el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 30 de marzo de 2023

OTRA NOCHE CON RESEÑAS

Vamos con las reseñas de otros dos libritos que pude leer entre ayer y hoy, aprovechando largos viajes en bondi. Entre 2010 y 2012 salieron en Francia los tres álbumes de Showman Killer, la saga creada por Alejandro Jodorowsky y Nicolás Fructus, que en 2017 ECC publicó en un único tomo, en formato "jibarizado", como le dicen los españoles a las ediciones que aparecen en un tamaño menor al original. La verdad que el tamaño a veces importa: acá las letras se ven muy chiquitas y el dibujo hiper-impactante de Fructus pierde un poco en la reducción. El despliegue visual del autor justifica por sí solo una edición más grande. Fructus tiene un trazo muy detallado, muy rico en matices, y -como buen francés- se copa narrando "de lejos", en tomas panorámicas en las que la viñeta se llena de paisajes, o de edificios inmensos, repletos de pequeñas líneas, elementos casi microscópicos, y efectos de iluminación alucinantes, que seguramente se verían mejor en páginas más grandes. Pero en este formato también se luce, porque estamos hablando de un artista cuyo talento traspasa las confines de la página. Showman Killer tiene tanto que ver con La Casta de los Metabarones, que es casi imposible no imaginarse esta saga dibujada por Juan Giménez, o por Moebius. Y sin embargo, Fructus la hace 100% suya, le pone su impronta, su técnica personalísima de color, su manejo personal de las expresiones faciales y corporales (el único rubro en el que pierde fácil contra Giménez y Moebius) y un hambre de gloria, unas ganas de trascender, de comerse cruda a la historia, que te deja idiota, pidiendo más. Fructus es como un Vicente Segrelles más moderno, más atrevido, más extremo. Un virtuoso sin más límites que el capricho de los editores franceses de que no haya páginas con menos de cinco viñetas y que unas cuantas tengan más de diez. Acá vez a Fructus "tirar" en un cuadrito lo que cualquier dibujante del mainstream yanki te muestra en una doble splash page. Visualmente, Showman Killer es un despelote cósmico, tremendamente disfrutable para cualquier fan del dibujo. El guion de Jodorowsky no se queda atrás. Después de haber creado al guerrero definitivo, nos trae al mercenario definitivo. Una especie de Lobo pero con los poderes del Martian Manhunter recontra papeados, ponele. Un tipo insensible, frío, implacable, inescrupuloso... hasta un punto. Como en casi todas las historias protagonizadas por mercenarios, algo va a pasar que le va a aflojar el corazón y Showman Killer va a terminar por jugarse el pellejo en una cruzada que considera justa, más allá del rédito económico que puede obtener (o no). Lo acompañan un gran elenco de secundarios, en una aventura extrema que tiene por lo menos dos giros argumentales en el tercer tramo que nunca me vi venir. Los diálogos conservan la chispa que vimos y disfrutamos en La Casta de los Metabarones, con términos como "paleoputas", "onironautas", "omnimonarca" o "suprahierofante", que le dan una pátina muy original a conceptos que, muy bien adornados con un contexto de ciencia-ficción, podrían aparecer en una saga de magia, fantasía e intriga palaciega ambientada en algún imperio ancestral de los que suelen visitar Mazzitelli y Alcatena. Podría estar días enteros tirando similitudes y diferencias entre esta obra de Jodorowsky y los clásicos de Eduardo y Quique, pero para sintetizar, creo que Mazzitelli se copa más con lo poético, y por eso se juega más a los bloques de texto, y al chileno le gusta más lo prosaico, se emociona con la exploración del costado más truculento, más perverso, más macabro de lo que tiene para contarnos, y por eso escribe más pensando en la acción y en cómo la va a retratar el dibujante. Asi es como este Showman Killer, sin ser el comic más violento de Jodorowsky, parece una de Marshal Law con naves espaciales comparado con cualquier saga de Mazzitelli y Alcatena. Banco fuerte a esta breve serie. Y me parece muy bien que no la hayan continuado, porque el final del Vol.3 es un final posta, muy redondo y muy satisfactorio. Y porque Jodo ya está muy viejito y por ahí si la sigue la caga, como a la saga del Metabarón. Aceptá los laburos más abyectos, con tal de que paguen bien, y con esa guita comprate Showman Killer, que la rompe toda.
Me voy a EEUU, donde en 2020 sale una serie de Dr. Strange que dura apenas seis números: Surgeon Supreme, con guiones de Mark Waid y (esto hay que destacarlo) un solo dibujante en las seis entregas: el más que correcto (y por momentos muy grosso) Kev Walker. Salvo por alguna que otra tirada a chanta en alguna secuencia en la que los fondos brillan por su ausencia, el británico ofrece un trabajo muy sólido, con una gran variedad de enfoques y angulaciones, formas originales de mostrar los conjuros del Tordo y personajes muy expresivos, sin caer en la caricatura. Lo ayuda muchísimo la gran labor del colorista, el amigo argento Java Tartaglia. Pero lo que más me sorprendió fue el enfoque de Waid en los guiones. Debo confesar que compré el librito por accidente, mi intención era empezar a coleccionar la etapa de Dr. Strange escrita por Jason Aaron. Y bueno, en el fragor del combate, en una convención de EEUU donde levanté ofertas a lo pavote, cayó este tomo en vez del que yo quería. Posta, no me arrepiento de nada. Acá está la efímera Surgeon Supreme completa, y es una pena que no siguiera porque Waid, además de las aventuras y las luchas con villanos, ofrece una mirada muy interesante al costado olvidado de Stephen Strange: su carrera como eximio cirujano. Por esa rendija, el guionista mete reflexiones acerca de cómo funciona el sistema de salud, de cómo la burocracia se morfó a la medicina, y aprovecha para rodear al Tordo de nuevos y atractivos personajes secundarios. Por si eso fuera poco, se acuerda de que otro Doctor místico de Marvel, el Dr. Druid, alguna vez fue psiquiatra y, al mismo tiempo que Stephen, decide reincorporarse al ámbito médico. Si conocés un toque la historia de Anthony "Druid" Ludgate, vas a estar todo el tiempo al filo del asiento, atento a ver si le clava o no la puñalada trapera al Hechicero Supremo, y si no, vas a disfrutar a lo loco de la interacción entre dos veteranos muy curtidos, muy capos en la magia, que juegan a ser médicos y a ver quién es el más arrogante y el más poronga. Excepto por la elección de los villanos, Waid se ajusta perfectamente al canon de Dr. Strange y lo enriquece con nuevos personajes, nuevos conflictos y un ámbito (el del hospital) que había aparecido apenas en un par de viñetas, allá por 1963, cuando Stan Lee y Steve Ditko narraron el origen del personaje. En estos breves seis números, Waid y Walker ofrecieron una mirada fresca, actual, dinámica, muy divertida y muy piola del Doctor, como para dejar en claro que es un personaje cuyas posibilidades narrativas están muy lejos de agotarse. Ahora sí, ni bien pueda, trato de empezar a coleccionar la etapa de Aaron... Por ahora, nada más. Creo que fui al carajo con la extensión de los textos, no? Bueno, ni bien pueda, vuelvo a postear. Seguramente será el mes que viene. Gracias y hasta entonces.

