el blog de reseñas de Andrés Accorsi

viernes, 29 de abril de 2022

ULTIMAS RESEÑAS DE ABRIL

Ahora que tuve que frenar la gira de presentación de ¿Quién quiere ser superhéroe? (por un tiempo, hasta que se pueda imprimir una segunda tirada), me quedan unas cuantas horas libres para leer, que estoy repartiendo entre textos sobre historieta (algo que me apasiona desde siempre) y las historietas propiamente dichas. Me devoré en minutos el Vol.4 de 20th Century Boys, la obra maestra de Naoki Urasawa. Este tomo es absolutamente fundamental, porque acá se nos narra -por fin- la verdad acerca de los sucesos de "la Nochevieja Sangrienta". Dónde estaba y qué hizo cada uno de los personajes durante el ataque del robot maligno a la ciudad de Tokyo en la noche del 31 de Diciembre del 2000. Todo ese tramo del manga es hermoso, te atrapa, te asfixia, te hace bailar a un ritmo frenético de emociones y sacudones, sin llegar a darte todo lo que le pedís, porque claro, Urasawa todavía no nos reveló quién carajo es el enigmático Amigo. La extensa secuencia del escape de "Shogun" y el mangaka de la prisión de máxima seguridad también es memorable, y entra a la lista de grandes momentos que han aparecido hasta ahora en este thriller conspiranoico y genial. Después, cuando Urasawa desplaza el foco de la historia hacia Kyoko Koizumi, la trama se hace no más predecible, pero sí más tradicional. Por supuesto es impactante la reaparición de Yoshitsune, pero el resto, la parte de las pruebas que debe sortear Koizumi para no entrar en esa especie de campo de concentración disfrazado de Disneyworld, no me pareció tan atractivo. Pero de todos modos Urasawa sigue hablando de lo mismo, de lo que parece ser el tema central de esta parte del manga: la grieta entre la realidad y el relato. Lo que los poderosos quieren que creamos, frente a lo que en realidad sucedió, o está sucediendo. En ese contraste, 20th Century Boys crece en potencia discursiva y va más allá de "la obra maestra del suspenso". Hay otros dos ases de espadas en el mazo de Urasawa. Uno es el juego constante, el ida y vuelta entre tres momentos del tiempo: 1971-72, 2000-01 y 2014-15. Si agarrás la serie por la mitad, o por este cuarto tomo, es algo imposible de entender, pero si la venís siguiendo, llega un punto en que te resulta natural identificar a los personajes en esas tres etapas. Además, Urasawa mete muchas referencias al contexto histórico de cada momento como para que, si no identificás a los personajes, por lo menos entiendas que estás viendo una secuencia de 1972 y no de 2014. El otro as de espadas es (obviamente) el dibujo. Este es un rubro en el que todo elogio que uno le pueda propinar al autor queda chico. Esto es demasiado perfecto para se real. No hay nada que no esté perfectamente dibujado, no hay un encuadre mal elegido, una viñeta mal compuesta, una página mal equilibrada entre imagen y texto... Esto es una cátedra, de un maestro superlativo. Se puede no estar de acuerdo con la extensión de algunas escenas (me pasa casi siempre que leo manga), pero Urasawa se mata que que cada una tenga un clima propio y hasta le pone el alma al diseño de personajes muy menores, de esos pensados para aparecer en apenas dos o tres páginas. El resultado es un manga que respira realidad, que te convence de que todo lo que pasa es posta, aunque aparezcan elementos claramente fantásticos como el monstruo mecánico que esparce un virus letal. 20th Century Boys es una aventura de un nivel apabullante, un manga que cualquier adolescente y cualquier adulto debería leer y estudiar en detalle.
