan extremos como el que pega Urasawa en esa secuencia. Fuera de eso, un tomo redondísimo, un guion que no deja cabos sueltos, un suspenso siempre asfixiante, personajes y situaciones muy gancheros, giros impredecibles, revelaciones impactantes... un lujo.
Hace poco prometí volver a visitar al Conan de Timothy Truman y Tomás Giorello, y acá estoy, con un arco de cuando los capos ya dejaron la serie mensual y empezaron a realizar miniseries protagonizadas por un Conan ya veterano, ahora Rey de Aquilonia. De todos esos arcos publicados por Dark Horse bajo el rótulo de King Conan, el "mejor rankeado" por los fans es este, Wolves Beyond the Border, tal vez porque tiene la particularidad de no seguir de manera lineal a ningún relato de Robert E. Howard, sino que está armado por Truman a partir de fragmentos de obras que Howard dejó inconclusas, a las que el guionista les incorporó muchísimo de su propia cosecha. Y además a Truman siempre se le dio muy bien el western, y Wolves Beyond the Border es un western apenas camuflado. Nunca fui muy lector de Conan, pero creo que esta es la historia que más me gustó de todas las que leí con este personaje. Me gusta que sea un cincuentón muy curtido, no tan impulsivo como en sus años mozos. Me gusta que para cuando matan a sus compañeros uno ya se encariñó con ellos... y lo que más me gusta: a diferencia del Conan de Roy Thomas, el clásico, el de los años ´70 en Marvel, este no está suavizado. La violencia es tremenda, la sangre te salpica, vuelan cabezas a la mierda... como debe ser un comic de bárbaros, no? Pero además hay diálogos muy logrados, hay cuerpos desnudos, hay gente que coge... Muchas cosas que en el Conan de Thomas no recuerdo haber visto nunca. Por ahí (repito) porque leí muy poco. Este guion de Truman está pensado para satisfacer a cualquier fan de la aventura. Hay locaciones exóticas, sacrificios, persecuciones, magia, combates a todo o nada, suspicacia (porque la alianza entre los "buenos" es bastante frágil), lindos toques de continuidad que hilvanan a la era de Conan con las de otros personajes de Howard, volantazos que no te ves venir... Realmente está todo muy bien pensado y bien cuidado. Y el dibujo de Giorello, ma-mita... Mejor que en el tomo anterior, mejor que nunca. Una bestialidad lo que dibuja nuestro compatriota en estas páginas. Tomás entregaba lápices sin entintar, tan complejos, tan sólidos, tan trabajados, que -photoshop mediante- se ven como si estuvieran entintados como los dioses. Sobre esos lápices, el colorista (nada menos que el gran José Villarrubia) no tenía más que añadir su propia magia, con unos resultados sublimes. Como la vez pasada, me llamó la atención que Giorello narre todo tan "de cerca", con muchos planos cortos. En general queda bien, pero hay secuencias que por ahí se verían mejor contadas "más de lejos", con más protagonismo para los fondos y menos para las figuras y los rostros. Creo entender por qué Giorello se siente tan cómodo cuando puede meter muchos primeros planos: si bien este animalito dibuja TODO muy bien, en los rostros saca una diferencia brutal con sus colegas. A las mujeres las dibuja hermosísimas, con esa sensualidad tipo Alfonso Azpiri, y a los hombres les pone esa gestualidad adusta, por momentos salvaje, que recuerda al toque al gran Jorge Zaffino y que tanto le gusta al lector yanki. El Conan de Giorello es enorme y exhuberante, y habita un mundo al que también se le aplican esos calificativos. Y el aporte de Villarrubia hace que todo sea vea aún más bello y más épico. Si alguna vez te copás con Conan y te preguntás por dónde empezar a leer los comics del Cimmeriano, yo iría directo a Truman y Giorello. No puede fallar. Nada más. Gracias por tanto y hasta pronto.

