el blog de reseñas de Andrés Accorsi

miércoles, 10 de diciembre de 2025

OTRA TARDE DE MIÉRCOLES

Meto otra pausa cortita en el laburo para comentar un par de libros que leí en estos últimos días. Le entré al Vol.4 de Deadly Class (el 3 lo habíamos visto el 28/04/25) y medio que me cansó. Tanta sobredosis de violencia, tanta sangre, tanta mala leche, se sostiene un rato, no toda la vida. En estos cuatro TPBs se recopilaron los primeros 21 números de la serie de Rick Remender y Wes Craig y se me hizo un poco monocorde. Sobre todo este último tomo, que no tiene mucho más que cinismo y muertes truculentas. Hay una referencia piola a Lord of the Flies, y UN diálogo brillante entre un vendedor de discos fan del heavy metal y un pibe que le trata de explicar por qué B-52´s es una banda del mega-carajo. El resto, persecuciones, tiroteos, cuchillazos, alguna revelación impactante acerca del pasado (invariablemente sórdido) de algún personaje secundario, y no mucho más. Todo esto narrado con muy buen ritmo, de manera muy ganchera, por dos autores a los que les sobran recursos para poner nervioso al lector y asfixiarlo con la sensación de que se está yendo todo a la mierda. Pero tantas páginas de lo mismo, a mí me satura un poco. Me encanta el dibujo de Wes Craig (salvo esos primeros planos que parecen calcados de viñetas de Paul Pope), cuando Remender baja un cambio mete unos diálogos magníficos, el color es precioso, hasta el rotulado la rompe. Y cuando se acuerdan de jugar con el hecho de que la historia esté ambientada en los ´80, salen momentos muy copados, que no se ven en otros comics de machaca y oscuridad. La colección de TPBs termina en el Vol.12. Es imposible que en los ocho tomos que me faltan los autores no paren un toque la pelota, no prueben con otra cosa, con otro ritmo, con otros climas... hasta con otros personajes, porque en este tomo palman un montón. El tema es que son ocho tomos: mucho espacio en la biblioteca, mucha guita y muchas horas de lectura. No sé si le quiero dedicar todo ese esfuerzo a una serie que me gusta, pero no me vuelve loco. Veremos. Por ahora, la corto acá. Si aparece el Vol.5 muy barato, no descarto darle una posibilidad.
Vuelvo al repaso por la historieta argentina publicada en 2025 y me encuentro con Hotel, el nuevo trabajo de Carina Altonaga. Al salir tan encima del trabajo anterior de la autora (Chamán, reseñado el 10/01/25) la comparación es inevitable... y desfavorable para Hotel. La faz gráfica es una maravilla. A esa estética realista, emparentada con la de Salvador Sanz, Altonaga suma ahora el color, y acá saca una diferencia enorme. Es un color bellísimo, aplicado con sutileza, con criterio, con imaginación y con una técnica que me remitió más a Juan Ferreyra que a Sanz. Además de rigor académico, el dibujo tiene encuadres variados, como para darle ritmo incluso a las secuencias en las que no vemos mucho más que personas hablando. Las referencias fotográficas están muy bien integradas, los personajes son fácilmente reconocibles y los estallidos de violencia son electrizantes. ¿Por qué, entonces, pongo a Hotel por debajo de Chamán? Básicamente por el guion, que me pareció mucho menos original, más pegado a una fórmula que ya consumí mil veces, y con un misterio menos atrapante que el de la obra anterior. Los personajes están bien (sobre todo Lily Torres), los diálogos no brillan pero cumplen, la explicación de qué es el hotel y por qué pasa lo que pasa está bien, los flashbacks están puestos en el momento correcto, pero el argumento en sí, la base sobre la que se construye el relato, me pareció más endeble. Las últimas páginas, que me hicieron acordar a algún unitario de Hellblazer, levantan un poco el promedio, y aún así el guion de Hotel queda lejos del de Chamán. Una pena que, justo en el momento en el que Carina Altonaga había pegado fuerte con una obra muy grossa, que llamó mucho la atención, tengamos que verla retroceder un par de casilleros con una novela gráfica que -pese a sus inmensos méritos en el aspecto visual- adolece de un argumento medio flojo de papeles. Para la próxima (que ojalá sea pronto) estaría bueno verla colaborar con un/a guionista, a ver qué pasa.
Y ya estoy para despedirme, pero antes quiero dedicarle unas líneas a la excelente reedición que hizo Historieteca de tres historietas de Brian Janchez que estaban descatalogadas. No voy a extenderme acerca de cada una de ellas, porque de El Permiso ya hablé acá el 22/02/18, de La Mejor mis Ex-Novias hablé el 24/12/18 y La Hija del Carpintero tuvo su reseña en este espacio el 21/08/19. Durante la relectura me di cuenta de lo poco que me acordaba de los argumentos, pero también releí las reseñas, y coincido en casi todo con lo que escribí en su momento, así que ahí están, para quien quiera consultarlas. Nada más por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

sábado, 6 de diciembre de 2025

SÁBADO CALUROSO

Dos reseñas (supongo que cortitas) para esta calurosa tarde de sábado. En 1982 salió el Vol.14 de los álbumes que recopilaban las historietas de Gaston Lagaffe, el famoso personaje creado por André Franquin, que solía aparecer todas las semanas en la revista Spirou. Casi siempre ocupaba una página completa, de vez en cuando dos, y de vez en cuando media. Pero Gaston siempre estaba. Este álbum rescata más de 40 planchas de aquella época y son muchas. Quiero decir: el humor de Gaston Lagaffe se disfruta mucho más en dosis más pequeñas. Una historieta por semana, dos a lo sumo. Leer cuarenta y pico de un saque les quita un poco de gracia y se hace inverosímil que ninguna de sus víctimas tome la decisión de echarlo a patadas en el orto de esa oficina (que, en un hábil juego meta, es la redacción de la revista Spirou) en la que no para de mandarse cagadas, causar desastres y apolillar en horario laboral. En esta etapa, Franquin había desarrollado un segundo escenario para las tropelías de Gaston: la calle, donde quien sufre las calamidades causadas por este energúmeno es un policía llamado Longtarin. Nunca llegamos a ponernos del lado del policía, porque Franquin nos deja en claro que no tiene buenas intenciones: su objetivo es encajarle multas a los autos (o a sus dueños) a como dé lugar, incumplan o no las normas. Y obviamente su enfrentamiento con la creatividad destructiva de Gaston va a terminar en derrota para el agente... una y otra, y otra vez. En este tramo de la serie hay un elemento recurrente, que se vuelve fundamental en el eterno combate entre Gaston y Longtarin: los parquímetros. Supongo que habrá coincidido con la época en la que, en la Bruselas del mundo real, a alguien se le ocurrió llenar las calles de parquímetros. El maestro Franquin imagina una cantidad infinita de variaciones sobre el tema "chistes con parquímetros" y unos cuantos son brillantes. Ni hace falta decir que, muy por encima de la gracia (mucha o poca) que nos causen los chistes, resalta el dibujo de Franquin y su descomunal talento para la narrativa. Imitado hasta el hartazgo por decenas de dibujantes, a principios de los ´80 Franquin estaba en un nivel formidable, afianzadísimo en su estilo hiperkinético, muy canchero para trabajar con la mancha negra (línea clara, las pelotas) y para sobrecargar la viñeta con líneas y detalles de todo tipo sin obstaculizar para nada la fluidez y el vértigo de las historias. Nunca es suficiente la cantidad de historietas de Franquin que uno quiere leer y atesorar. En el caso de Gaston Lagaffe (conocido en España como Tomás Elgafe) no recomiendo bajarse todo el álbum de un saque, sino dosificarlo para el impacto humorístico sea mayor. Si nunca leiste nada del glorioso André Franquin, cualquier álbum de Gaston es un buen punto para empezar.
Encontré en la pila de los pendientes otro libro publicado en Argentina en 2024, pero este es un manga: Ciudad de Tumbas, un masacote de 408 páginas con 11 historietas autoconclusivas de Junji Ito, sin ninguna relación entre sí, más allá de la temática de misterio sobrenatural con terror y asquerosidades. Nada, más de lo mismo. Dibujos espectaculares, imágenes escalofriantes, un nivel de detalle inhumano en paisajes, escenografías y criaturas fantásticas, con guiones MUY desparejos, muchos de los cuales hacen "la Gran Mariana Enríquez" (es decir, plantean un conflicto, pero no lo resuelven). Hay historias mejores y peores, algunas que te enganchan desde la primera página y se desinflan en el final, otras que arrancan tranqui y explotan en el final, algunas muy atrapantes de punta a punta (como "Las estatuas de bronce") y otras chotísimas de punta a punta (como las 50 páginas de "Materia flotante"). Y rarezas como "El Misterio del túnel", en la que Ito te mete... cuatro plots distintos, que transcurren en el mismo lugar y al mismo tiempo, pero no resuelve ninguno de manera satisfactoria. Un desperdicio de ideas, que podría haber dosificado (y desarrollado mejor) a lo largo de distintas historietas. Como suele suceder en las historias "cortas" del ídolo, los personajes se parecen bastante entre sí, no hay grandes hallazgos en materia de caracterización, ni siquiera en los relatos de 50 páginas. Aún así los diálogos son entretenidos (bien ahí la traducción de Martín Parle) y -salvo algún que otro clavo- las historias son llevaderas, en parte gracias al formato corto (varias historias tienen 32 páginas o menos). Obviamente para el que compra manga por los dibujos, Ciudad de Tumbas es imprescindible. Para los fans del buen comic de terror y misterio, se me ocurren opciones mejores. Nada más, por hoy. Vuelvo a la Comiqueando Digital, que está quedando un kilo y dos pancitos. Gracias y hasta pronto.