Me vengo a Argentina, año 2021, cuando se publica La Calle de los Sonrientes que (si no me equivoco) es la primera obra escrita por Pablo Stanisci, quien habitualmente trabaja como corrector para varias editoriales del medio local. Este comic parte de una premisa atractiva, logra generar un clima inquietante y tocar un tema áspero de manera bastante original. Perdón que no sea más específico, pero es una historia que, si la spoileo, pierde toda la gracia. El problema que tiene la obra es el contraste brutal entre el ritmo descomprimido que elige el autor para narrarla y la cantidad de páginas que dura. Contar la historia así, en plan película de Miyazaki, con largas secuencias mudas, con ese ritmo pachorro (que encaja bien con la ambientación geográfica y temporal de la trama), está bueno si tenés 250 páginas. Si tenés 48, te pasa lo que le pasa a La Calle de los Sonrientes, que termina en cualquier parte. O más precisamente, cuando parece que el villano ya no tiene quién lo detenga. ¿Es una primera parte y no nos avisaron? No sé, pero ese punto final de la página 48 es una patada en la garganta, una falta dentro del área digna del Cabezón Ruggeri. A cargo del dibujo y el color tenemos a Florencia Paccela, una autora cuya obra anterior (publicada hace ya unos cuantos años) se me hizo imposible de leer por lo precario que me resultaba el dibujo. Acá el dibujo está bastante mejor, lejos de lo ideal, pero también lejos de aquellos primeros palotes. Paccela también debe ser fan de las películas de Miyazaki, porque su grafismo trata de ir para ese lado. Se nota una fuerte influencia del manga, incluso cuando después le agrega color a los dibujos. Lo más flojo son los fondos, desprolijos, descuidados, sin ninguna gracia. Ni el color soslaya la poca atención que Paccela le prestó a ese rubro. En las figuras humanas también hay algo de desprolijidad, pero no hace tanto ruido, porque está todo exagerado en función de la expresividad, del impacto que transmite el dibujo desde las poses y los rostros de los personajes. Lo que nos narran Stanisci y Paccela en estas 48 páginas podría reescribirse tranquilamente en 24, y publicarse junto a otras 24 páginas en las que La Calle de los Sonrientes llegue a un final menos abrupto y más consistente con el desarrollo de los personajes y los conflictos. Así como está, no me terminó de cerrar. Y nada más, por hoy. Si andan por la Feria del Libro, pasen por el stand de Comic.ar y llévense los pocos ejemplares que quedan de ¿Quién quiere ser superhéroe?. Nosotros mientras tanto, activamos un nuevo número de Comiqueando Digital que va a estar listo para Agosto. Gracias y hasta pronto.