domingo, 28 de agosto de 2022

HISTORIETA REVÓLVER: CASA ABIERTA

Por su volumen y por su repercusión, este libro merecía una reseña para él solito. Ahí vamos. Después de un par de años de intentar la proeza con una antología que salía en kioscos y comiquerías de manera bastante periódica, en 2021 la editorial Primavera Revólver rompió su propia lógica y se volcó decididamente al formato libro. Y en vez de discontinuar la antología, la agrandó, la convirtió en un potente masacote de más de 200 páginas, en el que conviven 28 historietas. Como es lógico, la calidad no puede ser pareja si hay 28 historietas y 58 autores involucrados, pero la lectura del tomo resulta -en general- muy satisfactoria. Vamos a recorrer algunos momentos destacados. ¿Está piola poner la mejor historieta adelante de todo, o conviene guardarla para el medio, o para el final? No sé, es un lindo tema para debatir: anatomía de las antologías. Lo dejo picando. Esto viene a cuento de que Casa Abierta arranca con Vacío, una historieta de Sergio Carrera que sin dudas está en el podio de lo mejor del libro. Oro, plata, bronce... no sé, pero seguro es de las tres mejores. Una verdadera gema. La otra que seguro pelea el primer puesto es la de María Eugenia Alcatena y Muriel Frega. Se llama La Siesta y en apenas 12 páginas ofrece tantas buenas ideas, tanta imaginación en la puesta en página y unos dibujos tan hermosos, que la tuve que releer dos veces más. Y también me parece alucinante que se haya publicado en castellano La Noche de Rasputín, una de las 10 historietas que componen la mítica antología Un Giorno, Un Secolo. En este caso, el guion de Robin Wood lo dibuja Quique Alcatena y de la magia de estos dos próceres del Noveno Arte sale un relato realmente inquietante, fiel a la historia real, pero con espacio para la fantasía y la poesía. Después hay cosas raras, como esa historieta de Carlos Albiac y Horacio Lalia, que parece de principios de los ´80. ¿Estaba inédita, o es algo que ya se publicó hace más de 40 años en alguna revista de Record? Me encantaría saberlo. También es polémica la decisión de republicar (pasada a grises de manera no muy lograda) una historieta de Luciano Saracino y Dante Ginevra que ya formó parte de otra antología (De Amor, de Locura y de Muerte, reseñada el 26/05/11). La historia más larga del tomo está escrita por Néstor Barron y dibujada por el recordado Walther Taborda, en un estilo espectacular, muy loco, como si la estética de Taborda de pronto se fusionara con la de Enki Bilal. El guion, lamentablemente, se me hizo largo. Para cuando el conflicto realmente cobra tensión, ya me había aburrido con muchas secuencias innecesarias. ¿Qué más me gustó? Muchas cosas. Ver a El Sombra y Tito dibujados por Edu Molina fue genial. Esas cuatro paginitas de Martín Renard y Tomás Aira (Timeblocked) también me encantaron, sobre todo por el excelente manejo de los diálogos que muestra el guionista. Los dibujos de Diego Pogonza, impresionantes, de altísimo nivel. En general hay muy buenos dibujantes, sobre todo de estilos realistas: Manuela Mauregui la rompe, Carina Altonaga la rompe, Marcelo Valentini está muy bien, Julio Azamor también... Y fuera del estilo más académico, sin dudas Sejo se lleva todas las palmas. También me gustaron mucho el dibujo de Oscar Capristo, la breve historieta de Emilio Balcarce y Fabián Mezquita, y dos ideas, que dieron pie a sendas historietas que por ahí no alcanzaron todo su potencial: la de Dolores Alcatena parte de una premisa sumamente atractiva, pero algo en el dibujo hizo que no me pegara tan fuerte. Y la de Hernán Martignone y Diego Rey, también, parte de una premisa que me entusiasmó, pero me encontré con que eran cuatro páginas sin un conflicto, y yo soy de esos pelotudos que quieren que en las historietas haya un conflicto, algo que se tenga que resolver en algún momento de la trama. Ya nombré a un montón de autores y autoras destacados, y podría sumar menciones a Lubrio, Pablo Barbieri, Sergio Ibáñez, Juan Sáenz Valiente, Alejandro Farías, Gustavo Schimpp, Kripto... Mucha gente muy talentosa hizo su aporte a Casa Abierta, y si bien no todos estuvieron a la altura del material que más me interesó o más me emocionó, la acumulación de experiencias, estilos y miradas diversas sin dudas enriquece la propuesta. La portada de Aleta Vidal está buenísima, la calidad del papel es muy buena, el material está muy bien reproducido (tanto las páginas en blanco y negro como el segmento a todo color), y en general se siente que Paula Varela, la editora de la antología, le pone mucho amor al proyecto, no lo hace para facturar unos mangos ni para buscar chapa o protagonismo. La verdad que está buenísimo que en la era de las novelas gráficas de chotocientas mil páginas haya un espacio para que los maestros de siempre compartan con los autores más jóvenes las páginas de una antología potente, donde todos puedan brillar con historias cortas que visiten distintas temáticas y las aborden en distintos estilos. Este año ya se publicó otro número bien nutrido de Historieta Revólver, que seguramente voy a leer recién en 2023. Así que el proyecto sigue adelante, y eso hay que celebrarlo. Nada más, por hoy. Como suele suceder, reapareceré con nuevas reseñas ni bien tenga más material leído. Gracias y hasta entonces.