martes, 28 de marzo de 2023

NOCHE DE MARTES

Acá andamos, triste por la noticia de que se nos fue el maestro Ernesto García Seijas... y con un par de libritos leídos y listos para ser reseñados. Empiezo en Japón, año 1986, cuando el glorioso Shotaro Ishinomori, el Rey del Manga, empieza a serializar Hokusai, una extensa obra de casi 600 páginas centrada en la vida Katsushika Hokusai, el famoso dibujante y pintor nipón del Siglo XIX, célebre a nivel mundial por su icónica ilustración de "La gran ola de Kanagawa". Prolífico, virtuoso, pero también mal llevado y cascarrabias, Hokusai es señalado como el principal exponente de un estilo de ilustración llamado " ukiyo-e", y gracias a Ishinomori me entero que incursionó también en otros estilos y otras escuelas. Y que se cambió muchas veces el nombre con el que firmaba sus obras. El manga recupera anécdotas de distintas etapas de la vida del artista, desde la niñez hasta que muere a los 90 años. Ishinomori no utiliza elementos fantásticos, pero la obra no es exactamente gekiga, porque recurre muchas veces a la comedia y el humor. La propia personalidad de Holusai y las situaciones en las que se ve envuelto se prestan con facilidad a ser retratadas en tono de comedia y Shotaro no se resiste. También hay momentos dramáticos, violentos y hasta poéticos perfectamente plasmados por el Rey del Manga. Lo único choto es que en cada capítulo hay una escena en la que aparece una mujer desnuda, a menudo para coprotagonizar escenas de sexo con e protagonista... que muchas veces no tienen nada que ver con la trama que urde Ishinomori. En una de esas fue una imposición por parte de la editorial, andá a saber... Las distintas épocas que visita el manga le sirven a Shotaro para poner en contexto las ilustraciones y dibujos más conocidos de Hokusai, que aparecen reproducidos en el manga y son realmente impactantes. Y por supuesto el dibujo de Ishinomori también es alucinante. Su forma de componer la viñeta, el armado de las secuencias... Se trata de un autor prácticamente contemporáneo de Osamu Tezuka y el único que rivalizó con él en cantidad de páginas producidas y de hits en el mercado japonés... aunque con mucha menos suerte a la hora de ver su material publicado fuera de la islita. Hay mucho de Tezuka en el estilo de Shotaro, incluso ese vicio que el Manga no Kamisama ya casi había dejado atrás en los ´80, que consiste en deformar groseramente a los personajes cuando gritan, y hacerlos saltar, caerse o pelear con gestos ampulosos, muy exagerados, típicos de la historieta humorística o infantil. A medida que Hokusai envejece, baja un par de cambios en sus rabietas y el mangaka aprovecha para dejar de lado esos excesos visuales. Sin dudas es algo que al lector japonés no le hace ruido, y a nosotros, acostumbrados a un comic para adultos más parsimonioso, o incluso más solemne, nos resulta medio bizarro. Hokusai es un personaje complejo y fascinante, al que Shotaro Ishinomori logra retratar en toda su dimensión. Y también a su entorno, y a su época, y a su impacto en la cultura visual de Japón. El libro es un masacote que se lee a un ritmo ágil, dinámico, que te atrapa con la potencia de las historias y la belleza de los dibujos. Creo que hasta un fan del manga más pochoclero, de machaca, demonios, espadas y superpoderes, se puede llegar a enganchar con esta hermosa obra.
Me vengo a Argentina, año 2022 (vamos que me falta poco para terminar de leer todo lo que se publicó acá el año pasado), cuando se edita en Córdoba la antología Mamma Marilyn. Se trata de 12 historietas en las que hay un elemento común: una pistola, llamada como el libro, que va a aparecer siempre en relatos marcados por el crimen y la violencia. También en algunas historias va a aparecer Núñez, ese personaje basado en el Gauchito Gil que creara Juan Bertazzi en el libro que vimos el 12/06/21. La antología tiene un problema que es el nivel marcadamente desparejo de los dibujantes. Al lado de monstruos como Nicolás Brondo o Hernán González, hay autores bastante consolidados como Pablo Burman y Alfredo Retamar (los dos en un nivel más que interesante), un tipo que es muy capo en la ilustración y tiene una técnica increíble pero al que la narrativa de historieta le cuesta bastante (el uruguayo Mann House), dibujantes que están ahí, un escalón por encima de lo presentable (Mari Salina y Casimiro), y unos cuantos chicos y chicas a los que le falta muchísimo para publicar en un libro que se vende en librerías y comiquerías de todo el país. Pero bueno, por suerte también hay buenos guiones. El mejor es el de Juli Lorente, una gema de 24 páginas que no querés que se termine nunca. Cristian Blasco aporta dos muy buenos guiones: el que abre la antología (originalmente publicado como revista hace unos años) y las 32 páginas de Circus, el extenso relato que le saca un jugo enorme a la fuerza expresiva y lírica del dibujo de Burman. Por el lado de Bertazzi tenemos dos historias muy cortas, una con Núñez muy bien resuelta, y una dibujada por Casimiro que es ingeniosa pero está un poco sobre-explicada. Y hay un par de historias más con las que no pude enganchar porque la nula calidad de los dibujos me lo impidió. Una pena, porque técnicamente el libro es lindo y la idea de que haya un objeto como hilo conductor de historias distintas, con distintos autores y distintos géneros, está muy piola. Ojalá que la próxima vez que a Blasco se le ocurra coordinar un proyecto de este tipo consiga mejores dibujantes, que potencien la fuerza de los guiones. Abrís con una portada buenísima de Quique Alcatena, cerrás con una ilustración preciosa de Brondo... y bueno, adentro hay que bancar los trapos. No podés poner a cualquiera que pasaba por ahí a dibujar historietas, porque en el contraste con los grossos se nota mucho. Nada más, por hoy. Gracias y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas acá en el blog.