martes, 26 de abril de 2022

LA VUELTA OLÍMPICA

Ahora sí, terminé el quinto y último tomo de los que recopilan todo el paso de Walt Simonson por la revista de Thor. Un quinto tomo un poquito ladri, porque incluye solo ocho episodios, uno de los cuales es doble, y una extensa sección de bocetos y pin-ups... que están geniales. Yo suelo putear cuando en los libros me meten 20 ó 30 páginas que no son historieta, pero acá el material extra es realmente hermoso, sobre todo porque (a diferencia de las historietas) está todo dibujado por el propio Simonson. El ídolo acá aporta el plantado a lápiz de la historieta visualmente más impactante del tomo (la de Thor contra la serpiente Jormungand), casualmente la más floja a nivel argumental. Esto hay que leerlo como un experimento: un comic de 26 viñetas extra-large, en las que Simonson deja la vida y Sal Buscema trata de no estropearlo todo con su entintado. Por suerte lo logra. En el resto de los episodios, Buscema se hace cargo también de los lápices con resultados que no me convencen demasiado. Y hay un episodio en el que el hermano de John solo aporta los lápices y le deja las tintas a otro veterano de enorme producción, muy identificado con Marvel: el maestro Joe Sinnott, quien mejora muchísimo los lápices de Buscema. Nada se ve tan alucinante como las viñetas-página (y las portadas) que dibuja Simonson, pero el combo Buscema-Sinnott levanta un poco el promedio en materia gráfica. Por suerte los guiones mejoran mucho respecto del tomo anterior. Simonson escribe mejor, sus soliloquios se lucen mucho más y casi tiene sentido que Thor hable solo, como si le relatara las peleas al lector mientras las protagoniza, y sobre todo que hable MUCHÍSIMO. Estos son comics MUY hablados, con una cantidad de diálogos que a los lectores de hoy les parecería un disparate. Por todos lados hay globos de diálogo, y no, no todos ayudan a que las tramas avancen, ni a profundizar en la caracterización de los personajes. Unos cuantos son redundantes con la acción que nos muestran los dibujos. Pero aún así, las tramas avanzan de manera lógica, armónica, y todo el tiempo se nota que Simonson sabe lo que quiere hacer con cada uno de los personajes. Thor atraviesa momentos dificilísimos en estas páginas, y sale airoso de maneras que sorprenden al lector, por lo originales y por lo bien escritas. Finalmente, Simonson se despide con un número doble, el 382, que conmemora 300 apariciones del Dios del Trueno al frente de esta revista, que originalmente era Journey into Mystery y más tarde adoptó el nombre del héroe. Y la verdad que todas esas páginas extra vienen bárbaro, porque Simonson se propone dejar todo cerradito y prolijo para quienes continúen la serie, y había 8000 puntas argumentales para cerrar. Lo único que no llega a resolver acá (el plot de Iceman) lo va a resolver junto a su esposa Louise en las páginas de X-Factor. Pero la saga de Thor cierra perfectamente, te da la opción de nunca en tu vida volver a leer un comic ambientado en Asgard posterior al nº382 de Thor, sin sentir que te quedó nada pendiente. Por suerte esta serie tendrá nuevas épocas de gloria, pero para eso faltan más de diez años.
Me voy a Francia, al año 1998, cuando el país del champagne y la bande dessinée no solo organiza un Mundial, sino que además se queda con la Copa (Brasil, decime qué se siente). Para coincidir con semejante hito, la revista L´Echo des Savanes publica un especial de 96 páginas, todo con historietas de temática futbolera. La lista de autores es un verdadero seleccionado: Philippe Vuillemin, François Boucq, Frank Margerin, Philippe Druillet, Baru, Georges Wolinski, Edika, Jean-Claude Denis, Tramber, Jean-Marc Rochette, Tronchet, Jacques Ferrandez, la dupla Stan & Vince, Philippe Bercovici... un escándalo. Y las historias, si bien en su mayoría padecen el hecho de ser muy breves, y de no contar con los personajes más conocidos de estos monstruos del Noveno Arte, en general zafan. La mejor es la de Boucq, porque aparece Jerome Moucherot, y porque es un delirio brillante. La de Baru también es muy buena. La de Vuillemin es un chiste gracioso, que podría contarse con futbolistas, con bomberos, con soldados, o con repositores de supermercado. Fiel a su estilo, Wolinski se va al carajo metiendo sexo en cualquier parte (esta vez aparecen pelotas de futbol a las que les crecen porongas). La de Rochette me gustó bastante, la de Ferrandez y Tronchet también, la de Stan & Vince también, pero todas se apoyan en ideas que daban para varias páginas más. La de Druillet es una fumanchereada sin pies ni cabeza, por supuesto dibujada como la hiper-concha de Dios. Las de Denis y Bercovici están muy bien porque no parecen comprimidas para entrar en cuatro páginas. Son buenas ideas, desarrolladas en el espacio que necesitaban para contar algo piola sin apretar ni estirar. Y de los autores que no conocía, hubo dos que me gustaron mucho. Uno es Luz, bien del palo del humor gráfico mudo, con un trazo muy atractivo y un gran timing para la comedia. Y el otro es Arnon, una especie de hijo de Jean-Claude Mézieres y Jack Kirby, con un dibujo muy expresivo, muy dinámico, ideal para comics de acción y machaca. Nada, esto es una rareza, con el atractivo de que es poco probable que estas historietas se hayan republicado en tomos de historias cortas de Boucq, Margerin, Tronchet, Vuillemin, Baru y demás ídolos. Si sos muy fan de estos autores y querés tener todas sus historias cortas, o si so muy fan del futbol y te copa la idea de juntar a los historietistas más grossos de Francia para dejarlos jugar libremente con este tema, el Special Foot de L´Echo des Savanes tiene que estar en tu vitrina, al lado de la Libertadores y la Sudamericana. No hay ninguna historia que te cambie la vida ni que te detone la capocha, pero la vas a pasar mejor que viendo esos Super-Clásicos inflados que terminan 0-0. Nada más, por hoy. Nos vamos al vestuario a putear al arquero que se comió 18 de los 19 goles que nos hicieron, y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas, acá en el blog.