viernes, 26 de agosto de 2022

MAÑANA DE VIERNES

Acá estoy de vuelta, con un par de libros para reseñar. Después del hitazo que significó Los Años de Allende (ver reseña del 21/08/15), era obvio que la dupla integrada por Carlos Reyes y Rodrigo Elgueta iba a volver. Y volvió en plena pandemia, con un libro editado a fines de 2020, titulado Nosotros los Selk´Nam, en el que exploran la historia, la cosmogonía, la cultura y el legado de esa peculiar tribu aborigen que habitó la Tierra del Fuego, tanto del lado chileno como del argentino. Nosotros los Selk´Nam es un libro raro. Más que una novela gráfica pareciera ser un ensayo gráfico. No está la intención de contar una historia, sino más bien de recabar testimonios y datos que nos ayuden a pensar en los misterios de esta etnia casi desaparecida de la faz de la Tierra. A lo largo de casi 140 páginas, Reyes y Elgueta aparecen como personajes del libro: a veces le hablan directamente al lector y otras veces interactúan con artistas, intelectuales o científicos que estudiaron el tema de los Selk´Nam, o se inspiraron en sus leyendas para crear otras obras. Así, de manera fragmentaria, el libro nos ofrece distintas miradas acerca del fenómeno, unas más centradas en la historia de los aborígenes fueguinos, otras más teñidas por la fascinación que ejerce su conexión con una cierta metafísica muy elevada y conectada con relatos épicos y hasta con cuestiones de género hoy muy candentes. Cada tanto, Reyes y Elgueta interrumpen estas charlas con expertos para mostrarnos algunas viñetas dibujadas en un estilo mucho más caricaturesco, donde sí avanza una ficción un poco más tradicional, protagonizada por una pareja, y por supuesto también vinculada al atractivo que hoy tienen la cultura y los mitos de los Selk´Nam. No es la parte que más me interesó. Lo más rico, para mi gusto, es el tramo más histórico, en el que los autores y los especialistas con los que conversan sacan a la luz la forma atroz en la que terratenientes y empresarios, avalados por los gobiernos de Argentina y Chile, les robaron las tierras a este pueblo y lo exterminaron. Lo más tremendo es que es un exterminio que recién se calmó un poco a principios del Siglo XX, es decir que es bastante reciente y -lo que es peor- está bastante documentado, porque se da en una época en la que hasta existía la fotografía. Una vez más, la codicia de los grandes capitalistas se lleva puesta a una civilización entera, y acá te cuentan quiénes fueron, cómo lo hicieron y cómo sobrevivieron los pocos Selk´Nam que aún hoy pueblan la región más austral de la Patagonia. El dibujo de Elgueta es excelente de punta a punta, en los distintos estilos que aborda. Ya sea cuando retrata a la parejita, o cuando replica el estilo de los antiguos grabados, o cuando mete ilustraciones a lápiz con un trazo más suelto, el trazo del dibujante conjura climas increíbles. Las escenas de cabecitas que hablan no se hacen aburridas, la reconstrucción de las épocas pasadas está lograda de manera magistral y la combinación de distintas técnicas de dibujo y entintado no confunde en ningún momento al lector ni lo distrae de lo importante, que es lo que revelan la investigación de los autores y los testimonios de los entrevistados. Si te interesa saber mucho más acerca de los Selk´Nam (o los onas, como lo llamaban los libros de historia de los que estudiamos en los ´70 y ´80), este es el álbum de historietas al que le tenés que entrar.
Nueva edición para Las Andanzas del Incorregible Paolo Pinocchio, esta vez en Argentina (yo tenía la española, de DibBuks, reseñada el 18/04/12), y bueno, una excelente excusa para releer todo el material protagonizado por el muñeco maldito y nacido de la pluma de Lucas Varela. El nuevo recopilatorio trae todas las apariciones de Paolo excepto la novela gráfica final, que salió en Francia en 2021 y acá llegará... eventualmente. Bajo una nueva portada demasiado buena para ser real, el libro pone en orden todas las historietas de Paolo, en las que se ven algunos retoques respecto de sus apariciones en revistas como Fierro o libros anteriores como Estupefacto, Matabicho, o el ya citado recopilatorio de DibBuks. En algunas páginas hay viñetas agregadas, las breves historias presentadas originalmente como tiras ahora son páginas de historieta tradicionales, y el cambio más notable es que Varela acotó muchísimo la paleta de colores. Hay decenas de páginas en las que no vemos ninguna tonalidad de azul, y las tonalidades de verde escasean aún más. Predominan blanco, negro, gris y tonalidades de rojo, a las que también se suman de a ratos naranjas y amarillos. La verdad que el resultado no cambia mucho al quitarle variedad cromática a las historias: el dibujo sigue siendo extraordinario y los guiones mantienen intactas sus dosis de delirio y pésima leche. Probablemente entre los lectores argentinos Paolo Pinocchio sea la más difundida de las obras de Lucas Varela, con lo cual me da la sensación de estar hablando al pedo, de algo que casi todos ya leyeron y ya saben que es una obra maestra de este monstruo de la historieta surgido hace 25 años en las páginas de Comiqueando. Pero habrá algún despistado (o despistada) que todavía no entró a este mundo de fantasía putrefacta, de demonios que se convierten en gusanos, de almas condenadas con forma de masacotes, de orgías satánicas y cuentos de hadas enchastrados de crueldad y miseria. Ese es el mundo de Paolo Pinocchio, un mundo en el que el Medioevo es reversionado para incluir recitales de rock y en el que las palabras típicas de los porteños se cuelan en diálogos pomposos y circunspectos con un efecto cómico demoledor. Humor negro, abyección moral, aventuras que avanzan con una lógica cercana a la de los sueños, y la desbordante imaginación de Varela puesta al servicio de criaturas y escenarios donde la fantasía y la desolación van de la mano. Si los guiones fueran horribles o no estuvieran, habría que comprar este libro por los dibujos, que son gloriosos. Pero además los guiones existen y son brillantes, así que no hay forma de escapar a este infierno encantador, que es apenas una muestra del talento descomunal de Lucas Varela. Nada más por hoy. Gracias y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