viernes, 24 de marzo de 2023

SHOWCASE PRESENTS: CHALLENGERS OF THE UNKNOWN Vol.2

Ma-mita, qué valiente hay que ser para bancarse estas 528 páginas. Este masacote ofrece los nºs 18 al 37 de la revista de los Challengers of the Unknown, publicados con periodicidad bimestral entre 1961 y 1964. Cada número trae dos historias completas, una de 13 páginas y una de 12, todas dibujadas por Bob Brown, a quien ya vimos llegar a la serie como reemplazo de Jack Kirby en el tomo anterior (ver reseña del 06/02/23). En cuanto a los guiones, se supone que todos son obra de Ed Herron o de Arnold Drake, pero por lo menos cuando se editó el libro (2008) esto todavía no estaba muy claro, por aquel viejo y espantoso hábito de no incluir en las historietas los créditos a los autores. Este libro continúa exactamente la fórmula del anterior. Las historias son perfectamente autoconclusivas, casi todas se pueden leer en cualquier orden porque ninguna "constituye pasado" para los personajes, y casi siempre los conflictos se resuelven con un truco ingenioso con el que los héroes derrotan a villanos, mafiosos, robots, criaturas monstruosas, gente que sufrió mutaciones bizarras, invasores de otros planetas, hechiceros, científicos locos y cosas por el estilo. Los argumentos se parecen mucho entre sí, los personajes son perfectamente intercambiables, rara vez sentimos que los peligros son realmente mortales, hay cero contacto con el mundo real, cero pistas de que estas aventuras transcurren en el mismo universo que las de Superman, Batman, etc. (y acá clavo paréntesis para pensar en voz alta que con la cantidad de razas alienígenas que meten Herron y Drake en esta serie, te armás cinco Legions of Super-Heroes y dos Green Lantern Corps) y esta vez tenemos como gran novedad el regreso de un villano que se volverá recurrente: Multi-Man volverá más de una vez a buscar revancha y será el único que (al rememorar sus derrotas a manos de los Challengers) haga referencia a las historias anteriores. Entre tantas aventuras tan reiterativas, se destaca una en la que aparece un playboy llamado Clayburn, un tipo fachero, forrado en guita, que para matar un poco el aburrimiento y la rutina, decide convertirse él también en un Challenger of the Unknown y meterse en estos casos extremos en los que suelen intervenir Prof, Ace, Rocky y Red. Por supuesto, nada de lo que hace o deja de hacer Clayburn tendrá consecuencias más allá de esas 13 páginas, pero es una historia distinta, coherente, con un buen giro sobre el final. En la primera aventura del tomo, los Challengers adoptan a un bichito extraterrestre como mascota, pero resulta tan poderoso que en un momento los guionistas lo dejan de usar, porque las habilidades de la criaturita eclipsan por completo a las de los héroes. Esta vez, además de June Robbins (que tiene roles dignos en una buena cantidad de aventuras) hablan tres mujeres. Sí, en 528 páginas, solo cuatro mujeres abren la boca para soltar globitos: June, una villana que aparece una sola vez, una actriz de Hollywood a la que los héroes deben proteger en un episodio, y una enfermera que aparece en una sola viñeta. Y lo más loco: ¡habla un negro!. En todo el tomo hay solo dos viñetas en las que aparecen personas de raza negra: en una son los típicos pobladores cuasi-salvajes de la selva africana, y en la otra vemos hablar a un líder de un país africano en una secuencia que transcurre en una asamblea de las Naciones Unidas. De todos los militares, policías, científicos y criminales con los que interactúan los Challengers en todas estas aventuras, ninguno es negro. Como ya vimos, al dibujo de Bob Brown le falta onda. No es malo, pero no tiene magia, no tiene personalidad. Cuando trata de entintar a lo Joe Kubert, o cuando copia sin piedad alguna composición de Milton Caniff (claramente su principal influencia), Brown nos ofrece sus mejores viñetas. Este estilo tan sobrio, tan clásico, contrasta con esos torpes intentos de los guionistas por hacer un poquito más cool a los personajes y hacerles decir cosas como "Wowee", "Zowie", o "Daddy-O". En general, toda esta etapa de los Challengers of the Unknown envejeció muy mal. Si además comparás estas historietas con las que publicaba Marvel en esos mismos años, te querés pegar un corchazo. Solo le puedo recomendar este material a los MUY fanáticos de este grupo, o a quienes desarrollaron una tolerancia extrema hacia la aventura clásica, sin matices, apoyada en una fórmula que se repite hasta el infinito y más allá. Si suponés que no te va a dar el aguante para leer casi 40 historietas muy parecidas entre sí, donde apenas se modifica el peligro al que los héroes van a vencer casi sin despeinarse, yo que vos sigo de largo. Incluso para los apasionados de la Silver Age de DC, acostumbrados a consumir esas historias de manera totalmente acrítica, incluso teniendo en cuenta que fueron pensadas para los chicos que tenían 10-11 años hace 60 años, hay mejores opciones que esta. Grazie per tutti y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.

miércoles, 22 de marzo de 2023

LLEGÓ EL OTOÑO

Mientras trato de no caer derrotado en una lucha sumamente desigual contra el sueño, me lanzo a reseñar dos libritos que tengo leídos. Guerra Di Demoni es una gran obra de fines del Siglo XX escrita y dibujada por el maestro francés David B.. ¿Por qué catzo leo en italiano una obra de un autor francés? Porque por motivos que desconozco está inédita en castellano, y porque nunca en mi vida vi el álbum en su idioma original (sólo sé que se llama Le Tengû Carré). Lo más asombroso de este libro es cómo en 1997 este monstruo ya tenía su estilo totalmente pulido, totalmente definido. Después se va a animar a más cosas en materia de narrativa, va a incorporar el color, pero en estas 144 páginas ya está todo lo que uno identifica con David B.. El trazo, el manejo del claroscuro, la composición de las viñetas, la síntesis, el trabajo en los fondos (y la intuición para saber cuándo omitirlos sin que el lector sienta que le están metiendo la mano en el bolsillo), el manejo de la documentación histórica, el abordaje de las temáticas fantásticas... Tempranito en su carrera, David B. ya tenía todo brutalmente claro. El argumento de Guerra Di Demoni arranca complejo: son seis protagonistas, con objetivos cruzados, que avanzan hacia la inevitable colisión. Para la mitad de la obra, cuando todos confluyen más o menos en los mismo lugares, el relato pone cuarta y gana muchísimo en ritmo. Y en violencia. Y en humor negro. La verdad que es una segunda mitad trepidante, hipnótica, que no deja nada sin resolver. El autor nos deleita con una batalla a todo o nada entre soldados, samurais, demonios, yokais, ladrones, un monje y varias criaturas fantásticas más, justo en ese momento de la historia de Japón en la que las tradiciones milenarias se ven amenazadas por la llegada de las armas de fuego traídas de Occidente y por la ominosa presencia del ferrocarril. En este contexto, habrá personajes que luchen por honor, otros lo harán por codicia, otros porque están cegados por el odio y la crueldad más atroces y otros para divertirse, a modo de travesura. Intereses y motivaciones muy diversos para un elenco muy bien trabajado por David B. a lo largo de toda la novela. Me divertí mucho con esta historieta, y mientras traducía mentalmente del italiano al castellano, pensaba "¿cómo puede ser que esto no esté publicado en nuestro idioma, la visitadísima concha de sus madres?". Se publica cada bossssta, cada aborto talidómico, cada falta de respeto, que no tener Le Tengû Carré en nuestro idioma me produce indignación. Si me dijeran "todas las editoriales que publicaron obras de David B. se fundieron porque tiene menos fans que la leucemia y menos éxito que un Silver Solarium en Nigeria", y bueno, puede ser. Pero no es. David B. tiene muchas obras publicadas en un montón de editoriales españolas, y casi todas gozan de buena salud. Por ahí ahora que las editoriales argentinas empezaron a descubrir que el comic europeo no es cancerígeno, algún sello local apuesta por esta joyita. No estaría mal, incluso como mojada de oreja a los colegas españoles. Obviamente si sabés leer en francés o en italiano, no esperes milagros y conseguite Le Tengû Carré, o Guerra di Demoni para pasar un muy buen rato a los tiros y los sablazos junto al glorioso David B..
Me voy a Estados Unidos, año 2017, cuando Image recopila en libro el primer arco de The Old Guard, una serie creada por los maestros Greg Rucka y Leandro Fernández que ganó notoriedad hace un par de años, cuando Netflix la adaptó al formato de película. Jamás la vi ni creo que la vea nunca, así que me concentro en la historieta, que me pareció muy potente, muy interesante. Ojo: no es la gloria ni la maravilla máxima. Es una de machaca con mercenarios encubiertos de las que leímos seis millones, con una vuelta de tuerca ingeniosa: estos tipos y minas son inmortales. Combatieron en cientos de guerras desde tiempos inmemoriales y tienen el superpoder de regenerar heridas tremendas en pocos minutos, al estilo Wolverine. Pero como ya vimos en las aventuras de Gilgamesh, vivir para siempre no es tan copado. Ser el único gil que no envejece mientras tus amigos y seres queridos decaen y se deterioran hasta morir no es muy divertido. Y así es como más de uno en la Vieja Guardia tiene como verdadera meta sacarse de encima la maldición de la inmortalidad y visitar -por fin- la Quinta del Ñato. Ese conflicto interno que viven algunos de los personajes es la única capa de profundidad que encuentro en la obra. El resto es muy clásico: misiones, explosiones, millonarios garcas que les quieren robar el secreto de la inmortalidad, un traidor que juega a dos puntas, una integrante nueva que se suma al equipo como para que el lector se entere todo acerca de su funcionamiento a través de los diálogos entre ella y "los de siempre", sangre, viajes por el mundo... todos elementos con los que Rucka ya jugó en series como Queen & Country, Checkmate, Lazarus... Acá está todo muy pulido, muy reluciente, muy ganchero. Y los personajes están bien trabajados, cada uno con una personalidad marcada, y una historia previa (y muy antigua) que Rucka revela en flashbacks que no entorpecen para nada el relato. La trama romántica que involucra a dos de los muchachos del equipo también está muy bien presentada, y queda para el Vol.2 indagar en cómo la llegada de Nile altera la dinámica del equipo. Leandro Fernández deja la vida en el dibujo: retrata varias ciudades de distintos continentes, recrea en los flashbacks batallas de distintos períodos históricos, dota a cada personaje de rasgos muy distintivos y juega con "la cámara" para que no nos aburramos en las secuencias donde sólo tenemos gente hablando. Cuando le toca dibujar machaca, el rosarino tira toda la carne al asador y logra momentos de altísimo impacto, con onomatopeyas zarpadas, estallidos de sangre y unos efectos de iluminación muy logrados, probablemente consensuados con la colorista Daniela Miwa. El claroscuro extremo que ensaya Fernández en estas páginas a mí particularmente me fascina (y me recuerda a lo que hizo en Queen & Country, en su primera colaboración con Rucka), pero me doy cuenta de que, combinado con los rasgos y las expresiones faciales tan marcados, al borde de lo caricaturesco, puede resultar demasiado raro para el consumidor del mainstream clásico de EEUU. Por momentos estamos más cerca del Fernández de Far South que del de Punisher, y eso a mí me copa porque da cuenta de la libertad total con la que Leandro encaró este proyecto. También entiendo al que me diga "se va muy al carajo, el guion daba para algo visualmente más clásico". Sea como fuere, a The Old Guard le fue muy bien, el éxito de la película impulsó la venta de la historieta, y tengo entendido que hay un par de arcos argumentales más ya editados por Image, que trataré de conseguir y leer en un futuro no muy lejano. Rucka y Fernández merecen mi aguante y además este primer tomo, sin detonarme la cabeza, me resultó muy satisfactorio. Nada más, por ahora. Volvemos pronto. con nuevas reseñas acá en el blog y nos encontramos el sábado en la Biblioteca Nacional con quienes vengan a presenciar la tercera entrega de los Premios Cinder.