viernes, 22 de abril de 2022

LECTURAS DE LARGA DISTANCIA

Aproveché unas cuantas horas de viaje a Córdoba para leer un par de libritos más, y estas son las reflexiones surgidas de esas lecturas. Los Locos del Gekiga es una novela gráfica autobiográfica de Masahiko Matsumoto, serializada muy de a poco entre mediados de los ´80 y principios de los ´90, obviamente en Japón. Matsumoto cuenta básicamente el período de incubación y el surgimiento del movimiento renovador del manga conocido como gekiga, con el foco puesto en los años 1956 y 1957, y en el grupito que formó él junto a Takao Saito y Yoshihiro Tatsumi. Por supuesto que esto se pisa por momentos con A Drifting Life, el manga autobiográfico de Tatsumi que cuenta su vida desde que descubre el manga hasta... fines de los años ´60, más o menos. La obra de Tatsumi abarca muchos más años en las vidas de los "locos del gekiga", pero claro, tiene muchas más páginas que la obra de Matsumoto. Al ser más específica, Los Locos del Gekiga es mucho más incisiva, tira más data y más precisa, y te da un panorama mucho más completo de esa etapa puntual. E incluso brinda respuestas a preguntas ineludibles, como por qué el gekiga prescinde de los chistes y de los elementos fantásticos. Matsumoto se abstiene (con buen tino) de meterse con la interna entre Tatsumi y su hermano, pero se embarra hasta la cintura en las miserias y mezquindades de los editores y expone situaciones de la vida familiar de varios personajes secundarios. Al igual que en A Drifting Life, el secundario al que más atención le presta Matsumoto, el que más le disputa el protagonismo a los tres mangakas centrales, es el sensei Takigawa, una especie de mentor del trío, al que en un punto no entendés cómo no le hacen la cruz y se lo sacan de encima, porque se convierte en un tipo de buenas intenciones pero pésimas actitudes. Y si bien la narración de Matsumoto es prolija, y en general está todo muy bien explicado, en un momento aparece de la nada un nuevo personaje (Uki) que cobra bastante protagonismo, pero al que el autor no se toma ni un bloquecito de texto para contarnos quién es, de dónde sale y por qué los "locos del gekiga" le dan tanta pelota. Como suele suceder en el comic documental, o pensado para recrear situaciones de la vida real, el dibujo no es lo más importante. Sin embargo, y sobre todo después de haber leído la autobiografía de Tatsumi, acá el dibujo es tan choto que molesta. No sé cómo hizo Masahiko Matsumoto para convertirse en un mangaka importante en los años ´50, a la par de Tatsumi o Saito. Por ahí era bueno en ese entonces y fue empeorando en las décadas posteriores, ni idea. Lo cierto es que llega al momento de dibujar Los Locos del Gekiga en un nivel muy precario, no carente de cierta chispa o de cierta expresividad, pero muy limitado a la hora de dibujar personas, objetos, decorados... y ni siquiera lo compensa con ideas novedosas en materia de puesta en página, onomatopeyas, aplicación de los grises o algo que ayude a decir "no, pará, tan malo no es...". Al que viene en busca de dibujos deslumbrantes, no le puedo recomendar este manga, ni a palos. Pero al que le interesa la historia del comic japonés y quiere conocer a fondo el "secret origin" de la corriente estética y temática conocida como gekiga, ver cómo se gesta ese embrión que años más tarde explotaría en la revista Garo y sus sucedáneas, o sufrir y gozar con los primeros éxitos y sinsabores de autores tan icónicos como Takao Saito y Yoshihiro Tatsumi, esta novela gráfica seguramente lo va a atrapar, pese a lo croto de la faz gráfica.
Me vengo a Argentina, año 2021, para leer Spectro S.A., un trabajo de Diego Arandojo, Luis Santamarina y Alfredo Retamar que se esfuerza por presentarnos a personajes y situaciones claramente pensados para seguir más allá de estas páginas. La consigna es medio pobretona: "una joven y su hermano resuelven casos paranormales medio de pedo, usando objetos mágicos que no saben bien cómo funcionan". Pero a partir de ahí, Arandojo y Santamarina se van a deslomar para que las aventuras sean entretenidas, para que uno se deje cautivar por esta extraña guerra entre entidades sobrenaturales que tiene como escenario a nuestro país, y sobre todo para que nos caigan bien estos personajes. A través de un gran trabajo en los diálogos y en el timing de comedia que atraviesa toda la obra, uno rápidamente se encariña con Ismael y Merlina y quiere ver y saber más acerca de lo que está sucediendo. El libro está estructurado en cuatro episodios de 22 páginas, y el único que tarda un poquito en arrancar es el primero. Después las tramas encuentran un ritmo muy ágil, que las hace divertidas sin renunciar al impacto que tienen los elementos vinculados al terror. Al final aparece una historia un poco más breve, que es la única que me resultó totalmente predecible. Para cuando termina el cuarto episodio, todavía quedan muchos objetos mágicos sin usar, y sigue en marcha la ominosa conspiración que involucra a seres demoníacos y que busca eliminar a los poseedores de estos objetos. Así que seguramente habrá nuevas aventuras de Ismael y Merlina en futuros tomos de Spectro S.A. En cuanto al dibujo, en la historia más breve tenemos a J.C. Thomas, que no se luce demasiado. Lo más lindo a nivel visual es la aplicación de las tramas, que está a cargo de Alfredo Retamar. Y el propio Retamar dibuja los cuatro episodios más extensos, en un estilo que busca acercarse al de Salvador Sanz, con un éxito relativo. De nuevo, en las páginas de Retamar lo más destacable es la aplicación de las tramas, un rubro en el que este artista despliega un verdadero talento. El resto es cumplidor, pero no deslumbrante. Las imágenes de la tapa y contratapa prometen un nivel que adentro del libro, lamentablemente, no vamos a encontrar. Pero este trabajo de Retamar es bastante mejor que otros que habíamos visto antes (me acuerdo sobre todo de La Sombra de Alec Foster), así que se puede confiar en que siga evolucionando y depurando su estilo hasta convertirse en un referente del estilo realista. Nada más, por hoy. Ya empecé el Vol.5 de Thor para clavar reseña de eso y alguna otra gilada en los próximos días. Gracias y hasta pronto.

