Si hace mucho que seguís el blog, en una de esas te enteraste por la reseña del 29/12/2010 que en Francia hay una colección de álbumes llamada Sept, en la que cada tanto moja algún autor conocido en el mainstream yanki. Cuando eso sucede, Boom! Studios se pone las pilas y edita esa novela gráfica en EEUU, para beneplácito de los que no las queremos pagar una fortuna.
Esta vez, Boom! rescató Seven Warriors (Siete Guerreras) porque el dibujo corrió por cuenta de Francis Manapul, hoy consagrado gracias a su etapa en Flash. Lamentablemente, el paso del álbum francés al TPB yanki tiene varios problemas. Primero, Boom! se mandó la grasada de pre-publicar el tomo en tres comic-books, para lo cual le inventó a Sept Guerriéres cortes que el original no tiene. La novela francesa iba palo y palo sin pausas durante 62 páginas y los yankis no sólo la fetearon, sino que conservaron esos cortes arbitrarios y ridículos en el TPB. ¿Para qué, digo yo? Sólo sirven para interrumpir innecesariamente la lectura y para rellenar el libro con carátulas y páginas en blanco que no aportan nada. Por otra parte al pasar del formato francés al yanki, hubo que achicar bastante las planchas, y los dibujos pierden definición y fuerza. Además de lo feas que quedan esas “canaletas” blancas por arriba y/o por abajo de las páginas de Manapul.
Este es un trabajo de 2007-2008, cuando el filipino radicado en Canadá todavía no tenía por casualidad el estilo que peló en Flash, sino que era un dibujante más de Top Cow, digno clon de Jim Lee, con cositas de Adam Kubert, al que no le costaba demasiado dibujar bien sin pegarse palos en la narrativa. Seguramente el paso de esos “guiones” de Witchblade y Tomb Raider con dos o tres cuadros por página a este álbum, repleto de viñetas chiquititas que casi siempre son 9 y a veces llegan a ser 11, debe haber sido una pesadilla para Manapul. Por suerte se banca muy bien el desafío. La narrativa está perfecta y el dibujo –si bien se desluce en la edición yanki- es realmente sólido, sin el menor margen para verdulear o tirarse a chanta. Se nota el esfuerzo del dibujante en cada viñeta, en el vestuario, en los fondos, en las expresiones faciales, en esas tomas panorámicas que captan fastuosos paisajes... todas cosas que en los típicos comics de “tetas y espadas” de Top Cow brillan por su ausencia. Manapul opta por un lápiz trabajadísimo, acabado al detalle, pero sin entintar, reventado en el photoshop para que no pierda frescura ni sutileza en las texturas. Seguramente las masas negras están agregadas en un layer aparte, y sobre eso trabajó la colorista Christelle Moulart, a la que Manapul le tiene que levantar un monumento, porque dejó la vida en cada una de las viñetas del filipino para que esto, que estaba bien dibujado, a color se viera espectacular. Si te emocionaste con ese estilo hiper-dinámico y diseñoso que mostró Manapul en Flash, te repito: esto no tiene nada que ver. Ahora, si te hiciste fan del dibujante y querés leer otras obras suyas con buenos guiones (aunque el estilo sea otro) esto te va a cebar muy mal.
Porque si bien el gancho para publicar la novela fuera de Francia es el dibujo de Manapul, lo más notable es el guión de Michaël Le Galli, que funciona como un relojito. No hay tiempo para desarrollar mucho a los protagonistas, es cierto. La única que muestra algo así como rasgos distintivos de personalidad es Izza. El resto de los personajes se mantienen dentro de estereotipos bastante clásicos, lo cual no es óbice para que Le Galli les pegue sacudones sumamente efectivos e impredecibles. Si algo no le falta a Sept Guerriéres son giros argumentales impactantes, sobre todo en el tramo final. Lo que parece la clásica epopeya, la Gran Señor de los Anillos de “un grupo de valientes se embarca en una misión jodida en la que casi todos van a morir pero uno va a llegar y la va a cumplir”, en un momento se convierte –gracias a una voltereta muy bien orquestada- en otra cosa. En el medio hay machaca, sacrificios, amor, lealtad, sexo y hasta espacio para que el guión de Le Galli “se calle la boca” y deje que el dibujo de Manapul nos transporte a esas locaciones maravillosas de un Medio Oriente antiguo y fantástico.
Linda historia, fuerte, poco predecible y dibujos realmente logrados por un tipo por el cual hasta hace poco yo no daba un mango. Lástima la edición yanki, que no está a la altura. Si alguna vez la veo en francés, me la compro y esta la regalo o la tiro a la mierda.
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2 comentarios:
El estilo de Manapul (allá y entonces) me recordó bastante a Ramos en Crimson (quizás un poco más sosegado).
Aunque es cierto lo que decís, el pibe suda la camiseta en cada cuadrito.
No, yo siempre lo vi más para el lado de Jim Lee, o a lo sumo de Andy Kubert.
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