viernes, 17 de marzo de 2023

GEMAS DE LA ANTIGÜEDAD

Después de un breve interregno de temperaturas razonables, hoy de nuevo Buenos Aires se convierte en sucursal del Infierno. Pero hay libros ya leídos y un ratito para reseñarlos, así que ahí vamos. Empiezo en 1987, en el Reino Unido, cuando Knockabout produce y publica el álbum llamado Outrageous Tales from the Old Testament. Esto es un doble Santo Grial: no sólo es difícil de conseguir (yo lo busqué 35 años) sino que además es un libro del que no hay data. Los autores que participan de la antología parecen haberla olvidado por completo, nadie parece hacerse cargo de que esto existe... En su momento el libro armó bastante kilombo por su contenido zarpado (adaptaciones poco reverentes de los pasajes más atroces del Antiguo Testamento) pero ni siquiera el Factor Polémica logró asegurarle un lugarcito en la memoria colectiva del fandom. Lo cual es bastante loco si pensamos que los colaboradores de la antología fueron Alan Moore, Dave Gibbons, Brian Bolland, Neil Gaiman, Dave McKean, Hunt Emerson, Kim Deitch, Arthur Ranson... Hay algunos cuatro de copas, también, pero está la crema del comic británico (y Deitch, que es yanki). Veamos qué aportó cada uno. Bolland, fiel a su estilo, contribuye una sola página, dibujada a un nivel majestuoso, pero con la historia un toque comprimida para poder liquidarla en 12 hermosas viñetas. Gibbons deja la vida en ocho páginas gloriosas, que adaptan la historia de Sodoma y Gomorra, una verdadera cátedra de narrativa y dibujo, un dibujo que en blanco y negro se luce como pocas veces se luce el trazo de Gibbons cuando lo colorean. Moore y Emerson forman equipo para las seis páginas más alocadas y pasadas de rosca de la antología: humor desenfrenado, grotesco y con una mala leche brillante. Gaiman es el que más páginas aporta. Algunas con dibujantes muy precarios, bien del under de ese entonces, como Julie Hollings, Steve Gibson o Peter Rigg; otras con un dibujante bastante presentable como Mike Matthews (el primo gringo de Miguel Mateos :P); y las más logradas, en todos los sentidos, son esas cinco páginas en las que adapta junto a McKean un capítulo del libro de los Reyes. Arthur Ranson ilustra las guardas del libro y escribe un poema muy cómico. Graham Higgins comprime la historia de Sansón, que daba para una novela gráfica aparte, en siete páginas muy cargadas de viñetas, y muy espesas en cuanto a cantidad de texto. El dibujo está buenísimo, pero el relato se hace denso a causa de la excesiva compresión. Y Kim Deitch, que suele pasar vergüenza cuando te lo tratan de poner al nivel de los máximos próceres del indie yanki (Crumb, los Hernández, Clowes, Bagge, Woodring, Burns...) en este contexto se luce con una historieta realmente espectacular, donde dibujo y narrativa funcionan a la perfección. Como su nombre lo indica, Outrageous Tales from the Old Testament ofrece relatos atroces, donde hay gente asesinada y cortada en cachos, genocidios, violaciones, sacrificios humanos, explosiones y enfermedades horribles. Pero no son producto de la creación de los historietistas, sino que estos se limitan a darle su impronta gráfica a los textos bíblicos... por supuesto con la picardía necesaria para impactar y divertir al lector mucho más que si leyera la Biblia. No todos los resultados son excelentes, pero acá hay merca realmente notable. ¿Cómo puede ser que nada de esto se haya republicado en otros libros, que esté inédito en todos los otros idiomas, que sean trabajos virtualmente perdidos en la neblina del olvido? Ni idea. Yo agradezco que mi fanatismo por Moore, Gaiman y sus amigos me haya traído hasta acá, porque siento que desenterré un tesoro oculto hace más de 35 años, que quería tener en mis manos desde que me enteré que existía, allá por mi adolescencia.
Con la edición de Los Reyes Chacales, el sello Rabdomantes entra a la superpoblada cancha de los rescates para el público argentino de las obras que Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena producen para las antologías de la Aurea. Y lamentablemente lo hace con el pie izquierdo, no porque la historieta sea chota, sino porque la edición no está a la altura: no hay data de dónde y cuándo se publicó originalmente el material, la reproducción de los dibujos tiene problemitas (manchas, rayas), al texto de la contratapa le faltan los guiones y la encuadernación tiene esa onda "mirame y no me toques" que me provocó flashbacks traumáticos a la época de Toutain y Zinco. La saga en sí, es realmente muy buena. Se podría haber resumido un toque, por ahí con 25 páginas menos pegaba más fuerte. Pero está muy bien, es un relato 100% Mazzitelliano, con reflexiones profundas sobre el poder, el destino, la lealtad y demás conceptos que lo elevan por sobre la aventura convencional. Hay buenos personajes, conflictos bien planteados (siempre en esos términos extremos, en los que el príncipe es el MÁS bueno, la princesa la MÁS hermosa, el rey el MÁS poderoso, el demonio el MÁS maligno, y así todo), buenos diálogos y bloques de texto fastuosos. Si ya leíste mucho a Mazzitelli, es difícil que te sorprendas, pero también es casi imposible que te aburras. Todo el tiempo pasan cosas, volantazos que no siempre te ves venir, revelaciones que cambian nuestra forma de entender a algunos de los protagonistas, shell games (no sé cómo se dice en castellano) narrativos para los que Eduardo desarrolló una mano maestra. Y al que nunca se le agota la capacidad de sorprender es a Alcatena, que esta vez nos sumerge en un río Nilo mitológico y excesivo, donde nunca faltan criaturas, templos, vegetación y hasta ataúdes con unos diseños impactantes y sofisticados. Quique arriesga en la puesta en página, detona su propio arsenal de trucos narrativos, se luce en las expresiones faciales (sobre todo en los primeros planos de Eunis) y respalda visualmente la sublime majestad que los textos de Mazzitelli le atribuyen al imperio en el que transcurre la historia y a los personajes que la protagonizan. Gran labor de la consagradísima dupla, que sigue siempre en busca de nuevos paisajes exóticos donde ambientar sus historias atemporales de ambición, amor, traición y gloria. Y nada más, por hoy. Me voy a tirar un rato abajo del ventilador de techo. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas acá en el blog, y el sábado 25 en la Biblioteca Nacional, en la entrega de los Premios Cinder.