lunes, 18 de abril de 2022

AVANZAN LAS LECTURAS

De a poquito me voy encontrando con espacios y momentos para leer comics y el humilde resultado son las reseñas que posteo a continuación. Le entré al Vol.4 de la colección de TPBs que recopilan toda la etapa de Walt Simonson en Thor. Acá ya se empieza a imponer la sensación de que esto se estiró más de la cuenta. Primero y principal porque de los 10 episodios que ofrece el libro, Simonson solo dibuja cuatro, y el resto se los deja a Sal Buscema, que es un dibujante para mi gusto MUY inferior a Simonson. Ni el nuevo coloreado de Steve Oliff ni los entintadores que le ponía Marvel le sientan bien al dibujo de Buscema, y si bien se nota que se esfuerza por darnos las que hasta ese momento (1986) eran las mejores páginas de su carrera, la diferencia con los números que dibuja Simonson son muy, muy pronunciadas. De jugar la Champions contra el Real Madrid, la faz gráfica de Thor pasó a pelear el descenso a la B Nacional con San Lorenzo y Huracán. Y sin salir de este mismo tomo, lo cual es más doloroso. La calidad de los guiones también decae bastante. El tomo arranca con la saga en la que Thor se convierte en sapo, muy divertida, donde se nota que Simonson la estaba pasando bomba. El último episodio que dibuja el ídolo es una especie de venta de humo, un amague de que van a pasar cosas que finalmente no pasan, y de ahí en adelante la venta de humo se va a hacer cada vez más frecuente. Los cuatro primeros episodios que dibuja Buscema son, sin duda, los guiones más flojos que escribió Simonson para esta serie. Estirados, predecibles, muy sobrecargados de personajes que no aportan nada... Sin ser desastrosos, bajan bastante el listón respecto de lo que veníamos viendo. Y los dos últimos episodios del libro son los que empalman con la Mutant Massacre, que yo tenía bastante fresca por haber leído el sexto Essential X-Men allá por el 10 de Agosto de 2020. Esto también es medio delictivo: son 45 páginas en las que tenemos UNA sola secuencia importante, de alto impacto, que es cuando Thor impide que los Marauders maten a Angel, a quien tienen cautivo en las cloacas de New York y están torturando sin compasión. Este momento puntual está narrado de manera magistral, pero decorado con páginas y páginas de subplots poco atractivos o escenas de pelea que no aportan nada. Me falta un último tomo, donde Sal Buscema dibuja todas las historias, y donde creo que lo único realmente potente debe ser el momento en que Thor deja su clásica malla negra con los botones plateados para empezar a lucir una armadura majestuosa que, lamentablemente, va a durar muy poco. Ya veremos con qué me encuentro cuando lo lea, pero por ahora mi fe va en caída libre.
Por el contrario, cada día banco más a Roque & Gervasio, pioneros del espacio, la serie de comedia ci-fi creada por Federico Reggiani y Ángel Mosquito. El segundo librito de la colección, "El lado de afuera del cosmos", es una joya del humor, con momentos de una aventura bastante intensa, con peligros, traiciones y peripecias espesas. Hay un trabajo exquisito en la construcción del universo, y sobre todo brillan los diálogos, en los que Reggiani está afiladísimo. Pocas veces vi historietas escritas "en argentino" donde las voces de los personajes suenen tan creíbles al oído vernáculo, y a la vez tan graciosas. La aventura tiene ritmo, sorpresas, un final notable (con una aparición de Dios, caracterizado por los autores por afuera de cualquier predicción que uno pudiera hacer), los flashbacks están bien insertados y duran lo que tiene que durar, los personajes secundarios entran y salen de escena de modo armónico... Reggiani y Mosquito integran una dupla autoral muy afianzada que acá demuestra que, a pesar de los muchos años de trabajo conjunto, se estaban guardando bajo la manga algunas de sus mejores ideas. El dibujo es excelente, con el grado exacto de síntesis en los personajes, un gran laburo de aplicación de grises y esa capacidad que tiene Mosquito para "acomodar" en la viñeta algunos globos de diálogo bastante superpoblados de palabras. Incluso algo que habitualmente juega en contra, como es la reiteración de planos, Mosquito sabe cómo hacer para que le juegue a favor, al convertir la reiteración en un efecto cómico que se potencia con la gracia que tiene lo que sucede y lo que dicen los personajes. Obviamente estas mismas páginas se verían mejor si las viñetas estuvieran separadas por zanjas blancas y no por líneas negras, pero así están muy, muy bien. Recomiendo a full las aventuras de Roque & Gervasio, creo que es la mejor serie "ongoing" que tiene hoy la historieta argentina. Ya salió el tercer librito (prometo reseñarlo antes de fin de año) y los autores están trabajando en un cuarto. Recorrer los confines del cosmos y cagarse de risa al mismo tiempo no es tarea fácil, pero Reggiani y Mosquito encontraron la fórmula y, por ahora, funciona 10 puntos. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.