miércoles, 3 de diciembre de 2025

OTRO MIÉRCOLES CON RESEÑAS

Interrumpo un toque el frenesí de la Comiqueando Digital para comentar un par de libros que leí en estos últimos días. Soy un Cobarde y Otras Historias es un libro que nunca imaginé tener en mi biblioteca. Es un recopilatorio de historias cortas dibujadas en la primera mitad de la década del ´60 por el maestro Leopoldo Durañona, cuando todavía era una joven promesa, un pibe más de esa generación que irrumpió en la industria de la historieta argentina en esos años finales de la Editorial Frontera. Acá vemos a Durañona dibujar tres guiones de Héctor G. Oesterheld (de los años ´62 y ´63), en un estilo muy pegadito al que lucía en esos años Alberto Breccia. Ninguno de los guiones me pareció deslumbrante (sí la calidad de la prosa de Oesterheld, pero romperla en los bloques de texto no equivale a escribir buenos guiones), y sin dudas el atractivo pasa por el trazo de Durañona, que -repito- no es muy original, pero no cualquiera recreaba la magia que tiraba Breccia en la época de Mort Cinder. En el medio hay una historia medio intrascendente que salió en la revista Super Misterix (en la etapa de la editorial Yago), y después, tres historietas imposibles. Una sorpresa abrumadora, algo absolutamente insólito, que me dejó estupefacto. "El librero", "Puerto" y "El Túnel" son historietas loquísimas, en las que Durañona experimenta con el trazo y con las técnicas como si fuera Luis Scafati (pero 15 años antes) y obtiene resultados rarísimos, páginas en las que prima un dibujo casi abstracto, que requiere muchísima decodificación por parte del lector. Hay manchas, texturas extrañas, pedazos de fotos, recortes de diarios, tramas mecánicas, líneas de plumín bien finitas... un despelote visual increíble, que por momentos alcanza cotas de belleza impensables en la historieta industrial, y por momentos se vuelve un obstáculo para entender qué corno está pasando, si bien son historietas con bastante texto. Y subrayo lo de "historieta industrial" porque parte de la sorpresa, parte de lo que hace inverosímil a este material, es que originalmente se publicó en la revista Intervalo. Sí, esa revista de Columba que nos parecía un embole, con historietas "para señoras", en los ´60 le daba cabida a trabajos sumamente experimentales de un pibe que tenía huracanes, tifones y torbellinos en el tintero, como era en ese entonces Durañona. Después, la vida lo va a "domesticar" y Leopoldo va a brillar en mercados como el italiano y el norteamericano con historietas más tradicionales, con un dibujo realista y una narrativa más clásica, más ajustada a lo que requieren relatos de género, sea policial, terror, bélico, o lo que le pidan los guionistas. Yo tuve la suerte de conocerlo y trabajar con él a principios de los ´90, y la verdad que nunca me imaginé que 30 años antes había hecho estas locuras. Por suerte la recopilación (a cargo de Sector Editorial) incorporó un nuevo rotulado, buen papel, algunas ilustraciones publicitarias que realizó Durañona en aquella época y mucha información, como para convertir muy rápido a los neófitos en especialistas en la obra de este monstruo del Noveno Arte. No lo compres esperando grandes guiones, así no te clavás. Compralo para descubrir una faceta de Durañona que seguro desconocías y que te va a dejar totalmente atónito.
Allá por 2019, se empezó a publicar History of the Marvel Universe, una miniserie escrita por Mark Waid y dibujada por Javier Rodríguez. En su momento me re enganché y la leí mes a mes en scans, hasta que conseguí a buen precio el TPB, y la volví a leer, toda de un saque y en papel, como me gusta a mí. La idea es bastante similar a la del History of the DC Universe que hicieron Marv Wolfman y George Pérez justo después de Crisis on Infinite Earths, pero Waid le agrega un elemento muy copado, que -a mi juicio- la hace superior. Esto no es informe que prepara Harbinger para... alguien que no sabemos quién es, sino que es una historia que Galactus le cuenta a Franklin Richards justo antes de que el universo muera, y ellos dos pasen a otro nivel de existencia. O sea que, además de la lograda organización cronológica de todos los sucesos más o menos relevantes en la historia del Universo Marvel (desde el big bang hasta el futuro remoto), tenemos muy buenos diálogos entre el máximo creador de mundos (Franklin) y el máximo consumidor de mundos (Galan). Obviamente lo que más llama la atención es lo rápido que pasamos del inicio de los tiempos a las historias que alguna vez fueron "el presente", es decir, las publicadas por Marvel (en sus distintas iteraciones) de 1939 para acá. La mayoría de los sucesos que subraya Waid y que están ubicados entre el big bang y la Segunda Guerra Mundial nos fueron revelados a través de flashbacks, en historias ambientadas en "el presente". Muy pocas veces, casi nunca, los autores de Marvel nos contaron en revistas publicadas de 1939 para acá historias ambientadas en épocas pretéritas. No me quiero extender mucho acerca de esto (ya lo hice en los primeros capítulos de ¿Quién quiere ser superhéroe?) pero sin dudas es notable lo poco explorados que están todos esos siglos de posibles aventuras, en comparación con la grotesca acumulación de hechos canónicos que se sitúan de 1939 a 2019. Atrás de la historieta, el libro ofrece anotaciones, en este caso breves textos que (en un derroche de erudición nerd que harán las delicias de los fanáticos) nos aclaran en qué historietas se dieron a conocer los hechos que Waid y Rodríguez repasan en cada página del comic. Rodríguez, además de un dibujante sumamente talentoso, es un pibe inteligente, y enseguida deduce lo difícil que es ganar de visitante en una cancha que inventó George Pérez (que en ese momento todavía estaba vivo). Entonces inventa otro juego, nuevas formas de desplegar en las páginas las imágenes que acompañan a los textos de Waid. El guionista le da una mano: explica las sagas de manera muy resumida, como para que a) el lector que se interese por ellas las vaya a buscar en vez de conformarse con esos parrafitos tan sintéticos, y b) el dibujante pueda lucirse con dibujos enormes y puestas en página mil veces más arriesgadas y complejas que las que peló Pérez en el ´86. El resultado es tan atrapante que aunque no te interese en lo más mínimo la historia que cuenta Galactus, vale la pena leer el libro para disfrutar de los dibujazos de un Javier Rodríguez en estado de gracia. Y si sos fan del Universo Marvel (en su iteración comiquera, claro) esto es una pieza imprescindible, una gran pasada en limpio de 80 años de publicaciones a veces medio caóticas o contradictorias. Una tarea titánica que solo el maestro Mark Waid podía acometer, y de la que salió tan bien parado que hasta este año se animó a hacer lo mismo, pero con 90 años de historias mucho más caóticas y contradictorias como son las del Universo DC. Esa también la leí en scans y la quiero comprar cuando salga el TPB. Pero tranqui, falta un montón. Nada más por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas acá en el blog.

domingo, 30 de noviembre de 2025

RESEÑAS DE DOMINGO

Acá estamos de nuevo, con un par de lecturas que quiero comentar antes que se termine este mes. Finalmente llegué al duodécimo y último tomo de Dead Dead Demons Dededede Destruction, esta maravilla del maestro Inio Asano y su equipo de asistentes. En el Vol.11 (lo reseñé el 12/11/25) asistimos a la destrucción del mundo tal como lo conocíamos, y casi a modo de epílogo, Asano ponía en marcha el plot de la reaparición de Nobuo Koyama, el papá de Kadode. Yo pedía más Nobuo para el Vol.12, y lo obtuve, con creces. Este señor taciturno que se dedicaba a supervisar mangas es, sin dudas, el protagonista excluyente de este final, y no solo lo vamos a ver intentando sobrevivir en este mundo post-apocalíptico, sino que además nos vamos a enterar cómo y por qué fue poseído por los alienígenas, y además va a poner en marcha un plan para "escapar" a una realidad alternativa donde el final de la historia va a ser otro. Los capítulos del medio, esos con batallas entre mechas y robots gigantes (que responden a las distintas potencias que intentan conquistar la hegemonía de lo que queda del planeta) son espectaculares, pero no tienen el impacto emocional ni del principio del tomo (cuando Nobuo interactúa con algunos sobrevivientes), ni del final, cuando el plan de Nobuo se concreta y la historia se desplaza a este otro plano de realidad. El final, con Kadode y Ouran ya adultas, es realmente brillante, y hasta las paginitas en joda del final, con la mini-historieta de Isobeyan, son una joya. Si bien en su conjunto Dead Dead Demons Dededede Destruction peca de estar un poquito estirada y de derrochar páginas en pavadas que no tienen el menor peso en la trama global de la obra, estos tomos finales son una bola de demolición. Una demostración de que cuando Asano se pone las pilas, es un autor más que capaz de llevar a buen puerto las ideas más locas, las premisas más arriesgadas, sin descuidar las emociones, ni la bajada de línea, ni el desarrollo de personajes. Ni hace falta reiterar conceptos acerca de la calidad del dibujo, que es sublime. Personas, máquinas, esa secuencia alucinante en la que Nobuo reconfigura la realidad... acá vamos a ver dibujado como los dioses todo lo que imaginamos e incluso lo que no imaginamos y solo un monstruo como Asano puede concebir en su mente deforme. Más allá de la magia y el impacto de los dibujos, Dead Dead Demons Dededede Destruction sorprende por la onda de los personajes, por la frescura de los diálogos (gran traducción de Pablo Farías Alves), por la complejidad de la trama (con ciencia ficción, política, derechos humanos, comedia, slice of life, post-apocalipsis, romance, etc.) y sobre todo por cómo encara Inio Asano esta recta final, en la que el manga se convierte en algo distinto, único y absolutamente memorable. Un placer haberlo acompañado hasta acá y ojalá Ivrea nos traiga pronto más obras de este genio del Noveno Arte.
Encontré otro libro de 2024 en mi pilón de historietas argentinas pendientes de lectura. Esta no es 100% argentina, porque el guion lo firma el prolífico Rodolfo Santullo, uruguayo nacido en México. Pero bueno, tiene tanta obra publicada de este lado del charco que ya es casi un argentino más. En este caso me tocó leer El Pasajero del U-977, una novela gráfica que ganó varios premios gracias a la formidable labor del rosarino Carlos Barocelli, tanto en la ilustración de la portada como en el dibujo de las páginas interiores. Si te gusta el dibujo clásico de aventuras, con una estética realista, acá vas a flashear fuerte. Barocelli tiene esa impronta clásica en el armado de las secuencias, en cómo escenifica cada viñeta, en la anatomía y la gestualidad de los personajes, en el uso riguroso de la documentación como para trasportarnos sin esfuerzo al 1945 en el que está ambientada la historia... Y a todo eso le suma un tratamiento del color totalmente personal, unas acuarelas preciosas con las que logra unos climas magníficos, complementadas con esfumados, cepillos, manchas... una fiesta de colores que te quita el aliento y que no opaca las virtudes del dibujo ni dificulta el fluir de la narrativa. Un trabajo absolutamente consagratorio para el maestro Barocelli, con páginas que no tienen nada que envidiarle a las grandes historietas de aventura bélica que se publican en los principales mercados de Europa. El guion de Santullo tiene un gran punto a favor, que es cómo construye el clima de suspenso y terror, cómo genera intriga y tensión en el lector hasta volverlo loco con tanta claustrofobia (la historia transcurre dentro de un submarino) y tanta sensación de que todos los personajes están en peligro. Y no mucho más. Salvo el "villano", los personajes no me resultaron demasiado atractivos... y lo más triste de todo: Santullo hace trampa. Crea una situación límite, la lleva a un punto hiper-jodido, la remata con una escena de una violencia inusitada (dibujada como los dioses por Barocelli)... pero no explica nada. Nunca sabemos de dónde salió esa especie de mujer-vampiro-licántropo que se morfa a los marineros, no sabemos por qué Kinsch la metió en el submarino, ni por qué está dispuesto a todo con tal de llevar a esta criatura hasta las costas de Argentina. ¿Qué pasó ahí? ¿Hay una secuela, una precuela, un spin-off, algo más que hay que leer para entender lo que no se entiende leyendo estas 82 páginas? Me parece que no, que El Pasajero del U-977 es esto que leí yo, y no hay nada más. Pero esto, así como está, me dejó con el culo lleno de preguntas... No creo que un guionista mega-profesional como Santullo no se haya puesto a pensar las respuestas a esas preguntas. Por eso me sorprende que las mismas no aparezcan en la historieta y queden en el terreno de la conjetura... Entre tantos enigmas que no se resuelven, El Pasajero del U-977 se salva gracias al glorioso dibujo de Barocelli, que ojalá vuelva a incursionar en esto de la novela gráfica. Y nada más, por hoy. Ya estamos ahí de las 100 reseñas en este 2025, y la idea es cruzar ese umbral durante Diciembre... en los escasos ratos libres que me están quedando a medida que se acerca la fecha de salida del nº12 de la Comiqueando Digital. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto por acá.