miércoles, 15 de marzo de 2023

SHAZAM! FURY OF THE GODS

Hace casi cuatro años (02/04/19) este blog se hacía eco del estreno de la primera película de Shazam! y, si bien el director David Sandberg se llevaba unos cuantos elogios, los tenía que repartir con Geoff Johns y Gary Frank, porque la película era básicamente una adaptación de las historietas firmadas por esa dupla entre 2012 y 2013. Esta secuela es mejor que la primera película, por varios motivos, pero principalmente porque nos ofrece a los fans de los comics una historia original, que no conocíamos. ¿Es la mejor historia de todos los tiempos? No. Por ahí le falta un poquito de profundidad a las motivaciones de las villanas. Pero el guion hace que los 130 minutos resulten sumamente llevaderos y potencian aquello que había hecho atractiva a la peli de 2019: la gran combinación entre aventura superheroica extrema, humor y emoción. Ahí está la clave. Personajes muy humanos, muy queribles, en situaciones tremendas, con la emoción todo el tiempo a flor de piel y con diálogos y situaciones cómicas que no tiran abajo el clima de peligro y violencia que debe reinar en un buen relato de muchachos y chicas con superpoderes. Todo funciona de modo orgánico, todo avanza a un ritmo muy ganchero y la peli se hace muy disfrutable. La vez pasada señalábamos la muy escasa conexión entre aquella cinta y el resto de las que se estaban articulando en torno a un intento de "Universo Cinemático DC", y esta vez eso se corrigió. A las muchas menciones (en tono jocoso) a los otros superhéroes de DC, Fury of the Gods suma la aparición estelar de una destacadísima figura de dicho panteón heroico, y en una de las escenas post-créditos, el vínculo más estrecho con algo de lo que vimos en la peli de Black Adam. ¿Aparece Black Adam en esta secuela? No te lo quiero spoilear. ¿Avanza algo el plot de Mr. Mind y Sivana que vimos en la escena post-créditos de la primera película? Tampoco quiero revelar eso. Pero la peli está mucho más integrada al resto, se la siente más "en continuidad". Cositas para criticar, por supuesto siempre hay. Por un lado -guarda que va un SPOILER- no le encontré mucho sentido a la resurrección del Wizard. Su rol en esta historia es tan menor, tiene tan poca trascendencia, que lo único que consigue Sandberg al traerlo de vuelta es tener en pantalla a un actor afroamericano durante unos cuantos minutos del metraje. No se justifica deshacer una muerte impactante y efectiva solo por esa razón. Al tener en roles destacados a dos actrices de lujo como Helen Mirren y Lucy Liu, todos los demás miembros del elenco se tienen que esforzar para no quedar como Playmobils. Pero la jugada de extremar sus dotes histriónicos le sale para el orto a Jack Dylan Glazer, el actor que más me había sorprendido en la primera película y que esta vez, de tan intenso se me hizo insoportable. El resto, todos muy bien. Zachary Levy, muy grosso, compone un Shazam! 100% creíble, capaz de momentos épicos y momentos desopilantes. Y me quedé con ganas de ver más en pantalla a Grace Fulton, la bomba atómica que hace de Mary, y que está tan fuerte que no es reemplazada por otra actriz cuando se convierte en superheroína. ¿Se copan con una peli solo de Mary Marvel? Con otro nombre, por ahí, para evitar confusiones con las otras heroínas que se llaman "Marvel"... Y si la primera peli fue buena y esta es mejor, ¿por qué no le veo mucho futuro a la franquicia de Shazam!? Porque se apoya mucho en el carisma de estos nenes... que ya no son nenes. Si sacás una película cada cuatro años, los actores que en la primera tienen 13, en la segunda ya son muchachos y chicas de 17, y en la tercera ya están en la clínica de rehabilitación. Esta versión de Shazam! se trata básicamente de los valores familiares, y en EEUU los pibes y pibas de 20-21 años rara vez viven con sus padres o hermanos. Bancar la idea de "la famiglia unita" con protagonistas veinteañeros es casi una quimera, no hay guion que lo sostenga. De hecho en esta secuela ya aparece algo que no vimos en la primera, que es una trama romántica, porque claro, Freddy ya tiene 17 años y le "pasan cosas". Y sin hacer hincapié en el tema, ya se habla del despertar sexual de Pedro, y de que Mary (que es obviamente mayor de 18) ya sale a chonguear a la noche. En una lógica progresión, en la tercera parte Pedro ya presenta un novio, Mary ya tiene pibes y Freddy y Billy dedican cada minuto de sus vidas a corretear pendejas por los pasillos de una universidad. En fin, conjeturas. La posta es que esta película está muy bien, tiene acción, destrucción (si sos fan de Philadelphia vas a sufrir viendo cómo la hacen pelota), épica, comedia, magia, corazón y huevos. Y sorpresas grossas, emociones fuertes y chistes efectivos. No sé si le podemos pedir mucho más al cine industrial, y menos cuando apunta al público familiar, y menos cuando la materia prima con la que cuentan los guionistas para laburar es un comic que hace 70 años que no se lo venden a nadie. No tengo idea en qué estado van a estar estos chicos y chicas dentro de cuatro años cuando salga la tercera película (si los ejecutivos de DC/ Warner/ etc. no deciden canelar la franquicia, o rebootearla), pero Fury of the Gods me dejó con ganas de reencontrarme con ellos lo antes posible.