viernes, 15 de abril de 2022

MORBIUS

Bueno, antes que nada tengo que aclarar que nunca fui fan de Morbius y lo único que conocía del personaje son aquellas primeras apariciones en Amazing Spider-Man, con esos dibujos pasados de rosca del maestro Gil Kane y guiones... creo que de Roy Thomas. Nunca leí un comic de Morbius solista, ni team-ups con otros personajes, ni me vinculé de ninguna manera con un personaje que jamás me suscitó el menor interés. Aún así, gracias a las palabras mágicas "tengo entradas gratis" de mi amigo Nico, me animé a invertir casi dos horas de mi vida en este largometraje dirigido por Daniel Espinosa. Una inversión que resultó tan fructífera como comprar seis millones de mandarinas, alquilar depósitos para guardarlas y dejar que se pudran sin venderlas ni comerlas. Hace poquito, en el vuelo de regreso de EEUU a Argentina, había visto Venom: Let there be Carnage y me había parecido una bazofia. Al lado de Morbius, es un clásico incuestionable del Séptimo Arte. Morbius arranca muy mal, a los 15 minutos se precipita aún más para castigar (a quienes no se duerman) con un tramo desolador y después trata de levantar, pero no tiene con qué. No hay personajes interesantes, no hay un conflicto atractivo, no hay buenas actuaciones... Hay cheap thrills y hay una acumulación de clichés tan burda, tan ramplona, que parece casi intencional por parte de los guionistas. Sin dudas, el principal problema es ese: un argumento endeble llevado adelante con un guion decididamente choto, sin ritmo, sin impacto, sin emoción, sin imaginación ni onda en los diálogos, pura fórmula. No funciona como película de terror, la trama policial es un embole, la trama romántica da vergüenza ajena y como película de superhéroes tampoco va a ningún lado. ¿Se puede remar con algo semejante bodoque? Y, no. Los efectos visuales están muy bien, el maquillaje de los vampiros es muy bueno, la música (si bien derivativa y poco original) tiene momentos potentes, la fotografía está muy bien, y la peli me sirvió para descubrir a una actriz bellísima, a la que jamás había visto, Adria Arjona. Ni en pedo creo que se justifique fumarse esta bazofia para admirar a esta hermosa morocha, porque ni siquiera actúa bien, pero es de lo poco que se puede rescatar. Por lo menos cuando aparece Adria en cámara no te preguntás "¿qué carajo hago viendo esta garcha?". Sobre el final, en las escenas post-créditos, a los guionistas les agarra de golpe el apuro por vincular a Morbius con personajes de otras películas, y se produce otro salto de un universo fílmico a otro (como el de Venom), de un personaje al que no voy a nombrar para no spoilear. Por supuesto esto está ejecutado del mismo modo torpe y precario que todo el resto de la película, pero por lo menos si hay una secuela, va a contar con la actuación de uno que la tiene bastante más clara que Jared Leto y el resto de los muchachos que dan lástima en esta cinta. No sé hasta dónde me tengo que remontar para encontrar una película tan chota basada en un comic de Marvel. Esto es peor que la Daredevil de Ben Affleck, peor que las Fantastic Four de los 2000... Por ahí es más fácil equipararla a las películas con personajes de DC, porque es aburrida, solemne, con pretensiones dramáticas tan mal plasmadas que te terminás cagando de risa, y con esa falta de consistencia que asociamos con bodrios tipo Batman vs. Superman. Pero es peor que Batman vs. Superman. No sé si peor que Wonder Woman 1984, o que Birds of Prey, pero anda por ahí cerca. Obviamente, al no ser fan de Morbius, ni de Jared Leto, ni de las películas de Sony con personajes de Marvel en general, fui sin la más mínima expectativa de ver algo grosso. Pero de verdad, no sospechaba que me iba a encontrar con una película tan hueca, tan fallida en tantos aspectos. No le puedo recomendar Morbius a nadie. Ni a pibes de 12 años. Ni siquiera a mis enemigos. Posta, es demasiado mala. Juicio y castigo al director, a los guionistas y al ejecutivo de Sony que dijo "hagamos una película con Morbius como protagonista".