viernes, 28 de noviembre de 2025

VIERNES DE MATERIAL MODERNO

Mis dos últimas lecturas son libritos publicados después de 2020, es decir, muy recientes para los standards de este blog. Empiezo con Sweet Tooth: The Return, una saga de cinco episodios en la que Jeff Lemire (una vez más junto a José Villarrubia) retoma la historia de Gus para una especie de secuela, entretenida pero innecesaria. Me imagino que habrá sido un pedido de la editorial, para colgarse de la tetas de la serie que justo para ese momento (2020-21) estrenó Netflix, y la verdad que la idea de Lemire para esta especie de coda a la serie original no es mala. Pero si un lector nuevo trata de entrar al mundo de Sweet Tooth por acá, va a salir más confundido que si coteja las declaraciones de un político en 2020 con las de ahora... y el que ya leyó todo el Sweet Tooth, se va a encontrar con que este Gus que "vuelve" no es exactamente Gus, sino... Bueno, no les voy a cagar el argumento, por si lo quieren leer. Digamos que al contexto de ciencia ficción extraño que tenía la serie original, con enfermedades imposibles, manipulación genética y demás, Lemire le agrega una capa de oscurantismo religioso que funciona muy bien. Y por supuesto tiene que haber una aventura con buenos y malos, y quizás eso sea lo menos interesante que tiene "The Return". Un argumento que exhibe un cierto espesor dramático, pero que peca un poco de predecible. Uno ya sabe lo que va a pasar, y a lo sumo duda si todos los personajes secundarios van a llegar vivos al final, o si Lemire se va a cargar a alguno. Las apariciones de Jepperd están puestas ahí medio con forceps, como guiños que el lector del Sweet Tooth clásico supuestamente estaba esperando, para que la conexión entre la saga original y esta sea más... creíble. La verdad que a mí no me movieron un pelo, ni me aportaron nada. Los personajes nuevos están bien, se la bancan muy decorosamente, aunque no me los imagino soldadeando a este "Gus" a lo largo de 40 episodios como sucedió con los de la primera iteración. En fin, me quedo con el dibujo de Lemire, que está inspiradísimo. El canadiense combina grillas tradicionales con otras más jugadas, y dibuja todo con ese trazo suelto, dinámico, que parece hecho a mano alzada, a los santos pedos, directamente con tinta, sin bocetos ni lápices. Como siempre que él mismo dibuja sus guiones, se destacan la expresividad de los personajes y la fluidez del relato gráfico. Lemire nunca va a ser un virtuoso del dibujo, pero tampoco lo necesita. El tipo está más allá de eso, es una usina creativa imparable, y obviamente en cualquier momento vamos a descubrir más trabajos suyos.
Con la historieta argentina estoy como esa canción de Xuxa que decía "un pasito para el frente y un pasito para atrás". Estoy tratando de leer la mayor cantidad posible de libros publicados en 2025, pero cada vez me zambullo en la pila de los pendientes, me encuentro con un libro de 2024 que, por algún motivo, no leí en su momento. Uno de ellos es la antología de historias cortas (algunas MUY cortas) y obra dispersa del santafesino Nacho Yunis, publicada por el sello Grünendör en una edición bastante cheta que incluye páginas a color. Veamos con qué me encontré adentro. Las dos primeras historias me parecieron flojitas, pero a partir de la tercera, la cosa mejora notablemente. "Segunda Chance" es una joyita de apenas tres páginas, escrita (sin texto) por Leandro Mansilla, y con la novedad de que Yunis estrena acá su estilo más cercano al humor gráfico o a la historieta infantil, en el que demuestra una solvencia impresionante. Después hay un guion muy cortito (dos páginas, un chiste largo) escrito por Rodolfo Santullo, que también es gracioso y está bien resuelto por el santafesino. Y después, dos de superhéroes, ambas de cuatro páginas, ambas con guiones propios y ambas con un nivel de dibujo devastador: una juega con la iconografía de Darkseid y la otra con la de Superman, y las dos son brillantes. Esas ocho páginas justifican el precio que pagues por el libro. Después hay cosas medio ladris, como tres páginas de una historieta que quedó inconclusa, o el episodio final de Los Hermanos Segelín (con guion de Roberto Barreiro), que ya habíamos visto el 30/05/22. Tenemos también una historia bastante entretenida escrita por Martín Mazzeo, con un gran trabajo de Yunis en el dibujo y la aplicación de grises; una a todo color con guion de Mansilla que juega con el multiverso del Capitán Barato en clave de joda; una de corte más dramático escrita por Diego Arenales, en la que Nacho le pone todo a la narrativa; otra cortita con guion de Barreiro que arranca bárbaro y se pincha un poquito cuando el final intenta "pasarse de listo"; y terminamos a pura comedia, con un guion de Tomás Wortley que no me causó gracia en ningún momento, pero que está dibujada de manera muy notable por el santafesino. Si todavía no descubriste a este talentoso historietista argentino, sin dudas este libro es un buen punto de entrada, porque lo vas a ver dibujar en varios estilos, incursionar en géneros muy variados y tirar magia en la planificación de páginas y secuencias muy distintas entre sí, siempre de manera eficaz y criteriosa. En los últimos años, Nacho Yunis se volcó a la historieta para primeros lectores, con la exitosa serie Los Anyirú, pero yo lo quiero ver volver al comic para adultos, o para todo público, con una obra extensa, en lo posible junto a un guionista grosso. Hasta acá llegamos, por hoy. Gracias y nos reencontramos en cualquier momento, con nuevas reseñas acá en el blog.

jueves, 27 de noviembre de 2025

JUEVES A LA MAÑANA

Me hubiera gustado postear anoche, para mantener la tendencia de reseñas los miércoles a la noche, pero justo me coincidió con el horario de la Agenda Abierta, que fue épica. Así que vengo ahora a contar qué me encontré en mis últimas lecturas (que siguen siendo muy poquitas, por cuestiones de tiempo). Me saqué las ganas de leer una novela gráfica de 1987, que nunca había caído en mis manos: Barney et la Note Bleue, de Philippe Paringaux y Jacques Loustal. Recién cuando puse el título en Google para buscar la portada me entero que la historia es real, y está basada en la vida de Barney Willen, un saxofonista de jazz que existió posta, no lo crearon los autores del comic. En ningún momento del libro hay pistas de que Barney Willen haya sido una persona real. La historia es de corte 100% realista, sin elementos fantásticos de ningún tipo, pero yo (como un goma) la leí convencido de que estaba asistiendo a una invención, a un fruto de la creatividad de Loustal y Paringaux. El hecho de que Barney et la Note Bleue sea (por llamarlo de alguna manera) un documental, resignifica una de las cosas que más me llamaron la atención: los textos de Paringaux nos cuentan TODO lo que necesitamos saber para entender la historia. Si al libro le sacás los dibujos, no te digo que se disfruta igual (ni en pedo) pero see ntiende perfecto todo. Paringaux nos tira data incluso de sensaciones y emociones que el dibujo no puede transmitir, no deja nada librado al azar. Es una prosa muy elaborada, que hasta se da el lujo de cambiar de narrador en los distintos episodios: a veces tenemos un narrador omnisciente, y a veces alguno de los protagonistas toma la voz cantante y narra en primera persona. El clima de la novela es distante, melancólico, y el conflicto (Barney tiene un talento increíble, pero lleva una vida errática a causa -entre otras cosas- de su adicción a la heroína) no está muy enfatizado ni planteado en términos realmente dramáticos. Aún así, Paringaux logra que Barney nos caiga bien, y que nos alegremos cuando parece levantar la cabeza y obtener algo del reconocimiento que se merece. Pero todo el tiempo hay pistas de que la vida del músico va a terminar muy mal. Entre tanta desazón, la alegría y la belleza llegan de la mano del dibujo de Loustal, que acá realiza uno de sus mejores trabajos (lo cual es mucho decir). Fondos y paisajes perfectos, mujeres hermosas a niveles imposibles, atmosferas densas, colores vibrantes... Lo único que no me copa es cuando resuelve varias páginas seguidas con una viñeta grande arriba de otra. La grilla de dos cuadros es frecuente en la obra de Loustal, pero -como siempre digo- a mí me resulta poco narrativa. Igual recordemos que el dibujo de Loustal, así de sublime como se ve en estas páginas, podría tranquilamente no estar, porque la función de contar la historia la asume en un 100% el texto. De vez en cuando, Loustal logra meter algunas viñetas mudas, que sirven para darle espesor a las secuencias, y una pausa al lector que se ve un poco agobiado por tanto texto. Y son invariablemente hermosas. Barney et la Note Bleue es un comic para todo el mundo, ni ahí. Es una historieta amarga, que avanza a un ritmo pausado, y donde brillan -incluso sin narrar, porque no lo necesitan- el trazo y la paleta de un Loustal más allá de cualquier exégesis.
Me vengo a Argentina, año 2025, para reencontrarme con Ho rLang y el Pequeño Timy, en el segundo librito de esta serie, cuyo Vol.1 vimos acá el 20/10/22. Y de nuevo hay que hablar de un dibujo dinámico, suelto, que por momentos busca la síntesis, hasta que aparecen esos primeros planos gloriosos, con unas texturas y unas iluminaciones en las que HorLang nos recuerda que es un dibujante exquisito, de un virtuosisimo infrecuente en la historieta humorística. Los breves relatos de alienación, locura y falta de empatía y comunicación nos remiten -una vez más- a South Park. De hecho acá se acumulan muchísimos episodios en los que Timy (como Kenny) termina muerto de maneras escabrosas y absurdas. A diferencia de South Park, acá los personajes adultos, especialmente el papá de Timy, son el verdadero motor de las tramas, que juegan con temas que van (sin mayor explicación) del costumbrismo a la ciencia ficción, sin dejar de lado la escatología, el sexo y la incorrección política. Desde el seno del hogar a planetas lejanos y dimensiones paralelas, Hor Lang se atreve a limar, a imaginar con total libertad situaciones en las que impactar una vez más a sus lectores, sin romper nunca la grilla de cuatro viñetas por página. Hay algunos momentos muy bizarros, otros muy cómicos, y otros realmente incómodos, siempre dentro de un contexto de humor en el que nadie se hace cargo de lo que acaba de pasar en el episodio anterior. Este segundo tomito me hizo reir un poco menos que el primero, y hasta tuve que parar de leer un par de veces, para que no me aburriera la acumulación de historias en las que Hor Lang repite una fórmula. Me parece que es un material que se disfrutaría más en dosis más acotadas. De nuevo quiero destacar el dibujo, el color, la narrativa... y lamentar que no se haya podido mejorar el punto más flojo del Vol.1, que era el rotulado. No sé si habrá más material de Timy, o nuevas sagas de Jeny, pero quiero leer más cosas de Hor Lang, lo antes posible. Nada más, por ahora. Vuelvo a darle masa a la Comiqueando Digital, que está quedando de puta madre. Ni bien tenga más libros leídos, los comentamos acá en el blog.

