martes, 3 de junio de 2025
MARTES DE DELIRIO
No es de canuto. Es que, de verdad, me quedé sin tiempo para leer comics y redactar reseñas. Por eso tampoco estoy subiendo episodios de Comiqueando Review al canal de YouTube. Pero bueno, es un tiempito. Ya volveremos a la regularidad. Hoy tengo un par de libros para comentar, muy rápido, así me vuelvo a sumergir en el laburo colosal que requiere la Comiqueando Digital.
Encontré otro libro que no conocía de mis ídolos, los primos (ambos ya fallecidos) Enrique Ventura y Miguel Ángel Nieto. Infusión Macroidiótica recopila historietas de dos páginas, que realizaron para El Jueves en la bisagra entre los años ´70 y ´80, con el humor como única consigna. No hay personajes recurrentes, no hay un solo tipo de humor y -lo más impactante- el dibujo cambia tanto de una entrega a la otra que parece inverosímil que sea todo obra de una misma persona.
Lo que le vemos hacer acá a Ventura es apoteótico. Tiene páginas que parecen una parodia de MAD dibujada por Angelo Torres o Mort Drucker, páginas que parecen de Moebius, de la época de The Long Tomorrow, páginas en las que hace un uso hiper-realista de las tramas mecánicas, otras en las que recurre al aerógrafo para lograr efectos tipo Richard Corben, otras en las que experimenta con técnicas más cercanas al grabado y parecen de Gustave Doré, otras en las que mete unas texturas complejísimas tipo Sergio Toppi, otras más minimalistas, más cercanas al dibujo humorístico tipo Quino... es una animalada, que debe ser vista para poder digerirse. Nunca me imaginé que un mismo dibujante podía manejar tantos recursos y salir bien parado en todas estas búsquedas. Me queda claro que Ventura se divertía como loco con estas mini-historias que creaba junto a su primo, y eso se reflejaba en lo ecléctico de su grafismo. Y también en la puesta en página, y en la planificación de las secuencias, sobre todo en las historietas que no le exigían diez o más viñetas por página.
Los guiones también ofrecen de todo un poco. Hay humor absurdo, hay sátira política (en ese momento, el blanco favorito de la progresía europea era Ronald Reagan), hay historias muy jugadas a un último giro argumental que da vuelta todo y te sorprende o te arranca una carcajada, hay ironía, reflexión, y -por supuesto- delirio. No es fácil lograr en dos páginas lo que lograban Ventura y Nieto, pero en esta época El Jueves era así: tenías dos páginas y las tenías que detonar a full para conquistar semana a semana a los lectores. Me encontré con muchas ideas muy, muy atractivas, plasmadas de maneras geniales, a veces con el guiño al lector de "¿viste qué piolas que somos?" y a veces con una patada a la garganta, pero siempre con un nivel de dibujo descomunal, en el estilo que quieras. Ventura y Nieto ya no están entre nosotros, pero yo cada día los quiero más.
Demencia 21, de Shintaro Kago. ¿Está buena la premisa general de la serie? Sí. ¿Se bancaba 17 relatos con la misma premisa? No. ¿En cada uno de los episodios puntuales hay ideas locas y copadas? Sin duda. Y muchas son brillantes y sorprendentes y te hacen mear de la risa. ¿Alguno de estos episodios necesitaba 16 páginas para llevar adelante la consigna? No, ninguno. No hay uno solo de los 17 relatos que no esté estirado innecesariamente. A veces arrancan muy arriba y se desinflan, a veces arrancan muy tranqui y lo grosso llega sobre el final, pero cualquiera de estos episodios, contado en menos páginas, pegaría más.
¿Hay episodios definitivamente chotos? Sí, pero son poquitos. Casi siempre encontrás algo que te seduce, generalmente ideas bizarrísimas de esas que solo a un demente como Kago se le pueden ocurrir. Es una obra graciosa, punzante, con mala leche, que detrás del delirio esconde una reflexión amarga acerca de una sociedad que no sabe qué carajo hacer con los ancianos. Por supuesto que Kago toca el tema de manera desangelada, con cero corrección política. Si los viejitos o viejitas tienen que ser el villano de la historia, al autor no le tiembla el pulso y los presenta como personajes execrables. La heroína, Yukie Sakai, no es perfecta ni mucho menos: a veces se saca (y es lógico que eso suceda) y manda todo a la mierda. Demencia 21 te bombardea con un cúmulo de situaciones límite que te ponen muy nervioso... hasta que te cae la ficha de que Kago las va a resolver (a veces) por el lado del absurdo y el humor.
El dibujo no es espectacular ni intolerable. No le pidas a Kago el nivel de preciosismo de otros referentes del ero-guro nansensu, porque no da la talla. Hay un buen trabajo con las tramas mecánicas, hay páginas con un gran despliegue de detalles microscópicos, pero en general, Kago sacaba estas historietas con fritas, sin ponerle el alma a cada una de las viñetas. La edición de Hotel de las Ideas (que tomó la posta tras el faux pas de Ivrea) está muy bien. Se bancaba un tamaño más chico, creo yo, y menos páginas de relleno al final. Pero la traducción es muy buena y técnicamente el libro es impecable.
¿Me divertí con Demencia 21? Sí, bastante. ¿La pongo en el Olimpo de las obras maestras de Shintaro Kago? No, ni en pedo. ¿Se justifica comprar un segundo tomo de esta misma serie, leerlo y encontrarle un lugar en la biblioteca? Probablemente no.
Y hasta acá llegamos. Entre el laburo, los compromisos sociales y otras cosas que estoy leyendo (textos sobre comics, no-ficción) no sé cuándo tendré tiempo para leer historietas, pero ni bien acumule un par de libritos leídos, tendrán su reseña en este espacio. Gracias por el aguante y hasta entonces.
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