martes, 12 de abril de 2022

DOS LIBRITOS CORTOS

Bueno, se terminaron mis vacaciones y acá estoy, listo para retomar la sana gimnasia de reseñar las historietas que leo. Estoy leyendo poco, porque le estoy metiendo mucha pata a las revistas y libros de info SOBRE comics, que se acumulan y requieren muchas horas de lectura. Pero algo tengo para reseñar. Me compré otro librito editado por Muñones. Sí, ya sé, no aprendo más. Pero era un tomo de historias cortas autoconclusivas de Juan Zanotto, con material muy lindo de los ´80, ´90 y principios de los 2000. Son unas 70 páginas sin relleno, con historietas casi de punta a punta, como me gusta a mí. Está el hermoso homenaje a Oesterheld que Zanotto había hecho con el italiano Beppi Vigna, hay varias historias cortas escritas y dibujadas por el mismísimo Juan y unas cuantas escritas por Emilio Balcarce, un guionista que se entendía muy bien con Zanotto, con quien compartía el gusto por las películas yankis de ciencia-ficción. Lo mejor del tomo es el homenaje a Oesterheld, por amplia diferencia. Pero los mejores dibujos de Zanotto están en las breves historietas a todo color, especialmente en Contra y Caerá la Lluvia. Las tres historias más o menos extensas escritas por Balcarce (Cinco, El Depredador Estelar y Tormenta) comparten un mismo problema: a todas le sobran un par de páginas y funcionarían mejor si fueran más breves. Pero las tres tienen ideas atractivas y momentos que te ponen nervioso. Tormenta es la que más sufre, tanto la estirada como la mala impresión, el empaste de los negros, algo que uno da por descontado cuando compra un libro editado por Muñones. Y hablando de negros… en las 10 historietas que componen Hipernova no hay uno solo. Ni un solo personaje tiene rasgos afroamericanos, ni orientales, ni cercanos a los aborígenes de ningún país americano. Pareciera que para Zanotto y sus guionistas solo existían los hombres y mujeres de raza blanca, desde la prehistoria hasta los futuros remotos. Me llamó mucho la atención ese detalle, que por ahí cuando leíamos las historias cortas salteadas, de vez en cuando, en medio de una revista de antología, se nos pasaba. ¿Estoy en condiciones de recomendar la compra y lectura de un libro publicado por el más funesto delincuente de la historia de la historieta argentina? La verdad que fuera de detalles como la mala impresión de algunas páginas y esa portada pechofrío y desabrida, el material está bueno y el libro es un paso en el sentido correcto, porque todo fan de la historieta argentina merece tener a su alcance la obra de Juan Zanotto, sean las historias cortas o las sagas más ambiciosas. Incluso si no te emocionan los dibujos de Zanotto pero te copa la ciencia-ficción clásica, con una vueltita de tuerca medio irónica o truculenta, en Hipernova vas a encontrar historias que te van a impactar. Y si nunca conseguiste (o no sabías que existe) el libro Oesterheld en Primera Persona (que es donde se publicó por primera vez en castellano la historieta de Zanotto y Vigna), esta es una nueva oportunidad para tener esa breve joyita en tu biblioteca. Yo ya la tengo tres veces, porque además de ese libro de HGO tengo “Donde esta Oesterheld? Il fumetto argentino desaparecido”, el libro italiano donde se publicó por primera vez esa historieta, allá por 2002. Es lo que hay; por suerte son ocho páginas, no 64.