domingo, 12 de marzo de 2023

DOMINGO CALUROSO

Entre ducha y ducha, le sigo metiendo pata a la lectura de comics y ya tengo otros dos libros listos para reseñar. Me interné en un tremendo masacote de más de 300 páginas titulado The Woods Yearbook Edition Vol.1, porque por todos lados escucho que James Tynion IV es un gran escritor de fantasía y terror. Para mí era un no muy brillante esbirro de Scott Snyder que escribía comics de superhéroes, pero acá lo descubrí en su otra faceta. Y también hubo varias sorpresas. La primera es que The Woods parte del MISMO planteo que Aula a la Deriva, el manga de Kazuo Umezu que vimos allá por el 20/10/17. El principio de la serie es EXACTAMENTE igual. Después, Tynion llevará su saga para otro lado y corregirá algunos errores de Umezu, como por ejemplo centrar toda la acción en un único protagonista. The Woods es una obra de protagonismo decididamente coral, y lo mejor que tiene es eso: cómo Tynion se las rebusca para desarrollar a ocho o nueve personajes importantes (y varios secundarios) sin dejar de lado la acción y la aventura. Además, a diferencia de lo que pasa en el manga de Umezu, rápidamente se formará un grupo de alumnos que abandonarán la escuela para salir a recorrer el mundo hostil que la rodea, y (por lo menos en este tomo) no volverán. Esa es la otra sorpresa: este bestial tomo con 12 episodios y más de 300 páginas es apenas el primer tercio de la obra. Yo entré como un gil, convencido de que iba a leer una novela gráfica larga, y me encuentro con que se trata del primer recopilatorio de una serie que acumuló 36 capítulos. Esto se hace bastante evidente sobre el final, cuando ves que en el último episodio, si bien cierran unas cuantas argumentales, quedan 8000 cosas por explorar y por explicar. Así como le pasó a Umezu, que no supo cuándo clavar el freno y terminó por estirar Aula a la Deriva más allá de lo humanamente aguantable, The Woods también se va al carajo con su extensión. Con mucha generosidad, yo calculo que en 12 números más se puede cerrar todo y hasta queda espacio para un epílogo. Pero no: Tynion quiere que yo lea 24 números más... lo cual no va a suceder. Y eso que este tramo de The Woods me gustó... Se me hizo muy ganchero, me costaba bajar el libro para dedicarme a otra cosa y me lo terminé devorando todo en dos sentadas. El mundo fantástico en el que transcurre la saga es interesante, los personajes son copados, hay muy buenos diálogos, el guionista te tira anzuelos para que muerdas en forma de secuencias que se ubican mucho antes o un toque después de lo que narra en tiempo presente, la machaca no está al pedo, suele tener consecuencias bastante realistas... No es una fumanchereada sin pies ni cabeza como lo es durante largos tramos Aula a la Deriva. Pero bueno, prefiero invertir en otra cosa el tiempo, la guita y el espacio que me van a requerir los 24 episodios que me faltan. Me falta mencionar que el dibujante, Michael Dialynas, me pareció bastante del montón, por momentos incluso un poco precario. Eficaz en la narrativa, y para nada virtuoso ni original en todo lo demás. Con un dibujante más atractivo, capaz que el veredicto era otro. Por ahora es eso: The Woods es una muy buena idea, con buena trama y buenos personajes, que padece esa decisión ambiciosa de contar en 36 episodios una historia que daba para bastante menos.
Me vengo a Argentina, año 2022, cuando se publica Shams y la Puerta del Infierno, un libro compuesto por cuatro tramos de 32 páginas, que podrían ser los nºs 1 al 4 de una serie regular al estilo yanki. Se trata, además, de la primera parte de una saga pensada a largo plazo, de la que eventualmente veremos una continuación. Y también es la primera vez que tomo contacto con trabajo del guionista Abdul Wakil Cicco, el dibujante El Toreh y la colorista Leila Kovacs. Así como los ves, estos ilustres desconocidos me ofrecieron un buen rato de diversión y por momentos hasta me lograron emocionar. Shams y la Puerta del Infierno trabaja con muchos de los tópicos de la aventura sobrenatural para adultos que tanto nos copan a los que éramos fans de Vertigo, y se plantea instalar a Shams como una especie de justiciero místico argentino, pero que viene del palo islámico. Hay una gran indagación por parte del guionista de todo el misticismo vinculado al Islam, y un gran aprovechamiento de la filosofía y la cosmogonía que son centrales en esa religión que uno desconoce casi por completo. No sé si lo que más me gustó fue lo bien calzados que están los flashbacks, o lo rápido que me encariñé con el protagonista, pero sin dudas estamos ante un guion muy, pero muy bien escrito. Lo único que no me volvió loco es que Cicco recurre a un argumento ya muy trillado como es la guerra entre el Cielo y el Infierno. Los ángeles y los demonios tienen grandes secuencias y excelentes diálogos, pero el conflicto en sí es algo que uno ya leyó tantas veces que no genera mayor interés. El resto, todo ganancia. La machaca no está de adorno, muchas veces sentís que el héroe tiene altas chances de no llegar vivo al final, hay buenos personajes secundarios, hermosas secuencias mudas y una mirada definitivamente distinta al tema del héroe místico. La argentinidad no está muy al palo, pero también hace su aporte. El misterio está bien llevado, las revelaciones impactan en el momento justo y cuando Cicco te recuerda que este también es un comic de terror, sentís el rigor del miedo y la repulsión. El dibujo de El Toreh no me llamó mucho la atención, otro que (como Dialynas) no me pareció ni virtuoso ni original. Tampoco espantoso, aclaremos. Y el color de Kovacs sí, me parece que está muy bien, y que potencia con buen criterio los climas que propone el guion. Quiero más Shams, obviamente. Me hice fan del personaje y, si la trama no se estira hasta el infinito, acá hay sustancia para una saga realmente apasionante. No sé qué tan fácil será conseguir el libro, porque lo editó un sello muy chiquito (probablemente de los propios autores). Pero igual me animo a recomendarlo, porque es una lectura intensa, cautivante y gratificante. Nada más, por hoy. Hora de la enésima ducha. Ojalá baje la temperatura para la próxima vez que me tenga que sentar a redactar reseñas. Será hasta entonces.

jueves, 9 de marzo de 2023

JUEVES A PLENO SOL

Alucinante tarde de verano en Buenos Aires, y yo acá, sentadito en el escritorio, con un par de libros para reseñar antes de clavarme una siesta abajo del ventilador de techo... Empiezo con un libro que me dio varias sorpresas. La primera: en la tapa no aclara que se trata del Vol.2 de una serie. Ese dato está chiquitito en el lomo del libro. Efectivamente, Lagos Connection es el segundo álbum de El Sueño del Tiburón, una serie que el maestro alemán Matthias Schultheiss inició en 1986, cerró en 1989 (cuando salió el Vol.3) y (segunda sorpresa) ¡retomó en 2013! Hasta ahora hay seis álbumes, de los cuales el último es de 2021. O sea que caí en el medio de una primera trilogía, de una serie que continúa aún hoy. Medio que me importa un carajo porque a) lo que me atrajo para comprar el libro (además del precio) es el dibujo de Schultheiss y b) este tramo de la saga se entiende sin problemas sin haber leído el Vol.1. Incluso si nunca leo el Vol.3 (bastante puteado por los fans de la serie), me puedo quedar con este final, que no es el que uno espera, porque el álbum termina con el protagonista hecho mierda, muerto o al borde de la muerte. ¿De qué va la historia? De una guerra entre mafias en el delta de Lagos, una ciudad de Nigeria emplazada sobre la costa del Océano Atlántico, plagada de piratas, corrupción policial y todo tipo de malvivientes. Allí vemos crecer a un francés, Lambert, un tipo adicto a la violencia, el crimen y los beneficios y el poder que se acumulan cuando uno es un criminal exitoso en un entorno corrupto. El comic narra básicamente el ascenso de Lambert, a fuerza de golpes osados y de una crueldad desmedida para con los enemigos a los que derrota y los atrevidos que osan traicionarlo. Violencia y crueldad son las claves de un relato plagado de acción, con mucha sangre, muertes horribles, violaciones, racismo explícito y total impunidad. En la segunda mitad del álbum, Schultheiss va a intentar humanizar un poco a Lambert a través de su relación sexafectiva con Sarah, pero las consecuencias de bajar la guardia van a ser funestas para el duro jefe de los piratas. En España nunca se publicaron más álbumes después de este, así que si me quiero enterar cómo carajo sigue la historia me tengo que pasar a la edición francesa. No sé si haré el esfuerzo, porque la verdad que la aventura en sí no me pareció gran cosa. Me impactó el nivel de mala leche y violencia, y me parece bien que el autor intente darle más carnadura al protagonista. Pero la estrella es claramente el dibujo. De hecho hay un par de momentos en los que la narrativa se hace confusa, porque Schultheiss dibuja a todos los africanos muy parecidos entre sí, o porque la composición de las viñetas no es muy clara, o porque los efectos del color opacan algún elemento visual importante para entender un cuadrito... y a nadie le importa, porque estamos todos flasheando con el estilo gráfico del alemán, con su tratamiento de la figura humana, de las expresiones corporales, del color... Visualmente, esto es un kilombo fascinante, por momentos estridente, con un despliegue de recursos por parte de Schultheiss que realmente te hiela la sangre. Eso es lo que hace irresistible a El Sueño del Tiburón. El resto, podría ser tranquilamente una serie menor en una antología tipo Skorpio o Lancio Story.
Allá por el 12/11/19 me tocó reseñar un muy buen comic argentino llamado Los Prodigios, que presentaba un nuevo universo superheroico desarrollado en nuestro país. En 2022 apareció un segundo libro ambientado en ese mismo universo: Los Desechables, con guion de Fede Sartori y dibujos de Facundo Moyano (otro Facundo Moyano, no el ex-diputado nacional). Mientras que Los Prodigios jugaba a contar una "versión argenta" del origen de una especie de Justice League, Los Desechables hace algo parecido, pero más cercano al Suicide Squad. De hecho, una vez presentados los protagonistas, el núcleo de la trama consiste en una misión suicida, encubierta, a cargo de personajes que tranquilamente pueden morir sin que nadie reclame nada. El dibujo de Moyano, si bien no es horrible ni tiene grandes pifias, me dejó un poco frío. Me resultó algo del montón, falto de identidad, de riesgo. El color sí, me parece que está buenísimo. Y el guion es muy entretenido: tiene muy buenos diálogos, los flashbacks están donde tienen que estar, la amenaza es creíble, hay giros que no te ves venir, y está todo muy bien integrado con lo que otro guionista (Gastón Flores) nos había contado en Los Prodigios. O sea que la idea de un universo consistente, compartido por varios autores y explorado en distintos títulos, no es una quimera, sino algo que se puede hacer realidad aquí y ahora. Tengo entendido que hay un tercer libro en camino, donde la historia del Prócer va a llegar a un final. Ojalá no sea un final para todo este universo, porque tanto Flores como Sartori se han esforzado por poblarlo con personajes interesantes y conflictos originales. Lo único que le podría criticar a Los Desechables es que, para ser un comic apuntado al fan de los superhéroes, la machaca tarda un poco en llegar. Hasta que empiezan a correr de lo lindo las trompadas, las patadas, los superpoderes y la sangre, ya van casi 40 páginas en las que lo principal es el diálogo entre personajes que apenas se mueven. Y eso puede desalentar o aburrir a algún lector desprevenido que crea que va a leer una saga del Suicide Squad, X-Force o cualquier otro grupo comando de tipos y minas con poderes. Fuera de eso, Los Desechables es una lectura muy disfrutable, que otra vez pone a Fede Sartori en la lista de los guionistas a los que conviene seguir de cerca. Nada más, por hoy. Nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.