lunes, 22 de agosto de 2022

NOCHE DE LUNES

Vamos con un par de libritos que me devoré estos últimos días. Conan: Black Colossus es el Vol.8 de los tomos que recopilan la más extensa de las distintas series regulares que protagonizó el Cimmerio en Dark Horse. Este tomo me llamó la atención por el equipo creativo: guion de Timothy Truman, dibujos de Tomás Giorello. Un combo más que atractivo incluso para alguien que (como yo) no es fan de Conan. Adentro me encontré con una historia que adapta un relato de Robert E. Howard en el que básicamente Conan tiene que ponerse al frente de un ejército inmenso para combatir a otro ejército inmenso, que además tiene como líder a un hechicero con zarpados poderes sobrenaturales. Y al final gana Conan, y para festejar se pega una revolcada con una hermosa princesa. ¿Más de 130 páginas para contar eso, estás seguro? ¿No será un malentendido? No. La batalla se despliega en los dos últimos capítulos, y todo el resto es un larguísimo build-up, en el que Truman se dedica a mostrarnos lo malo y poderoso que es el villano, mezclado con escenas en las que Conan se gana de a poco la lealtad de mercenarios, aristócratas y demás muchachones de armas tomar que se integrarán a sus huestes, muchos de los cuales no sobrevivirán. Lo más interesante de esta previa interminable llega cuando Truman contrasta a un Conan rústico, sucio y desprolijo, con estos aristócratas, nenes de mamá que frecuentan los palacios pero que en su vida se enfrentaron a las amenazas que el Cimmerio derrota todos los días, con la naturalidad con la que uno se lava los dientes o saca la basura. Esas pinceladas de intriga palaciega, desarrolladas en diálogos muy dinámicos, hacen que todas esas páginas se sostengan un poco más, incluso a lo largo de capítulos (como el 3 y el 4) en los que prácticamente no hay acción. Y por supuesto el dibujo de Giorello, complementado de modo insuperable por el color de José Villarrubia, le imprime a la historia una fuerza increíble. Tanto en los momentos ominosos, como cuando hay que mostrar a milicos y príncipes rosqueando en un palacio, como cuando estalla el combate entre cientos (o miles) de soldados, cada uno con sus armas, cascos, caballos, etc., nuestro compatriota da cátedra de cómo se dibuja una historieta de aventuras. Criaturas fantásticas, chicas hermosas, bárbaros armados hasta los dientes, hechiceros malignos, palacios majestuosos, Giorello te dibuja todo con una elegancia y una potencia que te pone los pelos de punta. Por ahí hay un cierto abuso de los primeros planos (esos en los que Tomás deja ver en los rostros de los varones la sana influencia de Jorge Zaffino), en secuencias donde se podría haber contado lo mismo "de más lejos". Pero la verdad es que la entrega del dibujante es completa, y el resultado es formidable. Tengo que pensar mucho para recordar cuándo fue la última vez que leí un comic de Conan tan bien dibujado. Se supone que la dupla Truman-Giorello llega a su cima más adelante, en la saga de King Conan, así que prometo entrarle pronto a un tomito que trae algo de ese material. Mientras tanto, si nunca leíste el Conan de Dark Horse, ya sabés que en Black Colossus te esperan una historia que tarda en explotar pero no está mal, y uno dibujos y un color alucinantes.
