el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 18 de julio de 2023

A TRATAR DE RECUPERAR EL RITMO

Bueno, ya terminé con el nº7 de Comiqueando Digital. Quedó una bruta bestia de 360 páginas, que ya se puede descargar por muy poca plata en www.comiqueandoshop.blogspot.com. No me alcanzan las palabras para recomendarla, de verdad. Así que ahora es tiempo de volver a esas cosas que tuve que dejar un poco de lado en estas últimas semanas, como por ejemplo el blog. Algo logré leer en estos días, así que vamos con un par de reseñas. Walt Disney´s Comics and Stories by Carl Barks Vol.31 es un tomito de 56 páginas que recupera cinco historias cortas de 1956, todas protagonizadas por Donald Duck y sus sobrinos, y -lo más importante- escritas y dibujadas por Carl Barks. Lo primero que me llamó la atención es la perfección narrativa de Barks. Cada página destila la esencia del lenguaje al que llamamos comic de una manera engañosa, que hace creer que contar historias en este medio es una boludez, o algo que se puede hacer de manera intuitiva. No había en 1956 y no hay hoy muchos autores que puedan ofrecer esa fluidez del relato entre las viñetas, ni dentro de las mismas. La elección de los planos, las expresiones faciales de los personajes, la plasticidad que adquieren cuando se mueven, la organización de la información dentro de la viñeta y hasta la colocación de los globos (sean de diálogo o de pensamiento) son impecables. Una página de Barks es como una orquesta sinfónica repleta de músicos virtuosos, donde todo suena armónico, perfectamente ensamblado, pero las canciones que interpretan son simples, gancheras, cortitas, cero pretenciosas, como si fueran estribillos pop, o jingles publicitarios. Los argumentos no son precisamente los más inspirados. No estamos ni cerca de aquellas gloriosas aventuras de Barks en las que Scrooge McDuck y sus sobrinos recorren el mundo en busca de tesoros imposibles. Estas son historias más cortas, más simples, en las que se repite una fórmula: Donald la va de canchero y queda como un pelotudo. Ya sea que inventa un negocio genial para llenarse de guita, o que le quiere dar una lección a Huey, Dewey y Louie, el resultado es siempre el mismo: por su propia ineptitud, por su ambición desmedida o por mala suerte lisa y llana, Donald termina humillado frente a sus sobrinos y frente a los lectores. ¿Es gracioso? Me imagino que para un pibe de 7 u 8 años de 1956, sí. A mí al principio me causó gracia, después ya no, porque se me hizo repetitivo el esquema. Pero la magia de Barks hace que incluso un argumento medio pelo resulte llevadero. El consejo (o la táctica) de acá en más es comprar sólo las historietas de Barks en las que el protagonista es Uncle Scrooge.
Retomé la lectura de Monster, la obra maestra del suspenso creada por Naoki Urasawa, cuyo Vol.2 vimos por acá el 7 de Marzo de este año. Una obra rarísima por cómo el autor estira hasta el infinito el conflicto central, y cómo se las ingenia para dilatar más y más su resolución. Lo que más me llamó la atención es que de pronto en Monster importa el corte entre capítulos, heredado de la publicación serializada, que generalmente cuando uno lee manga en tomos de 200 o 400 páginas, medio que te chupa un huevo, o hasta te molesta. Este animal mete los cortes de capítulo en lugares realmente malignos, donde el suspenso cobra dimensiones apoteóticas, o no: remata en cada final de capítulo una sub-historia con la que arma la historia mayor, al estilo Skorpio. Y acá hay sub-historias que duran un único capítulo (con principio, desarrollo y fin) y mini-arcos que duran dos o tres. Los primeros tres capítulos, por ejemplo, le sirven a Urasawa para desarrollar un arco (en una de esas intrascendente a la hora de la resolución) en el que reintroduce a Rudi, el psicólogo. Después hay un arco de varios episodios centrado en Nina, junto a un cana corrupto y Roberto, un personaje nuevo que va a cobrar relieve más adelante... en un arco protagonizado por Eva en el que Tenma va a tener un rol menor. Y para contarte en qué anda Johan mientras todo esto sucede, Urasawa te clava un arco de CUATRO capítulos, en los que presenta y desarrolla a Richard el detective, a Schuwald el viejo millonario, y a Lotte y Karl, dos estudiantes universitarios. Son páginas y páginas en las que no aparecen ni Tenma (que supuestamente es el protagonista) ni Johan, aunque la sombra de ambos está presente todo el tiempo. Lo increíble es que cada uno de estos personajes, por pequeño que sea su aporte a la trama central, está perfectamente presentado y desarrollado. Todos son tridimensionales, todos actúan como seres humanos, no como engranajes en un mecanismo narrativo. Incluso desde lo gráfico, cada uno tiene su identidad bien marcada, de modo que se arma un elenco de enorme diversidad, donde uno reconoce al toque a los distintos personajes. Así da gusto que te la estiren hasta el infinito, e incluso comerse amagues de que tal personaje murió, para después descubrir que en realidad no murió un carajo, sino que quedó herido, y demás yeites clásicos del melodrama. Entre la trama principal, las sub-tramas, los personajes que entran y salen de escena, los diálogos muy bien escritos (gran traducción de Agustín Gómez Sanz), las revelaciones impactantes brillantemente dosificadas, los escenarios que recorre la saga y las (no tantas) secuencias de acción, Monster me atrapó a lo largo de otras 400 páginas, en las que probablemente el conflicto principal no haya avanzado ni un milímetro. Pero un poco lo que propone Urasawa es eso: relajarse y disfrutar del viaje, sin estar tan pendientes de cuándo llegamos o a dónde vamos. Tengo más libros de este genio irrepetible del manga en el pilón de los pendientes. Y nada más, por hoy. Haceme caso, descargate la Comiqueando Digital, que la vas a disfrutar enormemente. Nos reencontramos pronto por acá y el domingo 30 en Miramar, donde voy a asistir a la tercera edición de MiraCon junto a ídolos de siempre como Enrique Breccia, Cacho Mandrafina, Quique Alcatena, Jok, Kundo Krunch y varios monstruos más. Gracias y hasta entonces.

1 comentario:

J. Bencomo dijo...

La mayor parte de cómics Disney se leen mejor mezclando unos autores con otros, al estilo de las revistas donde a una historia de Barks sigue una de italianos y luego una de brasileños.