miércoles, 19 de noviembre de 2025

ENÉSIMA NOCHE DE MIÉRCOLES

Se puso de moda escribir reseñas los miércoles a la noche... ponele. Gracias a esta impecable edición de Primavera Revólver, em reencontré con una breve serie de Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena que -si no me equivoco- había salido en los últimos números de Skorpio, allá por 1995. Ilya, el Rey León tiene apenas cuatro episodios, que alcanzan para contar lo que los autores quieren contar: la búsqueda de la redención por parte de Valkan, y la inspiración que encuentra en su ancestro, el monarca apodado "Rey León", protagonista de gestas legendarias en una Rusia fantástica. Es una historia lineal, sencilla, que avanza a buen ritmo hacia un final no demasiado impredecible, pero igualmente impactante. Aclaremos de movida que Ilya, el Rey León no es una de las obras fundamentales de Mazzitelli y Alcatena, y que si no la leés, no pasa nada. A lo sumo te perdés unos cuantos dibujos majestuosos de Quique, pero de esos hay en todos los libros de la dupla. Acá hay momentos en los que el dibujo realmente estalla y se hace hipnótico, sobre todo en el episodio final, cuando Alcatena elimina esas guardas recontra-sobrecargadas de detalles, que en los primeros episodios generan cierto agobio visual, y hasta cierta confusión. Más allá de eso, hay un despliegue brutal en materia de paisajes, criaturas, detalles imposibles en la vestimenta de los personajes... Como siempre, bah. Nunca falta ese mix aliucinante entre trabajo con la referencia gráfica y la imaginación desbocada de un dibujante prodigioso y completo como es Alcatena. Esperaba un poquito más del guion, quería que a Valkan le costara un poco más pasar de ser un sorete a ser un héroe mitológico, pero entiendo que en solo cuatro episodios no se puede hacer magia. Y el personaje de Baba Yaga, que amga con ser relevante, se queda en el amague. Una pena. Ilya, el Rey León está bien para pasar un buen rato, y deslumbrarse con el virtuosismo de un Alcatena que, con 50 años de trayectoria, nunca deja de sorprender. Un libro sólo para completistas de una de las duplas que más méritos hizo para tener completistas.
Salto a EEUU, año 2020, cuando Image empieza a publicar Family Tree, una saga de 12 episodios escrita por Jeff Lemire y dibujada por Phil Hester... junto a un equipo de asistentes, porque coincide con el momento en que el maestro estaba medio baqueteado por un problema de salud. No me causa mucha gracia que 12 episodios se recopilen tres TPBs (tendrían que ser dos... o uno), pero este inicio me pegó lo suficiente como para querer comprar los dos tomos siguientes... sin apuro, cuando los vea a buen precio. La consigna es una demencia: una nena se empieza a transformar en árbol. Y al toque nos enteramos que su padre ya se transformó por completo en árbol. ¿Qué es esta bizarreada? ¿Y por qué funciona como disparador de una gran historia, dramática, violenta, en la que van a salir a la luz secretos familiares? Darcy (el tipo que se hizo árbol) dejó a su familia tiempo atrás y fue Loretta, su esposa, quien se tuvo que hacer cargo de criar a Megan, esta nena de ocho años, y a su hermano adolescente, fuente inagotable de bolonkis. La familia se completa con el papá de Darcy, un hombre ya casi anciano, pero absolutamente predispuesto a entrar en acción para salvar la vida de sus nietos. Ya para el segundo episodio, el ritmo frenético de los tiros, machetazos y persecuciones se lleva puesto el clima de costumbrismo suburbano que Lemire y Hester plantearon en la primera entrega, y uno quiere que la acción para un cachito, que nos expliquen quiénes son los villanos, por qué quieren matar a Megan, y qué saben acerca de su misteriosa enfermedad. Ojalá eso pase en el segundo TPB. Acá evidentemente los autores eligieron el impacto a tope, el relato bien al palo, como para que nos enganchemos rápido y a fondo. Y menos mal que existe el TPB... esto leído de a 22 páginas por mes debe ser un suplicio. Soy fan de Lemire, soy fan de Hester, me queda claro que en Family Tree ninguno de los dos se está tirando a chanta, estas páginas me transmitieron sensaciones copadas, me engancharon a full con los personajes... y obviamente quiero más. Así que en algún momento volveré a entrarle a esta serie, a ver cómo continúa la historia de Loretta, sus hijos y estas extrañas transformaciones de humanos en árboles. Nada más, por hoy. Nos reencontramos la semana que viene, con nuevas reseñas acá en el blog, y con una nueva emisión en vivo de Agenda Abierta, en el canal de YouTube de Comiqueando. Si van el finde a la San Luis Comic Con, acérquense a saludar, que yo voy a estar ahí viernes, sábado y domingo.

domingo, 16 de noviembre de 2025

DOMINGO DE CAPOCÓMICOS

Sigo leyendo poco para el blog, porque estoy a full con la Comiqueando Digital. A principios de los ´80, el prolífico Mort Walker descubrió el formato de los álbumes europeos, con historietas autoconclusivas de 45 páginas que se pueden leer en cualquier orden, y dijo "me gusta, vamos a hacer unos álbumes de Beetle Bailey en este formato", por supuesto con el dato de que la tira que realizaba desde 1950 para los diarios yankis gozaba de una enorme popularidad en el Viejo Continente. No sé cuántos álbumes llegó a realizar Walker, pero lo cierto es que en EEUU nunca se publicaron: apenas se distribuyeron unos pocos ejemplares de las ediciones británicas. En Francia (donde, para mi sorpresa, no se traduce el nombre del protagonista) solo salieron dos, y tuve el ojete de conseguir uno, el primero. Tiens, T´Auras du Copain, publicado en Francia en 1984, rompe bastante el molde de los chistes de Walker y su equipo producían para los diarios de EEUU. Primero, todo es a color, no hay que esperar a los domingos para que aparezcan los colores. Después, Walker no se ve obligado a respetar el formato de tira, y piensa la página con otra libertad y con otro dinamismo. También se anima a contar una historia más extensa, que hasta tiene un subplot que la recorre de punta a punta. Y por si esto fuera poco, se juega con una escena de un voltaje erótico (obviamente protagonizada por la polémica Ms. Buxley) que jamás pasaría la censura que el King Features Syndicate le imponía al material que distribuía para los diarios. El resultado es un Mort Walker mucho más libre, que la pasa bomba y desarrolla una historia muy fiel a los típicos tropos de la tira, y con momentos muy cómicos, varios de los cuales no se podrían hacer en el soporte habitual. El mito dice que Walker (que dibujaba a velocidades supersónicas) se iba cada tanto a una cabaña a la orilla de un lago junto con su mejor amigo, el legendario Curt Swan (otra máquina de dibujar historietas),y se quedaban ahí una semana, sin teléfono, sin esposas, sin asistentes y sin mascotas. Swan se mandaba unas 50 páginas para Superman, o alguna otra publicación de DC, y Walker se volvía con unas cuantas tiras, pilas de portadas para los comic books, y un álbum "europeo" de Beetle Bailey. Este en particular es realmente muy bueno, y está dibujado a un gran nivel. Walker, maestro de la síntesis y la expresividad, le saca un jugo espectacular a la posibilidad de que un dibujo ocupe un cuarto de página, media página, una página entera... De pronto se le abren muchas opciones para brindarnos una narración gráfica más compleja que la de la tira de tres o cuatro viñetas, y el maestro no las desperdicia para nada. El final es impredecible, muy zarpado (nunca se podría publicar en diarios) y sobre todo, muy gracioso. Hasta esa hizo bien Walker: se guardó los mejores chistes para el final.
Me vengo a Argentina, año 2025, cuando reaparece después de mucho tiempo el Capitán Cortesía, un personaje creado por el Polaco Scalerandi para la revista Lule le Lele. Y acá llaman la atención tres cosas: 1) la cantidad de años (14) que llevaba el Polaco sin crear nuevas aventuras del Capitán Cortesía, 2) que en vez de volver a las historias cortas se haya decidido por un arco extenso, de 50 páginas, que debe ser la historieta más larga que realizó en su vida, y 3) la indescriptible calidad del dibujo. El guion es muy entretenido, con esos diálogos pomposos y cursis típicos del Capitán Cortesía (se los extrañaba un montón), pero no deja de ser un relato lineal, disfrutable y hasta cierto punto predecible. En el contexto del delirio, la bizarreada y los personajes estrafalarios, el Capitán Cortesía tiene una motivación, no hace lo que hace porque sí, y las peripecias (a veces crueles y violentas) tienen un sentido, además de la obvia finalidad de generar comicidad. Pero claramente el impacto más fuerte es el del dibujo. El Polaco opta por un blanco y negro bien cargado, con un claroscuro potente, complementado como los dioses por grises aplicados con tramas mecánicas. Cuando además se manda a llenar los fondos con esos crosshatchings complejísimos, decís "no, pará, no se va a entender nada"... pero esa sumatoria de técnicas que para muchos dibujantes es un tiro en el pie, para el Polaco es una gilada, un detalle, algo lindo para decorar la viñeta, sin sacrificar en lo más mínimo la propuesta estética ni la claridad de lo que nos está narrando. Los diálogos extensos (a veces muy agudos) no son un obstáculo para que el relato fluya de manera muy natural, a un ritmo atrapante, que hace que llegues a la última página y digas "¿cómo?, ¿ya se terminó?". Y otro placer: qué lindo es, en esta época en la que la historieta se trata de disfrazar de literatura, que algunos autores se subleven y reivindiquen a full el lenguaje de la historieta. El Polaco te dibuja unas onomatopeyas espectaculares, líneas cinéticas bien kilomberas, gotitas que saltan de las cabezas, personajes con la lengua afuera... todos elementos de un repertorio visual que enriquecía mucho a la historieta y que hoy parece estar en vías de extinción. "El Camino del Hambre" es un muy celebrable regreso del Capitán Cortesía, un disparate pasado de rosca con grandes diálogos, excelentes dibujos y puestas en página creativas y dinámicas. Ojalá tengamos con más frecuencia nuevos trabajos del increíble Polaco Scalerandi en nuestras bateas, porque estamos hablando de un dibujante de un talento y una imaginación descomunales. Y nada más, por hoy. Espero volver a postear pronto, y si no, nos vemos personalmente el 21, 22 y 23 en la San Luis Comic Con. Gracias como siempre por el aguante.