Me voy a Francia, año 2000, cuando se recopilan varias historias de Jack Palmer, el inepto detective creado por el maestro René Pétillon, en un libro llamado El Caso de la Top Model. Allá por el 13/02/18 vimos en este espacio otro álbum de Jack Palmer, el más querido por los fans y más premiado por la crítica. Y si bien L´Enquète Corse me pareció magnífico, me quedé con ganas de más, y así caí en esta edición de Norma. La historia más extensa del álbum es Palmer & la Top Model, una sátira al mundo de la alta costura, la farándula, los desfiles de moda y demás manifestaciones de ese gigantesco culto a la superficialidad que se impuso en el tramo final del Siglo XX. La trama en sí no es brillante ni mucho menos, pero en los diálogos jocosos que aparecen sin parar a lo largo de las 20 páginas, Pétillon saca una diferencia enorme. Me llamó la atención lo bien que funcionan en castellano juegos de palabras y nombres en joda (obviamente traducidos del francés), hasta que me fijé quién había traducido este material: nada menos que el maestro Enrique Sánchez Abulí, garantía absoluta de calidad en todos los rubros. Después tenemos una segunda historieta de 20 páginas (¡Más falso que Judas!) con un argumento genial, un disparate perfecto que gana en comicidad con el correr de las páginas y la acumulación de situaciones absurdas. Esta es la mejor historieta del tomo, la más graciosa, la más original y la más delirante. Y cierra la breve “Pizza Fatale, una parodia despiadada en la que Pétillon se mofa de todas las convenciones del subgénero policial conocido como “whodunnit”, muy popular en la literatura británica y estadounidense. Acá también me reí bastante, siempre dentro de parámetros de un género que uno más o menos ya sabe para dónde puede ir. El dibujo de Pétillon me parece muy atractivo. Por momentos parece Johnny Hart dibujando a mano alzada, directo en tinta, sin bocetos previos y a los santos pedos. Por momentos parece un Edika más civilizado, menos bestial. La verdad es que el recordado autor francés hace milagros con su línea despareja, desenfadada y super expresiva. Además lo ayudan muchísimo el color plano y la puesta en página cristalina, tradicional y absolutamente funcional al timing de la comedia. Acá me encontré con tres historietas muy logradas, una de las cuales está tranquilamente al nivel glorioso de L´Enquète Corse. Así que tranquilamente El Caso de la Top Model puede funcionar como una excelente puerta de entrada para quienes quieran conocer a René Pétillon y su personaje más popular. Ni bien vea otro libro de Jack Palmer, me tiro de cabeza, sea en castellano o en francés. Nada más, por hoy. A l@s amig@s de Cördoba, les cuento que el miércoles 20 a las 19 hs vamos a estar presentando ¿Quién quiere ser superhéroe? en el Centro Cultural España Córdoba, junto al colega y amigo Iván Lomsacov. Ojalá puedan venir. Y con el resto, nos reencontramos pronto a una pantalla de distancia, acá en el blog.