martes, 7 de marzo de 2023

TARDE DE MARTES

Sigo adelante con las lecturas y ya tengo otros dos libros para repasar. En primer lugar, el Vol.2 de Monster, del maestro Naoki Urasawa, ahora sí con un tramo de la saga que no había leído nunca, porque cuando lo publicó LARP yo ya había decidido no comprarle nunca más un manga a esa funesta (y hoy justamente olvidada) editorial. Al final del Vol.1, tal y como estaba armada la trama, faltaba que el Dr. Tenma se entrenara para convertirse en un asesino implacable, gambeteara a la policía hasta quedar cara a cara con Johan y lo hiciera boleta. Todo eso se podría haber contado sin acelerar bruscamente el ritmo del relato en estas 400 páginas, y Monster podría haber terminado en este Vol.2. Pero claro, esta es una obra de Naoki Urasawa, especialista en estirar los conflictos hasta el infinito, en tensar la cuerda dramática que sostiene a sus mangas hasta que el lector sienta que ya no puede más. Por eso en estas 400 páginas apenas si vemos a Tenma escapar de la policía... mientras surgen, se desarrollan y se resuelven otros conflictos que poco tienen que ver con la cacería de Johan. Hay una idea muy interesante, que es que un grupo neonazi ve en Johan a un posible segundo Adolf Hitler. Interesante porque le agrega a la saga una arista política y villanos mucho más hijos de puta que la policía. Pero todo el tema de "vamos a quemar el barrio turco" aporta muy poco a la trama, apenas un poco de suspenso, de presión para que en algún momento cobre peso la acción. Urasawa introduce nuevos personajes y les da muchísima carnadura, muchísimo desarrollo. Incluso en dos momentos de este tomo la acción se frena para dedicarle extensos segmentos a dos personajes que ya nos había presentado en el Vol.1, Eva y Anna/Nina. Cada una de ellas ya tiene, además de un pasado que hemos explorado a fondo, sus propios personajes secundarios. El inspector Runge también ocupa el centro de la escena a lo largo de muchas páginas que indagan un poco más en sus motivaciones, sin dudas la secuencia más aburrida e innecesaria del tomo. Como en 20th Century Boys, acá es muy importante el pasado, desandar los senderos de lo transcurrido a través sobre todo de la memoria. Las pistas que encuentra Tenma son básicamente recuerdos de gente que en algún momento interactuó con Johan o con su familia... y encontrar y sobre todo "escuchar" a cada una de estas personas lleva tiempo. O sea, páginas. Y ampliar el elenco de secundarios también, requiere mucho espacio. Urasawa lo tiene, y además no tiene apuro. Por eso, con una idea que se podía contar en 12-16 páginas en una revista de antología de los ´70, el tipo te hace nueve tomos de 400 páginas. Y vos no lo puteás, no porque te resulte divertido ver cómo te llena infinitas páginas con peripecias que por ahí no le suman nada a la resolución del argumento troncal, sino porque el ritmo del relato es atrapante, y porque estamos frente a un autor que maneja el suspenso y la intriga de una manera absolutamente insuperable. Y eso sin hablar del dibujo, que jamás baja de los 10 puntos. Habrá más Urasawa pronto, acá en el blog.
Allá por 2010, cuando Vertigo estaba on fire con el tema de generar novelas gráficas 100% originales, que fueran propiedad de los autores, uno de los que entró en la rosca fue Peter Bagge. Así apareció Other Lives, un trabajo del creador de Hate que desde 2021 reedita Fantagraphics, y que en su momento no levantó demasiada polvareda, pese a estar bastante bien. Other Lives es la novela gráfica en la que Bagge se mete con aquel fenómeno que fueron las plataformas de juegos virtuales en los que vos te creabas una segunda identidad, un avatar, que interactuaba en una especie de "mundo paralelo" en el que todo podía pasar. No me acuerdo ahora los nombres, pero creo que había uno llamado Second Life. El juego, ese segundo plano de "realidad" que ofrece el juego, tiene bastante peso en la trama, pero Bagge lo usa para pensar en el tema de la identidad ficticia, la identidad que uno se construye para sí mismo cuando la propia no le cierra y elige convertirse en un farsante. De los cuatro protagonistas, los dos que jamás entran en el juego virtual (Javier y Vlad) son los que más laburaron para asumir identidades que no les pertenecen. Se cambiaron el nombre, se inventaron profesiones falsas, se hicieron pasar por autores de textos que escribió el otro, no pararon un minuto de mentir. Ni de ser víctimas de las mentiras de otros. Other Lives trata de la irrupción de las verdades en una realidad donde lo normal es la falsedad, la máscara. Woodrow, el capo del juego virtual, el que parece que la tiene re clara, es otro maestro de la mentira y en un punto, Bagge lo va a llevar al extremo para que ocupe el rol del villano. Mientras que Ivy, la única que no guarda secretos nefastos (más allá de las cosas que hace su avatar en el mundo virtual del jueguito), es lo más cercano que tenemos a una heroína. Las vidas de los cuatro protagonistas se van a ver entrelazadas de las maneras más extrañas (algunas demasiado inverosímiles) y la tensión dramática va a crecer hasta hacerse insostenible. Y sin spoilear, va a terminar todo bastante para el orto, con estallidos de violencia cuyas consecuencias se pagan a larguísimo plazo. Por ahí el dibujo gracioso y caricaturesco de Bagge no lo sugiere, pero Other Lives es una historieta dramática, pero dramática en serio. Hay algún que otro diálogo jocoso, pero el clima general de la obra es el que generan las mentiras, las traiciones y los secretos de cuatro neuróticos que ya están demasiado jugados como para aspirar a la felicidad y se conforman con no ser el que peor la pasa. Es una obra enroscada, compleja, madura, con el problema que si a vos lo que te gustaba de Bagge era la onda de Hate, corre el riesgo de no engancharte en lo más mínimo, más allá de lo alucinante del dibujo. Pero está muy bien, se puede recomendar sin miedo a cualquier fan de la historieta para adultos, sea o no fan de Peter Bagge. Nada más, por hoy. Gracias y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas en este espacio tan antiguo como inclaudicable.