miércoles, 12 de noviembre de 2025

DOS DE MIÉRCOLES

Liquido dos reseñas rapiditas, así vuelvo a sumergirme en la Comiqueando Digital. El Vol.11 de Dead Dead Demons Dededede Destruction es el momento en el que, por fin pasa todo lo que uno estaba esperando que pasara desde hacía muchos, muchos tomos. Ahora sí, Inio Asano encuentra el equilibrio perfecto, y sin dejar de lado las boludeces de las pibitas, pone el foco en el conflicto entre las fuerzas militares terrestres y los alienígenas que flotan hace años sobre Japón. Y no es un conflicto 100% bélico, sino que tiene toda una arista política, compleja y fascinante, que Asano explora a full y de donde salen los mejores momentos del tomo. La sátira despiadada al imbécil de Donald Trump, el verdugueo constante a los políticos japoneses, tibios y genuflexos... y después sí: la destrucción, el caos, la hecatombe. El fin del mundo, dibujado como los dioses por Asano y su equipo, y narrado en una secuencia monumental, tremenda, con un power imposible de asimilar y mucho menos de olvidar. Sobre el final, Asano tira una magia más: la serie está a milímetros de terminar, ya se resolvió (de la peor manera posible) el principal conflicto, y como quien no quiere la cosa, el ídolo empieza a desarrollar un nuevo personaje que sobre el final de este tomo cobra muchísimo relieve: Nobuo Koyama, el papá de Kadode, que trabaja como editor en una revista de manga. Personajón que abre un montón de posibilidades, y al que quiero volver a encontrar con el mismo grado de protagonismo en el Vol.12, al que seguramente no voy a esperar mucho para entrarle. Con tomos como este, le perdonás a Asano todas las vueltas que dio para llegar hasta acá, todas las páginas que derrochó en gansadas menores, en diálogos y situaciones pavotas e intrascendentes. Acá el tipo entendió la dimensión de lo que estaba en juego y salió a romper todo, con la jerarquía de los grandes. Y sin traicionar el espíritu de la serie, ni pegar volantazos bizarros. Muy grosso.
Y también quiero dedicarle unas líneas a una obra escrita por Pablo Stanisci y dibujada por Juan Pablo Alloa Casale, que se publicó en Argentina en 2004, en una editorial autogestiva de Neuquén. La historieta se titula "Desde el Abismo" y en poco menos de 60 páginas nos invita a conocer a fondo a Camila, una chica que pierde a su mamá cuando tenía apenas 10 años. ¿Qué te pasa en la cabeza cuando sufrís una tragedia semejante a esa edad? ¿Cómo lidiás con la pérdida, cómo convivís con el dolor? De eso se trata la historia, que astutamente no se ajusta a una lógica aventurera, no pretende reproducir la típica estructura del relato dramático de una historieta para adultos. A Stanisci le interesa más que conozcamos a fondo a la protagonista, que suframos con ella, que no sorprendamos con ella cuando -ocho años después de la muerte de su mamá- descubre la verdad sobre aquel suceso, cuando encuentra a quien fuera la mejor amiga de su mamá... Todo ese accidentado viaje hacia la sanación es mil veces más interesante que las pinceladas de terror y suspenso que el guionista introduce en un par de momentos de la trama. El resultado es una historieta triste, profundamente existencialista, en la que el alma de esta chica es puesta arriba de la mesa, para que el lector la pueda examinar en detalle, conmoverse, asustarse, quererla, entenderla... Hay que tener estómago para aguantar el bajón que provoca la lectura, y no hacer la boludez de leer el libro un domingo a la tarde/noche después de que perdió tu equipo, o con música de fondo de Pink Floyd. Pero está bueno hacer el esfuerzo de leer Desde el Abismo (está publicado también de manera digital en el e-zine de Loco Rabia) por la gran calidad de los textos de Stanisci. El dibujo de Alloa Casale, lamentablemente, no está al mismo nivel. La narrativa es eficiente, pero el dibujo en sí te marea al combinar en una misma viñeta tres o cuatro técnicas distintas. Claroscuro extremo, crosshatchings idos al hiper-carajo, referencias fotográficas retocadas, grises incorporados con aguadas... el dibujante no se priva de nada y el resultado es visualmente agobiante y confuso. Esto mismo, con un dibujo acotado a una o dos técnicas, se vería mucho mejor. Y bueno, también habría que ajustar un poco las expresiones faciales, que son muy importantes y evidencian algunas fallas aceptables en un fanzine, pero no en un libro. Nada más, por hoy. Como siempre, espero volver a postear pronto. Nos vemos.

lunes, 10 de noviembre de 2025

LENTO PERO SEGURO

Entre una cosa y otra, vengo leyendo poca historieta y a un ritmo bastante pachorro. Pero bueno, hoy se me juntaron dos libros que ya terminé y que tengo ganas de reseñar. Empiezo en Inglaterra, año 2023, cuando Simon Bisley le mete fichas a Pat Mills para realizar juntos una nueva saga de los ABC Warriors, esta vez centrada en dos de ellos, Joe Pineapples y Rojaws. El legendario Mills, que ya estaba cerca de dejar la antología que ayudara a fundar en 1977, aceptó y puso en marcha el arco conocido como "Tin Man", para encontrarse con que Bisley entregó unas 20 páginas y dijo "chau, me aburrí, seguila con otro dibujante". Ahí entra en acción Clint Langley, a quien yo no tenía en el radar, pero también tiene muchos años de ABC Warriors a sus espaldas. Obviamente se nota mucho el cambio de dibujante, pero no hay una merma en la calidad, porque tanto Bisley como Langley son dos monstruos, con un talento impresionante. Para el dibujo y la ilustración. Narrativamente, esto es medio un cachivache. Ni Bisley ni Langley hacen el menor esfuerzo por poner sus alucinantes dibujos al servicio del relato. El relato sobrevive como puede, en medio de un maremagnum visual de alto impacto, donde el ojo del lector la pasa bárbaro gracias a los dibujos y el color, pero en el que NADA de lo que sucede se entendería sin los textos de Mills. Tanto Bisley como Langley piensan esta historieta como un artbook zarpado, donde pueden detonar todo su arsenal de virtuosismo gráfico (que incluye varios yeites heredados del maestro Juan Giménez), al que después alguien le puso unos diálogos y unos bloques de texto. Por suerte los diálogos son entretenidos, porque el argumento en sí es bastante limitado. Los flashbacks se extienden demasiado, el final es casi tramposo... es un arco 100% para fanáticos extremos de los ABC Warriors, con altas chances de dejar afuera a todos los demás. En el núcleo de la trama está el debate acerca de si los robots tienen alma, si se pueden enamorar... algo no muy compatible con una aventura de machaca espacial donde un asesino infalible se enfrenta a un grupo de genocidas galácticos. El guion de Mills todo el tiempo mueve el switch: on-off, on-off. La trama de acción y violencia se activa y desactiva cada x páginas, para volver a la reflexión, los soliloquios, los recuerdos de Joe Pineapples de distintos momentos de su relación con Sue Bananas. Y sí, soy fan de Mills y lo banco, pero acá no tengo dudas de estar frente a un guion bastante fallido, que se sostiene -repito- por lo entretenido de los diálogos, y porque siempre está la opción de no darle mucha bola a lo que cuenta el guionista y enloquecer con la bestialidad y el power arrollador de los dibujos. Por suerte también, conseguí este álbum en oferta, a un precio casi absurdo. Lamento ver a Bisley retroceder algunos casilleros: en sus tiempos de suplente en Hellblazer habíamos visto un Bisley mucho más narrador, mucho más volcado a contar una historia con sus dibujos. Y celebro que mi biblioteca ahora tenga unas cuantas páginas dibujadas por Clint Langley, que me sorprendió muy gratamente (repito, como dibujante e ilustrador).
Me vengo a Argentina, año 2025, para internarme en una antología de historias cortas escritas y dibujadas por Berliac, originalmente realizadas para una revista japonesa, y creadas en sentido de lectura oriental. La Virgen de los mil Amperios ofrece 12 historias cortas, todas ambientadas en un futuro no muy lejano. Algunas nos llevan a un pueblo claramente latinoamericano, donde la fe religiosa se mezcla con la violencia y el atraso, mientras que en el segundo tramo del libro reaparece el tema de los androides y la delgada frontera que los separa de los humanos, además de otros temas vinculados a avances tecnológicos. Ninguna historia supera las 10 páginas, y algunas tienen apenas cuatro páginas, así que varias de las ideas que plantea Berliac no tienen prácticamente espacio para desarrollarse. Son puntitas de ideas, pinceladas de historias, embriones de personajes. Más de una vez te vas a encontrar con situaciones, conflictos o personajes realmente atractivos, que claramente daban para mucho más, pero que se terminan ahí, cuando apenas llegan a esbozarse. Creo que el guion que más me impactó es -paradójicamente- uno de los más breves: Dogo, con solo cuatro páginas, te genera un clima espeso, te plantea un conflicto fuerte y te lo resuelve de manera magistral. Otra muy cortita, Irreparable, también me pareció un hallazgo, que hubiese sido brillante encajar en el contexto de una historieta más larga. Después, con el resto de los guiones me costó un poco más engancharme. El dibujo me resultó sumamente atractivo. Primero, por lo distinto que es de los trabajos anteriores del autor. Me parece espectacular que todavía haya dibujantes que levantan las banderas del Viejo Breccia, de no quedarse nunca en el molde, de seguir buscando, de experimentar, de explorar nuevos territorios gráficos. Berliac dibuja a los personajes en un estilo clásico de gekiga, pero después les mete unas texturas espesas, sucias. Y los complementa con un vasto repertorio de imágenes (fondos y primeros planos) basadas en referencias fotográficas, con mucho laburo encima. Yo no soy tan fan de la foto retocada, y hay un par de historias en este libro que parecen fotonovelas. No son ni ahí mis favoritas. Pero hay unas cuantas en las que la mezcla entre el dibujo expresivo y sintético típico del manga se amalgama MUY armónicamente con los recursos digitales que pone en juego Berliac, y de ahí salen atmósferas opresivas, extrañas, muy a tono con las historias. Hacía muchos años que no leía material nuevo de Berliac, y la verdad que está bárbaro descubrir que sigue en busca de nuevos caminos estéticos y temáticos para sus historias cortas. Ojalá se publique en nuestro idioma Laowai Tango, que está dibujada en una onda similar a la de estas historias cortas, pero al ser una saga más extensa, seguro tiene más de lo que acá se echa en falta, que es el desarrollo de los personajes y la mayor profundidad en los argumentos. Nada más, por hoy. Sigo leyendo en los ratos libres que me dejan la Comiqueando Digital y otras actividades. Ni bien pueda, vuelvo con nuevas reseñas. Gracias por el aguante y hasta entonces.