Me voy a España, año 2018, cuando se publica El Tesoro del Cisne Negro, una novela gráfica en la que el hiper-consagrado Paco Roca forma equipo con el diplomático y escritor Guillermo Corral, ahora convertido en guionista de historietas. Si el otro día cuando leía El Pacto del Letargo hubo momentos en los que flasheaba una novela de Arturo Pérez-Reverte, con El Tesoro del Cisne Negro llegué al punto de chequear si el argumento no estaba basado en una obra del maestro cartaginés. Esta es una novela absolutamente protocolar que, como todo trámite protocolar, avanza a un ritmo muy lento. La trama es muy atractiva, y tiene más de un punto de inflexión en los que gana nuevas capas de complejidad, para que los conflictos se tensen y uno no sepa cómo se pueden llegar a resolver. En general, es un buen guion, con buen desarrollo de personajes y un tratamiento serio y verosímil de una temática muy ganchera como es la aparición en nuestro milenio de un gigantesco tesoro hundido en el océano desde principios del Siglo XIX. Los dos problemas que encontré son: 1) el villano es un personaje sin matices ni dobleces. Desde la primera vez que aparece ya intuís que Frank Stern es un sorete, y en las 200 páginas de la novela Corral no hace más que ratificarlo. 2) una punta relevante de la trama se resuelve con una casualidad medio grosera, cuando Alex va al mismo restaurante que Stern y Moreno, el mismo día, a la misma hora. El resto está muy bien. Es una historia de verdad, memoria, justicia y dignidad, que se apropia de elementos del documental, de la comedia romántica, del thriller financiero y del courtroom drama tan popular en EEUU. Y tiene ese final agridulce, onda Raiders of the Lost Ark que me cerró por todos lados. El dibujo de Paco Roca es sintético, adusto, con una economía de recursos muy notable. Por momentos me pareció estar viendo dibujos hechos a tinta sin lápiz previo, pero evidentemente la planificación de las secuencias de Roca es tan ajustada que no se puede hacer sin por lo menos bocetos bastante trabajados. Roca se esfuerza todo el tiempo para que el dibujo no llame la atención, no nos distraiga ni por un segundo de la historia. El dibujo está ahí porque filmar El Tesoro del Cisne Negro con actores en escenario reales era un kilombo y salía muy caro. Pero pareciera no tener ninguna otra función. El color sí, es muy generoso en climas, transmite muchísima emoción y funciona como un elemento importante en la narración. Es raro lo que me pasó con el dibujo, porque por un lado me gustó, y por el otro pienso que esto mismo lo podría haber dibujado un tipo mucho más genérico, más del montón, mucho menos talentoso que Roca, y habría funcionado de la misma manera. Y Paco podría haber dedicado los años que trabajó en este libro a otra obra con guion suyo, de esas que te masacran el alma. Pero bueno, se copó con este proyecto, le dio jerarquía y visibilidad a un guion muy consistente y no se le puede decir ni mu, porque el resultado es satisfactorio, lo mires por donde lo mires. Tengo un libro más de Roca sin leer, que supongo que llegaré a reseñar muy a fin de año, o ya el año que viene. Y nada más. Muchas gracias a tod@s l@s que descargan la Comiqueando Digital en https://comiqueandoshop.blogspot.com/. Hicimos un laburazo y está bueno que llegue a destino. Nos vemos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