jueves, 2 de marzo de 2023

TARDE DE JUEVES

Antes de que el calor me termine de derretir el cerebro, quiero expresar algunos conceptos acerca de los últimos libros que leí, como siempre, mal y tarde. Allá por el 2005, el maestro Vittorio Giardino, tipo poco afecto al trabajo con guionistas, formó equipo con Giovanni Barbieri para un experimento a priori muy interesante: un comic que replicara/ satirizara los tropos y los caprichos narrativos de las telenovelas. Así nace Eva Miranda, un proyecto al que le debe haber ido bastante mal, porque termina con el anuncio de una segunda parte que nunca se publicó. Son estas 46 páginas, y no hay más, aunque la historia termine (como en cualquier telenovela que se precie de tal) en un cliffhanger de alto voltaje dramático. Una pena, sobre todo porque nunca vi a Giardino dibujar mejor que en este álbum. La trama es atrapante (a menos que se te hagan infumables las telenovelas) y la idea de interrumpirla con avisos publicitarios en joda es brillante. Todo ese costado irónico/ satírico funciona a la perfección, sobre todo si conocés los códigos del subgénero al que se proponen satirizar. Hay filiaciones dudosas, traiciones, revelaciones shockeantes, sexo, amor a contra corriente, villanos malísimos, héroes buenísimos... y Eva Miranda, que juega un rol extraño, ambiguo, muy interesante, pero que no se termina de explicar en esta primera (y única) entrega. Como tantas telenovelas, esta historia transcurre en el maravilloso mundo de los millonarios, y también hay afiladas y sutiles reflexiones acerca de eso. O sea que, si bien está intencionalmente superpoblada de clichés, Eva Miranda es una historia sumamente entretenida, con muy buen ritmo, diálogos ingeniosos y algo para decir más allá del gaste al bastardeado subgénero de la telenovela. Y claro, por encima de todo eso, flotando cerca de la gloria, pasa el dibujo de un Giardino prendido fuego. Un Giardino ya totalmente afianzado en la línea clara, una especie de André Juillard más versátil en el campo de las expresiones faciales, que acá además aprovecha para revelarse como un magnífico diseñador de vestuario. En vez de copiar de fuentes documentales, el creador de Sam Pezzo, Jonas Fink y Max Friedman se luce con la invención constante de nuevos e impactantes atuendos para que luzcan Eva, Mirna, Randa y el resto del elenco femenino de la historieta. Si estás muy acostumbrado al comic de superhéroes, donde los personajes usan básicamente la misma ropa durante décadas, lo que hace Giardino en este álbum te va a sorprender. Visualmente, Eva Miranda es un festival de formas y colores alucinantes, fruto de un laburo atrevido, apasionado, por parte del maestro oriundo de Bolonia. Es difícil recomendar una obra que no termina, pero con lo que hay en este álbum de Eva Miranda me quedé más que conforme. Y si estás en ese nivel de fanatismo por Giardino en el que ya no importan los guiones, acá lo vas a ver divertirse y arriesgar como pocas veces, con resultados fascinantes.
Allá por el 14/06/19, me tocó reseñar el primer integral de Mikilo, editado por Comic.ar. Después me colgué mal, y recién ahora leí el segundo. Este es un tomo potente, de más de 200 páginas, que requiere ser leído de a poco, porque incluye un montón de historias cortitas, algunas muy similares entre sí. Entonces, si te lo devorás todo de un saque, la fórmula que emplea el guionista Rafael Curci se te empieza a hacer repetitiva, y ya el único atractivo pasa a ser el monstruo/ fantasma/ demonio con el que Mikilo va a intercambiar unos puñetazos. Leído de a poco, con pausas entre las historietas, se disfruta todo mucho más. El vuelo poético de las historias se hace más palpable, se aprecian más los diálogos entre Mikilo y Adolfo, y cuando aparece un guion de esos grossos, pero grossos-grossos (como el de "Dos hermanas", que para mi gusto es la mejor historia del tomo) impacta mucho más. Una vez que estás familiarizado con la dinámica de la serie, sabés que ninguno de estos mitos criollos van a terminar con la vida de Mikilo, ni de Adolfo, e incluso sabés que ninguno de estos monstruos/ fantasmas/ demonios van a ser una farsa urdida por un garca para engañar a la gilada, como pasa en cualquier capítulo de Scooby-Doo. Y entonces está bueno que la serie agregue una nueva dimensión en la que sí hay sorpresas (y grossas) que es la del cambio constante de dibujantes. Sobre la base cada vez más sólida de Marcelo Basile + Tomás Coggiola, el libro se enriquece y mucho con el aporte primero de Sergio Ibáñez (en un nivel excelente), más tarde Leonel Castellani y después una seguidilla tremenda: Quique Alcatena, con unas páginas preciosas, con el recurso alucinante de no entintar el lápiz cuando aparecen personajes fantásticos; Rubén Meriggi, con un relato muy breve, pero muy power; y el inolvidable Francisco Solano López, también con una historia cortita. En el 2002, cuando entregó estas páginas, Solano ya no estaba en su pico como dibujante, pero se nota mucho la cancha y la maestría en la elección de los ángulos y la distribución de los elementos dentro de la viñeta, items en los que el prócer todavía podía dar cátedra. Me sorprendió muy gratamente el trabajo de Silvestre Szilagyi, apuntalado por un tremendo trabajo del colorista Andrés Cornejo, me gustó la segunda historia que dibujó Diego Greco (la que es a color directo) y cerca del final, me conmovieron con su entrega otros dos dibujantes que dieron el 110%. Nunca había visto a Pol Maiztegui dibujar tan bien como en estas páginas, y nunca me imaginé que Santiago Caruso (al que, lógicamente, asociaba con su increíble carrera como ilustrador) podía dibujar historietas de un modo tan, pero tan brillante. En las páginas de Caruso (que son apenas seis) reaparece la magia de Alberto Breccia, de Carlos Nine... una demencia maravillosa que rompe con la hegemonía de estilos más clásicos y eleva el vuelo poético del guion de Curci a niveles insospechados. Después hay textos, un bestiario, pin-ups a cargo de otros capos del dibujo y demás. Pero nada me impactó como las páginas de Santiago, que además forman parte del tramo del libro integrado por las aventuras más recientes, que son las que yo estaba descubriendo por primera vez. Como ya vimos, en 2022 volvió Mikilo con una nueva aventura, con un Rafael Curci muy comprometido y un Marcelo Basile tremendamente upgradeado. Ojalá el público acompañe y haya mucho más Mikilo en los años venideros, pero si eso no sucede, nos queda el consuelo de tener en una excelente edición todo el material de las décadas anteriores, que es mucho y recontra amerita una relectura. Nada más, por hoy. Me voy a pegar la ducha nº176 y me vuelvo a tirar abajo del ventilador de techo. Será hasta pronto.