miércoles, 5 de noviembre de 2025

OTRA NOCHE DE MIÉRCOLES

Ya estamos en los últimos días en los que me puedo dar el lujo de tomarme un rato para leer historietas, en la previa a ese momento en el que me zambullo en el frenesí de la Comiqueando Digital y no asomo la nariz hasta Enero. Vamos a tratar de tener reseñas de vez en cuando durante Noviembre y Diciembre, pero seguramente no van a ser demasiadas. Debout l´Humanité! es el nombre con el que se dio a conocer en Francia el manga Ningendomo atsumare!, una obra del inmortal Osamu Tezuka originalmente serializada entre 1967 y 1968. Este es un caso típico de "el que mucho abarca poco aprieta". A Tezuka se le ocurre una idea loquísima: un tipo con unos espermatozoides raros, que le permiten engendrar una nueva raza cuasi-humana: l@s asexuad@s. Seres muy parecidos a nosotros, que son prácticamente idénticos entre sí y que pueden asumir el aspecto (y los genitales) de hombres o de mujeres de manera indistinta. Son una sub-especie sumamente dócil y leal, sin pulsiones sexuales, obedientes, disciplinad@s, ideales para ser convertidos en un ejército. Científicos inescrupulosos le extraen millones de espermatozoides al pobre Tenka Taihei (que es bastante pajero) y está todo dado para que, en 20 años, esos fetos estén listos para ser soldados que les ayuden a sojuzgar a ganar una guerra entre países vecinos que estalló hace décadas. Hasta ahí, es un concepto atractivo, que da para infinitas peripecias, aventuras, intrigas y hasta chistes sexuales subidos de tono. Pero a Tezuka le gana la ambición y ahí la cosa se empieza a desmadrar. Pongámosle que hasta la mitad de la obra, Ningendomo atsumare! es rara pero interesante. Rara porque (como otras obras del ídolo) se mete con un tema cruento y desolador como una guerra en la que abundan las muertes, las torturas, los bombardeos, las masacres y demás, mientras los protagonistas se ven envueltos en situaciones cómicas, en un contraste que -por lo menos leído hoy- hace mucho ruido. E interesante porque el plan de los villanos está bueno, hay personajes secundarios bien trabajados, la consigna es original, etc.. El problema llega con la segunda mitad de la obra (digamos, a partir de la página 200) cuando el Dios del Manga se propone explorar a fondo las consecuencias de la aparición de esta nueva sub-especie humana. En las 220 páginas que le quedan por delante, el autor se propone planteos filosóficos, sociológicos, de discriminación racial y sexual, sin dejar de lado la temática de la guerra (por supuesto, la mirada de Tezuka es anti-bélica) ni las escenas (mayoritariamente en joda) que tienen que ver con el sexo. Y es mucho. Es mucha la violencia, son muchas las peripecias que se acumulan, y sobre todo es mucho lo que Tezuka pretende explicarnos acerca de cómo surge, crece, se organiza y se planta frente a la Humanidad esta nueva especie. El guion se vuelve barroco, convulsionado, abarrotado de personajes y de elementos que no se llegan a amalgamar de manera armónica, a tal punto que la historia termina prácticamente en cualquier lado, como si Tezuka hubiese dicho "listo, ya fue, la corto acá porque me estoy yendo demasiado al carajo". Y lo más loco: Tezuka dibuja esta historia en un estilo mucho más cercano al humor gráfico, con un trazo muy simple, muy sintético, como si en vez de Walt Disney sus influencias fueran Jules Feiffer, Jean-Jacques Sempé o el Sergio Aragonés más minimalista. El resultado es una narración gráfica muy dinámica, en la que el maestro demuestra que aún dibujando poquito te puede atrapar y hacer que entiendas todo lo que él quiere que entiendas, pero también se extraña el trazo más prolijo y más esmerado de las otras obras de Tezuka. Esto está dibujado a los santos pedos, y se nota mucho. No molesta demasiado, pero si estás acostumbrado al Tezuka más virtuoso, te va a sumar ruido a una historia que ya de por sí es un toque fallida. Ningendomo atsumare!, entonces, es un manga muy extraño, solo para MUY fanáticos del Dios del Manga que quieren leer TODO (o lo más posible) de la inabarcable obra del autor más grande que dio el Noveno Arte en sus 130 años de historia.
Me voy a Marzo de 2020, justo cuando explota la pandemia de COVID-19. Es el momento en el que DC festeja el nº750 de Wonder Woman con una antología de 100 páginas, bastante similar a los especiales de 80º aniversario de distintos personajes, de los que ya vimos unos cuantos acá en el blog. La diferencia es que el nº750 de Wonder Woman empieza con 22 páginas en las que Steve Orlando y Jesús Merino cierran un arco argumental que se venía desarrollando en los números anteriores de la serie regular. El lector desprevenido cae en el medio de la machaca entre personajes que Orlando ni se calienta en presentar, y tarda unas cuantas páginas en entender qué corno está pasando y en engancharse con una historia, que no es chota ni mucho menos, pero que requería un toque más de accesibilidad para los que no veníamos leyendo la revista de Diana. El dibujo de Merino, muy notable. Y después sí, historias cortas, con distintos autores y ambientadas en distintas épocas y distintas iteraciones de la mítica superheroína. Tenemos una muy linda a cargo de Gail Simone y Colleen Doran, un guion ingenioso y picante de Mariko Tamaki que involucra a Ares, buenos trabajos de dibujantes que a mí me encantan como Phil Hester y Riley Rossmo, una de la Wonder Woman de la realidad paralela de las DC Bombshells (que no entendí demasiado) y dos historietas muy buenas, pero demasiado parecidas entre sí: tanto en la de Greg Rucka y Nicola Scott como en la de Vita Ayala y Amancay Nahuelpan el conflicto es el mismo. Dos mujeres a las que Diana considera sus amigas más queridas se volvieron villanas y la quieren matar. Nuestra heroína va a hacer lo imposible por "curar" tanto a Barbara Minerva como a Vanessa Kapatelis, pero ellas están presas de un odio que las hace inmunes al amor de Diana. La pelea contra ese odio es compleja y desigual, pero obviamente Wonder Woman la va a dar hasta el final. Y el final también, es prácticamente el mismo en ambas historietas. La antología termina con una historia que en su momento armó bastante kilombo: ocho páginas en las que Scott Snyder despeja un poco el humo de una historia del Universo DC que estaba en pleno caos, donde nadie sabía qué era canon y qué no (como casi siempre). Acá, el guionista deja sentado que la Golden Age empezó en 1939 con el debut de Wonder Woman, que es la primera superheroína del DCU. Y todos los demás vendrán después. No sé si eso se mantiene aún hoy como canónico (creo que sí), pero la idea de que todo empezó con Diana nace en estas páginas, dibujadas por Bryan Hitch con menos pilas que en sus mejores trabajos.
Cierro con una breve mención para Elías y el Perro de la Esquina: El Gran Susto, un librito de 64 páginas que marca el regreso del talentoso Leo Arias a la serie que realizó durante más de 15 años para la revista Billiken. Estas son todas historias inéditas, breves relatos en los que Arias puede jugar con total libertad, sin las restricciones típicas del formato de una tira, o de una página, o de media página, o lo que fuera. Estas nuevas aventuras duran lo que Arias decide que tienen que durar, y están contadas a un ritmo alocado, como si estuviéramos viendo un dibujo animado. Hay nuevos personajes, están los de siempre, y resalto algo que el propio Arias subrayó durante la presentación del libro: Elías es el protagonista, pero la pasa para el orto. A tal punto que el miedo, la angustia y el trauma que le provocan a Elías ser sorprendido una y otra vez por los ladridos del perro son el centro, el núcleo, el componente principal de la historieta. El dibujo es maravilloso, repleto de imaginación, plasticidad, comicidad y con unos recursos narrativos de alto impacto, como para enganchar de inmediato a los chicos, pero también a los grandes. Lo más raro es un nuevo villano, la rata, que está dibujada en un estilo distinto, mucho más feista y desangelado que el resto de los personajes, y que no se termina de ensamblar del todo al grafismo que Arias desarrolla en esta serie. Fuera de ese detalle, Elías y el Perro de la Esquina es un excelente divertimento para niñ@s de 7 a 10 años y además un testimonio de la vigencia de un crack de la historieta y el humor como es (hace ya varias décadas) Leo Arias. Nada más, por hoy. Ni bien tenga más material leído nos reencontramos con nuevas reseñas acá en el blog.