viernes, 19 de agosto de 2022

NOCHE DE VIERNES

De a poquito se me van acomodando los horarios y empiezo a encontrar momentos para leer comics y reseñarlos, que para eso está este blog. Sobre fines del año pasado, Loco Rabia y Belerofonte lanzaron el libro Nuggu y los Cuatro + La Niña de Sal, de Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena. Los memoriosos recordarán que allá por 2007, Belerofonte había publicado en Uruguay un librito que traía Nuggu y los Cuatro. Cuando se anunció este, pensé que simplemente le habían agregado atrás otra serie de la dupla con una ambientación similar, como suele hacerse. Imaginate mi sorpresa cuando descubrí que La Niña de Sal no solo comparte ambientación con Nuggu y los Cuatro, sino que retoma a los personajes y los conceptos de aquella saga. O sea que a las 70 páginas originales se les sumaron 144 más, que forman parte de un mismo universo y resignifican lo que Eduardo y Quique nos habían contado en aquella primera saga. La única cagada que tiene el libro es que no ofrece información acerca de cuándo se realizaron estas historietas o cuándo fueron publicadas en Italia, su mercado original. El resto, todo alucinante. Mazzitelli y Alcatena nos llevan a una versión fantástica y desaforada de Japón, donde conviven imperios poderosísimos, demonios ancestrales, hechiceros malignos, monjes, luchadores y todo de tipo de criaturas una más extrema que la otra. Como siempre, el guionista se las ingenia para contar pequeñas historias dentro de la historia troncal (que parecen ser dos, pero es una sola cuyo foco se desplaza un poquito), para mechar sutiles pinceladas de humor y algunos bloques de texto de increíble vuelo poético. Fiel a su costumbre, los guiones de Mazzitelli requieren de la violencia para resolver los conflictos, pero esta está bastante desenfatizada. Nunca llegan a ser historietas "de machaca", si bien proliferan las espadas, los ejércitos y los combates a todo o nada entre seres hiper-poderosos. Esta vez tenemos un héroe que realmente transpira la camiseta y la pasa mal para conseguir su objetivo, el rústico Togoro, quien recién alcanzará la paz en la última viñeta. Y dos chicas en roles muy destacados: Yaomi en el primer tramo y Okima en el segundo encerrarán las claves para que la historia avance y llegue a buen puerto. El trabajo que hace Mazzitelli con estos dos personajes es realmente muy notable. Como son historias pensadas para ser publicadas en episodios de 12 páginas, algunas incluyen peripecias que -miradas con un poquito de perspectiva- no aportan tanto al desarrollo global de las tramas, sino que están ahí básicamente para que no se vaya el episodio entero sin que "pase algo" que impacte al lector. Pero la lectura en libro, con toda la saga junta, no transmite la sensación de "esto está estirado al pedo", en lo más mínimo. El dibujo de Alcatena está en ese nivel de esplendor al que se subió hace más de 30 años y nunca se bajó. Acá encontré algo infrecuente en la obra del ídolo: una página de 11 viñetas. Y no, no tuve un flashback traumático a la época en que leía las revistas de Columba. Quique pilotea con maestría el obstáculo de tener que meter todos esos dibujos y todos esos globos de diálogo en una sola página sin dejar nunca de maravillar al lector con su imaginación y su oficio para contar estas epopeyas, una más zarpada que la otra. Recomiendo enfáticamente Nuggu y los Cuatro + La Niña de Sal, tanto a los fans de la dupla Mazzitelli-Alcatena como para quienes todavía no se aventuraron en los mundos fantásticos de estos dos genios de la historieta mundial.
Me voy contra dupla tremenda, la que integran Tsugumi Ohba y Takeshi Obata. Mucho después del final de Death Note, los demiurgos de aquel "shonen que redefinió el shonen" se volvieron a reunir para sumar algunas historias cortas que continúan y expanden la idea del manga original, y felizmente Ivrea las reunió en un librito muy copado. Las tiras cómicas me parecieron malísimas. Las dos historias más breves, las de la infancia de L, están bien sobre todo por la impresionante calidad de los dibujos. Y las tres historias extensas son lo que realmente vale la pena. La saga de C-Kira se mete con el espinoso tema de los ancianos sin recursos, a los que tan caro resulta mantener en una sociedad envejecida como es la japonesa. Y con la eutanasia, así, en general, con la gente que vive porque no le queda otra pero -si le dan a elegir- preferiría morir. La saga de A-Kira tiene un guionazo, una intriga tensa, espesa, donde nunca tenés idea de qué puede llegar a pasar, qué nuevos volantanzos pueden llegar a pegar el propietario del Death Note y Ryuk, nuestro shinigami favorito. Es todo un gran in crescendo maligno, pasado de rosca, que va a terminar con una puñalada trapera por parte de... alguien. Una historia en la que alguien que no ambiciona el poder ni la riqueza desequilibra todo un mundo regido por esos "valores". Y la saga de Taro Kagami es la que baja a tierra el concepto del Death Note, porque esta vez no está en manos de un maestro de la manipulación, ni de un estratega genial, sino de un pibe más chico, de unos 13 o 14 años, que toma conciencia de a poco de lo zarpado que es poder decidir si los demás viven o mueren. Las tres historias recuperan la sensación que me produjo la lectura del manga original, y en buena medida se debe a lo bien que narran estos dos monstruos. El dibujo apenas baja un poquito la calidad en la última historia (la de Taro), pero también mejora notablemente en las dos secuencias breves de la infancia de L. Así que visualmente esto es tan cautivante como los 12 tomos de Death Note. Solo lamenté que en estas historias no haya personajes femeninos importantes, que es algo que Takeshi Obata dibuja maravillosamente bien. Pero está todo muy bien logrado: el mundo de los shinigamis y el contraste con el mundo real, las expresiones faciales de los personajes, los sutiles toques que le mete a Near para dar cuenta de que pasó el tiempo... todo funciona tan bien como en el manga original. La traducción de Damián Gaggero, impecable. Y ahora sí, creo que no hay más Death Note. Pero si cada tanto se juntan Ohba y Obata y se les ocurren ideas tan interesantes como estas para continuarla (o para continuar Bakuman, ¿por qué no?), cuenten conmigo, que acá hay un comprador incondicional. Vuelvo pronto con nuevas reseñas. Gracias por el aguante, hasta entonces, y no dejen de descargar la nueva Comiqueando Digital en https://comiqueandoshop.blogspot.com/, que está buenísima.

jueves, 18 de agosto de 2022

CRACK BANG BOOM: TRES IDEAS PARA MEJORAR

Después de dos años de paréntesis forzado por la pandemia, Crack Bang Boom volvió y volvió en plena forma. No solo no se desarmó el equipo de producción, sino que se lo vio muy afilado, muy bien ensamblado. Y por si la gran convocatoria de público y la alta calidad de la propuesta no alcanzaran, se sumó también la noticia (la bomba, en realidad) de que la organización y la Municipalidad de Rosario firmaron un convenio que garantiza la realización conjunta de DIEZ ediciones más del evento. Claramente se inicia una nueva etapa para Crack Bang Boom, que probablemente incluya la "mudanza" a otro predio dentro de Rosario, con las posibilidades que brinda este compromiso de largo plazo entre una organización privada (liderada por el maestro Eduardo Risso) y una estatal, el municipio de la ciudad que funciona como sede del evento. En ese contexto, me parece que es un buen momento para proponer tres ideas que podrían elevar aún más la calidad de este evento que desde 2010 es pasión de multitudes y que tiene más que ganado un lugar de privilegio entre los fans y los profesionales de la historieta, dentro y fuera de Argentina. 1) SUMAR ACTIVIDADES APUNTADAS AL PÚBLICO INFANTIL Crack Bang Boom es un evento de marcado perfil familiar, y sobre todo los sábados y domingos, asiste una gran cantidad de familias con chicos chiquitos. Hasta hoy, con once ediciones a sus espaldas, la convención no contempló a ese segmento etáreo en su programación. Las opciones para los más chiquitos parecieran ser participar del cosplay, ver el cosplay, o instar a sus padres a que les compren cosas en los stands. Me parece que la propuesta se enriquecería mucho si se incorporaran talleres de dibujo, concursos con preguntas sobre dibujos animados, pequeñas obras de teatro (con actores o con títeres), performances de narradores que cuenten cuentos, o cualquier otra de las típicas actividades que suelen verse en la grilla de la Feria del Libro Infantil, por poner un ejemplo cercano. 2) DEPURAR EL ÁREA COMERCIAL Resulta increíble que, año tras año, las autoridades de la ciudad de Rosario brinden sus espacios públicos para que se venda con total impunidad una amplísima variedad de merchandising trucho. En los pabellones que CBB dedica a los stands comerciales, se ven invariablemente juguetes, mochilas, prendedores, tazas, posters, indumentaria y muchos otros productos realizados en forma clandestina por gente que vulnera los derechos de reproducción de franquicias internacionales como Star Wars, Harry Potter, Stranger Things, Los Simpsons, DC Comics, Marvel Comics y decenas de series de manga y animé de origen japonés, entre otras. Esto debería estar prohibido en un evento 100% privado, y mucho más en un evento donde un estado municipal forma parte de la organización. Sin dudas, es una práctica que debería alarmarnos, no solo por su carácter ilícito, sino porque no se condice con la jerarquía internacional del evento. 3) RECUPERAR LOS ESCENARIOS PARA EL ÁREA CULTURAL Con el correr de las ediciones, cada vez más libros se lanzan en las fechas de Crack Bang Boom y las presentaciones de los mismos hegemonizan la programación que se puede ver en los escenarios previstos para las charlas. Gradualmente, la programación de las charlas se fue "tercerizando", en el sentido de que la grilla se llena con propuestas formuladas ya no por la organización, sino por los propios expositores: todos quieren un espacio en los escenarios para promocionar sus nuevos lanzamientos. Así, el área comercial coloniza espacios que deberían estar reservados a actividades culturales o de entretenimiento. Con la cantidad de artistas, editores, comerciantes y demás profesionales vinculados al mundo de la historieta que asisten cada año a la convención, en estos escenarios se podrían generar charlas, debates, espacios de reflexión que enriquezcan la experiencia de los asistentes, y dejar que los expositores promocionen sus lanzamientos cada uno en su stand. De hecho, cuando desde la programación se proponen debates, o charlas temáticas donde los panelistas pueden exponer distintos puntos de vista sobre alguna problemática puntual, el público suele responder de modo entusiasta y los resultados son muy positivos. Las presentaciones de libros, en cambio, salvo honrosas excepciones, rara vez concitan el interés del público asistente. NADA MÁS Este es el aporte que me gustaría hacer, como alguien que asistió a 10 de las 11 ediciones de Crack Bang Boom: en las siete primeras fui expositor, en las tres primeras colaboré con la organización, y en las tres últimas fui simplemente como asistente. Desde distintos lugares observé distintos detalles y encontré estos tres puntos en los que -en mi opinión- todavía hay espacio para mejorar. Contento por la vuelta de la única convención de Argentina a la que me resulta atractivo asistir, y agradecido por el buen trato que se nos brinda tanto a los profesionales como al público en general, celebro que haya Crack Bang Boom para rato y espero que algunas de estas ideas se puedan llevar a la práctica en esta nueva etapa.