viernes, 31 de octubre de 2025

ACÁ ESTOY DE NUEVO

Bueno, ayer volví de las vacaciones y hoy, antes de que se termine el mes de Octubre, clavamos un posteo más en el que repaso los libritos que llegué a leer, pero no a reseñar, antes del viaje. El Tesoro de El Olonés es una aventura de piratas realizada por Enrique Breccia a principios de los años ´80, cuando no era tan frecuente que el maestro trabajara como autor integral. Por motivos que desconozco, este material permaneció inédito en castellano hasta este año, y recién ahora muchos fans de Enrique nos enteramos de que existía. En general, las obras "solistas" de Enrique son más personales, más salvajes incluso. El Tesoro de El Olonés, en cambio, es una obra más de género, donde la impronta del autor no está tan presente. Obviamente te das cuenta de que el dibujo es 100% Breccia, y de la época gloriosa que coincide con Alvar Mayor, porque está ese trazo inconfundible, esas texturas, esos sombreados, esos enfoques, esa forma tan particular de resolver las escenas de acción siempre con planos detalles de manos o pies, nunca con figuras de cuerpo entero. Todo el tiempo se nota (y se disfruta) lo mucho que le gusta a Enrique dibujar los barcos a vela, las selvas, las ciudades europeas del Siglo XVII... De alguna manera, El Tesoro de El Olonés encaja perfecto "en la continuidad" de muchas de las obras más notables del maestro. Tal vez por eso, en materia de dibujo, acá te vas a deleitar sin sobresaltos de un excelente trabajo de Enrique, que para este entonces ya había alcanzado un nivel inmejorable, años antes de soplar las 40 velitas. El guion tiene dos puntos altos, para mi gusto. Uno es la evolución del personaje principal, que llega al final de la obra muy distinto a como lo vimos empezar. Y el otro es un desenlace inesperado, poco predecible, que se niega a respetar a rajatabla las convenciones del género de piratas. Me gustó mucho el final, y no solo porque no lo vi venir. Después, el desarrollo de la serie se me hizo un poquito arduo. Breccia tomó unos cuanto elementos de la historia real y los combinó para armar esta trama aventurera, y la idea no está mal, pero por momentos se le va un poco la mano con la cantidad de texto. Ante la necesidad de contarnos todo lo que investigó sobre esos hombres, esos barcos, esas islas, Breccia cae en algunos excesos, y así hay páginas muy lastradas con bloques de texto farragosos, que muchas veces explican detalles del pasado de los personajes no siempre necesarios para entender la trama. Incluso hay momentos en los que los textos ocupan tanto espacio en la página que le quitan lucimiento a los dibujos. Si la prosa fuera de una jerarquía maravillosa (un Oesterheld, un Wood, un Mazzitelli), en una de esas se justificaría, pero la verdad es que, sin evidenciar torpezas ni limitaciones, es una prosa normal, que no se eleva por sobre el típico relato de piratas y tesoros perdidos, derivado de las novelas de Robert Louis Stevenson o Emilio Salgari. El Tesoro de El Olonés es una curiosidad interesante para los hardcore fans de Enrique Breccia, porque es una creación integral del ídolo, de una época en la que dejaba la vida en cada viñeta. Si no entrás por el lado de la manija que genera el rescate de una obra cuasi-perdida de este monstruo, me parece que tenés que ser muy fan de los piratas para que la obra te conmueva. Y si no sos fan de los piratas ni talibán de Enrique, probablemente te deje un poquito frío.
En 1990, cuando ya había iniciado su recorrida cuesta abajo por el tobogán que iba a terminar en la quiebra, la editorial First ensayó algo muy loco: consiguió los derechos para generar una historieta nueva, 100% inédita, protagonizada por Betty Boop, un ícono de los dibujos animados de los años ´20. Betty había tenido su propia tira para diarios entre 1934 y 1937, y entre 1984 y 1988 había compartido con Felix the Cat una segunda tira, a la que le había ido bastante mal. Pero de alguna manera su status icónico estaba intacto y la gente la recordaba con cariño. Incluso su cameo en Who Framed Roger Rabbit? marcó un punto muy alto en aquel inolvidable film de Robert Zemeckis. En ese contexto apareció este librito prestige, con 40 páginas de historieta y un relleno bastante atractivo (textos, dibujos y fotos acerca de la historia del personaje y sus creadores) que los giles como yo leímos apenas 35 años tarde. El guion le pertenece a Joshua Quagmire, el dibujo corrió por cuenta de Milton Knight y Leslie Cabarga tuvo a su cargo las tintas y el rotulado. En "Big Break", como en tantos cortos animados en blanco y negro, Betty comparte protagonismo con el perrito Bimbo, y también tiene su participación el payaso Koko, otra estrella de la era pre-Popeye de los estudios Fleischer. La aventura es simple, y está motorizada (como los buenos cartoons) por un tsunami de situaciones absurdas, exageradas hasta lo imposible y presentadas con muchísimo ritmo, de modo que la acción no dé tregua. Betty y Bimbo, siempre en busca de algún laburito fácil y lucrativo, trabajan en una película en la que nada parece salir según los planes del director. Pero como el productor no tiene un mango, filman todo, incluso los accidentes, desastres y equivocaciones. Los cambios de escena y de decorados le dan a Betty la posibilidad de lucir su escultural figura bajo una amplia gama de disfraces, y a pesar de las cagadas que se manda, y de su compulsión por cantar cuando el guion así no lo requiere, el carisma de Betty va a llevar adelante la cuasi inexistente trama del film y los múltiples percances que se van a vivir durante el rodaje. El dibujo de Knight y Cabarga es muy idóneo para este tipo de relato. Tiene la cuota necesaria de delirio, tiene ese toque retro que uno asocia con estos personajes clásicos, y hasta tiene esa pizca de pimienta, como para que no olvidemos que (aunque parezca estar de novia con un perrito) Betty es una piba que raja la tierra de lo buena que está. En solo 40 páginas, marcadas por el humor y el ritmo frenético, no se puede profundizar mucho más ni en la trama ni en el desarrollo de los personajes. Por eso "Big Break" no trasciende mucho más allá de la anécdota de que, un día, autores de 1990 revivieron un ratito el mito de Betty Boop. Pero el resultado (sin ser una joya imprescindible) es convincente, entretenido y válido en tanto homenaje a los cartoons clásicos de Betty, y también como intento de actualizar el concepto y mostrárselo a un público que no lo había consumido en su momento. Nada más, por hoy. La seguimos pronto. Gracias por el aguante.

lunes, 6 de octubre de 2025

ULTIMAS RESEÑAS PRE-VACACIONES

¿Única entrada en el blog para este mes de Octubre? Puede ser. Me voy de vacaciones mañana a la noche y vuelvo el 30. No descarto postear reseñas el 31, pero tampoco tengo ninguna certeza de que vaya a hacerlo. Así que es probable que esta sea la única vez que comparto reseñas en el mes. Vengo de muchos días sin postear porque me dediqué a disfrutar muy de a poco las 20 historietas que componen la reciente edición de Dioses y Demonios, de los maestros Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena. Tres por día, cuatro como mucho. Esa me parece que es la dosis ideal para que estos relatos peguen como tienen que pegar. Son historietas de principios de este milenio, muchas de las cuales nunca se habían publicado en castellano y varias de las cuales están al nivel de las mejores producciones de la dupla mágica. Acá no hay personajes recurrentes, no hay un héroe o una heroína a quien vemos evolucionar a lo largo de una saga, sino que son todas historias autoconclusivas de 12 páginas. Muchas de ellas involucran a deidades de infinito poder y nombres estrambóticos, que son siempre las mismas, aunque esto no está muy enfatizado. No es como en los comics de superhéroes, que cuando vuelve a aparecer un villano clásico se arma todo un build-up, y un espamento tremendo. Acá algunos de estos dioses reaparecen en varias historias y es algo que resulta normal, o tan normal como pueden resultar las cosas en un contexto de fantasía extrema. Pero si republicás cada una de estas historietas en una antología distinta, apuntadas a lectores que nunca van a leer las otras 19, no pasa nada. Está todo bien, nadie se queda con menos data de la que hace falta para que estas historias te hagan muy feliz. Como es su costumbre, Mazzitelli recurre a reyes majestuosos, guerreros imbatibles, princesas hermosas, engendros horrendos, dioses omnipotentes y demonios abyectos para contar historias absolutamente humanas de obsesiones, ambiciones, amores, lealtades, heroísmo, codicia y poder. Son breves fábulas en las que los personajes por lo general aprenden una lección, a veces demasiado tarde. Fábulas de muerte con y sin honor, de guerras, catástrofes y holocaustos, en las que los dioses y los demonios suelen tener roles secundarios mientras los hombres y mujeres motorizan las tramas y forjan las leyendas. El guionista adorna todo esto con su prosa elegante, sus sentencias extremas y su tinte entre filosófico y poético, que eleva a la aventura por encima de las peripecias, los engaños entre fulleros cósmicos y la machaca contra monstruos inconmensurables. Y si faltara algo para sumarle sofisticación a la épica, está el dibujo de un Alcatena inspiradísimo, que deja la vida en cada página y en cada viñeta. También fiel a su estilo, Quique no escatima ni un trazo de tinta ni una pizca de su formidable imaginación. Todo está en estas páginas, volcado por el dibujante con una generosidad pasmosa. Los diseños de los personajes, los palacios, las criaturas, los dioses... Todo se ve absolutamente original, todo forma parte de una especie de orquestación perfecta que incluye hasta a los bordes de las viñetas. Un ensamble que deslumbra y asombra, sobre todo porque para que un comic de aventura y fantasía funcione bien, normalmente hace falta mucho menos de lo que Quique pone en cada página de Dioses y Demonios. Pero los grandes son así, y no se miden: dan todo y más, siempre, pase lo que pase. Obviamente si sos fan de Mazzitelli y Alcatena, Dioses y Demonios te va a volar la cabeza. Y si no, si nunca leíste nada de los Reyes Magos de la historieta argentina, es un buen punto de entrada para empezar a explorar sus alucinantes multiversos. Repito: se disfruta más si leés pocas historias por día. Pero entiendo que te las quieras deglutir todas de un saque, porque es muy difícil resistirse a tanto talento junto.
Y me vengo a 2022, cuando los grossísimos Jul y Achdé clavan otro álbum magistral de Lucky Luke, que felizmente tuvo edición argentina en Libros del Zorzal en 2023. El Arca de Rantanplán es uno de los álbumes en los que más presente está el fantasma de René Goscinny, y ese es un elogio gigantesco. Jul entiende como pocos los mecanismos que el maestro ponía a funcionar en cada aventura de Lucky Luke y gracias a eso, logra reproducir la magia de los mejores álbumes de la serie. Todo parte de un dato de la realidad: en 1866, plena época del Salvaje Oeste, se crea en EEUU la primera asociación de lucha contra la crueldad hacia los animales. De ahí en más, Jul juega a imaginar cómo le iría en esa época a un tipo que predica dejar de morfarse a los animales de granja, no cazarlos por deporte, no usarlos como bestias de carga, no forzar a los caballos a transportar personas durante más de 20 minutos... Si hoy nos parece medio bizarro, hace 150 años esto era un delirio absoluto, y por ende, fuente de una cantidad inagotable de situaciones humorísticas. Jul las combina con la arista aventurera, encarnada en Lucky Luke y un temible villano llamado Tacos Cornseed. Pero la revolución que impulsa Ovidio Byrde es tan radical que se involucran también los indios de una tribu comanche, otros forajidos del Oeste y hasta la gente común de Cattle Gulch. El resultado es una aventura sumamente sociológica, similar en ese aspecto a joyas como Obélix y Compañía o La Residencia de los Dioses. Como siempre, Achdé replica a la perfección no solo el dibujo de Morris sino también el timing para la comedia que caracterizaba al genial autor belga. Hoy que el debate acerca del veganismo y los derechos de los animales empieza a cobrar fuerza en la sociedad, trasladarlo a 1870 resulta una idea brillante. Y está tan bien plasmada por Jul y Achdé, que me animo a recomendarle este álbum inclusive a quienes nunca leyeron nada de Lucky Luke y no tienen la más puta idea de por qué en un comic que, a primera vista, parece una sátira a los clásicos relatos del género Western, aparecen un caballo que habla y un perro que piensa. Y hasta acá llegamos. Nos reencontramos el jueves 30 a las 22:30 en el canal de YouTube de Comiqueando para una nueva emisión en vivo de Agenda Abierta. ¡Gracias y hasta entonces!

martes, 30 de septiembre de 2025

LECTURAS DE FIN DE MES

Creo que ya lo dije cuando comenté el Mister Miracle de Tom King y Mitch Gerads, allá por el 26/05/20... Es MUY fácil impactar al lector con vueltas de tuerca impresionantes e impredecibles para los personajes clásicos cuando te dejan hacer lo que se te dé la gana. Y claramente King hace lo que se le da la gana, siempre con la limitación (ponele) de que estas sagas no son canónicas. Mañana puede venir otro guionista y desconocer totalmente las casi 360 páginas que escribió el ex-agente de la CIA en Strange Adventures. Entonces, King especula con eso: acá puede pasar cualquier cosa, total nadie está obligado a respetar esta iteración de los personajes que él decide utilizar. Y en Strange Adventures lleva eso al extremo. La deconstrucción del siempre impoluto Adam Strange acá es absoluta, incuestionable, imposible de volver para atrás (aunque como dije, no imposible de barrer abajo de la alfombra, fingir demencia y seguir contando historias del personaje en las que no nos hagamos cargo de nada de lo que sucede acá). ¿Dije " casi 360 páginas"? Sí. Y es mucho. Estamos frente a una saga MUY estirada, groseramente estirada, que está narrada en dos tiempos: el pasado (dibujado por Evan "Doc" Shaner) y el presente (dibujado por Mitch Gerads). Quizás soy minoría, pero a mí toda la parte del pasado me resultó bastante irrelevante, todo el tiempo sentí que se podía haber condensado en 20 páginas, como mucho. Y las secuencias del presente, me atraparon muchísimo más. Ahí también hay relleno, también hay una intención clara por parte de un King que busca dilatar los tiempos del relato, como un mecanismo (pongámosle que válido) para generar suspenso y tensión en el lector. Para eso, Strange Adventures se aferra lo más que puede a una grilla de tres viñetas horizontales por página, algo que tiene como único punto a favor lo mucho que se luce el trabajo de dos dibujantes sublimes. Shaner trabaja en una línea más tradicional, como si fuera una cruza exquisita entre Goran Sudzuka, Dan Mora y Frank Quitely, mientras que Gerads apuesta a una estética más experimental, tributaria de la foto muy retocada y de las pinceladas de locura (y genialidad) que metía Bill Sienkiewicz en sus comics de los años ´80. Cada uno despliega sus propias técnicas de color, más clásicas en las páginas de Shaner, más expresionistas en las de Gerads, y la verdad que ambos hacen una labor formidable. Tom King nos invita a pensar en un tema muy actual: qué pasa cuando una guerra se convierte en un genocidio, hasta dónde uno de los bandos se puede zarpar, y sobre todo quién y cómo cuenta la historia de lo que pasa en la guerra. En las guerras -nos dice King- se cometen atrocidades, hay roscas recontra espurias, pero también hay mil formas de encubrirlas, de disfrazarlas. Acá hay un héroe galáctico, un tipo que es una leyenda en varios planetas, y se supone que va a tratar de hacer las cosas bien. Bueno, no es el caso. Me parece que lo mejor que tiene esta saga es que King consigue algo que es difícil de hacer en el género de los superhéroes: que el lector desconfíe todo el tiempo de todos. Casi hasta el final estuve convencido de que Alanna era una soreta manipuladora, casi hasta el final dudás si Adam es un idiota nivel Omega o un garca nivel José Luis Espert (no quiero spoilear qué calificativo le calza mejor), y hasta hay varios momentos en los que te preguntás si Superman, Batman o Hal Jordan están tomando las decisiones correctas. Esto está muy bueno, funciona muy bien, y encuentra un límite, que es Mister Terrific. Por algún motivo, uno nunca duda de que lo que hace Terrific es lo correcto, que sus deducciones son acertadas y que su posición ética frente a los secretos que desentierra es la adecuada. En una saga donde el verdadero antagonista es la mentira, Terrific se pasa todo el arco en busca de la verdad, y eso le da una chapa infinita y lo pone en un nivel de protagonismo muy destacado. Una vez más, el principal problema de esta historia es su desmedida extensión. Todo esto narrado en menos páginas, pegaría más fuerte. ¿Se podría haber condensado en menos páginas sin que la trama pierda densidad ni dramatismo, sin restarle profundidad a los personajes? Me parece que sí. Y la clave estaba en reducir fuerte la cantidad de secuencias ambientadas en el pasado de Adam y Alanna y la guerra entre Rann y los Pykkts. Son lindas aventuras espaciales, con buenos diálogos, buenos guiños a la Silver Age, a Flash Gordon, a Star Wars, y están maravillosamente dibujadas. Pero, seamos sinceros, la gracia de Strange Adventures está en cómo King deconstruye el mito de Adam Strange, y eso lo vemos principalmente en las secuencias del presente. No te digo que cada vez que aparecían viñetas o páginas dibujadas por Shaner yo pensaba "uh, otra vez esta garrrrcha...", pero sobre todo en los últimos dos episodios, cuando la trama del presente se tensa tanto que se vuelve asfixiante, los flashbacks al pasado medio que ya están MUY de más. Si no te molesta el ritmo René Lavand (no se puede hacer más lento), ni que un guionista haga mierda a un personaje clásico de DC sin más consecuencias que el impacto que logra en estas páginas, sospecho que Strange Adventures te va a gustar. Es una historia fuerte, original, muy bien escrita, que no requiere ningún tipo de erudición en materia de Universo DC, que plantea temas picantes y en la que los dos dibujantes que acompañan a Tom King dejan la vida en cada viñeta. No es poco para un clon berreta de Flash Gordon y Buck Rogers.
Y me voy un toque a Brasil, año 2023, para comentar muy brevemente una antología llamada Eu te amo, Porra!, compuesta por ocho historias cortas firmadas por Shiko, un autor al que no conocía, y que me conquistó de inmediato con su dibujo. Después, al leer las historias, me encontré con que no es mucho lo que tiene para contar. De hecho, en algunas historietas se limita a ponerle imágenes a poemas escritos por otras personas. Ninguno de los guiones es memorable, aunque en casi todos hay alguna escena, algún diálogo bastante logrado, que nos habla de un autor muy observador, muy conectado con la realidad. Pero nada se acerca ni remotamente a la calidad de los dibujos. Shiko maneja un trazo fuerte, generoso en detalles, en un estilo muy realista y a la vez muy expresivo, algo que solemos ver en capos latinoamericanos como Fernando Baldó, Gabriel Ippóliti, Ítalo Ahumada o Edgar Clement. Cuando además Shiko incorpora las aguadas para sumar tonos de gris, sus páginas se vuelven hipnóticas, y cuando opta por el color, los resultados son excelentes. Esto hay que verlo para creerlo, y sobre todo para disfrutarlo, porque estamos ante un dibujante de un talento descomunal. Espero, algún día, ver a Shiko compartir un proyecto con un guionista que esté más o menos a la altura de este monstruo. Mientras tanto, vuelvo a mirar las páginas de Eu te amo, Porra!, como si estuviera en trance, tratando de no empaparlas con la baba que me cae... Nada más, por este mes. Como siempre, ni bien tenga más material leído, lo comentamos en este espacio. Gracias y hasta entonces.