miércoles, 10 de agosto de 2022

ACÁ ESTOY DE NUEVO

Estuve varios días totalmente absorbido por el cierre de la Comiqueando Digital, sin tiempo para leer comics, mucho menos para escribir acerca de ellos. El esfuerzo dio sus frutos (suele suceder) y la nueva entrega de la revista ya está disponible en https://comiqueandoshop.blogspot.com/, donde se puede descargar por muy poquita plata y acceder a unas notas tremendas, historietas gloriosas y contenidos audiovisuales exclusivos de primer nivel. Vamos con las lecturas. El Brujo es una historieta de autores chilenos que se publicó a lo largo de varios años y en distintas revistas, y que se recopiló este año en un tomo integral del cual tuve el privilegio de escribir el prólogo. El libro es un lujo, está armado con cariño, con jerarquía, por momentos hasta con picardía, y realmente tiene todo lo que cualquier fan de Román Farías (que así se llama El Brujo) quería ver en un integral. El punto débil de esta serie, breve pero de gran impacto entre los fans trasandinos, son los dibujantes. Uno tras otro, se suceden dibujantes con muy escasa onda, en su mayoría tributarios de la estética que imperaba en el mainstream yanki a mediados de los ´90: Scott Campbell, Joe Madureira, Humberto Ramos... esa onda, pero en versiones de menor calidad. Eso sí, con una paleta de colores totalmente distinta a la que usaban los comics de esos autores, obra de un hábil Carlos Badilla. Y con una puesta en página totalmente opuesta a la de los dibujantes a los que imitaban: acá todo está muy apretado, muy comprimido, las historias se narran en pocas páginas en las que pasan muchas cosas y hay muchas viñetas, algunas muy cargadas de texto. El Brujo es un comic abigarrado, agorafóbico, que por momentos te agobia por la cantidad de elementos que hay en cada página. Estas mismas historias, contadas en más páginas, con más aire para que el dibujo se luzca (ponele) se verían mucho mejor. Los guiones de Brian Wallis y Francisco Inostroza están muy bien, porque son 100% en joda. La idea de crear un superhéroe que en realidad es un joven chileno medio garca los lleva enseguida al terreno de la comedia, donde se mueven con mucha soltura. La aventura más divertida es la que está escrita más en joda, la menos aventurera, que es la del casting de supervillanos. Ahí Wallis demuestra ser un alumno aventajado en las cátedras que dictaron Keith Giffen y J.M. DeMatteis en su Justice League, a la que por supuesto le tira homenajes y referencias copadas. También hay mucha referencia a la cultura pop de los ´90, desde Ren & Stimpy a las cámaras ocultas de VideoMatch. Así que son unas cuantas páginas muy entretenidas. Esto mismo, con historias menos comprimidas y dibujantes más capaces, podría ser un clásico que trascienda ampliamente sus coordenadas temporales y geográficas. Pero bueno, les tocó en suerte esta narrativa tan sobrecargada y dibujantes que quizás ahora superaron este nivel, pero lo que muestran en El Brujo es bastante inconsistente, especialmente en el caso de Javier Bahamonde. Yo conocí a El Brujo cuando mi amigo Francisco Inostroza me mandó este libro en .pdf para invitarme a escribir el prólogo. Y la verdad que me pareció una idea muy atractiva, cuyo desarrollo por ahí no resultó tan eficaz, pero que para pasar un rato y rememorar las boludeces de los ´90, está muy bien.
Entre los años 2014 y 2015, el maestro británico Brendan McCarthy produjo para Dark Horse una obra fascinante llamada Dream Gang, luego recopilada en libro en 2016. El argumento es una epopeya fantástica en el mundo de los sueños: la clásica aventura de buenos contra malos que aspiran a destruir la realidad toda, pero ambientada en un universo onírico, con reglas más extrañas que las de cualquier otro mundo fantástico que puedas imaginar. Es una fórmula clásica, pero fresca, muy bien condimentada con ideas atractivas, buenos diálogos y algo de desarrollo de personajes. En ese aspecto, McCarthy todavía tiene muy marcado el genoma de la 2000 A.D., donde todo está jugado al plot y rara vez se le da bola al desarrollo de los personajes, y ese puede llegar a ser el único punto algo insatisfactorio de Dream Gang. Todo lo demás es un festival de imaginación, magia y audacia creativa pasada de rosca. La trama avanza a un ritmo cautivante, los peligros se siente reales, el final es brillante, quedan ventanitas por las que volver si alguna vez el autor decide hacer una secuela, y la extensión de la obra es la ideal para lo que quería contar McCarthy. Pero seamos sinceros: cualquier hallazgo que encontremos en el guion es un bonus track. Todos nos compramos los comics de McCarthy por los dibujos, y medio que los guiones nos chupan un huevo. Blanqueado ese punto, estoy en condiciones de afirmar que el dibujo de Dream Gang es perfecto. Es esa narrativa clásica, casi adusta, de los autores de la 2000 A.D., que identificamos con (por ejemplo) Carlos Ezquerra o Steve Dillon, combinada con un trazo mágico, psicodélico, lleno de yeites heredados de Moebius y Philippe Druillet, pero absolutamente personal. Y por supuesto con ese coloreado alucinante que caracteriza desde siempre al genio salvaje que es McCarthy. Visualmente, Dream Gang es un comic insuperable, que te hipnotiza en la primera secuencia y te lleva a delirar por climas, paisajes y momentos asombrosos, que te quitan el aliento. Si sos fan de Brendan McCarthy, ni hace falta que te lo recomiende. Y si no, este es un buen punto de entrada al universo desaforado y demencial de este genio del Noveno Arte.
Para cerrar, breve mención a La Sonrisa de Duchenne, una historieta corta de Damián Connelly que salió en formato de comic book de 20 páginas. A pesar de los climas oscuros y la temática sumamente perturbadora, la historia no me logró atrapar. Me pareció que había mucho impacto pero poca sustancia. Por otro lado, el de la gráfica, me encantó ver a Connelly más suelto, más libre, cada vez más cerca de despegarse de ese realismo foto-dependiente que adoptó desde que volvió a dibujar. Sin dudas ese es el camino a seguir. No sé cuándo voy a volver a postear en el blog, pero seguramente habrá más reseñas en algún momento. Y nos cruzaremos durante el finde con quienes asistan a Crack Bang Boom. No sean ortivas y saluden. Gracias y hasta pronto.